miércoles, 29 de junio de 2022

LA SANCIONADA


   LA SANCIONADA



Me dejé llevar por las orientaciones del Capitán Calero, me vestí con el uniforme de gala de la marina mercante angolana. Un bello traje confeccionado en una sastrería de Ámsterdam, claro, pagado por la compañía naviera de ese país. Junto a mí, un grupo de amigos con los cuales había estado festejando durante toda la noche mi salida de vacaciones para Cuba. 


En esos momentos estaban pasando lista en la entrada de la parte militar del aeropuerto de Luanda, en ese vuelo solo iríamos diez civiles. Mi gente no cesaba de bromear y por tal razón les pidieron en varias oportunidades que guardaran silencio. Lo hacían solo por espacios breves de un minuto, el que aprovechaban para irse pasando el cañón de whisky. Era un enorme botellón de casi cinco litros, después continuaban jodiendo. Yo me encontraba muy nervioso y deseaba que aquel pase de lista terminara pronto, hacía un año que no visitaba a mi familia y mi hija andaba por los siete meses de nacida.


Media hora antes de llegar al pase de lista y siendo aún un poco oscuro porque el vuelo salía a las seis de la mañana, se me aproximó un individuo que dijo ser delegado del Ministerio de Educación. En términos generales yo no mantenía muchas relaciones con los civiles que trabajaban en Angola, algunos de ellos eran arrogantes, gente que en muchos casos por el solo hecho de tener un auto se creían superior a los demás, algo que tal vez no poseían en Cuba. Casi siempre te miraban por encima del hombro, eran parte de la misma porquería con la que tenía que compartir la vida en la isla. Una especie conocida como “dirigentes”, pero los de la clase más baja, los peores y más dañinos por ser los que se encuentran en contacto directo con la población. Los soldados que se encontraban cumpliendo misión eran gente de pueblo, humildes, quienes tal vez aceptaron aquello como una simple aventura por conocer otras tierras. A muchos de ellos ese turismo les salió muy caro, por estas personas yo sentía compasión.


Aquel tipo me pidió de favor que me preocupara por la suerte de una muchachita que viajaría sola, era una de esas maestras del contingente Che Guevara que hacía muy poco tiempo habían arribado a Angola, cuya presencia se sintió a las pocas semanas de haber tocado tierra. Muy jóvenes la mayoría de ellas, pronto conocieron el asedio de miles de machos en un exacerbado estado de celo. Le hizo una seña a la muchacha y me la presentó, tenía los ojos inflamados de tanto llorar y unas ojeras que le llegaban al tobillo. Le di mi nombre y le dije que podía contar conmigo ante cualquier necesidad. Observé su vientre inflamado y supuse que debía encontrarse con unos cuatro meses de embarazo. 
Una de aquellas muchachitas involucradas en la loca aventura de Angola, había muerto unos días atrás del disparo que le hizo su novio al saberse engañado. Ella engrosó la larga lista de mártires producidos en aquel país y sus familiares tuvieron que esperar por la voluntad del amo de la isla para darle cristiana sepultura en la tierra de la que nunca tuvo que ser separada.


Me despedí de todos los que formaron una sonora algarabía al pronunciarse mi nombre, y muy nervioso, me dirigí hacia la escalerilla del avión que no se encontraba muy lejos de aquella entrada. Cuando me disponía a pasar al interior de aquel IL-62, la aeromoza cubana me indicó dirigirme al área de primera clase y no me puse bravo. Parece que se impresionó con mi uniforme de gala y la insignia de la marina angolana en la gorra, poco tiempo después del despegue me quedé profundamente dormido. Después del desayuno empaté el sueño en espera de la escala que debíamos hacer en la Isla Sal, una de las que forman el archipiélago de Cabo Verde. Es una isla muy pequeña y totalmente desértica, solo existe en ella ese aeropuerto construido con parte del financiamiento cubano, es de suponer que había plata y no existía el molesto "bloqueo" que tantos lamentos produce hoy.


Durante el vuelo no nos encontramos, sin embargo, cuando bajamos del avión, ella se me acercó como buscando protección. Esa hora la gastamos hablando de su caso  y a cada momento interrumpió la conversación las gruesas lágrimas que no podía evitar. Me contó que antes de partir para Angola ella se encontraba embarazada y lo ocultó para mantenerse al lado de su novio, por tal motivo, regresaba ahora sancionada a la isla y con la probabilidad de causar baja del sector. Era un caso que le partía el alma a cualquiera, la chica era camagüeyana, recuerdo que en el bolso de mano yo poseía unos biberones que llevaba para mi hija y le regalé dos.

-¿Tu novio está de acuerdo con reconocer a la criatura o te dio la espalda? Le pregunté.

-Él está de acuerdo en reconocerla y formar una familia. Contestó

-Entonces, ¿de qué te lamentas?

-Tú debes saber lo que significa una sanción estando en Misión Internacionalista.

-No lo tomes tan a pecho muchacha, eres aún muy joven y tienes toda una vida por delante. A ver, ¿qué importa lo que diga un papelito del partido?, lo importante ahora es cuidarte para que el bebé nazca saludable. Tiene a su padre que lo quiere, una madre que lo desea y estoy seguro de que los abuelos lo apoyarán. Te imaginas que por cosas del destino ese niño hubiera nacido en este país, ¿sabes a cuántas enfermedades se encontraría expuesto? Nosotros no tenemos los anticuerpos para combatirlos, diariamente mueren cubanos víctimas de enfermedades en Angola. ¡Alégrate muchacha!

-Creo que tienes razón, ¿qué tiempo llevas allá?

-Ya cumplí el año y ahora voy de vacaciones, conoceré a mi hija pero debo regresar. Llamaron a los pasajeros de nuestro vuelo y nos volvimos a separar.


Cuando volábamos sobre Dominicana y Haití tuve la impresión de encontrarme sobre una inmensa carta náutica a todo color, entrando a Maisí avisaron de ponernos el cinturón de seguridad. Cuando el avión tocó pista cubana se dirigió a la parte militar de Boyeros, mi familia no sabía que yo estaba en Cuba. El equipaje lo colocaron en el suelo al lado del avión y cada cual tomó el suyo. Yo venía muy cargado, traía mucha correspondencia y algunas boberías que enviaron algunos soldados del campamento de Granfanil. Pocos minutos después llegó una “Aspirina” y el chofer traía una lista con los pasajeros que debían abordar aquella guagua, la chica no se encontraba registrada en aquella listica de solo nueve nombres. Hablé con el chofer y la llevamos con nosotros, la muchacha no tenía parientes ni dolientes en La Habana, tampoco dinero para sacar un pasaje y dirigirse a su ciudad.


Nos condujeron hasta la Clínica de Enfermedades Tropicales ubicada en la calle 200 entre 15 y 17 en Siboney, me trajo recuerdos de mi vida de becado a solo una cuadra de allí. Nos tomaron muestras de sangre y luego nos vacunaron. Hasta esos momentos no se sabía donde permanecería la chica, así que, aprovechando la bella confección de mi uniforme y el efecto impactante que causaba en las personas que no se cansaban de mirarlo, solicité hablar con el Director del Centro, quien con toda amabilidad me recibió en su despacho. Le expliqué la situación de la muchacha y aceptó dejarla allí hasta que se resolviera su traslado a Camagüey.


Me despedí de aquella chica muy agradecida, de la mujercita sancionada por su embarazo y abordé nuevamente la aspirina que me condujo hasta la puerta de la casa. Estoy convencido de que en aquel vuelo de Cubana había arribado una futura gusana.






               Esteban Casañas Lostal.
               Montreal.. Canadá
               2001-04-06



Post Data.-

La noche que celebrábamos en casa de mi suegra aquella llegada a Cuba, llegó una cuñada mía muy “comunista” ella y secretaria del “gallego” Fernández, Ministro de Educación. Recuerdo que tuvimos una acalorada discusión.

-¿Sabes que en el avión arribó una muchachita del contingente Che Guevara de Luanda?

-¡Sí, es una sancionada! Sentí su desprecio cuando pronunció aquellas palabras.

-¿Sabes cual es el motivo de su sanción?

-Por puterías.

-¿Por puterías? Es una muchachita que está embarazada de su novio, eso no es putería ni delito en ningún país.

-¿Y?

-Que no fueron a recibirla al aeropuerto como ocurrió con todos los civiles que veníamos en ese vuelo. Ella es de Camagüey y no tiene dinero para ir a su ciudad, tampoco tiene parientes o dolientes en La Habana.

-¿Y dónde está?

-Eso debías saberlo tú y los encargados de atender estos casos. Para no malograr este ambiente y terminar este diálogo, ella se encuentra en la Clínica de Enfermedades Tropicales de Siboney.

-¡Ah! Mañana voy a informar. No podía ocultar su indiferencia, tenía razón, hablábamos de una sancionada que merecía ser castigada por la sociedad.

Si la criatura nació, hoy debe tener unos treinta y cuatro años. Sabe Dios qué suerte le deparó el destino, tal vez se encuentre aún en la isla y milite en el mismo partido al que pertenece mi cuñada. Quizás haya emigrado a Estados Unidos como miles de cubanos. Puede que nunca haya nacido, quién pudiera saberlo.






Esteban Casañas Lostal
Montreal.. 
Canadá
2012-01-06


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lunes, 13 de junio de 2022

PROA A LOS GRANDES LAGOS


 

PROA A LOS GRANDES LAGOS


Motonave "Jiguaní", escenario de esta historia.
 

Correría el año 1971 cundo arribamos a Montreal con un cargamento de azúcar a granel a bordo del buque “Jiguaní”, yo me encontraba de timonel. Ya había visitado este puerto a bordo del buque “Habana” y debo confesar que, desde mi primer contacto con esta ciudad, caí fulminado por sus encantos. Luego de finalizada la descarga y mientras limpiábamos bodegas, la nave fue fondeada en espera de nuevas órdenes. Uno o dos días después y estando listos para proceder a la carga, nos informaron que el buque sería preparado para navegar por el Sea Way en demanda del lago Ontario. Nuestro próximo puerto de carga era Toronto, allí cargaríamos trigo a granel y completaríamos nuestra carga en Montreal con destino a Cuba.

 

Hasta esta fecha no se tenia conocimiento de paso alguno de buques cubanos por el Sea Way, el “Jiguaní” se convertiría de esa manera en el primero de toda la flota en realizar esta travesía. Las regulaciones canadienses para esa navegación eran muy estrictas en aquellos tiempos y exigían ciertas condiciones que no cumplían ninguna de nuestras naves. Se procedió entonces a vencer cada una de ellas, lo que requirió de una fuerte inversión económica que nos consumió varios días fondeados.

 

Era obligatorio que el buque poseyera dos radares, la nave contaba con un moderno radar ARPA, muy avanzado para sus tiempos, pero no lo eximió de cumplir con los requerimientos existentes y se le tuvo que instalar un radar adicional. Por aquellos tiempos eran escasos los buques cubanos que poseían equipo de radio para corto alcance VHF y no recuerdo exactamente si también se le instalaron dos equipos en el puente. Toda una novedad con la que no contaban en la isla, donde las comunicaciones con los Prácticos y autoridades se realizaban con el uso de la radiofonía por medio de la estación CLT-Habana y otras pocas existentes en varios puntos importantes del país. Accidentalmente el buque se puso a tono con algunos de los avances experimentados en su época a nivel mundial.


Arriando un hombre a tierra con el buque en movimiento.

Por cubierta se realizaron algunas adaptaciones que debieron consumir otra gran cantidad de plata, sin ellas nos resultaría imposible maniobrar para entrar a las esclusas que nos elevarían al nivel del lago Ontario, el primero que da acceso a los demás. Se instaló una especie de puntalito giratorio en el castillo de proa, este serviría para lanzar desde la tapa de la bodega Nr.1 hacia el muelle a un hombre que haría las funciones de cabero. Ese lanzamiento se realizaría con el buque en movimiento, el tripulante iría sentado en una especie de sillita que era arriado poco a poco hasta pisar el suelo. Como yo era el más liviano, joven y ágil, unas 130 libras de peso, fui el destinado a esta labor. Mi trabajo consistía en tomar dos cabos en proa, el spring y un largo, hacerlos firmes en una bita o noray dispuesta en el muelle. Después debía correr hacia la popa y tomar igual cantidad de cabos. Esta maniobra se hacía en los muelles de espera para entrar a las esclusas. La parte más peligrosa se presentaba a la hora de la entrada a la esclusa, esta maniobra consistía en largar los cabos, creo que los de popa eran los primeros y luego correr hacia la proa para soltarla también. Una vez con el buque en movimiento y aun pegado al muelle debía correr hasta la mitad de la eslora para embarcar por la escala del Práctico. Después de la primera maniobra se asignó otro hombre que iría para la proa o popa, era un trabajo muy riesgoso para un solo hombre.

 

Se instalaron también dos rolleteras a ambas bandas de la bodega Nr.5, como la popa quedaba a un nivel muy bajo de esa cubierta y su espacio demasiado reducido, las maniobras se realizarían con el uso de las maquinillas de carga de la bodega a la que les instalaron cables más gruesos y resistentes. Una vez dentro de las esclusas, había caberos a los que se les entregaban los cables de maniobras que debían operarse desde el buque por sus tripulantes. Las esclusas del Sea Way tenían mas altura que las de Panamá y carecían de los equipos auxiliares para ayudar al buque tales como las “mulas” y remolcadores. Debo señalar que esas maniobras en la popa eran extremadamente peligrosas y despertaba mucho temor entre quienes operaban las maquinillas de la bodega. Los cables se pasaban por unas patecas giratorias que se podían abrir para sacarlos de ellas una vez terminada la maniobra, pero el principal miedo radicaba en que esos cables usaban las patecas del tintero del puntal, muy cercanas al operador de los winches y en caso de cualquier fallo podían arrancarles la cabeza. Resultaba preferible lanzarme por la sillita al muelle.

 

Arriando un hombre a tierra con el buque en movimiento


En la popa se instaló un enorme tanque, donde debía depositarse los excrementos de cada tripulante una vez terminado de hacer sus necesidades. Para esos fines se compraron varias tasas sanitarias portátiles de plásticos a las que se les añadía agua y un neutralizante contra el mal olor. Deben imaginar las bromas cruzadas cuando te veían con la tasa y subiendo una escalerita para verter las porquerías en aquel enorme tanque. Los buques de aquellos años carecían de tanque para procesar las aguas sucias del buque y las leyes canadienses prohibían descargarlas a los lagos para evitar su contaminación. Una vez que salíamos de las aguas territoriales de Canada y se abría la válvula de escape de aquel tanque, es de imaginar la larga estela de mojones arrojados al mar.

 

Dentro del lago Ontario visitamos otros puertos en los viajes siguientes para descargar azúcar cruda en sacos y a granel. En Port Weller existía un muelle de espera sin almacén donde atracamos para descargar un entrepuente con sacos de azúcar cruda. Como allí no se realizaban operaciones portuarias de ningún tipo, era de suponer que carecieran de estibadores. Aquellos sacos eran enormes y bien pesados, contenían unos 100 kilos de azúcar. El asunto fue que contrataron a un grupo de trabajadores eventuales, la mayoría de ellos eran jóvenes estudiantes sin práctica o habilidad en el manejo de aquellos sacos. Además de carecer de fuerzas para operar este tipo de cargamento, los vimos cargando uno de aquellos sacos entre cuatro de esos muchachos. Las operaciones se convirtieron en extremadamente lentas y el receptor de la carga propuso al Capitán contratar a la tripulación por el pago de unos $10.00 dólares la hora. Toda una fortuna en aquellos tiempos y no fue nada difícil convencer a una tripulación que solo ganaba $0.75 centavos de dólar diario, pero. Siempre hay y habrá millones de “peros” cuando se vive en un régimen explotador como el cubano. Los cabrones de las organizaciones políticas nos hablaron para trabajar, “pero” con la condición de entregar el dinero al estado cubano. Indudablemente aquella propuesta fue rechazada por la tripulación y allí permanecimos atracados mas de dos semanas para descargar un solo entrepuente.

 

Ese viaje descargamos otro poco de azúcar en Hamilton y el resto en Toronto. Luego de la limpieza de las bodegas cargamos trigo para Cuba y completamos nuestra carga en Montreal. Esas fueron nuestras derrotas y puertos en los siguientes cuatro viajes, realizadas en términos generales en un mes y medio, que, traducido a nuestros bolsillos, representaban unos $30.00 ó $35.00 dólares por viaje. Debo manifestar que las navegaciones por el Sea Way son muy cautivadores y ofrecen al navegante unos paisajes encantadores. ¡Claro! Nada de eso se ajusta a nuestros gustos cuando esos viajes se realizan una vez abierta esa vía de navegación concluido el invierno. Te enfrentas a los deshielos que arrancaban muchas boyas y señalizaciones, obligando a detener la navegación nocturna y mantenerse atracado por esa razón en cualquier muelle de espera. Por la proximidad que existe entre algunas de esas esclusas, el personal de cubierta dormíamos en el piso del salón de tripulantes con la ropa de faenas puesta, puede resumirse que esa travesía resultaba en extremo agotadora para la marinería. Si la memoria no me traiciona, existían siete esclusas desde Montreal hasta el lago Ontario, dos de ellas eran norteamericanas. Como era de suponer y por ser parte de sus enemigos, antes de entrar a esas esclusas nos sometían a un fuerte sondeo y durante la trayectoria por su territorio éramos escoltados por marines a bordo del buque y una lancha del Coast Guard paralela a nosotros.

 

Barco pasando una de las esclusas del Sea Way.


Creo haber realizado todos esos viajes con el Capitán Raúl Hernández Zayas, uno de los mejores en toda la flota durante mi vida como marino. Navegaron como Primer Oficial Luís Céspedes Somoza y Marcio Valdés, no recuerdo si Felipito Montano dio algún viaje en esa plaza o solo era Segundo Oficial. El cuadro era completado por Guillermo Sánchez Oro y Luis R. del Valle como Terceros Oficiales. En la cubierta teníamos un equipo de fenomenal, Néstor era el Contramaestre, Pedro el Pañolero, Roberto Barreras, Febles y yo de Timoneles, otros viajes los dio el timonel Alarcón (El Ñato), siempre hubo un timonel de vacaciones. Esmirdo Rodríguez, Angelito, Venancio Galarraga y Luis Castell de marineros, toda una familia. Uno de esos viajes relevé a Pedro como pañolero y viajaba como Contramaestre uno de los peores conocidos en mi vida de marino, me refiero a Luís Molina. Se sumaron a la tripulación otros buenos hombres de los que he olvidado sus nombres, no así el de Jorge Luís Vasallo, quien vive hace unos años en Islas Canarias y comparte en un grupo de marinos que administro. Han partido al reino de Neptuno otros de los que participaron en estas aventuras y a los que pretendo dar un pequeño homenaje con este trabajo.

 

La motonave “Jiguaní” fue la primera de nuestra flota en surcar las aguas del lago Ontario, fue la primera también en navegar por el Estrecho de Magallanes desde Chile hasta la Argentina, estaba comandada por el Mono Torreabás. Fue también la primera en visitar a Venezuela varios años después de los acontecimientos del pesquero “Alecrín”. Viajaba de Capitán Héctor Fernández, excelente persona, Luis R. del Valle como Primer Oficial, Carlos Palacios (El Caguamo) de Segundo Oficial y este servidor de Tercer Oficial.

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-06-13

 

 

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martes, 7 de junio de 2022

EN NUEVITAS, UNA ESTÚPIDA SOLUCIÓN.



 

EN NUEVITAS, UNA ESTÚPIDA SOLUCIÓN.


Motonave "Bahía de Cienfuegos", escenario de esta historia.
 

Estoy convencido de que todo Primer Oficial de Cubierta que haya operado buques de carga general en mis tiempos, coincidirá conmigo en estas notas arrancadas a la memoria. Todos saben perfectamente que tomar carga general en países desarrollados, no en su generalidad, por supuesto, eran unas operaciones llevadas a cabo con una exquisitez increíbles en sus manipulaciones. Además de las insignificantes averías que se producían en la marcha, mercancías que eran debidamente sustituidas cuando se realizaba una oportuna reclamación, ellas se hacían con una rapidez increíble para mal de nosotros, quienes deseábamos permanecer más tiempo en puerto por asuntos de “pacotilla”. Entre esos puertos se destacaban Tokio, Amberes, Ámsterdam, Rotterdam, Hamburgo, etc. Todo lo contrario, sucedía en cualquiera de los puertos del extinto campo socialista, abundaban las averías y los tiempos de carga se extendían más allá de lo humanamente tolerable.

 

El principal problema llegaba un poco mas tarde, los dolores de cabeza se multiplicaban en cualquiera de los puertos cubanos por varias razones. Se destacaban la utilización de los medios de descargas inadecuados, problemas con el transporte, indiferencia y mala fe de sus estibadores, pésimas manipulaciones de las mercancías, averías producidas intencionalmente para robar, etc. Luego llegaba la hora de las broncas con los inspectores de averías que, se extendían a debates por reclamaciones injustas cuando el oficial conocía el estado en la que se había transportado la mercancía y sus condiciones al atraque, un verdadero dolor de cabeza. Para ahorrarme esas discusiones, tuve la costumbre de tomarles fotografías al cargamento durante varios períodos de esas operaciones. Las mandaba a revelar con el agente antes de partir y una vez en la isla, se las mostraba a los inspectores de averías después de producirse la apertura de las escotillas. Eso no fallaba y me ahorró decenas de dolores de cabezas. Pero estas notas escritas como introducción, nada tienen que ver con el tema que hoy les traigo.

 

Resulta que en uno de mis viajes al puerto de Tarafa-Nuevitas a bordo del buque “Bahía de Cienfuegos” y procedente de Amberes, arribo con toda una colección de fotos a color que muestro al jefe de los inspectores de averías. -¡Míralas bien! Me limité a decirle. -¡No te voy a firmar ninguna acta de averías! No sé si me comprendas una vez que hayas visto estas fotos separadas por bodegas. El hombre sabía de lo que yo hablaba y no me respondió.

 

Esa mañana se produjo un mitin con los trabajadores del puerto, se reunieron exactamente junto a unos almacenes ubicados a babor de nuestra proa. No se extendieron mucho en aquel intercambio y minutos más tarde se fueron repartiendo entre los buques atracados. Una vez a bordo de nuestra nave la cuadrilla que trabajaría en su descarga, me asomo a una de las escotillas y observo como comienzan a desarmar los pallets donde venían estibadas las mercancías.

 

-¡Oye! ¿Qué coño están haciendo? Les grité a los estibadores ante el destrozo que comenzaba a producirse.

 

-¡Compañero, nosotros cumplimos órdenes! Me contestó uno de ellos sin detener su acción.

 

-¡Oye, paren y salgan, voy a cerrar la bodega! Le di inmediatamente la orden al timonel de guardia en cerrarla, era una operación sencilla y rápida porque las tapas eran de libro e hidráulicas. Unos minutos después todos los estibadores se encontraban sobre cubierta y solicité la presencia a bordo del jefe de operaciones.

 

-¿Qué ha sucedido, compañero? ¿Por qué mando a cerrar las bodegas? Me dijo el tipo en un tono empachado y desafiante, me cayó como una patada en los güevos.

 

-Yo creo que el que debe preguntar soy yo, ¿Cómo es eso de romper todas las paletas en las que vienen estibadas las mercancías? ¿A quién se le ocurrió semejante locura? ¿Tienen una remota idea de las averías a la carga que producirán? Ahí estaba el tipo escuchándome en actitud arrogante.

 

-¡Mire, compañero! Esta es una orientación del partido y no creo que yo le deba explicación alguna.

 

-Perfecto, usted no me debe explicación alguna, pero esas bodegas no se abrirán hasta que no me firme un acta, donde asuma la responsabilidad por todas las averías que puedan producirse.

 

-¡Confeccione el acta y yo se la firmaré! No discutí más nada con aquel imbécil y redacté el acta donde incluí espacio para que firmaran dos testigos a los que solicité el carnet de identidad. Uno de ellos era el jefe de los inspectores de averías al que le había mostrado las fotos de la carga y el otro era un tarugo del partido. Me firmaron debidamente el acta y le impartí la orden al timonel de guardia para que abriera las bodegas.

 

-Deseo hablar contigo en mi oficina. Le dije al inspector de averías cuando pretendía abandonar la nave. Me siguió hasta el camarote y lo invité a sentarse.

 

-¡Usted dirá, Primero! Me dijo una vez sentado mientras yo me acomodaba en mi buró.

 

-Debes imaginar que ahora menos que nunca te firmaré un acta de averías, pudiste ver el estado en que arribó esa mercancía a este puerto. Me dirigí a él en buen tono, no tenía nada en contra de su persona. -Hay algo que no comprendo, ¿a quién se le ha ocurrido esta locura?

 

-Primero, ya usted lo dijo, es una locura. El asunto es que cuando los estibadores no tienen trabajo en el muelle, deben ser enviados a trabajar en la agricultura y los hombres protestaron esta mañana. Para evitar una sublevación el partido determinó proceder como ya usted sabe.

 

-¡No jodas!

 

Nadie puede calcular el monto de las averías que se produjeron a la carga, es lógico que el inspector en el cumplimiento de su trabajo se apareciera frecuentemente con sus actas, ninguna de ellas fue firmada. Esto es solo un ejemplo de como han dirigido al país todo ese ejército de incompetentes. Es muy triste ver a cubanos dentro de la isla defendiendo esa mierda y agrediendo a sus hermanos mientras el país entero se les cae en la cabeza.

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-06-07

 

 

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domingo, 5 de junio de 2022

CAPITÁN LUÍS R. DEL VALLE IN MEMORIAM


CAPITÁN LUÍS R. DEL VALLE 

IN MEMORIAM




Coincidimos a bordo del buque “Jiguaní” en el año 1970, yo era timonel y del Valle se encontraba como Agregado de Cubierta junto a Guillermo Sánchez Oro. Ese largo viaje al Asia fue realizado en compañía de otro grupo de jóvenes guardiamarinas aun sin graduar. Como no existía en la flota ningún buque escuela, esos alumnos eran distribuidos en diferentes naves para que realizaran un viaje de “instrucción”. Recuerdo a algunos de ellos, quienes, entre otras cosas, se destacaron por impregnarle ese ambiente juvenil al barco, sobraron las maldades propias de la edad. Hermes Cruz, Villabrille, Rosquete, Enriquito (Mamacusa entonces, luego Kike), Miguel Haidar, Tejeda (de máquinas), Oreol Mena (de máquinas), no sé si olvido a alguno de ellos, han pasado 52 años. Yo tenía solamente 21 años y era lógica la pronta química nacida con todos ellos.

 

Siempre me llamó la atención la gran diferencia de edad entre Luis R, del Valle y el resto de los alumnos. A ojos de cualquier joven no dudaría en calificarlo como un “Temba”, no solo se diferenciaba de los otros por la edad, su carácter y temperamento eran propios de una persona madura, algo mayor. Nunca participó en las maldades de sus compañeros de escuela, su vocabulario era muy medido, excesivamente disciplinado y responsable, pulcro, respetuoso. Nunca llegué a comprender qué rayos hacía mezclado con aquella masa escandalosa de jóvenes. Transcurrieron unas cuantas singladuras para que fuera ascendido a Tercer Oficial, tiempo durante el cual yo continuaba como timonel y luego de pañolero.

 

En el año 1973 yo regreso al “Jiguaní” enrolado como Agregado de Cubierta y por obra del Divino salgo a navegar de Tercer Oficial. Bueno, corrían tiempos donde la flota se encontraba experimentando un vertiginoso crecimiento y escaseaban los oficiales disponibles. Ya he escrito sobre este tema en diferentes trabajos y solo lo resumiré con pocas palabras, se requiere de un poco de valentía para asumir el reto que la vida te pone en el camino. No solo hay que ser valiente, es obligado tener confianza en uno mismo. Yo apostaba por la teoría que poseía, sin embargo, no tenía nada de práctica. No resulta sencillo recibir la guardia del puente durante una guardia de navegación costera, donde por supuesto, debías hacer varios cambios de rumbos. No era fácil pararte detrás de un monumental radar ARPA sin haberlo operado nunca y comenzar poco a poco a trastear sus botones para obtener unas líneas isométricas y poder obtener posición. Es simple decirlo ahora que han transcurrido tantos años, solo que pocos conocen del nerviosismo que se vive y el choque de adrenalina necesaria para enfrentarte ante una posible victoria o un rotundo fracaso. Luis R. del Valle se encontraba de Primer Oficial y fue uno de los que aprobó que la nave partiera en un largo viaje conmigo ocupando esa plaza. Siempre me decía que en caso de dudas no lo pensara para llamarlo, no lo hice por una cuestión de orgullo personal, pero estaba muy convencido de que podía contar con su ayuda.

 

Del Valle es el segundo de izquierda a derecha, foto con parte de la tripulación del "Jiguaní" después de yo haberlo dejado por vacaciones, la mayoría de ellos navegó conmigo. En la extrema derecha de la foto dos grandes personajes, el primero es el J' de Máquinas Orlando del Río y el segundo es el Capitán Raúl Hernández Zayas. De los agachados y cuarto de derecha a izquierda, mi hermano Esmirdo Rodríguez.


A del Valle le tocó la mala suerte de lidiar conmigo durante mi proceso de transformación de indio a cowboy y créanme, tuvo la misma paciencia de un padre empeñado en formar a su hijo para la vida. Mi evolución era lenta, algo que no sucedía con los graduados en la Academia, ya lo he explicado en otros trabajos. Comenzaba a formar parte de la administración del buque y lo hacía con una mente envenenada de prejuicios debido a viejas experiencias, solo él sería capaz de tolerarme. Con sus sabios y sanos consejos logré ir borrando aquella mente mas sindicalista que administrativa. Creo que cuando partí del Jiguaní lo hice mejor preparado y podía considerarme un verdadero oficial de cubierta.

 

Durante el viaje a Japón me concentré en el dominio del sol y creo haberlo logrado antes de pasar por las islas Hawaii. Después de descargar en Tokio nos enviaron a reparar en Hong Kong y del Valle repartió las responsabilidades entre la oficialidad, algo que no pude hacer cuando llegué a alcanzar esa plaza ante las manifestaciones de indiferencia que dominaban el ambiente marítimo de mis tiempos. Durante el regreso a Cuba, gasté la mayor parte de la navegación por ese inmenso Océano Pacífico subiendo al puente durante sus guardias en el crepúsculo vespertino. Deseaba dominar las estrellas y pude lograrlo con su ayuda, o sea, me convertí de esa manera en un Tercer Oficial con amplio dominio y aplicación de la astronomía náutica durante una navegación. Menciono ese detalle por varias razones y unas de ella fue que, no todos tenían la paciencia mostrada por él para ayudar a los demás. Creo haberlo imitado con mis subordinados en años posteriores, no tuve necesidad de ascender a Primer Oficial y testimonios abundan por estas páginas que pueden confirmarlo. Compartimos singladuras durante viajes por Asia, Europa, Canadá y Suramérica, tiempos donde aprendí a respetarlo como si se tratara de un padre.

 

En el año 1977 ingresé como profesor en la Academia Naval del Mariel y cuando tuve contacto con el rigor que viven los guardiamarinas, imaginé a del Valle enfrentando esa constante demanda de esfuerzos físicos realizados para lograr sus sueños. Créanme que lo admiré mucho más, aquella vida impuesta por los militares del centro muchas veces no era soportada por jóvenes. Nos separamos y nunca volvimos a coincidir en otro sitio que no fuera aquella esquina de las calles San Ignacio y Obispo, escenario de tantos abrazos y apretones de manos que estuvieron ausentes. La última vez que lo vi yo portaba las charreteras de Primer Oficial y no pudo ocultar su sincera alegría. Me preguntó mucho sobre mis experiencias sin dejar de recordarme aquellas malcriadeces de mis años mozos, luego me dio un empujoncito diciéndome: -Ahora no debes parar, debes luchar hasta alcanzar el zenit de tus sueños, estás a punto de convertirte en un buen Capitán. Esta fue la única vez que se equivocó, olvidó que ese anhelo no dependía de mi voluntad, estaba en manos de unos cabrones que siempre me borraron de la lista por no poseer el carnet del partido. Nos despedimos con el mismo afecto que nos encontramos para no volver a vernos y hoy -por caprichos de la mente- me vi obligado a recorrer muchos de mis trabajos buscando esas notas que se merece y no encontré.

 

No recuerdo quién comentó en alguna página que no tuvo el final ganado por los grandes y buenos hombres que tripularon nuestras naves. Lo vieron mucho mas viejo, delgado, algo enfermo y triste. Me dolió muchísimo leer aquellas notas y hoy deseo hacerle el modesto homenaje a quien fuera una excelente persona, Oficial, Capitán y educador. ¡Ojalá estas líneas puedan llegar a sus hijos y familia! Solo les diría que pueden vivir orgullosos por haber descendido de este noble ser humano.

 

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-06-05

 

 

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