lunes, 13 de junio de 2022

PROA A LOS GRANDES LAGOS


 

PROA A LOS GRANDES LAGOS


Motonave "Jiguaní", escenario de esta historia.
 

Correría el año 1971 cundo arribamos a Montreal con un cargamento de azúcar a granel a bordo del buque “Jiguaní”, yo me encontraba de timonel. Ya había visitado este puerto a bordo del buque “Habana” y debo confesar que, desde mi primer contacto con esta ciudad, caí fulminado por sus encantos. Luego de finalizada la descarga y mientras limpiábamos bodegas, la nave fue fondeada en espera de nuevas órdenes. Uno o dos días después y estando listos para proceder a la carga, nos informaron que el buque sería preparado para navegar por el Sea Way en demanda del lago Ontario. Nuestro próximo puerto de carga era Toronto, allí cargaríamos trigo a granel y completaríamos nuestra carga en Montreal con destino a Cuba.

 

Hasta esta fecha no se tenia conocimiento de paso alguno de buques cubanos por el Sea Way, el “Jiguaní” se convertiría de esa manera en el primero de toda la flota en realizar esta travesía. Las regulaciones canadienses para esa navegación eran muy estrictas en aquellos tiempos y exigían ciertas condiciones que no cumplían ninguna de nuestras naves. Se procedió entonces a vencer cada una de ellas, lo que requirió de una fuerte inversión económica que nos consumió varios días fondeados.

 

Era obligatorio que el buque poseyera dos radares, la nave contaba con un moderno radar ARPA, muy avanzado para sus tiempos, pero no lo eximió de cumplir con los requerimientos existentes y se le tuvo que instalar un radar adicional. Por aquellos tiempos eran escasos los buques cubanos que poseían equipo de radio para corto alcance VHF y no recuerdo exactamente si también se le instalaron dos equipos en el puente. Toda una novedad con la que no contaban en la isla, donde las comunicaciones con los Prácticos y autoridades se realizaban con el uso de la radiofonía por medio de la estación CLT-Habana y otras pocas existentes en varios puntos importantes del país. Accidentalmente el buque se puso a tono con algunos de los avances experimentados en su época a nivel mundial.


Arriando un hombre a tierra con el buque en movimiento.

Por cubierta se realizaron algunas adaptaciones que debieron consumir otra gran cantidad de plata, sin ellas nos resultaría imposible maniobrar para entrar a las esclusas que nos elevarían al nivel del lago Ontario, el primero que da acceso a los demás. Se instaló una especie de puntalito giratorio en el castillo de proa, este serviría para lanzar desde la tapa de la bodega Nr.1 hacia el muelle a un hombre que haría las funciones de cabero. Ese lanzamiento se realizaría con el buque en movimiento, el tripulante iría sentado en una especie de sillita que era arriado poco a poco hasta pisar el suelo. Como yo era el más liviano, joven y ágil, unas 130 libras de peso, fui el destinado a esta labor. Mi trabajo consistía en tomar dos cabos en proa, el spring y un largo, hacerlos firmes en una bita o noray dispuesta en el muelle. Después debía correr hacia la popa y tomar igual cantidad de cabos. Esta maniobra se hacía en los muelles de espera para entrar a las esclusas. La parte más peligrosa se presentaba a la hora de la entrada a la esclusa, esta maniobra consistía en largar los cabos, creo que los de popa eran los primeros y luego correr hacia la proa para soltarla también. Una vez con el buque en movimiento y aun pegado al muelle debía correr hasta la mitad de la eslora para embarcar por la escala del Práctico. Después de la primera maniobra se asignó otro hombre que iría para la proa o popa, era un trabajo muy riesgoso para un solo hombre.

 

Se instalaron también dos rolleteras a ambas bandas de la bodega Nr.5, como la popa quedaba a un nivel muy bajo de esa cubierta y su espacio demasiado reducido, las maniobras se realizarían con el uso de las maquinillas de carga de la bodega a la que les instalaron cables más gruesos y resistentes. Una vez dentro de las esclusas, había caberos a los que se les entregaban los cables de maniobras que debían operarse desde el buque por sus tripulantes. Las esclusas del Sea Way tenían mas altura que las de Panamá y carecían de los equipos auxiliares para ayudar al buque tales como las “mulas” y remolcadores. Debo señalar que esas maniobras en la popa eran extremadamente peligrosas y despertaba mucho temor entre quienes operaban las maquinillas de la bodega. Los cables se pasaban por unas patecas giratorias que se podían abrir para sacarlos de ellas una vez terminada la maniobra, pero el principal miedo radicaba en que esos cables usaban las patecas del tintero del puntal, muy cercanas al operador de los winches y en caso de cualquier fallo podían arrancarles la cabeza. Resultaba preferible lanzarme por la sillita al muelle.

 

Arriando un hombre a tierra con el buque en movimiento


En la popa se instaló un enorme tanque, donde debía depositarse los excrementos de cada tripulante una vez terminado de hacer sus necesidades. Para esos fines se compraron varias tasas sanitarias portátiles de plásticos a las que se les añadía agua y un neutralizante contra el mal olor. Deben imaginar las bromas cruzadas cuando te veían con la tasa y subiendo una escalerita para verter las porquerías en aquel enorme tanque. Los buques de aquellos años carecían de tanque para procesar las aguas sucias del buque y las leyes canadienses prohibían descargarlas a los lagos para evitar su contaminación. Una vez que salíamos de las aguas territoriales de Canada y se abría la válvula de escape de aquel tanque, es de imaginar la larga estela de mojones arrojados al mar.

 

Dentro del lago Ontario visitamos otros puertos en los viajes siguientes para descargar azúcar cruda en sacos y a granel. En Port Weller existía un muelle de espera sin almacén donde atracamos para descargar un entrepuente con sacos de azúcar cruda. Como allí no se realizaban operaciones portuarias de ningún tipo, era de suponer que carecieran de estibadores. Aquellos sacos eran enormes y bien pesados, contenían unos 100 kilos de azúcar. El asunto fue que contrataron a un grupo de trabajadores eventuales, la mayoría de ellos eran jóvenes estudiantes sin práctica o habilidad en el manejo de aquellos sacos. Además de carecer de fuerzas para operar este tipo de cargamento, los vimos cargando uno de aquellos sacos entre cuatro de esos muchachos. Las operaciones se convirtieron en extremadamente lentas y el receptor de la carga propuso al Capitán contratar a la tripulación por el pago de unos $10.00 dólares la hora. Toda una fortuna en aquellos tiempos y no fue nada difícil convencer a una tripulación que solo ganaba $0.75 centavos de dólar diario, pero. Siempre hay y habrá millones de “peros” cuando se vive en un régimen explotador como el cubano. Los cabrones de las organizaciones políticas nos hablaron para trabajar, “pero” con la condición de entregar el dinero al estado cubano. Indudablemente aquella propuesta fue rechazada por la tripulación y allí permanecimos atracados mas de dos semanas para descargar un solo entrepuente.

 

Ese viaje descargamos otro poco de azúcar en Hamilton y el resto en Toronto. Luego de la limpieza de las bodegas cargamos trigo para Cuba y completamos nuestra carga en Montreal. Esas fueron nuestras derrotas y puertos en los siguientes cuatro viajes, realizadas en términos generales en un mes y medio, que, traducido a nuestros bolsillos, representaban unos $30.00 ó $35.00 dólares por viaje. Debo manifestar que las navegaciones por el Sea Way son muy cautivadores y ofrecen al navegante unos paisajes encantadores. ¡Claro! Nada de eso se ajusta a nuestros gustos cuando esos viajes se realizan una vez abierta esa vía de navegación concluido el invierno. Te enfrentas a los deshielos que arrancaban muchas boyas y señalizaciones, obligando a detener la navegación nocturna y mantenerse atracado por esa razón en cualquier muelle de espera. Por la proximidad que existe entre algunas de esas esclusas, el personal de cubierta dormíamos en el piso del salón de tripulantes con la ropa de faenas puesta, puede resumirse que esa travesía resultaba en extremo agotadora para la marinería. Si la memoria no me traiciona, existían siete esclusas desde Montreal hasta el lago Ontario, dos de ellas eran norteamericanas. Como era de suponer y por ser parte de sus enemigos, antes de entrar a esas esclusas nos sometían a un fuerte sondeo y durante la trayectoria por su territorio éramos escoltados por marines a bordo del buque y una lancha del Coast Guard paralela a nosotros.

 

Barco pasando una de las esclusas del Sea Way.


Creo haber realizado todos esos viajes con el Capitán Raúl Hernández Zayas, uno de los mejores en toda la flota durante mi vida como marino. Navegaron como Primer Oficial Luís Céspedes Somoza y Marcio Valdés, no recuerdo si Felipito Montano dio algún viaje en esa plaza o solo era Segundo Oficial. El cuadro era completado por Guillermo Sánchez Oro y Luis R. del Valle como Terceros Oficiales. En la cubierta teníamos un equipo de fenomenal, Néstor era el Contramaestre, Pedro el Pañolero, Roberto Barreras, Febles y yo de Timoneles, otros viajes los dio el timonel Alarcón (El Ñato), siempre hubo un timonel de vacaciones. Esmirdo Rodríguez, Angelito, Venancio Galarraga y Luis Castell de marineros, toda una familia. Uno de esos viajes relevé a Pedro como pañolero y viajaba como Contramaestre uno de los peores conocidos en mi vida de marino, me refiero a Luís Molina. Se sumaron a la tripulación otros buenos hombres de los que he olvidado sus nombres, no así el de Jorge Luís Vasallo, quien vive hace unos años en Islas Canarias y comparte en un grupo de marinos que administro. Han partido al reino de Neptuno otros de los que participaron en estas aventuras y a los que pretendo dar un pequeño homenaje con este trabajo.

 

La motonave “Jiguaní” fue la primera de nuestra flota en surcar las aguas del lago Ontario, fue la primera también en navegar por el Estrecho de Magallanes desde Chile hasta la Argentina, estaba comandada por el Mono Torreabás. Fue también la primera en visitar a Venezuela varios años después de los acontecimientos del pesquero “Alecrín”. Viajaba de Capitán Héctor Fernández, excelente persona, Luis R. del Valle como Primer Oficial, Carlos Palacios (El Caguamo) de Segundo Oficial y este servidor de Tercer Oficial.

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-06-13

 

 

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