sábado, 17 de agosto de 2024

DE LOS GRANDES AMORES. Singladura Nr. 44


DE LOS GRANDES AMORES.

Singladura Nr. 44




 

Don Juan Tenorio, Casanova, Romeo, Ramón Novarro, Porfirio Rubirosa (a este lo conocía yo personalmente) y tantos otros hombres que han dado a las leyendas esas copiosas páginas de grandes conquistas amorosas, siempre han sido interesantes a la hora de leer... Hombres hay, ha habido quienes han querido imitarlos. Son muchas las mujeres que han deseado alguna vez que un hombre de esos calibres, aunque le llamen "príncipe azul" o "violeta" como los vemos en el cine, le haga el amor de leyenda.

 

Pero no se atreven a leer el Decamerón y la iglesia hace lo indecible para que no lean "Los Versos del Rey Salomón". ¿Los ha leído usted, mi amiga? Léalos, son parte de La Biblia... Y se ajustan bien a la Revista Playboy.

 

Pero, en realidad, de los millones de amores entre hombre y mujer que se forman y deforman cada día, ¿cuántos cree usted que tienen si no una novela en su forma y desarrollo, al menos un poquito de romance?

 

AMOR, dicho así, con mayúsculas, hay mucho; de eso no me cabe la menor duda. Lo que no me deja muy convencido es el hecho de que cuando los hombres hablan de sus conquistas, y algunas mujeres así lo aceptan, lo de las leyendas, digo, porque la mayor parte de los hombres se considera carnicero, mueblista, amo y señor. Y en mi opinión, ninguna de esas ocupaciones ha puesto una sola piedra en el altar del amor.

 

Y hay que ver los titulares iluminados y los otros. ¡Qué machazo!

 

Para muchos hombres aun con las conquistas sociales modernas, la mujer no pasa de ser el mueble en que se sienta, se mece y duerme. Punto. Para otros la mujer es una pieza de carne en la tabla de cortar en la carnicería, se le pone ahí encima y se corta a la voluntad del cliente. Carne roja, carne viva, pero al fin carne para el cuchillo. Y somos hijos de mujer.

 

Y para el tercer grupo hay que ver algunas películas brasileras sobre la historia del reino de Brasil, para ver un mundo de realidades históricas en el dormitorio del capitán.

 

-"Súbase la falda, abra las piernas y acuéstese en la cama."

 

-¡Bendito Dios!

 

Mis brazos y mi cuerpo han tocado una princesa real, hija, esposa y madre de reyes, mis labios han besado muchas mejillas y otras partes. Hoy, en mi trabajo, nunca me besan menos de veinte mujeres. ¡Madre de Dios! Eso es solo amistad, respeto y, perdón por la inmodestia, un poquito de admiración. Solo eso. La mujer es un ser pensante. Una persona que ama, si quiere y lo siente ni más ni menos que el hombre.

 

La mujer tiene el derecho a la selección, después de todo es en su cuerpo que se deposita el futuro de la humanidad. No es el basurero del pueblo. Yo no soy santo, nunca lo fui, ni tampoco un conquistador de novela, pero he rodado por puertos y otros sitios altos, muy altos y bajos, muy bajos. Pero todavía no he "conquistado" una mujer. No, no lo he hecho.

 

Nunca le toqué la piel a una mujer hasta que ella lo pidiera o tocara la mía primero. Nunca exigí ni arranqué un beso si no me lo ofrecieron antes, no importa cuánto pude haberlo deseado. No, la mujer no es el agua del mar, donde cada vez que usted quiera se lance a nadar. Al menos, yo pienso así. Tal vez por esa razón es que aun cuando me he divorciado no hemos quedado enemigos. No sé.

 

No voy tampoco a decir que no he puesto la carnada al anzuelo. Eso sería mentir... y no valdría la pena. Una buena carnada en el anzuelo, un buen engodo, atraen al pez. Vale la pena pues, pescar. Y cuando hay ríos revueltos, a veces ganan los pescadores.

 

Como valió la pena una vez, en cierta ciudad canadiense, donde una dama dos veces mi edad, pero supuestamente de la realeza, gastar una fortuna en hacerle una avenida de pétalos de rosa desde la puerta de su habitación en el hotel hasta mi cama en el lado opuesto del pasillo, al final de una noche de festejos referentes al reino y a la guerra, en que de otro modo tal vez aquella dama ni me saludara jamás a mí, pobre plebeyo.

 

Pero ella vino solita... yo solo desojé treinta docenas de rosas rojas y pavimenté el trayecto desde su puerta hasta la almohada de mi cama... y muy sonriente se invitó a mis copas.

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-03-21

 

 

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