martes, 16 de octubre de 2018

LA FUGA PERFECTA DEL CAPITAN LOPEZ SANCHEZ.


  LA FUGA PERFECTA DEL CAPITAN LOPEZ SANCHEZ 



Motonave "Viñales", escenario de esta historia. 

        

Su enrolo a bordo del buque refrigerado “Viñales” causó cierta preocupación entre la oficialidad, no era un pasajero común y corriente, López lo hacía con su esposa. La desconfianza hizo acto de presencia desde que subió las maletas en el puerto pesquero de La Habana, su carta de presentación no convencía a la mayoría. Dijo que iría en un viaje de estímulo otorgado con motivo de su jubilación, era aceptable aquella versión, años atrás yo había sido testigo de un caso similar, el viaje sin regreso del enfermero Castañeda con su esposa en el “Bahía de Manzanillo”.

-Tengo orientaciones de realizarle evaluaciones técnicas a la oficialidad de cubierta durante la travesía. Expresó cuando abrí el camarote que se le había asignado en la misma cubierta del Capitán, su esposa no hablaba, sus ojos de inspectora sanitaria recorrían cada rincón buscando alguna señal de suciedad. 

-¿Otra evaluación? Por el tono de la voz pudo interpretar mi pregunta como un acto de rebeldía, allá hay que medirse muy bien cuando se habla con un funcionario con el que no se tenga relaciones, temí lo peor, caerle mal y que se ensañara conmigo.

-¿Ha realizado alguna evaluación técnica en los últimos meses? Detuvo sus acciones, respondió preguntando con voz autoritaria y no puedo negar que me cayó bastante mal.

-Ya he perdido la cuenta de todas las evaluaciones, ahora que sobra gente y faltan barcos, esto se ha convertido en una especie de olimpiada, solo esperan un fallo para darte la patada, la cola de espera por las plazas es infinita. No mentía y él lo sabía, los muchachos de las promociones XVII, XIX y los últimos graduados de ingenieros, se encontraban ocupando plazas de marineros, camareros o en el mejor de los casos navegaban como agregados de cubierta. Detrás de nosotros se movía una feroz jauría humana muy desesperada y con síntomas de frustración.

-Es lo que está orientado, compañero Primer Oficial. Colocó una de las maletas sobre el sofá y al parecer, se disponían a colocar la ropa en los viejos percheros que habían traído de su casa. Preferí dejarles espació a esa intimidad tan violada en nuestra tierra y me retiré a cubierta luego de darle una copia de la llave.

López Sánchez andaba por los setenta, lo había visto infinidad de veces durante mis visitas a la Empresa, él trabajaba como Capitán Inspector de Seguridad para la Navegación. Siempre fue delgado, pero ahora, su casco dejaba al descubierto cada una de sus cuadernas. Había saltado la barrera donde el ser humano comienza a consumirse como los osos polares en sus largas jornadas de sueño invernal. Tampoco había sido un hombre de una constitución física muy elegante, desde los años de aquel contacto visual con su persona, pude observar que sus charreteras sobrepasaban los límites de sus hombros y le daban cierto aire de helicóptero. Muy pausado y lírico al hablar, extremadamente educado, se desmarcaba de aquellas nuevas generaciones de oficiales estigmatizadas por la chabacanería popular de nuestros tiempos. Su voz era de un tono algo bajo, agradable y muy exagerada para su constitución física, impresionaba, daba la sensación de encontrarte ante un gigante. Sin embargo, tras aquellas vibraciones de bajo que nunca había probado suerte en una ópera, se escondía una persona de una dulzura mística que se esforzaba en ocultarla sin buenos resultados. 

-¡Primero! ¿Usted está loco? Casi lo tumbo cuando me disponía entrar al puente después de haber atrapado una de mis estrellas, sentí deseos de mandarlo al carajo, no me detuve y llegué hasta el cronómetro para anotar la hora de esa observación. Miré el planito de estrellas que había dibujado una hora antes y le introduje cierta altura al sextante, leí el azimut y partí nuevamente hacia el alerón de estribor.

-¿Por qué me dice eso, Capitán? Subí a la base del repetidor de giro y por el azimut memorizado me dispuse a identificar la estrella, barría esa parte del horizonte con el sextante buscando un diminuto punto brillante. Él se acercó y me habló muy bajito, sus palabras llegaron como un susurro tembloroso a mis oídos.

-¡Usted tiene que estar loco! Tiene puesto Radio Martí a todo volumen por el radiogoniómetro del puente.

-¡Ahhh! ¿Era por eso? Con el lío de las estrellas se me olvida todo, casi siempre lo apago cuando comienzan a subir los curiosos matutinos. Accioné el botón del cronógrafo y partí en esa carrera casi alocada al interior del puente, después de las anotaciones de rigor regresé al planito de las estrellas, apagué el radiogoniómetro y repetí los mismos pasos.

-No me refiero a eso solamente, el problema es un poco más serio, usted tiene puesta esa emisora contrarrevolucionaria y su timonel es el secretario del partido a bordo. Cuando escuché la palabra “contrarrevolucionaria” un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

-¿Y usted piensa que él no la escucha? Son una banda de hipócritas, capitán. Puse en marcha el cronógrafo y salí disparado nuevamente, la siguiente estrella aparecería por la aleta de babor y hacia allí se dirigieron mis pasos.

Anita era diferente, muy señorial y aristocrática en sus modales, una de las pocas sobrevivientes de aquella época condenada a la oscuridad por esa masa chusma a la que yo pertenecía. Su estilo burgués resultaba anacrónico en un mundo que transpiraba brutalidad, su manera de andar era propia de aquellas realezas que una vez habitaron nuestra tierra. Masticaba estudiando cada movimiento de sus mandíbulas, nunca inclinaba la cabeza hacia el plato y su puntería para llevar el cubierto hasta la boca era propia del mejor arquero de cualquier palacio. Sus palabras escapaban de sus labios sin omitir las eses o las erres como hacemos los cubanos, sus pausas eran bien marcadas para indicarnos cuando debíamos colocar una coma, un punto seguido y el asesino punto final que nos dejaba con la frase a mitad de camino. No era muy sociable a principios de viaje, después de unos días de navegación, el mar se encargó de aflojar un poco las tuercas de esa caja fuerte donde mantenía a buen recaudo su alma. Anita se abría poco a poco y dejaba escapar esa nostalgia por unos tiempos que nunca regresarían, al menos en aquel sitio que le sirvieron de escenario. Me describía su antigua casona sin omitir detalles arquitectónicos, mientras yo, viciado en rústicos conocimientos de constructor, armaba imaginariamente una vulgar barbacoa que luego llenaba de palestinos para aprovechar el exagerado puntal. Ambos formaban un matrimonio armonioso y casi perfecto que sabía sobrevivir fuera de su época.

-¿Qué me cuentas del viaje a Varadero? Escuché a través del mamparo que separaba al puente de la telegrafía, era la voz inconfundible de López hablando con algún pariente de La Habana por radiofonía. Aquellas conversaciones se repitieron durante nuestra travesía hasta el puerto de St. Stephen en Canadá y luego en viaje hasta Alicante. Era normal esa comunicación y la falta de intimidad cuando se utilizaba ese medio. Una parte de la flota podía encontrarse a la escucha mientras esperaban su turno con la estación CLT Habana, justificación a la existencia de una especie de lenguaje cifrado comprensible en muchos casos entre las personas que conversaban. El resto de lo que se oía, quedaba al criterio de esa brillante imaginación que poseen los cubanos en ese terreno. Casi siempre esos contactos familiares ocurrían durante el horario de mis guardias y muchas personas pensaban que gritando podían superar las deficiencias que imponía la atmósfera en un momento determinado. No hacía falta ser chismoso para enterarse de lo que se hablaba, todos participábamos involuntariamente en la vida familiar de cada tripulante. Hubo algo que me llamó mucho la atención durante las llamadas de López Sánchez, se mantuvo demasiada constancia en aquella pregunta sobre el viaje de su pariente a Varadero. Un día estuve a punto de llamarle la atención y preguntarle las razones de ese enfermizo interés por ir la cabrona playa, pero no quise ser imprudente.


Anita y Lopez Sanchez


Sus visitas al puente se realizaron con más frecuencia y mucho más temprano, indudablemente él también disfrutaba de mis sintonías a Radio Martí y La Voz del CID, no me lo manifestaba, pero se mantenía fingiendo observarme trabajar con las estrellas y la oreja dirigida hacia el gonio. El mar también logro descifrar el código que mantenía encerrando sus pensamientos y un día se abrió totalmente, dejó escapar todo lo que sentía y nunca manifestó en tierra. A partir de esos instantes nos convertimos en cómplices de un sentimiento y pensar coincidente en muchos aspectos, comencé a estudiarlo profundamente y le encontré otros valores humanos que se encontraban escondidos detrás de un uniforme y palabras técnicas. Comenzó a caerme fenomenal aquel viejo y ya no lo encontraba tan viejo. Deseaba regresar en el tiempo y montarme en un barco con él, hacía mucho tiempo que no navegaba con un verdadero Capitán, uno de su estirpe y conocimientos que te invitara a esa constante superación y competencia. Tocábamos todos los temas habidos y por haber de nuestro mundo y el exterior, el que nos afectaba directamente y sometía contra nuestras voluntades, las barreras de las edades se borraron inmediatamente.

-Tengo que hacerte algunas preguntas de inglés marítimo, navegación, meteorología, estabilidad, carga y estiba y astronomía. Bueno, las de astronomía puedo ignorarlas porque te he visto trabajar diariamente con las estrellas. Me dijo una tarde y yo no tenía sintonizada nuestra estación de radio favorita.

-¡Dispara! Él no le hizo mucho caso a esa expresión carente de protocolo profesional.

-¡Tienes calificación de excelente! Dijo después de consultar una fría tabla de calificaciones.

-¡Qué remedio no me queda!

-¿Qué me cuentas del viaje a Varadero? El barco suspendió su reparación de garantía y nos dirigimos a Marsella. Le dijo con esa voz gruesa suya y algo de desaliento a su pariente mientras viajábamos de Alicante para ese puerto francés e insistió con una pegunta que comenzaba a molestarme. 

La tripulación había hecho sus planificaciones y aquella noticia les tumbó el moco. La gente de los barcos calcula como nadie el tiempo y las posibilidades. Un puerto perdido repercute directamente en las ventas de su contrabando y yo fui uno de esos afectados. En el falso techo del salón de oficiales viajaban tranquilamente unas cuarenta cajas de tabacos de mi propiedad que estaban destinadas a ese tiempo de reparación. Alicante fue un mercado muy vigilado por los carabineros españoles y el tiempo de estadía muy limitado para salir de toda esa mercancía. Marsella era un punto desconocido y nada atractivo para nosotros. Regresar a la isla con ese cargamento era todo un fracaso comercial, porque esa cantidad no era la total que viajaba a bordo. La inmoralidad adquiría dimensiones desconocidas y la comunicación entre la mayoría de los tripulantes era franca y abierta sin distinguir rangos. Yo tenía una idea aproximada de la cantidad de tabaco transportado en sitios tan absurdos como el seleccionado por mí y que atentaban contra todo tipo de lógica. Eso sí, nadie podía enterarse de tu escondite porque los escrúpulos se dejaban en el puerto de salida y podías perder la carga. Mi sitio (o clavo) fue excepcional ese viaje, se encontraba justamente encima de la mesa utilizada por el Capitán para reunirse con las autoridades del puerto en los sondeos que se hacen a la salida de cualquier nave de Cuba. Nadie se atrevería a interrumpir a los superiores para desarmar aquellos techos mientras disfrutaban de alguna botella de ron y varias fuentes de saladitos. El viaje anterior mi clavo había sido espectacular, pero no carente de sus riesgos a perder la mercancía. Como yo poseía la llave maestra que abría todas las puertas del barco, elegí el falso techo que quedaba exactamente encima de la cama del camarote del comisario político. Mientras el camarada Leal dormía sus sueños revolucionarios y elaboraba mentalmente sus planes sobre un futuro ficticio e infantil, cuidaba de mi contrabando y se lo agradecí mucho cuando vendí aquel cargamento.

-¡Jefe, yo creo que se nos han jodido todos los planes! El me miró tratando de adivinar algo en mis palabras, tal vez pensó que yo lo había descubierto, pero no imaginaba que mi frustración tenía un sentido diferente a la suya.

-Bueno, al menos Anita se va a dar el gusto de conocer a Francia, no podrá viajar a París, pero al menos podrá alardear de haber visitado una de las cunas de la cultura mundial.

-Así mismo es, puede darse por afortunada, yo conocí a otras personas cuyos viajes fueron a países nada atractivos y no pudieron comprar nada.

-¿Qué me cuentas del viaje a Varadero? Repitió esa pregunta mientras el barco permanecía fondeado a pocos cables del rompeolas de Marsella, estábamos off y en espera de la asignación de un puerto de carga. Los días fueron pasando en aquel fondeadero y el nerviosismo cundió entre todos los que de una forma u otra dependía de ese mercado negro que se escapaba.

-¡Segundo, prepare la derrota para el puerto de Castellón de la Plana! Casi gritó El Chino Vázquez en el comedor y la alegría regresó al rostro de casi todos los presentes.

-¡Primero, haga los cálculos para cargar mil toneladas de cebolla! Después le doy los datos del factor de estiba y temperatura de transportación. 

-¡Jefe, mande a preparar máquinas y me avisa cuando se encuentre listo! Vázquez era un tipo detestado por toda la tripulación y pocas veces expresaba algo que fuera aceptado por la gente, esa fue una de esas escasas oportunidades.

Llegamos a Castellón y nos ordenaron permanecer fondeados mientras arribaba la carga al puerto. Los días fueron pasando en ese otro fondeadero un poco más entretenidos con la televisión que hablaba en nuestro idioma y la gente sacando cuentas mentales de la divisa por pagar, puras fantasías sin mucha importancia. Castellón era desconocida para la totalidad de los tripulantes y nadie sabía cómo se comportaría el mercado de tabacos. De algo si estábamos convencidos, los precios serían impuestos por los primeros que lograran vender alguna caja de puros y algunos tripulantes daban muestras de desesperos por salir de sus cargas, eso era fatal.

-¡Oye, no lo dudes, sale para Varadero! Escuché aquella noche mientras realizaba mi guardia de fondeo. Ya habían transcurrido los quince días destinados a la reparación de garantía y esa orden me devolvió un poco la tranquilidad, al menos, no la escucharía otra vez durante el presente viaje. Yo estaba cansado de visitar esa playa, era uno de mis sitios preferidos cuando arribaba con cualquier buque al puerto de Cárdenas, pero me intrigaba el grado de exageración que se le daba en esta oportunidad. Para un extranjero puede resultar superlativamente atrayente, pero para un cubano es tan normal como comerse un Mac Donald en cualquier parte del mundo.

-¡Oye, mira que han luchado ese viaje a la playa! De verdad que hay que admirar el sacrificio e interés por bañarse en esa playa, yo me hubiera bañado en Santa María del Mar y no me calentaría tanto la cabeza con Varadero. Esa vez no pude contenerme y se la solté cuando pasó por el puente una vez concluida su conferencia.

-Yo comparto tu opinión, pero mi hija es muy caprichosa, cuando se le mete una idea en la cabeza no hay quién la haga cambiar.

-Me alegro, me alegro que al fin haya resuelto.

Castellón fue un desastre comercial, la camarera Irma fue una de las primeras en desembarcar y vender una caja de puros, la soltó a ochenta dólares. Imponer un precio superior nos tomaría tiempo y habilidades, la gente del bajo mundo enseguida corren la voz sobre la desesperación por salir de la mercancía y llegan a proponer precios inferiores. De algo estaba convencido y se lo manifesté a varios socios a bordo. Si no me pagan el precio justo, esas cajas regresan a Cuba y las guardo para el viaje siguiente.

-¡López, desea tomarse una cerveza con nosotros! Le dije esa tarde parado en la puerta de un bar cuando pasó junto a nosotros por la acera. Anita hizo algún gesto que me indicaba su rechazo a esa invitación, sin embargo, el viejo López aceptó sentarse en una mesa ocupada por unos seis tripulantes que minutos antes habíamos vendido una cajita de nuestros tabacos. -¡Anita, usted puede tomarse un café si lo desea, aquí lo hacen exquisito, como en sus viejos tiempos! Ella aceptó y pasaron al interior del bar, los muchachos unieron otra mesa para acomodarlos. López pidió una cerveza ante las protestas de su esposa, ella se inclinó por el café con leche como el que preparaban nuestras abuelas. Hubo un cambio de bola ante la presencia de ellos e hice lo imposible por regresarles la confianza a todos los presentes, era lógico, ambos eran objetos extraños en nuestro mundo.

-¡Casañas! ¿Puedes darme la dirección de tu casa? Solicitó Anita mientras sacaba de su cartera una libretica de teléfonos.

-¡Anita! Cuando llegue al barco te la doy, tenemos todo el viaje de regreso.

-No, no, me gusta tener la dirección de mis amigos.

-¡Desmaya eso! Te la doy cuando llegue al barco.

-¿No han comprado aceite para llevar a la casa? Hay un almacén donde el precio del galón es bien barato. Dijo uno de los tripulantes sentados en aquella mesa.

-¿Y el jabón Lux, caballeros? Compré la caja de veinticuatro a precio de ganga. Saltó otro.

-¡Sí, pero ver si no son falsificados! Protestó el que anunció el aceite.

-Aún así, no podrás negar que es mucho mejor que el Nácar. Se defendió el promotor del jabón.

-Por si las moscas, yo compré un galón de aceitunas, ya saben que es lo perfecto para preparar picadillo. Intervino el gordo Lázaro, ya había navegado conmigo en el Pepito Tey.

-¡No jodas, compadre! En la isla no venden carne desde la caída de Machado. Te las vas a tener que comer de saladitos. Le contestó el que compró el aceite.

-No crean, se le puede echar al pollo cuando lo preparan en fricasé. Dijo Anita y se viró hacia mí. ¿Me acabas de dar la dirección de tu casa?

-¡Tú no la conoces! Te recomiendo que se la acabes de dar, no te dejará tranquilo 
toda la noche. Me recomendó López Sánchez y se la fui dictando, algo complicada.

- Esteban Casañas Lostal. Calle 158D #3D07 Apto. 11  Entre 3D y 3E. Zona 5 Alamar Ciudad de La Habana.

-¡Por fin, mijo! Mira que eres difícil. Ellos se retiraron y continuamos hasta altas horas de la noche en aquel pequeño bar, hasta que el dueño decidió cerrar el negocio. Después, fuimos dando tumbos y arreglando el mundo por aquellas aceras de Castellón de la Plana y nos tiramos hasta el momento de la partida. Tarde en la noche me llamaron por teléfono mientras por el sistema de comunicación interna ordenaban ocupar puestos de maniobra.

-¡No sé que le habrá pasado a ese par de viejos! Dijo El Chino Vázquez y fue cuando me enteré de la ausencia de López y Anita.

-¡Imagínate tú! Intervino el contramaestre. Yo los acompañé desde el bar donde estábamos anoche y les ayudé a bajar las maletas a un auto. Lo menos que pensé era que fueran a desertar. Lo dijo Bauta con la intención de lavar un poco su falta.

-¡Coño! Por eso su insistencia en obtener mi dirección, pensé en medio de mi estado de sabrosura.





La carta de Anita viajó de España a La Habana, ella ignoraba que el destinatario había volado también. De La Habana me la enviaron a Montreal, ya habían pasado varios meses. Yo le contesté a España, pero cuando mi respuesta llegó, ellos se habían beneficiado por aquellas gestiones realizadas por la Fundación Cubano Americana dirigida por el viejo Mas Canosa y estaban en Estados Unidos. López era tan organizado que nunca dejaba cabos sin adujar cuando terminaba una maniobra. Dejó a alguien a cargo de su correspondencia y éste le envió mi respuesta al nuevo lugar de residencia.

Aquella carta decía algo así, debo buscar entre los cajones de recuerdos preciados: Estimado Esteban, disculpa no haber confiado en ti, pero ya sabes cómo es nuestro mundo y el escaso margen que nos dejan para creer en alguien. Te escribo para que conozcas las razones de aquella insistencia por obtener tu dirección en el puerto de Castellón de la Plana, no queríamos perder a un buen amigo.

Yo les contesté la carta desde Montreal y les hablé de todo lo sucedido a bordo con su deserción: No se preocupen, yo tampoco confié en nadie. Ni se imaginan la cacería de brujas que se produjo cuando ustedes volaron, creo que fue una de las razones que adelantaron mi deserción. Si supieran, esa madrugada sintonicé La Voz del CID y por poco me orino de la risa en la sección “Cartas de España” y escuché la entrevista que le hicieron a López Sánchez desde el aeropuerto de Barajas cuando recibió a su hija y nieta. Aquella carta voló de Montreal a España y luego la reenviaron a Orlando en La Florida, había transcurrido casi un año, pero el tiempo no pudo borrar la alegría que sentí al recibir noticias de aquellos viejos amigos.

Anita se conecta frecuentemente a Internet y me envía una pila de mensajes como files que no puedo abrir por temor a un ataque. Yo sé que el viejo López anda medio jodido de salud, pero no quiero dejar pasar la oportunidad para decirle a ambos que los aprecié mucho en ese corto tiempo que compartimos. Siempre tuve pendiente decirles que la jugada de aquel viaje a Varadero, ha sido una de las más magistrales conocidas en la historia de las fugas de los cubanos del paraíso. Toda esa perfecta y minuciosa planificación,  tuvo que salir de la mente de un excelente navegante. Se me olvidó decirle una vez que me quedé con los deseos de navegar con un brillante Capitán. Espero que Anita le lea estas notas a López Sánchez, y de paso, le pregunte; ¿que hizo con el resultado de aquellas evaluaciones técnicas? Les envío un fuerte abrazo.


                             Esteban Casañas Lostal.
                             Montreal..Canadá.
                             2009-02-22
                       


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3 comentarios:

  1. Muy buen relato,gracias Casañas por regalarnos con tu acostusbrado estilo estos recuerdos.Gracias un abrazo.Cuidate.

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    1. Gracias a ti por dedicarme unos minutos de tu tiempo. Un fuerte abrazo

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  2. Oh!!! Cuba,libre y bonita,cuántos cuentos y novelas disfruté leyendo,pero hoy quiero agradecer,a Esteban Casañas Lostal,sus inmejorables narraciones,de sus dimes y diretes cubanos.Yo mi querido y estimado Esteban,si quisiera preguntarte,navegué en el buque de Maritima del Norte,llamado Sierra Aranzazu,que fue " atacado y disparado " en las proximidades de Cuba,llevaba carga para ésta isla,recuerdo que cosas de navidad,muriendo el capitán,y cuatro miembros más de la tripulación,mi pregunta es,sabes algo sobre este abordaje ??? y tan dificil era evadirse de esa Cuba,rancia,casposa y canallesca,que habia...Un fuerte abrazo Esteban.

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