jueves, 17 de diciembre de 2020

JUANITO EL PESCADOR


JUANITO EL PESCADOR

 

Motonave "Viet Nam Heroico"

Coincidimos en el autobús desde el verano pasado, es una chica preciosa, de unos ojazos verdeazulados encantadores y pelo algo rizado. Nunca la he visto de pie, y por las maniobras que realiza supongo lo tome en una parada antes de la mía.

 

Su figurita es hermosa aún sentada, bueno, en el verano viaja más ligera de ropa y promovía con descaro sus hermosos senos y el ombligo con una argollita. Siempre viajan los mismos pasajeros a esa hora, supongo que su escuela se encuentre bien lejos para justificar este viaje tan temprano, son escasos los estudiantes. Casi todos ocupan el mismo asiento diariamente, una leve mirada y podemos darnos cuenta cuando alguien perdió el autobús o no fue a trabajar. Ella eligió el asiento que se haya posterior a la puerta trasera, yo siempre me he sentado al frente, pero en ocasiones la encuentro en mi puesto, quizás lo haga para joderme.

 

Acostumbra a ocupar dos asientos, en el otro coloca su mochila llena de libros, una carterita pequeña y otra carterita más. Con simpáticos movimientos, porque a esa edad y con su belleza todo es agradable a la vista, saca de una de las carteritas un sobrecito de nylon, con mucha paciencia y arte lo abre, es la dieta repetida durante meses y ya no necesito mirar. Con sus finos dedos comienza a partir diminutos pedacitos de una tortica y se los va llevando a la boca de la misma manera que hiciera un gorrioncito. Esa operación es repetida infinidad de veces mientras el autobús consume cuadras y se va llenando de gente. Abre nuevamente la misma carterita y saca un pomito plástico de chocolate batido, yo pudiera tragarlo de un solo sorbo, ella no, lo bebe con la misma paciencia que consumió la misma tortica de todos estos meses. De vez en cuando me mira fijo a los ojos y yo no esquivo su mirada, no hay nada de malicia en sus ojos, tal vez un poco de curiosidad. Yo busco algo en aquel rostro todos los días, me recuerda a alguien que viene de muy lejos, va y uno de estos días logro recordar quién es, pienso.

 

Hoy la temperatura era de 40 grados bajo cero y ella trajo un gorro muy lindo, era tejido y de color beige, estaba adornado con margaritas de distintos colores, su pelo trataba escapar a la presión de aquel gorro y lucía muy simpática. Después del acostumbrado ritual que ella dedicaba a su dietético desayuno, guardó el pomito de chocolate dentro de la carterita y tomó la otra que siempre la acompañaba. Extrajo como siempre un pequeño espejito y observó con detenimiento su bello rostro, fue pintándose los labios de la misma manera que se realiza con una obra de arte, unió los dos y al separarlos repitió su observación. Guardó el creyón y sacó un lápiz, con él fue recorriendo toda la configuración de aquel monumento que el Señor creó para dar un beso, con los contrastes de tonalidades aquella boca era digna de una Diosa. Guardó todo nuevamente, se colocó la mochila sobre sus piernas y las dos carteritas, me miró como lo hace todos los días, solo que esta vez pude descubrir quién era en mis recuerdos. Era aquella hermosa muchacha que estaba casada con Juanito el Pescador, mis pensamientos se desviaron entonces hacia este personaje, pero a ella continuaba viéndola de diferentes edades.

 

A Juanito lo conocí en el año 1965, yo estaba pasando el Servicio Militar Obligatorio en un campo de tiro antiaéreo de la DAAFAR. Por allí tenían que desfilar todas las baterías antiaéreas de las provincias de Pinar del Río, La Habana y Matanzas. Eran largas temporadas de cañonazos repetidas cada seis meses, luego, nos llevaban hasta Isla de Pinos y allí calificábamos a las baterías de la región.


En una de esas prácticas Juanito arribó con una batería de 57 mm. dotada de radar y DF (director de fuego) No era una batería cualquiera a la que perteneciera el socio, todos se encontraban vestidos con uniforme verde olivo, pero muy diferente al de nosotros, era de un kaki chino satinado, el nuestro era ruso y con unas cuantas lavadas tenía tendencia a inclinarse al gris. Usaban espejuelos oscuros todos los miembros de las dotaciones, botas brillantes, y pude observar que la dieta era superior a la de cualquier artillero normal.

 

Juanito pertenecía a la batería de Fidel, así la llamaban, era la que se encontraba emplazada en las cercanías de la casa que este individuo poseía en la loma de Cojímar, al aumentar su feudo, dejó de usar aquella casa que era blanco perfecto de cualquier bazooka disparada desde la rivera de Alamar. Eran niñitos mimados entonces, la sola diferencia en las calidades de sus uniformes los ubicaba por encima de nosotros, en la isla cualquier simpleza sirve como vara para medir esas diferencias. Después de aquellos ejercicios lo volví a ver en otras oportunidades, pero solo con la longitud de varios días fueron aquellos contactos.

 

Coincido con Juanito otra vez al desmovilizarme del servicio militar y presentarme en la marina mercante, creo que asistimos a la misma reunión informal donde nos recibieron, y días después partiríamos para la agricultura por un año, ya Juanito era militante del partido en aquella fecha, era un intocable y no necesitaba pasar la ruda selección por la que atravesamos los que no éramos nada. Finalizada esta dura etapa nos separamos, él se embarcó de cocinero y yo de timonel en diferentes barcos, así fueron pasando los años sin vernos, era muy normal en nuestra profesión.

 

En el año 72 me encuentro nuevamente con Juanito, esta vez fue en el curso para Oficiales. Lo comenzamos en una antigua edificación de Jaimanitas, creo que era el club para Cabos y Sargentos cuando el gobierno de Batista. Después de los primeros exámenes distribuyeron a los alumnos acorde a las calificaciones obtenidas, y Juanito fue a parar en el de los brutos, afortunadamente pudo finalizar y se embarcó como Agregado de Cubierta junto a otros de nuestra promoción. Su actitud fue siempre la de tratar de sobresalir y ganarse la plaza de Oficial, pero ya deben imaginarse cómo. Fue un tipo solapado, muy callado y de pocas relaciones, las órdenes que recibía trataba de cumplirlas siempre, no le importaba si en ese cumplimiento tenía que pasar por encima de cualquiera, se puede afirmar entonces que era incondicionalmente disciplinado.

 

Al regreso de uno de esos primeros viajes como Oficial, coincido nuevamente con Juanito en la Oficina 404, se hallaba en lo que sería la única construcción en el cuarto piso de la Empresa de Navegación Mambisa, pasamos juntos el entrenamiento en cifrado y descifrado de mensajes, a partir de entonces nos convertimos en clavistas, y algunos personajes como Juanito se tomaron muy a pecho esta nueva tarea.

 

Logró ascender a Tercer Oficial mucho antes que otros compañeros suyos mejor preparados técnicamente, la suerte le sonreía o el carné del partido lo empujaba. En esos trajines como Oficial de la marina, lo sorprende la guerra de Angola y Juanito es llamado, fue un caso muy raro, digo esto porque casi siempre los marinos eran exonerados de estas "obligaciones" de los ciudadanos que viven en un país "socialista". Bastaron unos días de entrenamiento en el uso de obuses, no recuerdo ahora el calibre, y Juanito partió en los primeros grupos que sirvieron de carne de cañón.

 

La noticia recorrió cada rincón de nuestra empresa, la batería de Juanito había sido aniquilada totalmente por la artillería sudafricana. Ya teníamos un mártir, llegué a pensar, y como era una época de continuo crecimiento de la flota, no descartaba que a cualquiera de los barcos nuevos le pusieran su nombre, se imaginan ustedes; Motonave "Juanito el Pescador", era hasta dulce al oído cubano, muy criollo, por cierto.

 

Me cansé de tantos años continuos de agua y quise tomar un descanso en tierra. De acuerdo con mi amigo Eduardo Ríos nos llegamos hasta la Academia Naval del Mariel, habíamos recibido noticias de que el centro necesitaba profesores de Navegación. No se hizo esperar, enseguida nos aceptaron, pero cual no sería nuestra sorpresa, pocos días después hizo su entrada por la misma posta el compañero Juanito. De verdad que nos dio mucha alegría verlo nuevamente, era sumamente extraño que no coincidiéramos por culpa de un cabrón cañonazo sudafricano, nunca llegué a comprender si era mejor tener un mártir o era preferible un héroe, estos últimos son muy dañinos. Las manos le temblaban mucho y no puedo ocultar que hablaba muchas incoherencias. En cubano, se pasaba la mayor parte del tiempo hablando mierdas. Aun así, nunca quiso relatarnos nada de la guerra y tampoco insistimos. Ríos y yo estábamos puestos para otras cosas más importantes, las jevas. Para serles sincero, en todos los años que coincidí con Juanito nunca le conocí una jeva que no fuera la suya, debo suponer que se encontraba profundamente enamorado de ella, y no era para menos, aquella mujercita era una verdadera muñequita, hacían la pareja imperfecta de "La Bella y la Bestia", porque eso era él al lado de aquella finísima madam. Pero lo cortés no quita lo valiente, ustedes saben perfectamente que, aunque se estuviera casado con Thalía, o con Shakira y todo su rico meneíto de cintura, un cubano de verdad tiene que pegarle los tarros, aunque sea con un cáncamo. Ese era nuestro deporte nacional, bueno, hablo por las generaciones del hombre nuevo. Juanito era la excepción de la regla, un caso verdaderamente raro si se quiere, un santo, yo creo que hasta comemierda.

 

El caso es que lo ponen con nosotros de profesor de Navegación, nos asombró también verlo arribar a la Academia con las charreteras de Segundo Oficial, pero ese detalle no nos importaba tampoco. En la isla de los magos y los inventos cualquier cosa se puede esperar, pero hablando en plata, él nunca había ocupado la plaza.

 

La suerte no lo acompañó en esa aventura, por mucho que Juanito explicara y explicara los alumnos no entendían nada. Algo similar pasó con El Titi, les hablo de un negro Primer Oficial llamado Argudín. Pues el prieto se pasó seis meses dibujando bolitas, no puedo ocultar que tuvimos que hacerlas casi todas porque el negro andaba algo perdido en Astronomía, no hubo milagro alguno que lo ayudara a comprender los gráficos y el día del bautismo de fuego llegó. Los muchachos no le entendían ni timbales tampoco. El Titi hablaba del primer punto de Aries como si se refiriera a la heladería Coppelia, en fin, que en una de esas se encabronó y gritó en medio del aula; ¡El que no entienda no es buen revolucionario! Porque eso sí, por encima de todo estaba su militancia. Hasta allí llegó El Titi y todas sus incomprensibles bolitas de mierda, la UJC protestó y fue a parar de cabeza en la Casa de Botes de la academia, creo que terminó dando clases de nudos.

 

Con Juanito sucedió algo similar, era bien bruto, pero menos bruto que Argudín, además, el negro no había tirado ni un tirito, qué digo un tiro, ni un hollejo de naranja a un chino, porque ni estilo de guapo tenía para ser tan negro. A Juanito lo mandaron de profesor a un grupo de "diferenciados". No sé si ustedes recordarán que así le decían a los monguitos en Cuba, tal vez a los retrasados mentales, el caso es que tomaron por llamarles así. Busco en el diccionario y no aparece esa palabra, me imagino hagan referencia a la Psicología Diferencial, que es una rama de la Psicología dedicada al estudio de las diferencias entre las personas, especialmente en sus cualidades intelectuales. Pues como les contaba, Juanito fue objeto de las protestas de la UJC de sus alumnos y lo mandaron para un grupito de monguitos como profesor de Navegación. ¡Claro está! No eran unos mongos cualesquiera tampoco, era un pelotón de Nicas que no alcanzaban el nivel de escolaridad suficiente para justificar su presencia en aquella academia, pero llegaron hasta allí por esas virtudes del "internacionalismo proletario". ¡Y lo más lindo! Había órdenes de que ninguno de aquellos bobitos podía suspender. Me imagino que años posteriores se encontraban formando parte de la tripulación que destrozó al buque "Monimbó", creo que lo vararon, pues ese era el barco más moderno que tenía la flota cubana en esos años. Hablo del buque "Palm Island", y al dueño del feudo se le ocurrió regalarlo a los sandinistas, hablo de un barco con un costo superior a los 16 millones de dólares. Juanito fue muy feliz entre los suyos, estaba en su ambiente y las horas de clases eran reducidísimas. A Ríos y a mí nos dolió mucho aquella separación, no digo yo, repartieron los alumnos de Juanito entre nosotros, recargaron nuestro trabajo y el salario era el mismo.

 

A pesar de conocernos desde hacía bastante tiempo y haber estudiado juntos, Juanito evadía los contactos con nosotros, siempre mantuvo buena distancia, y para serles franco, a nosotros no nos importaba un comino aquello. ¿De qué nos serviría arrastrar aquella carga? De nada, Juanito podía estar todo el día hablando de Lenin, Marx y hasta de Fidel, pero no tenía labia para las jevas, o sea, si salía con nosotros lo haría en plan de sapo solamente. Un día nos enteramos de las razones de aquel alejamiento, fue un día de cobro.

 

-Muchachos, hace falta que nos tiremos en la playa de Marianao a tomarnos unas pergas. Aquella repentina proposición nos asombró, no por el hecho de bajarnos a tomar cerveza, algo muy normal entre nosotros. Era Rivero, un ingeniero en construcción naval y políglota, creo que hablaba unos seis idiomas, incluía árabe y húngaro. Llegó a la academia hacía poco tiempo y como no tenían donde ubicarlo, se encontraba pintando ventanas de las barracas en Villa Seca, todo un desperdicio del que se daba el lujo ese sistema. En fin y como nos enteramos en la piloto que estaba frente a los restos mortales del Coney Island, este hombre se había pasado estudiando toda la vida sin reportar aún algo a la sociedad. Ríos y yo nos miramos.

 

-¡Oka compadre! Nos tiramos en la playa de Marianao. Abordamos la guagua de la academia y partimos intrigados, creo que así dimos todo el viaje. Nos bajamos frente al Cinódromo y caminamos hasta la piloto de mala muerte. Él fue el primero en invitar y ocupamos una mesa que disputamos a las moscas.

 

-¡Caballeros! No vayan a asustarse, lo que pasa es que yo soy descendiente de Eva y Adán, me dicen; No te comas esa manzana y pa'llá voy a meterle una mordía. Me jamo la manzana, el mango, el aguacate y todo lo que se ponga por delante. Esa fue su introducción cuando se sonó el primer trago de aquella cerveza, que para serles franco, yo la encontraba deliciosa en esos tiempos.

 

-¡Compadre! Dispara y no nos des más vaselina, nos tienes intrigados desde el Mariel. Ríos no se tragaba los comerciales y le gustaba ir al grano en todo, hasta con las jevas, muchas veces me sorprendí con sus palabras y esperaba reacciones violentas de la otra parte, al parecer la gente lo comprendía mejor que yo.

 

-Bueno, vamos al grano y después seguimos bajando pergas, les cuento que ésta es mi debilidad. Ya ustedes me conocen más o menos, yo diría que menos porque nadie sabe mi historia en esa academia, si estoy allí comiendo mierdas y pintando ventanitas es porque me llevó al centro el director, somos amigos desde hace muchos años y como no estaba haciendo nada en la calle me arrastró. No le he dicho nada del trabajo que estoy realizando, en definitiva, estoy despejando igual que ustedes, porque me imagino esa sea la razón por la que están allí. En fin, que por 500 pesos mensuales no me quejo si pinto dos persianas al día. Se llevó el vaso de cartón encerado a la boca sabiendo cual sería nuestra reacción.

 

-¿500 pesos? ¡Compadre! Eres un reventado. Fue lo que se me ocurrió decir.

 

-¡Oye! Estás hablando de una cifra respetable en este país, es probable que ni el mismo director cobre esa suma. Intervino Ríos y con mucha razón, ni los Oficiales de alto rango tenían ese salario, nosotros mismos ganábamos 250 pesos como Segundos Oficiales y en ese tiempo era considerado buen salario.

 

-Pero no has dicho na, nos estás dando agua con azúcar y nosotros no somos jiles. Agregó Ríos nuevamente mientras Rivero nos estudiaba con la mirada.

 

-¡Vamos al grano! El asunto es que el núcleo del partido de la cátedra le orientó a los militantes evitar compartir con ustedes, o sea, los consideran como desafectos y yo solo he querido saber la verdad, eso es solo posible compartiendo con ustedes. Aquella noticia nos impactó y guardamos silencio durante varios escasos minutos.

 

-¡Coño mi socio! La verdad es que no hay quien entienda esto, ahora resulta que como dices, nos tienen considerados como desafectos, ¿cómo carajo se entiende entonces toda esa lucha que tienen y el fuerte gardeo realizado durante meses para que pasemos a la marina de guerra? El tipo se sorprendió al oír esta intervención mía.

 

-Ahora el que no entiende soy yo. Manifestó mientras su vista seguía el compás de unas buenas nalgas que pasaron por la acera.

 

-Pa' que nos entiendas, todos esos cabrones que hablan esas mierdas en las reuniones del partido, han tenido la tarea de captarnos para ingresar como oficiales en la marina de guerra, ahí tienes a Gil Molina el jefe de la cátedra, a Gordillo, a Bazán, a Ergio Fernández, Esclarazán. ¡Todos compadres! Todos han hablado con nosotros y les hemos respondidos que no. Ya sabía que Ríos estaba medio encabronado.

 

-¿Sabes qué le respondí a Gil Molina? Tú me disculpas jefe, yo no sirvo para estar levantando la mano y saludando a un güevon como yo todo el día. ¿Te imaginas tener que estar saludando al Teniente de fragata Marcos? Un tipo que anda con el pecho lleno de medallitas y bolígrafos. ¿Qué hace ese cabrón en todo el día? Nada, solo colocar propaganda en los murales de la escuela. ¡Qué va jefe! Eso es pa' los comemierdas. El tipo no salía de su asombro cuando le dije esas cosas.

 

-¡Además! ¿Pa'qué coño nos quieren en el ejército? A esa gente hay que juzgarlas por contrarrevolucionarios. ¡Compadre! Donde nosotros caigamos se jode la cosa, nos gusta mucho esto que estamos haciendo ahora, las putas, el contrabando, y en el tiempo libre, hacer lo que nos de la reverendísima gana. Rivero nos escuchaba con mucha atención y allí continuamos hasta que terminamos borrachos, no era muy difícil vencernos en aquellos tiempos, casi siempre caíamos vencidos por la hambruna.

 

Allí comprendimos las razones de aquel aislamiento experimentado por parte de compañeros nuestros de la marina mercante y entre ellos Juanito. Sin embargo, aquella decisión del partido trajo hacia nosotros a muchos simpatizantes. La casa de Ríos se vio colmada de varios altos oficiales de la marina de guerra pertenecientes a la academia, compartían con nosotros y en esa franca relación llegaron a gusanear también, fuimos de esa manera un poco más populares en el centro.

 

Un día planificaron una actividad por la cátedra, siempre se buscaba cualquier pretexto para hacer una fiesta, esa ha sido parte de la vida de los cubanos. El precio no era muy alto, solo 20 pesos por núcleo familiar, incluía la guagua de ida y regreso hasta la unidad militar ubicada al lado de la playa El Salado. El menú era moros, carne de cerdo asada, yuca y dos cervezas, luego podías consumir las que desearas pagándola al precio de un peso. Creo que Ríos y yo nunca hubiéramos rechazado aquella proposición tan barata.

 

Ese sábado tomamos la guagua a la hora acordada en Toyo, compartiríamos militares y civiles en franca armonía, debo aclarar que entre los militares los había muy buenos, tal es el caso de Pablo Esclarazán y Gordillo, por solo mencionar dos ejemplos, pero de que los había hijos de puta no lo duden. Nos condujeron hasta una especie de merendero abierto con techo de guano, muy típico y bonito. Solo teníamos acceso a la actividad los presentes, incluyendo algunos que no pertenecían a la cátedra, como es el caso del famoso enano Concepción, jefe de servicios y suministros de la academia, uno de los individuos más detestables y odiados por el personal civil y militar.

 

Los primeros minutos se consumieron en las presentaciones de rutina, esa fue la primera vez que vimos a la mujer de Juanito, toda una Reina, la más bella entre todas las mujeres, y la justificación a esa fidelidad sin límites de la bestia. Estaba encantadora y era de poco hablar como el marido, o estaba advertida también, algo que no dudo. Comenzaron los cruces de invitaciones de las cervezas pagadas y los naturales elogios por los hijos de cada cual, luego y en la medida que el consumo aumentaba, la gente se fue separando en grupos afines a sus temperamentos o carácter, o temas de conversación. Ríos y yo siempre andábamos juntos, por esa razón éramos conocidos como "Las Urracas" en toda la academia. Pero ese día nos sacamos el gordo de la lotería, el tipo no nos quitaba la vista de encima, hasta que sin nadie invitarlo se sumó a nuestro grupo y en una de esas que estábamos desprevenidos soltó la suya.

 

-No crean que me caen mal, todo lo contrario, yo sé que ustedes son unos jodedores y tienen buen arrastre en la academia. Esa fue la entrada del enano Concepción.

 

-Jefe, nosotros nunca hemos pensado que le caemos mal y tampoco vaya a pensar lo mismo de nuestra parte. En eso se detuvo y yo lo miré, debo confesar que si alguna virtud tenía Ríos, era la de vacilar a los comemierdas sin que ellos se dieran cuenta, pero bueno, ya nos habíamos tomado varias cervezas y esa virtud de mi socio se perdía en cualquier borrachera.

 

-Ustedes serían unos cuadros magníficos dentro de la marina de guerra. Manda cojones, mira el recado que trae este tipo ahora, fue lo primero que pensé, ya estaba cansado de oír lo mismo y no lo esperaba en aquella fiesta, decidí permanecer callado y dejarle el duelo a Ríos.

 

-Ya hemos pensado en eso jefe, nos vemos navegando en una torpedera por todas las costas de Cuba luchando contra los bandidos, solo tendríamos que adaptarnos a la velocidad y eslora de esas embarcaciones, pero no creo que sea difícil lograrlo.

 

-Y no es solo eso, sus vidas particulares serán mucho más organizada, por ejemplo; ¿cómo se llama el compañero? Hizo la pregunta señalándome como si ya fuera un Alférez.

 

-Casañas. Le respondí a secas.

 

-Eso mismo, el compañero Casañas iría a dar sus clases vestido del honroso uniforme, no es que tenga nada en contra de las campanas y las plataformas, espero que me comprenda, pero eso produce en el alumnado cierta desviación ideológica. ¿por qué no se pone el uniforme de la marina?

 

-No se preocupe, el lunes lo llevo puesto.

 

-Y el pelado Casañas, si tenemos una magnífica barbería que no le van a cobrar un solo centavo.

 

-Me disculpa, el pelado cuesta solo un peso y yo le pago a mi barbero cinco. En este punto discrepo con Ud. en esa barbería lo que tienen es jardineros, esa gente no pela, poda. Ríos se dio cuenta de que ya comenzaba a molestarme.

 

-No se preocupe jefe, la semana que viene va a notar el cambio y se alegrará cuando nos vea con el uniforme de la marina de guerra, y hasta haciendo de Oficiales de Guardia en Villa Seca. Por suerte llamaron a la comida y nos desprendimos de aquel cacho de cabrón.

 

-Cuando se te pase la borrachera yo te voy a decir quien cojones es el que se va a montar en una puta torpedera contigo y a vestirse de militar. Le dije mientras íbamos por nuestra cajita.

 

-¡Asere no cojas lucha y vacila esto, no olvides que nos costó una ventola.

 

Nos despidieron de la academia en un matutino realizado en Villa Seca, fue muy emocionante recibir el aplauso de todos nuestros alumnos. Años más tarde, algunos de aquellos muchachitos fueron convertidos a la chivatería y hoy son agentes de la seguridad del estado. Quince días después y sin otra alternativa, partía cumplir misión en Angola.

 

A mi regreso de aquel país un año y medio después, solicité ingresar en las microbrigadas de Alamar por las precarias condiciones en las que vivía como agregado en casa de mi suegra. Otra sorpresa, coincido nuevamente con Juanito en la misma brigada, lo peor, él era el jefe de obras. Poco tiempo era destituido del cargo y en su lugar me ponen a mí, había sido una maniobra muy inteligente del núcleo, como jefe de brigada pusieron a Luisito el borracho, ninguno de los dos éramos militantes y tenían de esa manera bandera abierta para hacer lo que les diera la gana, como hicieron hasta el final de la construcción de tres edificios. Creo que aún hoy, los propietarios de apartamentos del segundo edificio deben estar mentándole la madre a Juanito, él tiró los pisos de aquel edificio y no deseo decirles cómo quedaron.

 

Por una razón que hoy no recuerdo, Juanito y yo tuvimos que ir hasta nuestra empresa a realizar una gestión, tuvo que haber sido sencilla porque salimos temprano y se me ocurrió la brillante idea de aceptarle una invitación a tomarnos una perga de cerveza. Recorrimos media Habana Vieja en su búsqueda y la encontramos en una deplorable Piloto de la calle Cienfuegos. Después de la primera perga ya estábamos "sabrosos", era lógico, en nuestro estómago no existía el recuerdo de nuestro desayuno, tampoco recuerdo que desayunábamos, es solo una suposición. Al comenzar la segunda perga se le soltó la lengua y me tuve que disparar toda la historia de la guerra.

 

-Nosotros hacíamos tiros parabólicos, yo era el telemetrista de la batería y por eso pude escapar, me encontraba algo apartado del emplazamiento de los cañones. Fuimos atacados por una batería de 105 milímetros sudafricana y ellos hacían tiro directo. No quieras saber cómo terminó todo aquello, por el aire vi volar a muchos de los nuestros, cuerpos mutilados por donde quiera, solo sobrevivimos tres.

 

-Me imagino como quedaste, aún no puedes controlar el temblor de tus manos y cada día apareces en la brigada con aliento etílico desde la mañana, ¿y luego que hicieron contigo, te mandaron para La Habana?

 

-¡No, hombre! Me pusieron de explorador, imagínate tú, teníamos que penetrar en los territorios del enemigo para darle las coordenadas a nuestras tropas, varias veces me vi bajo el fuego de los nuestros, ya estaba desesperado por acabar aquella aventura.

 

-Lo que no entiendo es cómo carajo fuiste a parar a Angola, tú sabes que a los marinos no los molestaban en esos menesteres. Se quedó callado y decidimos regresar a la microbrigada, ya eran las cuatro de la tarde y el trabajo era hasta las cinco. Tomamos un taxi hasta Alamar, en aquellos tiempos era posible hacerlo. Luego de pasar el túnel de La Habana y en plena Monumental, notaba a Juanito más nervioso.

 

-¡Asere! ¿Puedes meterle un poquito más la pata al acelerador? El chofer lo miró y quiso satisfacerlo, ya estábamos a 90 km/h.

 

-¿No puedes meterle un poquito más? El chofer volvió a mirarlo y aceleró otro poco, nos montamos en 105 km/h.

 

-¡Un poquito más compadre! No te preocupes, te voy a soltar una monja por encima de lo que marque el taxímetro. El chofer se mostró contento con la proposición y nos llevó volando a 120 km/h.

 

-¡Oye compadre! ¿Qué cojones te pasa? Si te quieres matar pide una pistola y suénate un tiro, para mí esto no es ninguna gracia, Todos estos carros de mierda andan con gomas recapadas y miles de problemas mecánicos. El chofer le sacó un poco la pata al acelerador y nos mantuvo en cien.

 

-No te pongas nervioso mi socio, es que yo soy así, cuando me sueno dos tragos el cuerpo me pide carretera. Me respondió girando el torso de su cuerpo hacia el asiento trasero.

 

-Chico, pues a mí lo que me pide es música y una buena jeva, así que aflojen la velocidad de este cacharro.

 

Un tiempo después se produjo el éxodo del Mariel y tuve un grave problema en la microbrigada, estuve a punto de perder el derecho a la vivienda cuando ya estábamos en los finales del camino recorrido. Solo uno de los miembros de aquel núcleo se opuso a lo que hicieron conmigo, creo que el que menos yo esperaba. Juanito se encontraba entre los firmantes a mi condena. En aquellos tiempos pasaban por la televisión los seriales "Julito el Pescador" y "En silencio ha tenido que ser", era la comidilla diaria de casi todos los cubanos y se comentaba en cada rincón de la isla.

 

Al finalizar nos volvimos a separar y cada uno tomó su rumbo nuevamente, yo partí como Segundo Oficial en el Pepito Tey, desconocí por un tiempo donde se había enrolado. La gente se había mudado para sus apartamentos y la Reina vivía en el mismo edificio que mi familia. Saludaba a los vecinos con monosílabos y su hija no jugaba con los demás niños, tuvo que ser por órdenes de él.

 

En unas vacaciones me viene a buscar un socio para proponerme que le reparara la casa, me hacía falta la plata y acepté. Bueno, debo explicar que nosotros los marinos teníamos derecho a un mes de vacaciones cada once meses y los sábados y domingo trabajados, que al ser sumados eran dos meses más, pero como ya los habías cobrado eran sin paga, este tiempo de los sábados y domingos era conocido en la flota como "Instrucción 15", la gente le decía "Destrucción 15". Era de suponer que así fuera porque, por ejemplo, si te pasabas dos años sin bajarte del barco por necesidades de la flota, al hacerlo tenías acumulados seis meses de vacaciones y solo la paga de dos, Esa era una de las razones que obligaba a los marinos a realizar contrabandos, no existía conciencia de ahorro y el salario no alcanzaba en muchos casos para satisfacer las necesidades del mes.

 

Mi ayudante sería, para sorpresa mía, Juanito. Durante varios meses viajamos juntos hasta Centro Habana, antes de llegar a la casa había una parada obligatoria en un bar, a esa hora temprana de la mañana Juanito pedía un trago doble de Coronilla, los cubanos saben el tufo que tiene esa bebida. Las manos le temblaban a más velocidad que cuando regresara de Angola. En fin, que estando trabajando en esa casa, caen presos los tripulantes del barco de mi socio por contrabando, el cayó también. En medio de todo el alboroto que produjo aquel caso se realizaron infinidad de investigaciones. Un día, me llama la presidenta del Comité de Defensa y me dice que habían ido dos veces a investigarnos a los dos, pero que ella dio buenas referencias de nosotros, que si andábamos metidos en algo nos cuidáramos y tratáramos de salir. De verdad que no estábamos en nada y aquella gracia nos costó la exclusión del curso para Primer Oficial.

 

Obrando de buena Fe pongo al tanto de la situación a Juanito, ¿y cual creen ustedes fue su reacción? Se presentó en casa de la presidenta del CDR, pero no para agradecer aquel gesto de ella en ayudarnos, la ofendió de mil maneras y me hizo quedar mal parado ante ella. Tuvimos una gran discusión por aquello.


El socio de la casa tuvo un problema cardiaco y lo ingresan en el hospital de Emergencia, yo continuaba finalizando las reparaciones y partía con frecuencia hasta el hospital a verlo. Sus "amigos" no iban a visitarlo porque se encontraba escoltado por un policía y tenían miedo a verse señalados o los filmaran. Juanito abandonó el trabajo de la reparación y la única vez que fue al hospital lo hizo borracho.

 

Coincidimos nuevamente en el siguiente curso para Primeros Oficiales, esta vez en la nueva academia naval de Baracoa. Juanito pudo finalizar con fraude en el examen de Navegación y Astronomía, no tuvo tiempo para concluir una sencilla derrota. Como estaba sentado a mi lado lo oí conversando con el profesor, era un negrito graduado de Bulgaria y que él había transportado para Cuba a bordo de su buque. El profesor le dijo que debajo de su nombre pusiera el del barco.

 

Cuando cargaba en el puerto pesquero en el que sería mi último viaje a bordo de un buque refrigerado, me entero de que él se encontraba enrolado en otro de menor porte que el mío, salió poco antes que nosotros con el mismo destino de St. Stephen en Canadá. Al arribar a ese puerto tuvimos que esperar que ellos desatracaran para proceder nosotros, aún conservo las imágenes de ambas maniobras en mi mente. Varios meses después me entero de la deserción de Juanito el Pescador y me reí, cruzó inmediatamente la frontera americana y perdí todo conocimiento de su existencia durante varios años.

 

-Esteban, puedes llegarte a la sala un momento. Era mi esposa que se encontraba dándole la comida al nieto, yo había acabado de llegar del trabajo y la temperatura andaba por los 43 grados bajo cero. Siempre me ha gustado llegar, tomar café y encender la computadora para ver mi correo mientras fumo un cigarrillo.

 

-¿Es tan urgente? Ella sabe que no me gusta salir de esa pequeña rutina diaria.

 

-Te tengo un chisme que te va a interesar. Unos minutos después me encontraba parado en la sala.

 

-¿Qué tienes que contarme?

 

-¿Te acuerdas de Margot, la mamá de Marilú?

 

-Si, ¿qué pasa con ella?

 

-Pues está en la escuela estudiando conmigo y hoy me ha contado algo que me dejó fría.

 

-¿Sobre qué?


-Pues resulta que era vecina de la mujer de Juanito el Pescador, más que simples vecinas son muy buenas amigas y pertenecen a la misma religión.

 

-¿Religión?

 

-Si, ella es Testigo de Jehová y la hija también.

 

-No me dirás que la mujer de Juanito se convirtió a esa religión.

 

-Y no solo eso, mantienen constante comunicación.

 

-Así será la cuenta telefónica si está llamando constantemente a Cuba.

 

-¿Cuba de qué? La mujer de Juanito vive en New Jersey.

 

-¿Está en la yuma? ¿La reclamó Juanito? ¡Coñó qué interesante está esto! Pero dispara sin comerciales.

 

-El caso es que cuando Juanito se quedó no tuvo contactos con su familia, se olvidó de su mujer y la hija. Según me cuenta Margot, ella le manifestó que pensaron que el tipo pertenecía a la seguridad del estado y estaba cumpliendo misión, porque otras razones no existen para haberse olvidado de la familia. Pasó el tiempo y continuaron sin recibir noticias del hombre y ella decidió reconstruir su vida, en este caso la apoyo, era o debe ser una mujer muy linda todavía.

 

-Era una muñequita.

 

-Pues se enamoró de un muchacho que era Testigo de Jehová y se casó con él sin haberse divorciado de Juanito. Se inscribió en el bombo de la lotería de visas para EU y se ganó la salida del país.

 

-¿Y la hija?

 

-La hija está casada y ya tiene tres hijos, ahora se quedó con el apartamento de ellos.

 

-Trágico final el de esa familia.

 

-Para mí que es de la seguridad.

 

-Eso mismo pensé yo cuando me enteré de su deserción en Canadá. Como no había nada nuevo y a partir de ese instante la conversación se limitaría a simples deducciones normales entre cubanos, me dirigí nuevamente a mi oficina.

 

Juanito y yo estábamos atados por una extraña cadena de casuales coincidencias. En uno de mis viajes a Miami y hablando con antiguos miembros de la marina mercante, alguien me dio su número de teléfono y lo llamé al instante. Ya pueden imaginarse la máquina que le corrí y lo sorprendido que se sintió cuando le iba dando detalles de su vida. Más tarde me enteré de que vivía en un trailer, que trabajaba como custodio de una compañía de transporte, que la mayor parte del tiempo andaba borracho y solo disfrutaba del acompañamiento de un perro.

 

Juanito tuvo que recibir la orden de abandonar el país y estar dispuesto a ser usado en el momento oportuno, así deben vivir decenas o centenares de agentes encubiertos en todos los estados de la unión, esperando para actuar, soñando convertirse un día en Julito el Pescador o David, viviendo en silencio, porque "En silencio ha tenido que ser, porque hay cosas que para hacerlas han de andar ocultas", sueñan en medio de esa locura convertirse en héroes. Acudirán de vez en cuando al buzón donde recogerán instrucciones, ya no puede ser el banco de un parque, muchos lugares de estas ciudades tienen cámaras ocultas. Pueden haber elegido una que otra posada de la calle 8, allí estarán puntuales como vieron en los episodios de "Diecisiete instantes de una Primavera" Esto es solo una suposición, y registrarán en el interior de los reproductores de CD en busca del mensaje, o en las cubiertas de las doble caseteras, por eso hay tantos de esos equipos rotos en las posadas. Son agentes muy brutos, tanto como Juanito, gente que no sirve para nada y eso lo sabe el gobierno. Un día, un día cualquiera recibirá la orden de inmolarse, se colocará un chaleco cargado de explosivos y reventará como un siquitraque en medio de un Mall atestado de seres, lo hará y no me cabe dudas de ello, para eso solo sirve un borracho como Juanito.

 

Sueña en convertirse en héroe o mártir en cada borrachera, es tan imbécil que ignora los cambios ocurridos en su tierra, como han convertido a su Patria en una vulgar jinetera, como la han vendido a despiadados comerciantes de nuestra miseria. Él espera como ha hecho todos estos años, oculto en su madriguera como cualquier topo, listo para cumplir una misión que lo lanzará al estercolero de la historia. Juanito es bruto, yo puse su número telefónico en uno de los buscadores de Internet y obtuve su dirección, solo me interesa saberla para cuando anuncien en los diarios que encontraron el cadáver putrefacto de un hombre dentro de un trailer. Morirá solo, bueno, tal vez acompañado por su perro y varias cajas vacías de cerveza, partirá ignorando que nunca llegó a ser héroe ni mártir, solo un gran perdedor como lo es ahora que se encuentra vivo, muy linda es su mujer y hasta Testigo de Jehová, ¿quieren peor castigo para un comunista?

 

Ya me imagino a la gente de la seguridad en Cuba que me leen, tratando de descifrar todo este escrito que no fue llevado a las claves, ellos saben de quién hablo, es probable que dentro de poco abandone el trailer el infeliz de Juanito, puede que no, vale tan poco y solo será descubierto por esa horrible peste del cuerpo humano cuando se descompone.

 

Hoy la temperatura bajó un poquito más, no es fácil salir tan temprano con 43 bajo cero, ella estaba allí, esta vez se sentó en mi asiento para joderme. Me miró a los ojos con un poco de sorna y no le hice caso. Inició el lindo ritual de la tortica, el pomito de chocolate batido, el espejito, el creyón de labios, hoy no usó el lápiz para limitar sus fronteras, tal vez al noviecito no le gustó mucho. Me subo la bufanda hasta cubrir la nariz, ajusto los guantes y me dispongo a batirme con un frío glacial, gracias a todos esos hijoputas como Juanito, David y aquellos que viven los instantes de sus 45 Primaveras.




 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2004-01-17

 

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martes, 1 de diciembre de 2020


NO QUIERO NEGROS EN MI BARCO.




 Allí coincidíamos todas las mañanas, mediodías, tarde y noche, nunca con la misma cadencia. Unas veces entre apretones de manos y mostrando esa alegría sin par por el encuentro inesperado con el que se ha dejado de tener contacto por meses, muchos meses y hasta años. Entonces, los buenos recuerdos, y los malos también, comenzaban a flotar en medio de aquel manto bochornoso, donde se confunden nombres, rostros, camisas marcadas debajo de los sobacos, charreteras oxidadas o brillantes como el oro. Unos más juntos que otros, algunos mas apartados, como ignorados y sin público, nunca solos, siempre hay huele culos que los admiran o les temen, le hacen coro esperando su bendición.

 

Allí coincidíamos a escasos metros de una pequeña construcción hoy borrada de la geografía y nuestras memorias, la casita del Control Sanitario Internacional. Junto a su pared nos recostamos y plantamos una de nuestras suelas. Nos manteníamos parados en perfecto equilibrio, como cualquier flamenco alegre y agradecido por la vida. Esperábamos, siempre nos hemos especializado en eso, esperar. Nadie sabe qué, nadie pregunta, a nadie le interesa saber, quizás sea peligroso. Esperábamos la lancha que nos conduciría hasta los barcos fondeados, confiábamos en su inmoral impuntualidad y no nos interesaba, ya estábamos acostumbrados.

 

Los mas contentos se colocaban bien cerca de donde debían pasar los pasajeros que tomaban o bajaban de la lanchita de Regla. Siempre existiría una buena causa para dejar escapar ese atrevido piropo, decente o no, bien recibido o despreciado. Culos van y vienen consumiendo no solo el minutero de nuestros relojes, fueron horas de horas durante años, siglos. Tiempos cobrados completos en las nominas mensuales porque de ellos, los que esperaban, no era la culpa.

 

Una pausa para mear después de tanto tiempo que se salió de casa. ¿Un baño, donde hay un baño, lo habrá? Lo hay por fortuna y cruzas la avenida del puerto. Solo debes dejar llevarte por el olfato, irás volando, sumergido en esa ola apestosa hasta el meadero que dispuso el diablo en toda esa zona. ¡Gracias a Dios que no esta bloqueado por los yumas! Piensas mientras tu vejiga está a punto de reventar y solo tienes tiempo de sacar el pito en medio de ese aroma nauseabundo y oscuridad.

 

Risas, carcajadas escandalosas reinan en aquel infierno. De cada cien palabras que llegan de golpe a tu rostro, noventa y nueve son obscenas, criollas, soeces, folclóricas, históricas, histéricas. Te cierras la portañuela y tratas de adivinar en la oscuridad si el último chorrito no mojó tus pantalones. Alguien grita tu nombre desde una mesa dispuesta para permanecer de pie, la niebla, la poca iluminación dentro de aquella cueva y el humo de todos los Populares que la gente aspira con fuerza, como queriendo reventarse los pulmones, no te permite identificarla.  Te llaman por el apellido y no cabe la menor duda de que te conocen, tampoco reconoces la voz. Dudas por la sordera de aquella penumbra e insisten en llamar tu atención, ahora gritan tu cargo a bordo.

 

Tu vista se va adaptando a la oscuridad y guías tus pasos hacia el sitio donde escuchaste aquella larga pitada. Reconoces a Roberto, viejo camarero que tuviste como subordinado hace mucho tiempo, no puedes calcularlo, nuestro almanaque está marcado por viajes, no por meses, días o años. Tampoco recuerdas el barco donde navegaron juntos, lo recuerdas y eso basta. Le das la mano con la que te tocaste el rabo al orinar y él la aceptó sin reparos, quizás meó antes que tú, la acepta por desquite o cortesía. Te brinda un buche de su perga y rehúsas por varias razones, puede estar caliente, piensas, desechas la idea de la trasmisión de cualquier enfermedad, esa idea no es contemplada en el menú de cualquier cubano, apenas existe.

 

-¡Coño, brother, cuánto tiempo sin vernos! Dijo con mucha familiaridad. ¡Mira! Te presento a María. Me dijo sin preámbulos y ella extendió su sucia mano hacia mí. La acepté carente de escrúpulos, no preguntó si me la había lavado después que oriné. Hubiera sido una pregunta atrevida y fuera de contexto. sentí un ligero apretón y el vaho etílico cuando me dijo, con extraña educación, ¡encantada!

 

-Voy a buscar una perga, ¿tienen ustedes?

 

-Tráele a ella, la mía está por la mitad. Ella se sintió complacida, tal vez homenajeada por la caballerosidad, conocía de cerca la vida de los marinos. Yo la conocía de vista, no era la primera vez que acudía a ese tugurio dispuesto al proletariado para esperar la lancha. Su rostro era grasoso y brillante, muy cuarteado, maltratado por la falta de buenos productos o el implacable sol. Quizás por abusar de tantas y tantas noches o madrugadas en el negocio del placer. Cada vez que regresaba de viaje y me la cruzaba en el camino se encontraba en peores condiciones. Ya no servía ni para venderse en el mercado nacional y aquella dramática situación la condujo a refugiarse en el alcohol.

 

-¿En que andas, negro? Le pregunté después de entregarle el vaso a la desdichada mujer.

 

-¡Nada, mi herma! Esperando la lancha como tú, voy enrolado para el barco inglés.

 

-¿Qué barco es ese?

 

-Uno arrendado con el Capitán incluido.

 

-¡Coño, no sabia nada de eso! ¿Cómo les van a pagar?

 

-¡Fenomenal, mi brother! Los tripulantes rasos como yo vamos a cobrar $75.00 dólares mensuales.

 

-¡Que bueno, espectacular! Estamos hablando de plata, nada que ver con los $2.00 dólares diarios que pagan en el machete. Les miento si digo lo contrario, lo vi y acepté, al extremo de caer en esa trampa donde gané $150.00 dólares mensuales como Primer Oficial del buque “Casablanca”. Nunca me detuve a pensar en la gravedad de la explotación a la que éramos sometidos, yo me encontraba por encima del nivel de la media de los marinos cubanos y muy por encima del nivel de vida de la población. Sin desearlo, me convertía en un miserable esclavo de cuerpo y alma.

 

-Es un respiro, mi hermano, así se puede hacer agua y carbón. ¿Te acuerdas del negro Ambrosio, el Segundo Oficial? Indudablemente Roberto daba muestras de muy bajo nivel de escolaridad, tenia cero en matemáticas. En Mambisa cobraba unos $60.00 dólares mensuales y en aquel buque de tripulación reducida, ganaría solamente unos $15.00 dólares de mas que le serían sacado del lomo, como me lo sacaron a mi siendo Primer Oficial.

 

-No me viene a la mente ahora.

 

-También está enrolado en el buque, él fue quien me puso la buena y nada, aquí me tienes. En ese maletín llevo mi filipina bien planchada. Ella dijo dos o tres palabras para celebrar la suerte de su amigo y hubiera sido mejor que permaneciera en silencio mientras se tragaba en grandes sorbos su perga de cerveza. Roberto me fue pasando la lista de enrolos en aquella nave, la que conservaba en su memoria, donde distinguía cargos, raza, sexo, militancia, estaba bien informado.

 

-¡Lanchaaaaa! Grito un marino desde la puerta del “Two Brother” y ninguno de los presentes se molestó en salir corriendo, todos estaban contentos, yo me puse feliz después de beber la mitad del vaso con el estómago vacío.

 

-¡Asere, me voy en la próxima! Dijo el negro y ella lo aprobó con una sonrisa. Se tambaleaba, cruzaba las piernas como tratando de contener los deseos de orinar, se olvidaba de su necesidad y tiraba dos o tres pasillos en una danza que resultaba macabra.

 

-Yo debo irme, no olvides que soy martillo. Me despedí de ellos con la misma familiaridad que me recibieron. Ella acercó a su puesto mi perga con la mitad de su contenido.

 

Era mediodía y a la suma de todos los marinos retardados en llegar a sus naves se sumaban otra categoría de pasajeros. Era ese equipo compuesto por los picaros supervisores, inspectores y embajadores de las organizaciones políticas, que llegaban siempre a la hora de almuerzo.  Masacote era el divertido lanchero de la embarcación que repartiría la zona norte de la bahía, siempre risueño y servicial, desdentado como todos los Sábalos que se aferraban a permanecer en aquella inmunda y contaminada bahía.

 

Disfrutando del aire acondicionado en mi oficina, regresé nuevamente a la compañía de Roberto y compartí su alegría. Los imaginaba abordando aquella nave inglesa tomando posesión de lo que no les pertenecía para hacer demostración de su poder. La primera reunión del partido la realizarían en el salón de oficiales, no era accidental ese pensamiento. No existió un solo buque donde el partido u otras organizaciones dieran sus aburridas reuniones en el salón de tripulantes. Luego de repartirse los cargos y elegido a su secretario general, imagino al ideológico colocando aquel sagrado mural cerca de la puerta de acceso cercana al portalón.

 

No recuerdo exactamente el barco donde me encontraba enrolado, tuvo que ser uno de los tantos premiados con dificultades y abundantes de discursos o consignas aplaudidas hasta enrojecer las manos. Por esos tiempos me enviaron al “Otto Parellada”, nave dominada por un gran clan de negros racistas, ya me he referido en otros temas a esa situación encabezada por Remigio Aras Jinalte y sus testaferros. Hoy estoy sentado en la sala de mi apartamento disfrutando de una buena temperatura, cambio aquel agradable aire acondicionado por la necesaria calefacción. Los recuerdos de aquella época son recurrentes, insisten en mantenerse vivos ante el miedo e indiferencia de aquellos una vez presentes. Era terrible el racismo que se vivía a bordo, sin embargo, creo haya sido un racismo bueno. Tuvo que serlo porque sus cabecillas eran militantes del partido, o sea, estaba autorizado. En otra nave se vivió un ambiente similar, no recuerdo si se trató del buque “Lázaro Peña”. Nuestra flota era una ensalada de cosas inaceptables y dominaron todo tipo de piñas y clanes. Hoy, muchos de sus protagonistas viven de este lado guardando un profundo silencio, es mejor.

 

¡No quiero negros a bordo! Dijo aquel Capitán inglés y se le jodió el sueño a Roberto de ganar $15.00 dólares más que en Mambisa. Lo imagino bajando nuevamente su bolso con aquella planchada filipina. Se produjo un rotundo silencio donde debió producirse una sangrienta batalla. Se descolgó aquel viejo mural donde se exhibían logros y victorias, nombres de quienes ganaban la emulación, citaciones para reuniones y una u otra foto de los fantasmas fotogénicos que velaban por la revolución desde el más allá.

 

¡Que raro! No expulsaron al Capitán racista y tampoco se le cruzó nota de protesta al Armador. Por la escala del buque fueron bajando uno a uno todos los negros que estaban enrolados, quizás bajaron formando una manada, no de lobos como siempre se proyectaban en sus reuniones, como lo que realmente fueron en sus desdichadas vidas, carneros.

 

¡No quiero mas reuniones a bordo! Fue otra de las órdenes impartidas por aquel Capitán inglés que no se encontró con un Pepe Antonio. Allí permaneció hasta el cumplimiento de su contrato, sin negros, murales, ni reuniones. El gobierno, la representación del proletariado, el que tantas veces hablara del racismo practicado en Estados Unidos, se metió la lengua en el culo para humillación de sus mas fieles soldados. Como aquel del “Otto Parellada”, al parecer, este racismo también era bueno, solo que a la inversa. Coño, es una verdadera pena haber olvidado el nombre de aquel buque.

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2020-12-01

 

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