jueves, 25 de enero de 2024

36˚ CENTÍGRADOS BAJO CERO.


36˚ CENTÍGRADOS BAJO CERO.


Motonave "Las Coloradas"


-¿Te enteraste que hay un marino preso en la cárcel de máxima seguridad situada en la calle Saint Jacques? Me disparó sin dar tiempo a quitarme el abrigo, el frío reinante era polar, se mantenía durante días por debajo de los treinta grados centígrados sin darnos esperanzas de alivio. Cuando el viento soplaba no sabías donde meterte en lo que esperabas el autobús, rachas de cincuenta bajo cero obligaban a esconder toda la cara y dejar solamente los ojos a merced de aquellas temperaturas. Su apartamento se encontraba a varias cuadras de la parada del metro y yo lo frecuentaba dos o tres veces a la semana. Siempre iba cargado con algo de comida y dinero para pagar entre otras cosas las llamadas que hacían los recién llegados para decirle a su familia que se encontraban bien. Les advertíamos que solo podían hablar tres minutos, pero siempre fue imposible cumplir esa norma. Orlando “El Viejo”, como era conocido por todos, era uno de aquellos buenos samaritanos que ofrecía su apartamento para recibir a marinos desertores. Fue enfermero de la Flota Cubana de Pesca, un tipo muy original, algo alocado, simpático y muy buen bailador. Estoy convencido de que son muy pocos, escasos, los que hoy levantan el teléfono para preguntarle cómo se encuentra.



-¿Un marino preso? ¡Hummm! Está muy raro eso, es el primer caso del que tengo noticias hayan detenido y mira que somos bastante. Le respondí mientras entraba al baño para orinar, tenía el rostro bien rojo, la gente en Cuba pensaban que era por la buena alimentación cuando observaban fotos de estos blancos rojizos. No podían imaginar que era debido al frío, la comida era una obsesión que limitaba cualquier otra interpretación.


-¿Qué te parece si vamos a verlo? Me preguntó en el comedor mientras preparaba un poco de café.


-¡Hoy, no! Ya me he soplado un frío del coño de su madre para llegar hasta aquí. ¿Te hace falta algo? ¿Ya la gente fue a consultar con algún agente que atienda sus casos? Los recién llegados permanecían en silencio y solo se limitaban al intercambio de palabras producido entre nosotros, estaban francamente asustados y yo los comprendía.


-Estamos algo flojos de jama y el Puri cayó con gripe, no tengo nada para darle, solo limonadas calientes.


-No te preocupes, dentro de un rato vamos hasta el mercado por alguna facturita y de paso compramos algo para la gripe. No lo hacía con mi dinero, hacía algo de tiempo que había perdido el trabajo. Muchos lugares cerraban las puertas en invierno y te mandaban al paro, por fortuna no quedabas desamparado. Disponía sin embargo de una pequeña cantidad, era el aporte de los miembros de la organización “Hermanos del Mar”. Nos agrupamos con la finalidad de ayudar a esos antiguos compañeros nuestros y aportábamos cinco dólares mensuales. No era tanto, diría que insuficiente, pero un granito de arena muy importante en aquellos tiempos y aliviaba un poco la situación. Durante el trayecto hacia el mercado acordamos ir a visitar a ese marino que se encontraba preso, no teníamos su nombre u otra información que nos ayudara. La prisión se encontraba algo apartada, aún así, decidimos asistirlo.


-No es fácil llegar a un país donde no conoces a nadie y que te metan en el tanque. ¡El pobre, vamos a tirarle un cabo! 


Esa mañana nos encontramos en la estación de Metro “Frontenac”, era la más próxima a su casa. Orlando era un tipo estrafalario a la hora de vestirse y en invierno se extremaba, sacaba de sus baúles todos esos trapos ya pasados de moda y que usaran quién sabe cuántos muertos de esta ciudad. Parecía un verdadero payaso, chorizo, pingüino, cualquier cosa menos un ser humano. Todo se le perdonaba por aquel carácter tan agradable que poseía y esa alma de ángel guardián con la que enfrentaba la vida, era muy querido por todos. La temperatura neta para esa mañana era de treinta y seis grados Celsius bajo cero, con el factor viento andaba muy cerca de los cincuenta.


Después del Metro tomamos un autobús y le pedimos al chofer que nos avisara en la parada de la prisión, antes de descender nos enroscamos la bufanda alrededor del rostro. A solo pocos metros de estar caminando, el vapor de nuestras respiraciones formó una capa de hielo sobre ella. Un cartel anunciaba la existencia de ese centro penitenciario y nos dirigimos hacia su puerta, tocamos el timbre y luego de varios segundos escuchamos una voz en francés por un pequeño intercomunicador.


-Sí, buenos días. Le respondí en su lengua. -¡Mire! El asunto es que deseamos visitar a un marino cubano que se encuentra detenido aquí.


-Lo lamento, hoy no es día de visitas.


-¿Y cuando hay visitas?


-Deben regresar mañana después de las dos de la tarde. No recuerdo exactamente el horario, sí que nuestro regreso se produjo en horas de la tarde porque al salir ya era de noche y en invierno oscurece a las cuatro de la tarde.


Toqué el timbre nuevamente, esta vez más confiado, solo que ese día se demoraron algo en responder y el frío pelaba. Orlando se mantenía callado, no hablaba nada de francés y menos aún inglés.


-Sí, buenas tardes, el asunto es que deseamos visitar a un cubano que se encuentra detenido en este centro. Le dije a esa voz que salía por una bocinita.


-¿Cómo se llama?


-Realmente no tengo idea.


-El problema es que hay dos cubanos detenidos en estos momentos.


-Entonces deseamos verlos a los dos.


-No se permite visitar a dos reclusos al mismo tiempo.


-Bueno, yo visitaré a uno y mi amigo lo hará con el otro. Se escuchó el sonido de una chicharra y la puerta se abrió. Nos esperaba una mujer vestida de policía que nos condujo por un pasillo hasta lo que sería la oficina de recepción, allí nos pidieron que sacáramos todo el contenido de los bolsillos y lo depositáramos en una pequeña bandeja plástica. Luego, nos pasó un detector de metales por todo el cuerpo y cuando la pesquisa hubo concluido, nos llenaron un formulario con todos los santos y señas, donde por supuesto, se incluía el número de seguro social, dirección, teléfono y razones de la visita. Afortunadamente yo había registrado la organización “Hermanos del Mar” en el Palacio de Justicia y nuestra historia fue aceptada, solo nos motivaba los deseos de ayudar a esos cubanos en desgracia.


Motonave "Playa Larga"


El salón de las visitas se encontraba en otro piso y fuimos conducidos por otro agente. El saloncito estaba bastante limpio y el ambiente resultaba familiar. Detrás de unos cristales, se podía observar a uno de los guardias controlando diferentes áreas de la prisión por medio de pantallas. Un poco más allá, los reos jugaban ping pong o simplemente veían la televisión. Escuchamos cuando mencionaron dos nombres con apellidos en español muy mal pronunciados, minutos después aparecían por la puerta del saloncito. Uno de los cubanos era blanco y el otro negro, el blanco era bien flaco y tenía algunas caries, se estaba riendo y las mostraba sin complejos, se estuvo riendo durante esa y las posteriores visitas. El negro era bastante oscuro y bien fornido, su dentadura era excelentemente pareja y blanca. Su rostro me resultaba demasiado familiar, había sido alumno mío en la Academia Naval del Mariel. Uno y otro se sentaron en diferentes mesas, el blanquito en la de Orlando “El Viejo” y el negro conmigo. Aunque nos mantuvieran separados nada podía impedir una conversación entre los cuatro, por lo que las reglas establecidas eran para cumplir un puro formulismo.


-¡Vaya sorpresa! No podía imaginar que fueras tú el detenido llegamos hasta aquí sin saber de quién se trataba. Nos dimos las manos y observé que tenía un pulso y collar de Orula. ¡Qué casualidad!, pensé. Tampoco me apretó la mano en su saludo, ni el flaquito tampoco. No era la primera vez que eso me ocurría, así saludan las mujeres, los maricones, la mayoría de la gente del “ambiente” o guapos y casi todos los segurosos. No le puse mucha atención a ese detalle, pero de algo estaba convencido, solo trasmiten energía negativa. Lo normal entre los hombres es que se saluden efusivamente, más aún cuando se conocen y llevan tiempo sin verse, es solo un detalle de apreciación muy particular.


-¡Sí, compadre! Estos hijoputas me han metido en el tanque. Fue su primera manifestación.


-¡Ten cuidado como hablas! Hay cámaras y micrófonos que nos están grabando. Se supone que llegas a este país en busca de refugio y no debes expresarte de esa manera, ellos no son hijos de puta, sencillamente no te conocen ni saben quién eres tú. ¿Dónde fue que caíste preso?


-Desde que deserté en Saint John.


-Alguna caca debes tener encima para que procedan así, yo te recomiendo una cosa, si fuiste “clavista” o miembro de la seguridad, es mejor que lo declares en tus alegatos. Posiblemente te ayude a conseguir “refugio político”. Si lo ocultas, no dudes tú que ellos están enterados de quién eres. No olvides que la seguridad de Canadá está estrechamente conectada a la CIA y el FBI, así que te recomiendo seas diáfano en tus declaraciones. Lo tomas o lo dejas, ese es tu problema. Orlando era enfermero de la Flota Cubana, él y yo tenemos una organización integrada por marineros y dedicada a ayudar a los recién llegados, si necesitas algo nos lo dejas saber. Le extendió la mano para cumplir con la presentación. ¿Y tú, de dónde vienes? Le dije al flaquito que no dejaba de sonreír, aunque no hablaba. Tenía una gorra con el logo de la organización anticastrista “Alpha 66”.


-¿Yo? Quiero aplicar para el “refugio político”, estuve preso en La Habana por pertenecer a esa organización. Me respondió sin dejar de sonreír, lo hizo rápido, casi cumpliendo rigurosamente un libreto muy bien aprendido. Su rostro era el de un fiñe y me llamó la atención sus palabras, le calculé menos de veinte años y pronto dudé que una organización como “Alpha”, que contaba con escasos miembros dentro de la isla, depositara su confianza en un niño.


-¿Sabes una cosa? Te haces muy poco favor con estar usando esa gorra aquí, desafortunadamente acabas de arribar a un país con una sociedad habitada por personas con ideas izquierdistas. ¿Trabajabas o estudiabas en Cuba? Creo que lo sorprendí con aquella inesperada pregunta y detuvo su sonrisa.


-¡Trabajaba!


-¿Y que edad tienes? Se la hice a propósito, de su respuesta dependía que le creyera, pero su rostro era infantil y de acuerdo a las leyes cubanas no podía obtener un empleo si era menor de 18 años.


-En realidad yo llegué a Miami en una balsa donde murió mi abuelo. Me contestó y evadió la pregunta realizada.


-¿Cuándo fue eso?


-¡Coño, compadre! Te hablo del Mariel. Con aquella respuesta se tiró un poco más de mierda encima, corría el año 93 y el Mariel sucedió en el 80, hablamos de trece años atrás que si se le restaba a la apariencia de ese muchacho, arribaríamos a la imagen de un niño.


-Así que se murió tu abuelo en la balsa y estuviste preso por problemas políticos en Cuba. ¿Cómo llegaste hasta aquí? No te asustes por las pregunta que te haga, esas mismas deben realizarte las autoridades de Canadá, tómalas como un ensayo.


-¡Vine en bicicleta!


-En bicicleta, ¿desde dónde?


-¡En bicicleta desde Miami!


-¿Y para dónde ibas? Sonrió esta vez, pero no pudo ocultar su nerviosismo, él solo había caído en su propia trampa.


-¡Para Alaska! ¿Es territorio americano, no?


-Yo no tengo la menor duda de eso, Alaska es territorio norteamericano. Sí te digo una cosa, estás muy jodido en geografía. No tienes la más remota puta idea de los kilómetros que nos separan de Miami, tampoco sabes los que existen desde Montreal hasta Alaska, y lo peor, allá afuera está soplando casi cincuenta grados bajo cero y no creo que puedas convencer a las autoridades de este país sobre tus intenciones. ¡Ven acá, men! ¿Cómo te llamas? El negro permanecía en silencio, quizás más sorprendido que nosotros con aquel intercambio de palabras.


-Yo me llamo Roberto.


-Vamos a hacer una cosa, se nos está venciendo el tiempo de la visita, aquí les dejo mi número telefónico y cualquier cosa que necesiten nos pueden llamar. ¿Necesitan algo?


-¡Mira! No he podido contactar con mi esposa, hace falta que le des un timbrazo y le digas que estoy bien, que no se preocupe. Me dijo el negro.


-¿Dónde vive ella?


-En Alamar.


-¡Coño, mi mujer trabaja en el policlínico de la zona 5!


-La mía también, es probable que la conozca.


-No te preocupes, luego le sueno un timbrazo.


-¿Tú necesitas algo? Le pregunté al blanquito de la eterna sonrisa.


-¡Asere, necesito unas pilas para esta walkman!


-No te preocupes, te las traigo en la próxima visita. Nos despedimos cuando casi entra el guardia a anunciarnos el final de la visita. Bajamos acompañados hasta la oficinita donde nos devolvieron todas las pertenencias y al salir del centro penitenciario era de noche. El viento soplaba con fuerza y la cumulación de nieve en la acera dificultaba nuestra marcha, estuvimos largos minutos esperando a que pasara el próximo autobús. 

Motonave "Pamit C"

Regresamos varios días después y le llevamos una cajita con una docena de pilas doble “A” al muchachito sonriente para su walkman. Ese día, el negro me pidió que le enviara una carta a su esposa y me dijo que en el sobre abierto que me entregaba, había cien dólares para que se los hiciera llegar. Ya yo había hablado con su esposa y por medio del servicio three-way call, le había facilitado una llamada con su marido. Efectivamente, ella trabajaba en el policlínico con mi esposa y vivía cerca de la casa en Alamar. Al entrar a la oficinita de la prisión no nos permitieron entregarles algunos productos alimenticios y los retuvieron hasta nuestra salida.


-¿Cómo te llamas? Le pregunté a secas al muchachito que vino en bicicleta desde Miami y arribó a la frontera canadiense en short con treinta grados bajo cero.


-¡Me llamo Roberto! Respondió muy contento cuando le entregaba las baterías, no agregó apellidos. El negro habló muy poco, no le hacía muy feliz nuestra visita y tampoco me propuse obligarlo a que fuera sincero, no me importaba. Sí recuerdo que la tarde donde lo conecté con La Habana por teléfono, repitió el mismo “hijoputa” para referirse a las autoridades de Canadá.


-¡Compadre! Estás hablando a mi número telefónico y es de suponer que todos los teléfonos de esa prisión estén pinchados. Yo no tengo necesidad de buscarme problemas con las autoridades de este país, soy un refugiado político y no los considero “hijoputas”, te sugiero que moderes el vocabulario cuando vayas a referirte a ellos y hables conmigo utilizando mi número telefónico. Esa tarde, cuando nos disponíamos a retirarnos después de consumir el tiempo asignado, el negro recibió la visita de un latinoamericano que no le agradó encontrarnos allí.


Un día después, recibí la llamada de una abogada. Esa llamada fue recibida precisamente por Rafael Goicoechea, ayer escribí sobre él y manifesté que no se encontraba presente cuando la creación de la organización “Hermanos del Mar”. Todo parece indicar que voy recobrando la memoria, si yo visitaba la prisión con Orlando Martínez, alias “El Viejo”, y además de eso, vivía con Rafael Goicoechea, la organización “Hermanos del Mar” existía y no lo puse en conocimiento suyo porque ya lo tenía descubierto como posible agente de la inteligencia cubana y por su participación directa en la destrucción de la anterior organización creada por mí.


Se interesó en ese caso al escuchar mi conversación con la abogada y le dí como detalle “accidental” que, el negro usaba una pulsera y collar de “Orula”. La gente que ha escuchado o leído este detalle en varios de mis escritos, opinan, algunos de ellos, que es simple paranoia mía. Sin embargo, me aferro a la idea de que si los masones tenían una contraseña para comunicarse en caso de apuros, ¿por qué no podían tenerla los agentones de la seguridad cubana en el exterior? No ha sido un caso accidental que varios de esos chivatos conocidos en Montreal, coincidieran con las mismas prendas y santos. Inmediatamente se ofreció para visitar la prisión conmigo, ¡qué raro!, Rafael Goicoechea no mantenía relaciones con personas de la comunidad cubana en esta ciudad, todos eran de origen latinoamericano.


Una tarde fue conmigo a la prisión y su presencia fue dedicada por entero al negro “Cristóbal”, porque finalmente me enteré de su nombre. De reojo y como el que no quiere las cosas, seguí de muy cerca aquel contacto. Puedo asegurar que mucho más familiar que el establecido conmigo, persona que lo conocía desde su etapa estudiantil. Hablaron en un lenguaje casi Morse, donde las precauciones fueron extremas y opté por hacerme el desentendido, hubo mucha química entre ellos. Aquel encuentro sirvió para profundizar la desconfianza que sentí por el negro desde los instantes que me diera la mano.


Esa noche, la abogada repitió la llamada y me solicitó una entrevista. Ella tenía sus oficinas muy cerca del Palacio de Justicia, era de origen chileno y como es de suponer, fue suficiente razón para desconfiar de ella. El encuentro fue muy profesional y nos condujo inmediatamente al grano o núcleo de la situación.


-Si de verdad deseas ayudar a esos cubanos, solo se necesita tu firma para sacarlos de prisión. Dijo ella sin preámbulos.


-¿Cómo es eso?


-Muy sencillo, tú firmas y te haces responsable de las dos personas. Inmediatamente le dan la liberación y salen a vivir a tu casa o apartamento.


-¿Así de fácil?


-Así funcionan las leyes en este país.


-No, no me importa la parte jurídica. El asunto es que yo no sé quién es uno y no me explico por cuál motivo se encuentra detenido el otro.


-Es lógico que desconfíes, Robertico no desea colaborar con las autoridades. Sin embargo, he presentado un recurso para sacarlo de las rejas donde por supuesto, apareces tú. Yo creo que sería muy beneficioso si tratas de sacarle alguna información, nadie sabe quién es y mientras no desee decirlo, no se tendrá acceso a su pasado en los archivos existentes para cada ciudadano que ingresa a este país o a los Estados Unidos.


-¡Muy curioso! Si la libertad de ellos depende exclusivamente de mi firma, puede estar convencida de que la daría por verlos en la calle. ¡Ojo! Necesito conversar con él para leerle las reglas del juego.


-Mañana tiene visita y considero que sería una magnífica oportunidad para que trates de aclarar algunas cosas.


-Mañana paso por la prisión.


Motonave "Aracelio Iglesias" (II)


-¡Escucha bien, chamaco! Le tienes rota la computadora a la policía, inmigración, la CIA, el FBI, hasta tu abogada se encuentra media loca con tus mentiras. ¿Sabes una cosa? Con mi firma puedes salir de esta prisión inmediatamente, irías para mi casa hasta que se resuelva tu situación. Ya le manifesté a tu abogada mi disposición a colaborar, solo exigen a cambio saber quién carajo eres. Si así lo deseas, me haces una nota con la dirección de tu casa para mandar a pedir tu inscripción de nacimiento y otros documentos exigidos en este país. Hazle una nota a tu familia autorizando a mi hijo solicitar o portar esos documentos. ¿Qué te parece? El tipo no dejaba de sonreír y ya comenzaba a caerme mal, lo interpretaba como un gesto o acto de cinismo, pero no podía dar muestras de desesperación, tenía que mantenerme más sereno que él. Eso sí, no daría mi firma hasta saber en presencia de quién carajo estaba. Tomó un papel y bolígrafo que le ofrecí y escribió algo, luego me lo regresó y partí.
Aquel mediodía asistí a la oficina de Inmigración que funcionaba como Corte, no recuerdo exactamente si se encontraba al final de la avenida Papineau y muy cerca de Saint Catherine, por allí andaba.


-¿Qué haces aquí? Le pregunté a Pedro Martori, un viejo conocido que habían logrado convertir en enemigo mío. Martori, como todos lo conocen, pertenece a ese grupo de buenos samaritanos que ayudó a mucha gente en Montreal, entre ellos me encuentro yo. No eran muchos los que ayudaban en esa época, fueron contados con los dedos dentro de una comunidad que no lograba sobrepasar las dos centenas. Hablemos de Máximo Morales, El Viejo Orlando, Pedro Martori y el homosexual Manuel. Cada uno de ellos merece el privilegio de un monumento moral, estoy convencido de que serán muy pocos los que recordarán la ayuda recibida de esas personas.


-¡Vine a firmar para sacar en libertad a unos cubanos que están presos! No me sorprendió su respuesta, lo conocía perfectamente y teníamos las mismas debilidades, ayudar al prójimo.


-Martori, ¡no firmes ni pinga! He llegado hasta aquí por la misma razón, también iba a firmar, pero me cansé de ser comemierda.


-¡Coño! ¿Qué me quieres decir con eso?


-¡Qué no firmes, mi hermano! He mandado a investigar a ese chamaco en La Habana y resulta que es un delincuente. Anoche mismo me llamó mi hijo para advertirme que no lo hiciera a solicitud de su hermana y cuñada. Resulta que el chamaco es delincuente y estuvo preso en el Combinado del Este por delitos comunes, nunca ha estado vinculado a problemas políticos, todo eso que cuenta es mentira.


-¿Y el negro, qué me cuentas del negro?


-¡Martori! Ese negro no es sincero, apesta, me huele mal, creo que es chiva.


-¿Tú crees?


-¡Compadre! En esta ciudad al último que le mentiría es a ti. ¡Mira! Por ahí viene su abogada.


-Entonces, ¿van a firmar por la liberación de esos muchachos? Preguntó ella cuando se acercó a nosotros.


-¿Sabe una cosa, abogada? Que aprieten el culo y le den a los pedales.


-¿Qué dijo?


-No me haga caso, es un refrán cubano.


-¿No va a firmar?


-Por supuesto que no, pregúntele a Martori. ¡Voy quemando!


Varios años después, encontré a Cristóbal en la cola de los vuelos a Cuba del aeropuerto Mirabel. No me saludó, al salir de la prisión se borró, tampoco me asombró, no era el primero que asumía esa posición, así somos los cubanos. Estoy convencido de que muy pocos levantan el teléfono para llamar a Orlando “El Viejo”, cuando menos para preguntar por su salud.









Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.                            
2011-01-19







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jueves, 18 de enero de 2024

EMPRESA DE CORRUPCIÓN MAMBISA. De tres, tres.

EMPRESA DE CORRUPCIÓN MAMBISA.

De tres, tres.


Motonave "30 de Noviembre" (1), escenario de estas historias.


Jamás la revolución hizo una sola cosa que detrás no estuviera su mano maquiavélica por intereses bien definidos y eso también sucedió con la Marina Mercante Cubana. Muchos acéfalos veían el crecimiento de la flota como un logro, un éxito sano y de prosperidad para el país. Sentimientos expresados fanáticamente muy a pesar de que en el fondo se veía oculta la doble y verdadera intención, la utilización y manipulación para sus diabólicos fines de todos los buques. Convertidos en mamertos carentes de opinión, no le daban importancia a nada de lo que ocurría a su alrededor, como individuos castrados de su masa encefálica y sin cerebro, al fin y al cabo. Aquí les pongo tres ejemplos necesarios del mismo buque en viajes diferentes, cumpliendo objetivos similares o parecidos.

 

Número # 1.-

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En la M/N “30 de Noviembre” y como viaje de regreso (viaje Sur), se nos hizo recalar hasta el puerto de Varna-Bulgaria en el Mar Negro para tomar carga. Allí permanecimos varios días fondeados en espera hasta que llegaron las referidas mercancías. Primero embarcaron cinco miembros de la Seguridad del Estado elegantemente vestidos con sobretodo y sombrero de color negro. Par de días después regresaron con tres infelices cubanos que estaban presos en la URSS. Ellos serían conducidos a Cuba en calidad de presos por protestar contra la política de intervención de la Unión Soviética en la antigua Checoslovaquia en el año 1968. Al tornero le dieron la brillante tarea revolucionaria “como militante del partido” de asegurar con soldadura la portilla del camarote donde serían alojados. Hicimos agua, víveres y combustible en Santa Cruz de Tenerife y los tres reos no aparecieron ni en la lista de tripulante como pasajeros, no querían correr riesgo.

 

Viaje # 2 sur.-

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También de regreso se nos hizo entrar al puerto de Marsella para tomar una carga, repitiéndose la misma historia. No se escatimaban gastos, poco importaba el costo armador sumados a las operaciones portuarias, Prácticos, precio del atraque a muelles y almacenamientos por varios días, etc. Con un frío intenso, una noche se aparecieron cinco miembros de la Seguridad del Estado vestidos con igual “uniforme” de enmascaramiento, sobretodo y sombrero negro. El Capitán tuvo la molestia de recibirlos en el portalón y darles la mano uno a uno a todos aquellos sicarios, invitándolos pasar a bordo. Días después llegó la misteriosa carga, varios pallets con cajas de vinos finos para el Comandante en Jefe. Todas aquellas cajas fueron cuidadosamente colocadas en unos estantes que el buque tenía en el entrepaño de la bodega # 4. Se cerró la bodega con sus tapas de cuarteles e increíblemente, los segurosos comenzaron a montar una guardia ridícula encima de la bodega a pesar del frío y el mal tiempo de la travesía. Al parecer, la misión consistía en evitar que ningún tripulante fuera abrir la bodega, desarmar los pallets o romper las cajas para envenenar el vino o simplemente robarlo, toda una paranoia.


Motonave "30 de Noviembre" (1), escenario de estas historias.

Viaje # 3 norte.-

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Este tercer viaje cargamos cajas selladas muy pesadas en el puerto del Mariel, fue una operación militar. Del Mariel fuimos para Isabela de Sagua donde íbamos a completar la carga con azúcar. Una noche desde el fondeadero divisamos un fuego enorme, fue el resultado de un sabotaje a los almacenes de azúcar. Las investigaciones desviaron el dedo acusatorio hacia el custodio que montaba guardia, varios días después fue fusilado en el parquecito frente al ranchón que solíamos frecuentar. Tuvimos que completar la carga en el Puerto de Manatí con destino a Chile, nos asignaron como puertos de descarga a Talcahuano y Concepción. En este último puerto y después de terminar con la descarga del azúcar, cerraron el muelle y comenzaron a llegar camiones con hombres que no eran portuarios. Fueron militantes del M.I.R. (Movimiento de Izquierda Revolucionario) quienes recibieron aquellas cajas, eran armas destinadas a romper el orden democrático en aquel país. Está demás decirles que el escenario fue enriquecido con ese protocolo “revolucionario” de abrazos y frases que, justificarían los muertos que produjeran aquellas armas descargadas de contrabando. Entre los asistentes a la macabra operación “revolucionaria”, se encontraban varios cubanos de la embajada, quienes estaban esperando a los aguerridos camaradas a bordo.

 

Conclusión, tres viajes, uno detrás del otro. Tres misiones del gobierno donde manipulaban a las flotas mercantes y de pesca a su antojo. Pueden incluir de paso las violaciones cometidas de todo tipo de tratados internacionales de las que Cuba fuera firmante y parte como la Organización Marítima Intergubernamental (OMI). Años posteriores los buques mercantes cubanos fueron artillados durante los viajes a la guerra en Angola, violando también la condición de “paso inocente”, privilegio otorgado a naves mercantes y de pesca que no se encuentren faenando.

 

¡Que orgullo, Mambiseros! Camajanes, vividores, hombres sin escrúpulos que dirigían o capitaneaban esas naves y que se prestaban para tan bajos fines. Asco, repugnancia, complicidad entre individuos con repulsiva catadura moral, quienes le hacían el juego a la tiranía y que hoy, para desgracia de sus víctimas y pueblo, viven tranquilamente en Miami. Muchos de ellos son tan inmorales que recuerdan aquellas componendas con nostalgia y continúan sintiéndose orgullosos de haber sido miembro de semejante engendro, como lo fue la Empresa de Navegación Mambisa.

 

 

 

 


 Eduardo Ríos Pérez.

Ex-Oficial de la Marina Mercante Cubana.

Ex-Profesor de Navegacion en la Academia Naval del Mariel.

Ex-Prisionero Político Cubano.

Miami.. La Florida.. Estados Unidos.

2023-09-23

 

 

 

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lunes, 15 de enero de 2024

ENTRE EL ESCÁNDALO Y UN HOMENAJE.


ENTRE EL ESCÁNDALO Y UN HOMENAJE.


Motonave "Frank País" escenario de esta historia.

Habíamos arribado a Barcelona despues de una interrupción en nuestro itinerario, era mi segundo viaje en el portacontenedores “Frank País” y me había gustado su recorrido. Partíamos de La Habana con rumbo a Ámsterdam-Holanda, puerto donde por el dinamismo de sus operaciones, era muy raro que la estadía superara los dos días. Quinientos contenedores movidos entre carga y descarga simultánea, resultaba un paseo para los operadores de aquella terminal. Un detalle que luego sirvió como referencia en otros puertos, lo fue esa facilidad en conocer el muelle de atraque sin que nadie lo informara. Bastaba una sola ojeada por las proximidades donde te movías para saber el sitio exacto donde atracarías. Solo era necesario localizar a los contenedores con el logo de “CUFLET”, resultaban ser en todo el puerto los más oxidados, averiados, faltos de pintura, sucios, etc. Sin dudas se atracaría en aquel pedazo de muelle o espigón para cargar aquello que, luego resultara un símbolo de la decadencia de un país y toda su basura. En Ámsterdam me resultaba imposible salir a tierra y no me quejaba, se respiraba mucha tranquilidad en aquel buque, la gente disponía de muy poco tiempo para dedicarse a lo suyo. Unos pocos saldrían a comprar pacotilla, otros a vender sus tabacos, algunos comprarían su sagrado contrabando para vender en La Habana y los más jodidos permanecíamos de guardia supervisando el trincaje de aquellos enormes cajones de acero.

 

Una vez culminadas las operaciones, debía confeccionar un plano de descarga y carga para ser enviado vía Fax al próximo puerto de destino, Hull-Inglaterra. Soltando la guardia de puerto te unías a la maniobra de salida y posteriormente a la guardia de navegación. Por suerte nos separaban muy pocas horas de Hull y una vez atracado, se repetía el ciclo de guardias y movimientos mencionado. Las operaciones eran un poco más lentas que en Ámsterdam y también nos favorecía los pronunciados cambios de marea. El puerto se encontraba en la rivera norte del río Hull y una vez dentro de él, se cerraba una especie de compuerta o esclusa para evitar así que escapara el agua cuando bajara la marea. No se podía entrar o salir de puerto hasta las pleamares y en ese corto espacio de tiempo yo podía salir a tierra. Al día siguiente y después de enviar los planos de descarga y carga vía Fax, partíamos rumbo al puerto de Rostock, donde por la lentitud característica de todos los países “socialistas”, podía darme el lujo de tomar un respiro. ¡Oh! Se me olvidaba mencionar que las posibilidades de pacotilla en ese puerto y país eran casi nulas.

 

Nuestros leones marinos abastecían con relojitos digitales, algunas baratijas y otras mercancías que constituían puras supercherías a los revendedores de la bolsa negra en Rostock. Pequeño ejército de “pícaros hermanitos” de orígenes vietnamitas, chilenos y africanos, importados para realizar los trabajos rechazados por los alemanes. No solo vivían como vendedores de la bolsa negra alemana, muchos de ellos eran los “chulos” o proxenetas de las prostitutas alemanas y de paso, eran quienes cambiaban monedas fuertes por los marcos alemanes que solo servían para consumo interno, los que necesitábamos y usábamos en restaurantes o discotecas. Los únicos zonzos, lerdos, mansos, mamertos, carneros, idiotas y otras maravillas que cumplían al pie de la letra los mandatos que los condujeran a ese país, bueno, ya sé que adivinaron, fueron los guajiritos cubanos. Ellos fueron cazados en pueblos remotos de la isla con el compromiso de que serían enviados a estudiar en Alemania y todos terminaron como mano de obra barata. ¡Ohhhhh! No puede negarse que eran unos esclavos muy felices, se amarraban muy bien el cinturón al estilo cubano y soportaron como varones todas las dificultades que se les presentaron en el camino. El esclavo cubano -entre todos los que arribaron a la Alemania socialista- era el que mejor soportaba el frio, hambre, salario de explotación y otros atropellos. Resistía con vehemencia porque sabía que, al final de sus días en ese país, podía llevar a Cuba una moto MZ y así estaría muy por encima del nivel de vida de la poblacion en una isla condenada a la miseria. Uno que otro llevaría a una linda alemana, quien muy equivocada o ignorante, pensaría que Cuba era la que aparecía en las imágenes propagandísticas de Varadero. Luego, podías encontrarla con una chivichana cargada de latas haciendo cola para comprar luz brillante en una bodega de Arroyo Arenas o en la cola de la farmacia para comprar toallitas sanitarias. El final era conocido, le pegaba los tarros al cubano y se regresaba al otro infierno de donde había llegado, pero donde al menos se podía comer y se cocinaba con gas o electricidad. Ese estado de felicidad acaparada por los sanos guajiritos se extendió hasta la Siberia, donde fueron a cortar madera y convivir con los osos de la región.


Motonave "Frank País" escenario de esta historia.

Las operaciones de carga y descarga tomaban normalmente unos tres o cuatro días, pero allí se nos trabó inesperadamente el paraguas. Hubo una avería en uno de los generadores y fue necesario mandar a hacer la pieza a la Alemania del Oeste. En La Habana se habían recibido dos generadores nuevos para ser instalados en la próxima reparación general, ya programada para el viaje siguiente. Creo que nos demoramos alrededor de un mes atracados en Rostock esperando por aquella pieza, tiempo dedicado a relajarnos y a disfrutar las bondades que ofrece ese puerto con sus hermosas mujeres. Durante esa larga estancia coincidimos con el buque José Antonio Echeverría, nave donde venía Manolito Balsa ocupando la plaza de Primer Oficial. Era imposible pedirle algún cambio en tan corto tiempo, seguía tan o más loco. Una noche vino a buscarme el Tercer o Segundo Oficial de su barco para que fuera al Echeverria a tirarle un cabo en la carga, si no me equivoco, aquel oficial pudo haber sido Francisco Gomez Mesa. Yo lo conocía porque había navegado con Jorge Marcos Joan (alias Cebolla) en el buque “Sandino” y coincidimos en el puerto de Barcelona unos años atrás, cuando estuve reparando al “Pepito Tey” durante tres meses y medio en su astillero. Este buen hombre desertó en Montreal por los años noventa y después decidió irse a vivir a Vancouver. Al final y con la ayuda del jefe de barco alemán, logramos acomodar los contenedores que faltaban por embarcar. Yo nunca había navegado en un barco del modelo D'Nieper y deben imaginar que los rusos lo complican todo. No disponían de una sencilla tabla para calcular calados y los cálculos del movimiento de pequeños pesos debía realizarse con el uso “tonelámetros”. Algo que no me detendré a explicarles y que un tiempo más tarde me vi obligado a dominar cuando me enrolaron en el buque “Otto Parellada”. El asunto que me llevó hasta ese buque fue por algo parecido a cuando me entregó el “Frank País”, existía un grave problema con el plano de carga.

 

Luego de muchos vacilones llegó el momento de partir, pero con aquella demora se había roto el ciclo de nuestros viajes y el lugar que ocupáramos en aquella línea fija fue asignada a otra nave. Nos pidieron que informáramos si disponíamos de espacio para recibir a un paquete de contenedores con productos de urgencia para la isla. Conversé con mi primo Fausto Sardiñas Lostal, quien viajaba como Jefe de Máquinas y me interesé por saber si tendría que lavar algún tanque de combustible antes de proceder a la reparación y me respondió afirmativamente.

 

-¿Cuáles son los tanques que vas a lavar? Listo el merenguito que siempre hacíamos para preparar café instantáneo, extrajo de uno de sus armarios un plano de los tanques del buque y lo abrió sobre su buró, sin que lo pidiera me coloqué a su lado y seguí con la vista los movimientos de su bolígrafo mostrándolos.

 

-¡Dame un papel para anotar sus capacidades! ¿Tú tienes a bordo los productos que se usan para su limpieza?

 

-¡Sí, esos productos están a bordo!

 

-Mi primo, ¿esos productos se mezclan con agua de mar o necesitas potable para limpiar los tanques?

 

-Se utiliza agua de mar para ese fin.

 

-¿Tienes esos tanques vacíos listos para lavarlos?

 

-¡Por supuesto! Coño, ¿por qué preguntas tanto por esos tanques?

 

-Mi primo, voy a calcular la cantidad de agua de mar que pueden recibir. Es que necesito usarlos como lastre para que mejoren la estabilidad del buque y pueda cargar unos contenedores que necesitan con urgencia en Cuba.

 

-¿Mas de los que tenemos a bordo?

 

-Bueno, el barco normalmente ha sido cargado con 512 contenedores máximo. Yo creo que si puedo contar con un lastre adicional, así mismo puedo aumentar esa cantidad a cargar.

 

-Yo creo que tú estás loco, eso no lo ha hecho nadie hasta ahora que te escucho mencionarlo.

 

-Ya consulté los cálculos de estabilidad anteriores y no he topado con una experiencia similar. Lo cual no significa que no se pueda hacer, después del café voy a sacar un poco de cuentas para ver hasta donde el buque me permite aceptar más contenedores. Otra pregunta, ¿tú puedes lastrar por gravedad esos tanques? Te lo pregunto para evitar cualquier tipo de derrame que nos complique la vida, si los cálculos dieran bien, ¿puedes comenzar esa operación mañana mismo?

 

-Bueno, saca las cuentas muy bien, no vayas a ponernos el barco de sombrero con tus locuras. Cuando estés seguro de que puedes proceder, me avisas y mañana mismo comenzamos a meterle la química a los tanques y lo lastramos por gravedad como sugeriste. Despues del café fui para mi camarote a realizar los cálculos necesarios, poseía una lista con los contenedores dispuestos a ser cargados con su contenido y peso. Hoy es muy sencillo explicarlo en cuatro párrafos, antes no fue así, solo poseíamos una pequeña calculadora y los planos del buque para trabajar.

 

-Mi primo, comienza hoy a meterle la química y lastrar los tanques para proceder a la carga.

 

-Por fin, ¿cuántos contenedores piensas llevarte? Preguntó mientras desayunábamos, el Capitán Ricardo Puig Alcalde y el Segundo Maquinista Prieto pararon sus orejas y pusieron atención a cuál sería mi respuesta.

 

-¡Vamos a meterle a este caballo hasta completar unos 550 contenedores! ¡Que Dios nos acompañe!

 

-¿Estás seguro? Vas a implantar un récord que luego no se repetirá hasta que no se limpien otros tanques. Contestó mi primo y los demás continuaban escuchando con atención.

 

-Mi primo, será imposible romper ese récord, no solamente por la necesidad de lastrar tanques de combustible, esto es lo máximo que se le puede agregar al barco, porque un tier más de contenedores bloquearía la visibilidad del puente.

 

-¡Prieto, vamos a comenzar con el químico a los tanques y el lastrado por gravedad. Ordena que se tomen sondas con frecuencias para estar seguros de que se llenen totalmente. No habrá riesgos de derrames y la sonda solo podrá registrar hasta la altura de los calados.

 

-Sin líos, rompemos después del desayuno. Fue la respuesta de Prieto. Al día siguiente zarpamos con destino a Barcelona, esa sería mi última visita al puerto de Rostock.

 

Entramos a Barcelona directo a atraque y los que estaban franco partieron luego de fijarse la fecha y hora de partida del buque. Después del despacho de las autoridades se presentaron, como solía ocurrir en el caso cubano, dos o tres parásitos que nada tenían que ver con nuestro giro, casi siempre eran hijitos de papá o agentes de los servicios de inteligencia cubana disfrazados de cualquier cosa. Unos minutos más tarde se presentaron en mi camarote los hombres encargados de la operación de carga, me informaron que comenzarían a trabajar dentro de muy poco. En el portalón existía una pizarrita donde se anunciaba la salida del buque para el día siguiente, el silencio impuesto por la ausencia de gran parte de la tripulacion fue roto, comenzó a funcionar una grúa subiendo al primer contenedor con el logo de CUFLET. Ya les expliqué con anterioridad, resultaban ser en todos los puertos los más oxidados, averiados, faltos de pintura, sucios, etc. Esa tarde y coincidiendo con la hora de la merienda de los estibadores, vemos que se detiene un taxi junto a la escala real del que descienden el Pañolero y tres mujeres más vestidas provocativamente. Sin que mediara ningún tipo de presentación o protocolo, comenzaron a vociferar palabras soeces de todo género, era una especie de concierto nunca disfrutado en tantas visitas realizadas a este país. Me llamó poderosamente la atención de que el Pañolero no se desprendía de aquel rebelde grupito de mujeres, se comportaba como si temiera algo. En uno de aquellos minutos dominados por el escándalo, aquellas mujeres se pusieron de acuerdo y gritaban cualquier cosa las tres al mismo tiempo. Sobrepasaron mucho las solicitudes que hicieran por la presencia del Capitán y en una de aquellas furiosas manifestaciones, me pareció escuchar que dijeran algo así; “Nos da lo mismo un escándalo que un homenaje”, cita que había escuchado en diferentes oportunidades en la isla y que ahora supondría ellos fueran los autores.

 

-¡Oye, baja al portalón! Parece que tenemos un problemita y están solicitando tu presencia.

 

-¿Cómo que un problemita? Me respondió el Capitán Ricardo Puig Alcalde y su voz delataba que se encontraba medio dormido.

 

-Yo diría que algo más grave que un simple problemita, llegaron tres putas junto al Pañolero y llevan casi media hora de escándalos junto a la escala.

 

-Dile al Pañolero que suba para preguntarle la razón de ese escándalo.

 

-Yo creo que es más saludable que bajes, me parece que el Pañolero es un rehén de esas putas.

 

-¿Son putas? Preguntó esta vez algo asombrado.

 

-Bueno, no tienen tipo de ser compañeras militantes del partido. Los que estaban cerca de mí sonrieron y sin darme cuentas, ya se había reunido casi toda la brigada de guardia y otros pocos que no salieron a la calle. Hace un tiempecito atrás le pregunté a Jorge Francisco Bergaza Caro, quien viajaba como Segundo Oficial ese viaje sobre este acontecimiento y no lo recordaba, es muy probable que se encontrara en la calle en esos instantes.

 

-Buenas tardes, yo soy el Capitán del buque. ¿En qué puedo servirles? Se presentó muy respetuosamente, yo me encontraba a su lado y comprobé que había sido cierta mi suposición, Puig estaba durmiendo una siestica cuando lo llamé.


Motonave "Frank País" escenario de esta historia.

-¡Buenas tarde, Capitán! Respondió la que se observaba como cabecilla de aquella pequeña y rebelde tropa. -¡El asunto es, mi arma! Que este infeliz, al que no dejaremos libre hasta que no se salde la deuda contraída con nosotras, andaba con un moreno de su barco, nos invitaron a beber y a comer, mientras ya usted sabe, nos toquetearon todo lo que les vino en ganas. Para no hacer más extensa esta historia, cuando trajeron la cuenta, no les alcanzaba el dinero ni para pagar lo que ellos solos habían consumido. Y ahora viene lo más interesante, el moreno dejó como garantías a este pobre diablo y nos dijo que vendría hasta el barco por dinero. En fin, ese degenerado y poco hombre no regresó y al parecer nos dejó como pago a este infeliz. ¡El asunto es, mi arma! Que, si no nos pagan lo que deben, vamos a llamar a la televisión y prensa de esta ciudad para que difundan la noticia como Dios manda… Se tomó una pausa mientras observaba la reacción de Puig, quien se iba poniendo más rojo que un tomate en la medida que la escuchaba.

 

-¿A cuánto asciende la deuda contraída con ustedes? Preguntó Puig cuando logró romper el mutismo en cual cayera por el temor a ese posible escándalo.

 

-¡Mi arma! Esa deuda asciende a 5500 pesetas en el restaurante y otras 600 pesetas por el viaje del taxi y otras 600 por el regreso. ¡Redondeando y redondeando! Con propina incluida por los manoseos y besitos, estamos hablando de unas 10 000 pesetas, ni más, ni menos. Dijo la jefa del grupo y se produjo una pausa que supongo fuera empleada por Puig para sacar cuentas mentales.

 

-¡Joder, no seas abusadora! La suma total de los gastos ha sido 6700 pesetas y me reclamas 10 000. Hasta yo me condolí de Puig y tuve deseos de mencionarle a la cabecilla el asunto de los $2.00 dólares diarios a partir de la salida del último puerto cubano, el cruel bloqueo norteamericano, la deuda externa, la sequía, el manto freático, la fiebre porcina, etc. Pero luego me calmé, pensé con calma y me dije; “Este no es mi problema, el lío es entre militantes”, vamos a ver qué rayos escribió Carlos Marx sobre estos problemas enfrentados por el proletariado contra la clase explotadora. Entre otras cosas, los únicos que no pertenecíamos al partido en aquel potaje, éramos las putas y yo. ¿Por qué interrumpir entonces esta lucha de clases?

 

-¡Mi arma! Aquí no hay descuentos que valgan, ese precio es una ganga comparada con el escándalo que se producirá, la detención del barco, el juicio y la multa que tendrán que pagar. Porque entre otras cosas, podemos aumentar la demanda alegando daños y perjuicios emocionales, laborales, sociales, morales y una larga lista de etcéteras. Yo no sé, pero el rostro de Puig mostraba una imagen llegada de ultratumba. Imagino el miedo sentido porque él no era una persona acostumbrada a ningún tipo de escándalos.

 

-¡Dame un tiempecito para reunirme con el sindicato a bordo y buscar una solución!

 

-Pues no te demores mucho, tampoco te he mencionado el sindicato nuestro y con ellos las mascadas son profundas. Subimos la escala sin pronunciar palabra alguna y abajo dejamos al pañolero visiblemente cagado de miedo. Él sabía que la segunda parte de esta película podía tener resultados catastróficos.

 

-Su atención secretario del partido y Sobrecargo, presentarse en el camarote del Capitán. Se escuchó por el sistema de comunicación interna del buque, yo me dedicaba a batir azúcar con unas gotas de agua caliente para preparar el acostumbrado merenguito que usábamos cuando hacíamos café instantáneo. Pudo de paso haber logrado un efecto psicológico en todos nosotros, cuando hacíamos la mezcla del merengue con aquel café fabricado en Nicaragua, lo sentíamos delicioso y nos aventurábamos a decir que era igual al café expreso que bebíamos en la calle. ¡Coño, nos habían destrozado hasta el paladar! Pensar que yo encontraba agradable fumar aquellos asquerosos Populares que no se sabía con cual puta yerba estaba mezclada y apestaba a mierda, peor que el olor de la mariguana.

 

-¿Qué fue lo que pasó? Me preguntó Faustico mientras yo servía el café y nos acomodamos para hacerle esta historia. ¡Coñó, tronco de candela se ha buscado Puig!

 

Reunidos en el camarote del Capitán se encontraban Santiago (Ayudante de Máquinas) como secretario del partido, Laíno Nepita como Sobrecargo y uno que otro partidista ahora olvidado después de tantos años, no dudo que asistiera como invitado el telegrafista, creo que de nombre Calixto. Poco rato después, solicitaron la presencia del prieto militante y timonel que hacía la guardia conmigo, me refiero al tipo que había dejado “embarcado” al infeliz Pañolero en manos de tres prostitutas. Sometido a un intenso interrogatorio y del cual me enteré media hora más tarde por boca del mismísimo Santiago, aquel negrón le dio rienda suelta a su lengua y hablo de más. Acusó de contrabandistas a la mayoria de los tripulantes y entre ellos me encontraba yo, quien aun en mi segundo viaje no había mostrado las uñas y estaba tranquilo. Dijo el tipo que, entre tantas cosas compradas por mí, se encontraba un moderno televisor. Deben imaginar que aquella modernidad a la que hacía referencia el tipo, se debía a un Tv con control remoto solamente.

 

-No quiero ver a ese tipo en mi guardia, no me hago responsable de lo que pueda hacerle por hijoputa y maricón. Le manifesté al Capitán antes de partir de Barcelona.

 

-¡No lo quiero ver por cubierta! Me manifestó el Contramaestre Nerey y se lo hice saber tanto al Capitán como al secretario del partido. Era de suponer que, si se tomaban medidas administrativas contra un militante, el partido no podía permanecer indiferente. Aunque el error cometido por ese pendejo haya sucedido fuera de los dominios del buque, muy bien puso en riesgo su salida, colocándolo de paso en una posición de víctima ante un escándalo del que no fuera responsable. En resumen, el negro viajó de regreso a La Habana en una condición de auto reclusión, nadie quería saber de ese maricón y tampoco pudo trabajar. O sea, viajó como un pasajero y sin derecho al cobro de su salario. Entre otras cosas, tal vez me encuentre equivocado, pero esa reacción casi generalizada se haya debido a que en realidad una gran parte de aquella tripulacion y muchas de la flota, estaba compuesta realmente por “contrabandistas”.

 

Se le halló una solución al problema, el buque aceptó las demandas de aquellas puticas y se les pagaron las 10 000 pesetas exigidas. Me dijeron más tarde que, aquel pago se había realizado con el uso de un fondo de emergencia existente en una “Caja Chica” que existía a bordo. Les juro que fue la primera vez que escuché mencionar algo similar, nadie me había mencionado con anterioridad la existencia de aquella maravillosa “Cajita”. Para serles franco y tal vez me encuentre equivocado, yo pensé que todo se trató de una maniobra urgente realizada por aquel pequeño “clan” a bordo con el fin de evitar un escándalo que perjudicaba a mucha gente. Allí no existían santos, ni todos estaban dispuestos a tirar la primera piedra. Resultaba mejor continuar disfrutando de un homenaje que el escándalo producido por tres puticas de Barcelona. Luego me preguntaba constantemente; ¿Cómo se reflejaría ese gasto en el control de fondos existentes en la “Caja Chica”? ¿Se utilizó para pagar un rescate? ¿Fue un aporte a la liberación de la mujer en España? ¿El buque fue asaltado por los Siete Hombres de Oro? ¡Vayan a saber cuál era el cuentecito, cuya verdad se encuentra sepultada con difuntos protagonistas!


Motonave "Frank País" escenario de esta historia.

La recalada a La Habana no pudo ser menos dramática, la máquina del barco no quiso arrancar luego de esperar a la lancha con el Práctico y el viento nos fue empujando en dirección a La Rampa. Abatíamos muy rápido y me preocupé mucho, mientras eso sucedía, Puig solicitaba urgente los servicios de un remolcador y a un idiota se le ocurrió preguntar a esa hora si se trataba de un remolque, asistencia, salvamento y otras pendejadas nunca escuchadas por el VHF. Imagino hayan sido expresadas por algún comemierda que recién pasara su “Curso de Recalificación”. Supongo que al mismo tiempo Puig evitaba fondear el ancla por temor a repetir la historia del buque “Sierra Maestra”. No deseaba ser la copia de un idiota ascendido a Capitán y volver a romper el cable submarino que unía a La Habana con La Florida, grave y millonaria avería que dejó a la isla incomunicada. Muy pronto esa fracción del Malecón habanero se vio concurrida por curiosos, todos desconocían el peligro al que se arriesgaban voluntariamente. Precisamente los contenedores estibados más a proa del buque eran los que contenían la mercancía más peligrosa a bordo, la que se utilizaba para producir gasolina. Llegamos a aproximarnos a poco más de cien metros, cuando llegó el remolcador y nos salvó de aquella tragedia y otra mayor, la de asistir a esos crueles interrogatorios realizados en Villa Marista donde se pierde el sentido del tiempo transcurrido. Imagino a Santiago medio cagado, él fue quien había incendiado accidentalmente al buque “Coral Islands” y le dieron una suite en aquella sede de torturas, sitio donde había que taparle la boca a la gente para que no cantaran.

 

Entramos asistidos por dos remolcadores que tiraron de nosotros hasta el mismo muelle de Manuel Porto Pena en Regla y atracamos en el mismo sitio de donde habíamos partido. Hoy asisto a Google Maps y realizo un recorrido por aquellos muelles tantas veces visitados, me invade una tristeza horrible, nada existe y todo ha sido reducido a ruinas. Han destruido todo lo que heredamos de nuestros abuelos, queda muy poco por reducir a polvo o mierda. No comprendo a esa gente que se levanta y marcha, grita consignas, apoyan ciegamente a los hijos de putas que los han conducido a niveles de miserias nunca conocidos en Cuba. ¿Qué porquería tendrán dentro de sus cabezas?

 

Pasados dos días se apareció la esposa del negrón sancionado a buscar sus pertenencias y me reclamó por las medidas tomadas contra su marido. Por mucho que traté de explicarle que yo no tenía nada que ver con la mencionada sanción, aquella negrona insistió en defenderlo y llegó a alzarme la voz. Tuve deseos de contarle la aventura de su marido con las putas de Barcelona y me contuve, no valían la pena ella y su marido. No transcurrieron muchos días cuando se apareció Arturito Escobar y me dio un golpe de estado, pero bueno, esa historia recién acabo de compartirla. Después de abandonar al barco sin hacer acta de entrega, no creo haber regresado nunca más a ese muelle. Había finalizado un viaje que había comenzado con el pie izquierdo, ya les conté una vez que estuvo demorada su salida unas veinticuatro horas por culpa de una desgraciada batería. ¿Recuerdan? Se trató de una batería que le habían robado a un contenedor refrigerado que me negué a embarcar. En cualquier país ese problema se hubiera resuelto inmediatamente, ya lo dije, “país”, nosotros éramos una finca donde fue necesario emplear unas veinticuatro horas para encontrar la dichosa batería.






Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá

2024-01-15

 

 

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