domingo, 23 de septiembre de 2018

FOTOS Y DATOS INÉDITOS DEL MOTOPESQUERO "ALECRIN"


FOTOS Y DATOS INÉDITOS DEL MOTOPESQUERO "ALECRIN"

          




Hola amigos.- 

A continuación comparto con ustedes unas fotos hasta ahora inéditas del motopesquero "Alecrin" y algunos detalles sobre su captura en aguas venezolanas. Estos datos han sido aportados por el Capitán de Fragata (Retirado de la Armada Venezolana) señor Reinaldo Ramírez, quien tuvo su participación en aquella maniobra militar donde intervinieron varias naves de guerra de Venezuela. 


Quisiera agradecer  profundamente al amigo Reinaldo el aporte que nos hace espontanea y desinteresadamente, material que incorporo inmediatamente al expediente del pesquero del "Alecrín". Muchas gracias por concedernos el privilegio de la primicia de estos materiales que nos resultan interesantísimos e importantes. 
                                                                                           

                                        Reciba un fuerte abrazo.
                                                                                           
                                        Esteban Casañas Lostal









Reinaldo Ramirez20 de septiembre de 2018, 19:26
Soy el CF(R) Reinaldo Ramírez de la Armada de Venezuela. Me gustaría conversar sobre la "incursión" del Alecrín en Venezuela. Yo estaba en el Destructor Almirante Brión D-23 a unas 1000 yardas del Patrullero Calamar, durante los disparos. Saludos

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  1. Esteban Casañas Lostal de septiembre de 2018, 7:40

  2. Estimado Reinaldo Ramírez.- Ante todo muchas gracias por visitar este blog donde se pretende rescatar del olvido la existencias de nuestras flotas. Como podrá observar, he incluido las opiniones que sobre el tema han aparecido en distintas paginas de Internet. No es mucha la información disponible y nos afecta para realizar esta labor el temor o miedo de los protagonistas en aportar sus experiencias.


    Como el sonado caso del "Alecrín" corresponde a una época algo lejana, no creo que las nuevas generaciones de marinos puedan aportar mucho y se depende exclusivamente del testimonio de los que estuvieron presentes. Todo lo demás seria pasto en el campo de la especulación y afectara la construcción de la verdadera historia sobre lo ocurrido. Por favor, si usted posee datos adicionales a los presentados en este caso y deseara aportarlos, seria de una gran ayuda para nosotros. Siéntase en familia y reciba un abrazo de bienvenida.


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  1. Reinaldo Ramirez21 de septiembre de 2018, 9:45

  2. Hola Esteban.

  3. Solo deseo aportar información de mi experiencia como oficial del Destructor ARV Almirante Brion D-23 el cual llegó a la escena del intercepción del Patrullero ARV Patrullero CaLamar ARV P-02 en esa noche del 20 de noviembre de 1968.
    Nosotros recibimos la orden de "auxiliar" al P-02 cuando estabamos distante de él, por lo menos 2 horas. El Cmdte del D-23 apuró la navegación y logramos finalmente colocarnos a una distancia de unas 1500 yardas por la aleta de babor del P-03 cuando este ya había logrado su objetivo de hacer detener la marcha del Alecrín. El Alecrín estaba maltrecho por los disparos del P-03. 
    El comandante del P-03 recibió la orden junto con el comandante del D-23 de escoltar al Alecrín al puerto de Carúpano (Este de Venezuela), lugar más cercano de atraque seguro para las inspecciones de rigor.
    Ya atracados todos los buques en Carúpano, la situación fue controlada por las altas autoridades navales de la Armada de Venezuela. Tomó la vía diplomática incluyendo entendimiento de los gobiernos de Venezuela y de Cuba. De este entendimiento surgió la orden para la Armada de Venezuela de trasladar el Alecrín a la Base Naval CA Agustín Armario de Puerto Cabello (Centro-Oeste de Venezuela). El gobierno de Venezuela aceptó someter a reparaciones al Alecrín, antes de ser devuelto a Cuba. Los entretelones de los acuerdos los desconozco.
    Quiero significar que yo estuve en el Alecrín y recuerdo haber conversado con un comisario político de quien no recuerdo el nombre (una conversación muy informal persona a persona). También visite las cavas de refrigeración, la estación de radio y la sala de máquinas quedando muy impresionado de la tecnología usada en ese buque (muy moderna). 
    Los astilleros de Freire en Vigo me suministraron hace poco unas fotos originales del Alecrín, las cuales pongo a la disposición de tu blog.
    Atentamente.

  4. CF (R) Reinaldo Ramírez Dala

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Esteban Casañas Lostal21 de septiembre de 2018, 14:29
Hola Reinaldo.- Muchisimas gracias por los datos aportados que sumados a los existentes que como un eslabón más, le van ofreciendo grilletes de longitud a esta historia casi borrada entre nosotros y desconocida por millones de los nuestros en la isla. Claro que aceptaria con mucho gusto esas fotos de las que habla, solo existe una de ese barco en todas las paginas de Internet que he visitado. reciba un abrazo y mi agradecimiento

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Reinaldo Ramirez22 de septiembre de 2018, 0:02
Esteban, dime como te envío las fotos del Alecrín.



Reinaldo Ramirez22 de septiembre de 2018, 0:10
Hola Esteban, no se en que parte del planeta te encuentras. Deduzco que Canadá. 
Te recomiendo este foro de mi amigo, Oficial Naval de la desparecida Marina de Guerra de Cuba, Capitán Andrés Vásquez:
http://www.circulonaval.com/Foro/foro_naval.htm
Saludos


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  1. Esteban Casañas Lostal22 de septiembre de 2018, 5:27
    Hola Reinaldo.- Exacto, me encuentro en Montreal, Canadá desde el año 1991 en que deserte de un barco cubano siendo Primer Oficial. Hace muchos años que visito la pagina de Andres y en ella hay varias colaboraciones mias, inspirado en esa pagina fue que abri el Foro Naval Cubano "Faro de Recalada" en el año 2009.

    Faro de Recalada: https://www.tapatalk.com/groups/diario_de_bitacora/


    las fotos me las puedes enviar a la siguiente dirección email:

    estebancl1949@hotmail.co.uk

    Un fuerte abrazo y gracias por todo.



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Pueden encontrar el historial que poseemos sobre el pesquero "Alecrin" en la siguiente dirección :


Faro de Recalada´

https://www.tapatalk.com/groups/diario_de_bitacora/pesquero-alecrin-t3827.html



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viernes, 21 de septiembre de 2018

LA ATLÁNTIDA


                                                        LA ATLÁNTIDA



Entre las grandes satisfacciones que me ha dado la vida, sobresale por encima de todas el haber compartido siempre la compañía de mi abuelo. Creo, sin temor a equivocarme, es una de las personas más admirables que he conocido. Gracias a su gran paciencia y dedicación, hablo, leo y escribo en español, tengo dos culturas y siento en lo más profundo de mi alma que pertenezco a dos pueblos. 

Mi abuelo siempre detestó a las personas que trataron y tratan deshacerse de su identidad y raíces, dice que son falsas, gente plástica, débiles de mente y en muchos casos unos cobardes. Alega siempre que nada de lo que pudo haberle sucedido a una persona en el pasado, justifica en lo absoluto tratar de borrar las huellas que lo atan a su tierra.

Después de estar viviendo aquí por cuatro décadas, él se encuentra intacto, casi virgen, como si lo hubieran acabado de sacar de un santuario donde le otorgaron un día su nacionalidad. Su lenguaje conserva la frescura de la tierra que lo vio nacer, cargado de refranes y dicharachos, usando palabras donde en oportunidades es muy difícil diferenciar cuando está alegre o enojado. Sus costumbres no han variado mucho de acuerdo al criterio de mi abuela, siendo las más importante de todas sus hábitos alimentarios, bañarse todos los días, oír la música con el volumen bastante alto, cosa que es totalmente inusual en este país y aunque oye todo tipo de música, la de su país tiene un sitio especial en su preferencia, para él sigue siendo la mejor del mundo. Hablar alto en las pocas reuniones donde participa con otros paisanos de su tierra, es otro de los hábitos que no ha perdido. Así como, esa maravillosa costumbre de llamar a todo con diminutivos, como si su país estuviera habitado por gigantes. Muchas grandes virtudes tiene ese noble abuelo que Dios me concedió, hoy algo lento por el peso de los años, con achaques de reuma y artritis provocados por el intenso frío de este país, pero un hombre al que quisiera imitar en todos mis movimientos.




Una de las cosas más grandes que le sucedió a mi abuelo en su larga vida, fue mi llegada a este mundo y que me bautizaran con su nombre. Yo soy el único nieto varón de la familia, y aunque nos quiere a todos por igual, él siempre se empeñó en que yo fuera su fotografía. Desde los primeros meses se produjeron batallas campales en mi hogar, trataron de alimentarme como a los niños nacidos en este país. El viejo se opuso totalmente a las decisiones tomadas por mi madre y mi abuela influenciadas por el modo de vida americano. Alegó que tenían que alimentarme como lo habían hecho con nuestros antepasados. Teta, ésa era la orden de mi abuelo, la teta en los primeros tiempos para que hiciera estómago y adquiriera anticuerpos. Luego, cuando diera muestras de estar algo fuertecito, leche de vaca, como la tomaron todos en su país, primero con un poco de agua y luego pura. Él quería que su nieto fuera fuerte como un tronco, después, nada de cereales ni papillas, siempre las llamó comidas artificiales. Sancocho, como le decía mi bisabuela a unas comidas con las que se alimentaron todos mis antecesores. Dice mi madre que era una especie de sopa donde agregaban todo tipo de vegetales y viandas, carne de res y pollo, luego, lo pasaban por una licuadora y daba un caldo delicioso. En realidad y aún de grande, le pido a cada rato a mi madre que me prepare un poco de ese mejunje.





Cuando mi madre y mi abuela se iban de compras, mi abuelo les ordenaba que me dejaran, decía que las tiendas eran cosas de mujeres, entonces, aprovechaba su ausencia y me sacaba en el coche. Me contaron que andaba por todo el barrio conmigo, todos los vecinos estaban acostumbrados a vernos pasar. A veces descansaba en algún parque y tengo la impresión de estar oyendo su voz sin parar hasta quedarme dormido. Siempre fue así, hasta que un día fui ganando el uso de la razón y me acostumbré para siempre a su compañía. La sentía desde muy lejos, aquellos grandes discursos que me daba los iba comprendiendo, y si antes los interpretaba como cuentos con los cuales me dormía, ahora tenían un efecto contrario. Le ponía más atención y me daba cuenta que estaba aprendiendo, mi abuelo lo entendió así. Entonces, nuestras salidas eran más frecuentes y las conversaciones de un solo lado eran interminables. Sus preguntas encontraban pocas y monosílabas respuestas, pero aún así, él sabía que estaba ganando terreno.

Cuando ya podía valerme de mis piernas y mi abuelo no estaba tan viejo, salíamos más lejos, él siempre cargaba una mochila con todo lo que yo pudiera necesitar. Gustaba mucho de ir hasta un lugar de esta ciudad conocido como la Montaña, también le dicen Mont Royal. El autobús nos dejaba bastante cerca de allí, pero siempre y antes de salir en esa dirección, mi abuelo compraba un gran paquete de maní que luego, las ardillas y palomas que nos encontrábamos en el leve ascenso, venían a tomarlas de nuestras manos. Estos animalitos se reunían a nuestro alrededor mientras compartíamos entre todos para que tocaran a partes iguales, algunas palomas se subían en nuestros hombros, brazos y las más atrevidas sobre nuestra cabeza. Ardillas paradas sobre sus dos patas traseras extendían sus manitas pidiéndonos el sabroso grano, entonces, mi abuelo me hacía la historia de los maniseros en su país natal.

La llegada de ellos, que casi siempre la hacían en horas de la tarde en el barrio donde él vivió, era motivo de alboroto para todos los muchachos, todos corrían a implorarle a sus padres para que les compraran un cucurucho de maní. Los maniseros se hacían sentir con sus pregones desde una cuadra antes de llegar a la puerta de la casa donde sabían que había muchachos. Era todo un espectáculo, porque algunos de ellos tenían buena voz y sus pregones eran cantados. Llegaban con una o dos latas de esas que se utilizaban para envasar aceite de unos veinte litros de capacidad, pero que habían sido preparadas con un doble fondo. En la parte inferior podía observarse que llevaban carbón encendido para mantener el maní bien calientico. El precio de un cucurucho fue variando con el tiempo, pero mi abuelo se acuerda de los primeros tiempos en que los compró, cada uno costaba dos centavos, luego, se iban comiendo uno a uno los granos para que les durara bastante. Siempre terminaba cualquier cuento diciendo, aquello si era maní, aquello se olía a dos cuadras, esto que hoy le damos a las ardillas y palomas, el grano es más grande, pero ni huelen, ni tampoco saben a nada, el de mi tierra era el mejor. Continuábamos subiendo lentamente disfrutando de las bondades que ofrece la naturaleza en el verano. Durante parte de ese trayecto éramos seguidos por insistentes palomas, pero en los árboles se podían observar aves que solo nos visitaban cuando llegaba la primavera. Así un día, mi abuelo distinguió entre ellos a uno negro como el azabache que a ambos lados de sus alas tenía una marca anaranjada. Dijo que en su país era conocido como Mayito, entonces, me hablaba de sus aves. No puedo explicarme, decía, ¿cómo es que vienen desde tan lejos?, bueno, continuaba su monólogo, desde México llegan mariposas todos los años. Si vieras las aves que allá tenemos, las nuestras y las inmigrantes, los colores son bellísimos, un ejemplo de ello lo es el Tocororo. Aves de canto tenemos para no envidiar a nadie, el Ruiseñor en las montañas y el Sinsonte en el llano, el día que conozcas mi país te asombrarás cuando oigas cantar un Sinsonte. Este pájaro imita el canto de casi todas las aves, por imitar produce hasta el maullido de un gato. Qué te cuento de aves peleadoras, no hay nada más bravo que un Pitirre defendiendo su nido, de verdad, tenemos muchas aves hermosas... Luego, al final de cada pequeña historia, nos acompañaba un corto silencio, era como si mi querido abuelo estuviera hurgando en los archivos de su memoria, sin darnos cuenta nos encontrábamos en el mirador. 

Su mirada cansada y un poco triste se perdía en el infinito, siempre se detenía cuando se cruzaba con el majestuoso puente Jacques Cartier, él lo adoraba, tal parecía que había trabajado en su construcción, era una de las cosas que más admiraba de Montreal. La ciudad estaba bajo nuestros pies, los altos edificios del downtown no se apreciaban tan grandes desde esta altura. Nada impedía nuestra panorámica visión hasta varias millas de donde venía bajando el río San Lorenzo, ancho, largo, caudaloso. Yo sabía que me haría mención de su mar, de ese que rodea a aquella maravillosa isla por la cual yo sentía cada momento de mi vida un apasionado interés. Allí me hablaba del azul tan puro que tenían esas aguas, de las fantásticas vistas desde El Morro de La Habana, del Morro de Santiago de Cuba, muy cercano a donde comienzan las elevaciones de la Sierra Maestra, de lo impresionante que se observa el Pico Turquino visto desde un barco, la belleza de la entrada a la Bahía de Cienfuegos. Me sugirió que el día que visitara su país, tratara de ocupar una ventanilla en el avión para que desde las alturas, pudiera apreciar las distintas tonalidades que ofrece ese mar al aproximarse a las costas, dice mi abuelo que es un espectáculo inolvidable. Un poco tarde, después de merendar en la tranquilidad que solo era rota por el viento, cargado con un poco de nostalgia emprendíamos nuestro regreso. Caminábamos sobre nuestros pasos en silencio, yo sabía que mi abuelo estaba triste, pero como era tan pequeño, no encontraba explicación a esa insistencia por hablarme de cosas que lo herían.

Por él me hice un gran amante de los frijoles, nos sentábamos juntos en la mesa y casi siempre los comía a su estilo. Un gran plato de ellos, de cualquier clase, acompañados por una buena rebanada de pan, de ese pan acabado de comprar en la panadería. Así, mientras comíamos, abuelo me hablaba del pan de su país, mencionaba uno que llamaban de agua y que llevaba prendida una tira de la hoja de un árbol. Dice que ese pan era delicioso y aunque el francés es superior en calidad, él no lo podía olvidar. Mi abuela siempre protestaba cuando pedíamos frijoles para comer, antes, las peleas eran solo con mi abuelo, pero ahora él se reía porque aquellas protestas de la vieja, como él la llamaba de cariño, eran compartidas entre ambos.





Siempre íbamos al Mercado Jean Talón con una listica que nos hacía la abuela, ese era el lugar más popular de Montreal para comprar todo tipo de frutas, vegetales, verduras, viandas, etc. En el verano era encantador acudir a esa cita con mi abuelo, aquella plaza tenía en esa época más colores que el arco iris por la cantidad de plantas ornamentales y flores que allí se vendían. Por momentos era casi imposible caminar, los sábados y domingos se abarrotaba de gente, gente de todas las nacionalidades que vivían en mi hermoso país. Cuando nos parábamos frente a una tarima de mangos, mi abuelo seleccionaba el que consideraba mejor y me lo daba a oler, entonces me preguntaba, ¿qué te parece? Yo le respondía ingenuamente que olía delicioso, él se reía ante esa respuesta. Luego salía al ataque, eso lo dices porque no sabes lo que es un mango, esto no huele a nada, esta fruta ha sido cortada muy tierna del árbol y se maduró en la transportación hasta aquí. Cuando vayas a mi país comprenderás lo que es el olor de un mango tomado maduro del árbol, si un día te sentaras dentro de una arboleda de mangos, no necesitarás oler una fruta porque su fragancia estará en el aire que allí se respira. Su dulzor es mucho mayor que el de la fruta cortada tierna, además, aquí solo has conocido dos o tres variedades de ellos. Deja que estés allá, conocerás la manga amarilla, el mango de chupeta, el mango macho, el filipino, el manzano, el jobo, el huevo de toro, el mango del Caney y otros más que ahora no recuerdo, ya te digo, los mangos de mi país son los mejores. Si había una cosa que me sorprendía en mi abuelo lo era su prodigiosa memoria, yo no podía comprender como recordaba aquellos nombres después de haber pasado tantos años sin regresar a su país. En ese mercado comprábamos malanga, yuca, ñame, boniatos, plátanos verdes, quimbombó, guanábanas, culantro, berro y muchas otras cosas de la dieta de mi abuelo que después fue mía. Recuerdo que en ocasiones yo invitaba a amigos de la escuela a comer en mi casa y mostraban asombro por el gusto de nuestras comidas, digo, la comida de mis abuelos que después fue la mía. Nunca acepté la que me ofrecían mis padres, ellos se adaptaron rápidamente al modo de vida de este país, a las comidas pre-elaboradas. Yo las encontraba artificiales y sin gusto, sosas y sin color, así, con apenas pocos años de vida, me estaba convirtiendo en el retrato de mi abuelo.

Otros días en algunas de nuestras salidas, mi abuelo entraba a una cafetería para que yo me tomara un helado mientras él pedía un café expreso. Siempre que le traían la taza humeante la olía para después criticarla, ¡esto no es café ni cuatro cuartos! Cuando vayas a mi país, dile a cualquiera que te invite a una taza de las que preparan allá. ¡Mira, muchacho! Había cafeterías donde quiera y la taza costaba solo tres centavos, pero cuando lo estaban colando se enteraba el barrio entero por su aroma. Paraban las guaguas y detrás del chofer bajaban varios pasajeros que no podían evitar el deseo de tomarse un buchito de aquello. Luego, el chofer los esperaba a todos sin ponerse bravo, es más, dile que te lleven al café de Raúl, es pequeñito, se encuentra en la calle 51 de Marianao, era muy famoso. Allí paraban todos los carros y camioneros, es asombroso, no les ponían multas por esto, pero si no te llevan allí en cualquier lugar de La Habana te podrás tomar un café igual.




Cuando salíamos por la calle St. Catherine, una de la más transitada por peatones en esta ciudad, mi abuelo no podía evitar hablar de las principales calles de La Habana. Esto, decía, no se puede comparar con Galiano, había que ver esa calle decorada por navidad, y qué decir de la calle Monte desde la misma esquina de Tejas hasta donde termina. Esa si era una calle llena de comercios, igualito que Reina, Belascoaín, Infanta, eran muchas. La gente salía por las noches para admirar aquel desfile de luces, no hacía falta dinero para eso, sin darte cuenta caminabas kilómetro entero cegado por todas aquellas vallas lumínicas y el brillo de los cristales de las vidrieras. Esa sí era una ciudad, había que verla, y aquellas mujeres hermosas de un estilo particular al andar moviéndolo todo. Deja que veas lo hermosas que son las mujeres de mi país, vas a querer casarte con una de ellas. Si un día tenías mucha hambre y cargabas poco dinero, te llegabas a la Plaza de Cuatro Caminos que estaba abierta las veinticuatro horas del día. Allí podías comer por una peseta, comer hasta reventarte, te lo digo yo. Cuando tenías más de un peso te comías un bueno y gigante sándwich cubano y te tomabas un batido de cualquier fruta, eso sí, lo preparaban delante de ti y te podías acostar tranquilo. Cuando vayas, dile a nuestros parientes que te lleven al Bodegón de Toyo, allí los preparan muy buenos, de lo contrario, puedes ir también al paradero de La Víbora, no tienen nada que envidiarles a estos.


Fueron varios años compartiendo la dulce compañía de mi abuelo, sin darme cuenta, me estaba pasando una transfusión con todos sus sentimientos. Llegó a convertirse para mí en una obsesión aquel país maravilloso donde nacieron todos mis antepasados, deseaba con locura ser grande para ir a conocerlo. Llegué a amarlo tanto como al mío, me sabía desde pequeño su himno, me sentía atado a su bandera. Sin embargo, mis padres no eran así, mucho menos otra gran cantidad de cubanos que llegaron en tiempos posteriores. Para esto yo era incapaz de encontrar una respuesta, me di cuenta que había un enorme vacío en el espacio y que todos evadían llegar a ese punto, durante mucho tiempo viví ignorando los motivos.

Cuando terminé los estudios secundarios, mis padres como premio me ofrecieron un viaje a Disney World, yo les manifesté mi interés por conocer la tierra de mis abuelos, ellos aceptaron. Un día cualquiera de ese verano partí por dos semanas, siempre presté mucha atención a todas las indicaciones que me hiciera mi abuelo. Al estar en su tierra me sentí totalmente defraudado, llegué a pensar por unos instantes de que mi viejo me había mentido durante estos largos años pasados. Ninguno de los jóvenes con los cuales compartí conocía las narraciones que yo les hacía, les provocaba risa y decían que yo tenía una gran imaginación para inventar cosas. Ofendido por esta razón me mantuve la mayor parte del tiempo y no puedo negar que estaba desesperado por marcharme. Un día, se me ocurrió sentarme a conversar con uno de los hermanos de mi abuelo que aún vivía; este me confirmó todo lo que yo sabía desde niño, todo lo que con tanta dulzura me contó mi abuelo había sido cierto, pero ese país tan hermoso ya no existía.

La aeromoza me zarandeó levemente por el hombro, cuando al fin abrí los ojos, con una sonrisa estudiada solicitó que me pusiera el cinturón de seguridad, yo estaba loco por llegar a la casa pensando que mi abuelo me esperaría con uno de sus acostumbrados frijoles, eso fue lo que me vino a la mente en ese momento. Durante el trayecto hasta la casa saqué de mi mochila unas cartas que los primos de mis padres les habían enviado. Mi abuelo viajaba en silencio observando y oyendo cada palabra que yo pronunciaba.
Allí estaban los frijoles listos y como era la hora en la cual mis abuelos tenían acostumbrado comer, con mucho gusto me senté a la mesa. Para alegrarlo un poco saqué un gran aguacate y se lo di para que lo picara, en sus ojos pude ver la alegría que esto le causaba.
Pasada una media hora y cuando nos quedamos solos en la sala, mi abuelo me preguntó cómo había sido la experiencia, quería saber si me había gustado el país. En ese momento que yo nunca hubiera deseado que llegara, se me hizo un nudo en la garganta y me invadió todo el dolor que sentí al conocer su tierra.
-Abuelo, tu país no existe, desapareció como le sucedió a la Atlántida, es mejor que lo sigas conservando así de bello en tu memoria. Una vez llegué a pensar que todo había sido fruto de tu imaginación, eso es, aquel país solo existe en tus recuerdos.




Mi abuelo se dirigió hasta la ventana y su mirada se perdió en el vacío, permaneció mudo por mucho rato, pude ver con dolor como brotaron de esos ojos cansados por los años unas gruesas lágrimas, yo nunca lo había visto llorando, no pude evitar llorar con él.


Mi modesto homenaje a todos esos viejitos que lucharon contra el tiempo tenazmente para seguir siendo cubanos. En muchos casos hasta la muerte, pero que supieron trasmitir a las nuevas generaciones todo el amor que sintieron por su tierra, sirva de lección también a esos que hacen lo imposible por borrar su identidad.



Esteban Casañas Lostal
Montreal, Canadá
1999-10-23


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miércoles, 19 de septiembre de 2018

TRES PRÓLOGOS PARA UNA VIDA




Tres prólogos para una vida.


Sintetizar la extensión de una vida no es tarea fácil, voy por el quinto libro y considero que aún quedan muchas páginas sueltas. No todos los seres humanos cuentan con el mismo grosor de ese libro, pero por muy corto que sea, resumirlo en cuartillas es una tarea muy difícil y no todos poseemos la habilidad para hacerlo. Considero que en mis últimos tres libros he mejorado algo en ese intento por comunicar o compartir hojas que puedan resultar útiles a otras personas. Esto se debe a la experiencia adquirida en miles de tropiezos y a la ayuda desinteresada de varios amigos. No es una operación sencilla tratar de incursionar en un territorio al que no has pertenecido, la literatura es sagrada y la respeto, razón por la que nunca me he considerado "escritor" y reincido en mi posición. Soy solamente un marino trovador o cuentero, como muchos hombres que navegaron conmigo. Quizás la soledad y aquellas angustiosas guardias de navegación nos obligaron alguna vez a crear constantemente nuevas versiones sobre un mismo cuento que, repetíamos cada viaje ante el nuevo compañero de guardia. Puede que de esa forma y el consumir decenas de libros por viajes, hayan influido en mí hasta el extremo de convertirme en un individuo atrevido que marcha por campos minados, porque eso es hoy día la literatura, una zona de guerra donde debes tener mucha precaución cuando andas.
Escribo por placer y para dejar constancia de una época en la marina mercante cubana, por supuesto, con sus muelles de atraque incluidos dentro de una isla enferma. Nunca he pretendido lucrar con lo que hago y dedico cientos de horas al mes y miles al año a este empeño. Me autopublico y cómo deben suponer, tiene un costo económico que nunca he rescatado. No busco fama alguna y si la encuentro, ojalá que venga con algo de plata también, no con la intención de hacerme rico, solo para disfrutar el corto camino que me resta de vida.
Como todo lo hago con satisfacción y respondiendo a necesidades personales que, muy bien pueden considerarse colectivas por su contenido, no me molesto en lograr el apuntalamiento de famoso alguno para darme a conocer o que lean mis trabajos. He invitado, eso si, a varios amigos tan simples como yo para que me acompañen en ese viaje imparable que puede representar las páginas de un libro. Puedes agotar todo tu combustible y ellos continúan su marcha. Esas personas por las que siento gran respeto y admiración han escrito unos prólogos maravillosos, donde entre otros detalles, incursionan en mi vida con el escarpelo del mejor cirujano. A todos ellos mi infinito agradecimiento y cariño. No tengo a mano los de mis primeros libros, pero tampoco puedo dejar de mencionarlos. Robert Solera en ¡Cuba es un cuento, Compay! Mi amiga mexicana Esmeralda Mora en "Trapitos sucios", y estos tres que pongo a su disposición debidamente firmados.

Muchas gracias por las descripciones tan particulares que hacen de mi persona y obra.

Los quiero.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2017-06-29



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Después de la Galerna.

Prólogo.


Toda mi vida, según lejanos recuerdos, la he pasado entre barcos, marineros y con el mar permanentemente de fondo. Siendo casi un bebé, mi padre me llevo a uno de sus buques, y desde entonces, los olores peculiares de los barcos, , pinturas, combustibles y escaramujos, han sido parte constante de mi entorno. Por lo tanto, al llegar la hora de escoger carrera, sin pensar mucho en el futuro, escogí el mar como modo de vida y seguí los pasos de mi progenitor.
Este no solo alimento mi vocación e inclinación con su ejemplo y prestigio. Además, mis primeros libros, provistos constantemente por él y devorados uno tras otro por mí en detrimento de los colegiales, fueron las obras de Emilio Salgari, Julio Verne, Herman Melville, Joseph Conrad y otros, cuyo contenido eran biografías, aventuras e historias del mar. Por un lado Lord Horatio Nelson y por otra Sandokan y el Corsario Negro, fueron mis héroes infantiles y llegué a poder recitar de memoria páginas enteras de sus avatares. Así que un día de Agosto de 1957 sellé mi destino ingresando en la Academia Naval del Mariel, de donde fui inmediatamente separado el 5 de Septiembre por la tormenta política que azotaba Cuba, reingresando una vez depuesto Batista, hasta lograr terminar en 1965 después de haber sido expulsado días antes de graduarme por "deficiencias ideológicas". Pude terminar luego y comenzar posteriormente una accidentada carrera profesional.

He de decir que al recibir un mensaje de Esteban Casañas Lostal solicitándome la redacción del prólogo para uno de sus libros y que llevará por título "Después de la galerna", me sentí ciertamente sorprendido.
A pesar de deambular ambos en la misma época por barcos y oficinas marítimas, nunca se cruzaron frontalmente las carreras del que suscribe y del autor, bien a bordo de un barco o en los destinos alternos que tuve en la flota o el astillero. Es decir, nunca lo conocí personalmente.

Comencé a oír hablar sobre Casañas cuando en el año 1991, desertó del buque de carga refrigerada "Viñales" en el puerto de St. Stephen, Canadá. Comienza a partir de ese momento una labor de captación y ayuda a los marinos que constantemente abandonaban los barcos cubanos en puertos canadienses, constituyéndose una verdadera pesadilla para la embajada cubana en ese país, y desde luego, para la seguridad del estado y el partido comunista de Cuba.
Como se infiere en algunos de sus relatos, Esteban Casañas es un producto de sí mismo y del momento que le toco vivir. Es el resultado de una voluntad férrea para sortear las dificultades y obstáculos que le pusieron enfrente, estudiando su carrera como oficial náutico partiendo de marinero de cubierta, formando parte de los "marinos embajadores", nombre rimbombante con que el régimen bautizó a aquellos jóvenes que, después de la consabida purificación revolucionaria en labores agrícolas, enviaban como tripulantes a los barcos para sustituir a los marinos viejos, "contaminados de capitalismo e ideas burguesas y salvar la flota para la revolución", según postulaba el partido.
Casañas fue enviado a pasar un curso de oficial náutico en la M/N "VIETNAM HEROICO", un viejo buque de pasaje holandés convenientemente transformado en buque escuela. Su posterior carrera es un fiel relato de la marina mercante cubana, sus barcos y sus tripulaciones, magistralmente captados por su pluma. En su desempeño como marinero y luego como oficial, adquirió una experiencia poco común, al transitar por casi todos los cargos y compenetrarse con la marinería, conoció en carne propia sus problemas y vicisitudes.

Al mismo tiempo, pudo encontrarse siendo oficial con capitanes y oficiales con gran prestigio y valía. También con otros que se arroparon bajo el manto de las organizaciones políticas y la seguridad del estado para compensar su ineptitud, pudo constatar la situación prevaleciente en la flota. El hecho de haber navegado en algún buque bajo el mando de personas a las que superaba en conocimiento y don de mando y negársele la posibilidad de llegar al cargo de Capitán a el mismo, le produjo, según mi opinión, una carga de resentimiento e inconformidad que se refleja en toda su obra literaria. Llegó al cargo de Primer Oficial sin ceder en sus criterios políticos. Esto le costó que se le cerraran las puertas para acceder al cargo superior. Le fue escamoteada la posición que se había ganado a pulso con sus esfuerzos y muchas horas dedicadas al estudio.

En su vida marinera pudo conocer a una serie de personajes que cubrían todo el espectro de colores y matices de la personalidad humana. Unos humildes y laboriosos, otros muy vivos o pendencieros, algunos indisciplinados, borrachos y casi todos expertos en burlar los métodos y reglas de las aduanas. Es decir, una típica marina mercante.
Tal es la masa heterogenea que conforma y aglutina a los marinos, que esa estrecha vinculación con el medio influyo notablemente en la carrera y la personalidad de Esteban Casañas. Para resumir, es un lobo de mar por cuyas venas corre tanto la sangre como el agua salada, cuya forma de pensar, léxico y manera de actuar, son totalmente las de un marino de la cabeza a los pies. Casañas describe a hombres (y mujeres) y hechos con una narrativa apasionante, bien hilvanada y absolutamente realista. Tanto, que a medida que leemos cada línea, nos parece balancearnos en el puente o la cubierta de un barco o ensordecer con la algarabía de un bar portuario entre los aromas del humo de tabaco, los vapores de las bebidas alcohólicas y la presencia de las meretrices locales.

Finalmente nos adentramos en la desgraciada metamorfosis de la flota mercante cubana, en la que se degradó la convivencia, la disciplina y hasta cuánto de sórdida y miserable llegó a convertirse la existencia de gran parte de los marinos cubanos en barcos nacionales o extranjeros contratados por Cuba.

Casañas presencio la llegada de las mujeres como tripulantes de los barcos, primero como camareras y luego como sobrecargos y oficiales de cubierta. Esta decisión revoluciono la vida a bordo de los barcos trastocando la actuación de las tripulaciones y provocando un sinfín de problemas y relaciones a bordo. Hombres y mujeres enrolados en las embarcaciones en proporciones desiguales desataron pasiones extremas, celos, y como consecuencia indisciplinas, enfrentamientos y enemistades, hasta muertes por asesinato. Pero es justo decir que las camareras contribuyeron y mucho a mejorar las costumbres, la limpieza y la higiene a bordo. Como consecuencia colateral de esa experiencia, surgen matrimonios por un lado y divorcios por otro. Casañas describe esas relaciones a veces en primera persona, lo hace con crudeza y ese realismo en ocasiones demasiado explicito, es decir, muy gráficamente desde el punto de vista del lenguaje que utiliza.

En estos relatos que van a leer se evidencia el obcecado amor del autor por los barcos y el mar. En ellos se plasma la rudeza de la vida marinera en forma vivida y sin tapujos. En muchas de sus descripciones del estado de la mar y su interrelación con el barco, asoma una sensibilidad que sorprende e incluso emerge cierta fragancia poética. Asimismo, el resentimiento y la frustración por las condiciones descritas y la discriminación por él sufrida, se refleja de forma clara en el tema de sus escritos y en sus personajes. No siempre coincido con sus criterios sobre algunas personas, pero debo reconocer que toca la diana en algunos casos con precisión. He de expresar de nuevo, que no me satisfacen las descripciones crudas y explicitas de sexo en algunos capítulos, pero reconozco que la libertad de redacción es la opción de cada escritor.

Finalmente, quienes pertenecemos a las generaciones de marinos afectados de una u otra forma por la revolución cubana, debemos reconocer en Casañas méritos que son irrebatibles: ha quebrado lanzas por los hombres de mar cubanos, esos eternos olvidados, maltratados, calumniados, explotados y finalmente abandonados por el sistema. Ha prestado su ayuda por encima de sus posibilidades a cuanto marinero u oficial ha solicitado su colaboración, brindando incluso alojamiento en su propia casa y alimentándolos a sus expensas, a veces a sus propios enemigos enviados a neutralizarle. Ha escrito y descrito magistralmente la vida a bordo, tanto los actos de valor, amistad y compañerismo de unos como las miserias humanas producto de la envidia, la cobardía y la ambición desmedida de otros. Sus relatos rebosan salitre y evocan en el lector galernas y tempestades, recuerdan a los entendidos las interminables horas de guardias de mar o de operaciones en los puertos y desde luego, al "water front" con sus bares y timbiriches y la prostitución colateral. Nos llevan como en una cinta cinematográfica a vislumbrar los momentos de peligro y de tensión que se producen durante la navegación y las maniobras en aguas restringidas, en zonas minadas o bajos fondos. Los principios de incendios o fuegos inextinguidos, la añoranza y la melancolía que experimentan esos hombres rudos y decididos por los hogares que han dejado atrás, por sus esposas y por sus hijos y percibir el sufrimiento, la tristeza por la lejanía de la familia y los momentos inevitablemente bajos motivados por una parte, por los nacimientos, los cumpleaños o celebración de navidades o fines de año y por otra el fallecimiento o enfermedad de un ser querido, estando ausentes en medio de la mar o en un puerto lejano y sin posibilidad de retorno inmediato. Y desde luego, la magia y la felicidad del regreso a casa. Su léxico marinero, sus frases de maniobra, las llamadas por radio a la empresa naviera o los Prácticos, recrea de forma exacta lo que constituyó las costumbres en los barcos de la marina mercante cubana hasta su desaparición.

No menos meritoria es la redacción y mantenimiento de su página web y su blog, ampliamente conocidos incluso internacionalmente, lo que, sumado a su incansable búsqueda de datos históricos, anécdotas y fotografías, lo colocan por derecho propio en un lugar destacado en la historia reciente de la marina mercante de Cuba, y como decimos los cubanos, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese.

Augusto A. Juarrero Gutiérrez
Capitán de la Marina Mercante.
Alicante, España, a 20 de Febrero del 2012



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El Concierto de mi vida

Prólogo





El “No Prólogo”


…“Pero el Gato también ha cumplido su parte del trato. Ha matado Ratones y se ha portado bien con los Bebés mientras estaba en casa, siempre que no le tirasen del rabo con demasiada fuerza. Pero una vez cumplidas sus obligaciones y en sus ratos libres, es el Gato que camina solo y a quien no le importa estar aquí o allá, y si miras por la ventana de noche lo verás meneando su salvaje rabo y andando sin más compañía que su salvaje soledad... como siempre lo ha hecho”… 
                                                       
                                                           
                                                                   El gato que caminaba solo 
                                                                            Rudyard Kipling 



Se pueden escribir libros de muchas maneras. Se llega a escritor por diferentes caminos y a distintas edades. Se pueden escoger los variados géneros literarios para expresarnos: prosa, verso. Se puede escribir literatura de ficción, novela, teatro, testimonial, aventuras, romántica, romántica-erótica (según algunos), religiosa...etc., hay infinitas formas. Pero cada libro es único e irrepetible si el que lo escribe, lo hace desde la más absoluta honestidad, dejando salir en forma de palabras mágicas, todo aquello que su mente recrea. A veces, el escritor solo ejerce muy bien la función de imaginar y contar. Se combinan magistralmente frases, lugares, atmósferas. Se crean mundos mágicos, inexistentes, pero al  que el buen escritor nos traslada, colmando quizás esa inconfesable necesidad que todos tenemos de “evadirnos”. Casi siempre, estos escritores ganan mucha fama, porque son buenos haciéndolo. Y ganan premios, méritos y hasta pasan a ese paraninfo de los “sagrados iconos”, que con esto de Internet y las redes sociales, nos saturan hasta el aburrimiento con el “corta y pega” de sus frases y párrafos famosos (aunque también es cierto que si no fuera por esto, muchas personas ni se hubieran enterado ni del nombre ni de las obras de algunos de ellos) 

¿Cómo ha llegado Esteban Casañas a ser escritor? Esa pregunta solo podría responderla seguramente él. Aunque de diversas formas, para quien ha seguido su andadura por algún tiempo, él ha dado esta respuesta, a trozos quizás, en los diferentes escritos y post de aquel Blog: FARO DE RECALADA. De ese Blog nació mi “enganche” al Esteban Casañas “escritor”. 

Estoy escribiendo estas líneas a solicitud de él y me ha sido difícil. Me pidió un “Prólogo”. Y me asusté, ¿prólogo? No soy escritora, no puedo saber escribirlo, me dije mil veces. Es que estamos tan acostumbrados a los “prólogos” sesudos, enjundiosos, proféticos e irrebatibles, que esa palabra ha llegado a tener connotaciones demasiado académicas. Pero buscando la fecha en que me hice miembro del Blog de Esteban, de pronto comprendí algo tan simple como esto: No tengo que escribir un “prólogo”, tengo que sencillamente volver a hacer lo que hacía en aquel Blog; dejar que las palabras relaten lo que pienso y siento.
Nada de “complacencias”, nada de palabras “políticamente correctas”, nada de “beatitudes” ni de... es bueno, pero... No voy a hacerme esas concesiones. 

Antes escribí entre comillas, refiriéndome a Esteban “escritor”. La razón, aunque a priori pueda parecer despreciativo, es que es la única faceta que conozco de este ser humano. Nunca nos hemos tomado juntos un café, no digo ya compartido una comida, nunca había oído hablar de él. Hemos hablado por teléfono, ¿cuántas veces? Cuatro quizás. No nos hemos visto en persona nunca. No hemos compartido lugares de trabajo, amigos, eventos sociales. Los mensajes cruzados no llegan a 15, creo. Y siempre por motivos muy puntuales concernientes al Blog. No vivo en Miami, así que las referencias de personas y amistades es casi nula. Entonces, ¿cómo y porqué comencé a leer, seguir y defender a este “ contador de historias” (como el mismo se definió en algún momento). 

Fue un 28 de febrero del año 2009 cuando, después de haber visitado el Blog “Faro de Recalada casi cada día, decidí hacerme  miembro. Yo había llegado de Cuba el 31 de Diciembre de 1999. ¡Me tomó 9 años hacerme con Internet!, los ordenadores etc. En Cuba había dejado TODO, vine a España a reunirme con mis hijos, había “quemado mis naves “. Lo que por supuesto no había quemado, eran mis recuerdos más amados, mis estremecedoras vivencias, mis sufrimientos, pero sobre todo, el recuerdo de mi difunto esposo. Trabajó en Mambisa y en uno de sus barcos encontró la muerte, anticipada, injusta, inexplicable. Pero aquel hombre maravilloso me hizo descubrir el mundo mágico y casi surrealista de los marinos cubanos. No era marino de profesión. Lo suyo eran los motores de cualquier tamaño, marca o potencia. Pero, al propio tiempo, era igual que Esteban. Un agudo observador del mundo que lo rodeaba y un increíble descubridor de los detalles y fábulas que, convierten lo prosaico y común en lo “real, maravilloso”. Aquel mundo le atrapó, y a mí con él. 
De su mano conocí las vicisitudes, el hambre, los “privilegios políticos”, la cobardía de mediocres oficiales y tripulantes. Pero también conocí de la lealtad, el valor, la responsabilidad de muchos, de  la gran mayoría de ellos. Largas conversaciones, enjundiosas, anécdotas, diarios de sus pocos viajes, (con “claves” que solo conocíamos él y yo, ¿se podrán imaginar, no? . Mi hijo decidió seguir sus pasos. el sí curso la Academia y se graduó. Pero muy pronto, harto y desilusionado, optó por la libertad , teniéndose que labrar su futuro a golpe de mucho valor. 
Así fue como comencé a leer a Esteban Casañas Lostal. Me sumergí en sus escritos, en sus relatos, odios, frustraciones, amores y batallas. Me atraparon porque podía reconocer y reconocerme. Y yo también escribí, bueno al menos lo intenté. Casi siempre porque surgían “los ataques”, a veces era envidia y otras las persecuciones políticas que aún en el destierro persiguen a los que ya no tienen por qué seguir callando. Faro de Recalada se convirtió en un campo de batalla. Pensado para que los marinos escribieran sus anécdotas y recuerdos, no fue posible concretarlo,  aunque seguramente hubo muchas otras razones. Pero lo importante es que ese blog nos dio a conocer al escritor Esteban. Fue su válvula de escape, su manera de sacarse del alma esas cosas, amargas, dulces, prohibidas, íntimas, vulgares y sangrantes que le ahogaban y quería compartir. Quizás para que otros seres humanos tuvieran la oportunidad de saber que alguien había sentido todo eso... aunque para  algunos resulte “extravagante y excesivo”. Y ya, le fue imposible parar. 

No voy a extenderme en quien es Esteban Casañas Lostal. En su libro “Después de la Galerna” hay, este sí, un magnifico prólogo escrito por una autoridad reconocida en en el mundo marítimo: el Capitán Augusto Juarrero Gutiérrez. El da una versión tan apasionante y profesional del mundo de los marinos y su visión del  propio Esteban, que leerlo es imprescindible para intentar armar este puzle. 

“El Concierto de mi vida“, no es un libro fácil de leer. Ya no hay tantos temas marinos, más bien referencias. Hay amor, aventuras, sexo, ternura, desanimo pero sobre todo, hay el testimonio de una vivencia con las reglas y normas que el mismo se trazó. Y al final la testarudez y el optimismo de quien no quiere darse por vencido. 


...”Entendí que aún estaba vivo y murmuré una palabra, descubrí que tenía voz, la tenía.”… 
                                                 “El Concierto De Mi Vida”, Esteban Casañas Lostal 


 ¿Todo es verdad? Al menos de dos cosas estoy segura. El autor ha “pecado” de algunas locuras. Y yo me pregunto; ¿quien le reprocha hoy a Lope de Vega  haber sido un mujeriego incurable? ¿Y por qué las “damas” se detienen a mirar los relieves del “Kamasutra” que decoran las ruinas de aquel lupanar romano a los pies del Vesubio. Y de lo otro que estoy segura, es que no ha hecho mal a nadie, al menos de ese mal que en España se define monda y lirondamente como “hija putada”. Los que venimos de Cuba sabemos mucho, pero mucho sobre ese tipo de vileza. Seguramente, tantos amores y batallas habrán dejado su camino lleno de “muertas clamando venganza”, pero ese es el precio a pagar si se vive apasionadamente. Tengo constancia de “caballeros” viles, enredadores, traidores y hasta calumniadores que, han ido por la vida de “santos varones”. Esteban es descaradamente honesto, otros tendrán sus opiniones contrarias seguramente, este libro es constancia de ello. Hasta el valor de reconocer su ¿soledad y desencuentro con los hijos? Hay demasiadas historias como estas, de miles de padres y madres cubanos que han partido al exilio y hoy sienten, muchas veces carentes de economía propia, ese sentimiento de abandono,  desolación y ausencia de ternura, de quienes les deben la vida, lo que tuvieron y lo que son. 

Insisto. Este libro va de humanidad y sentimientos. Borrascas del alma, búsqueda de amor, ternura y decepciones. Está engendrado y parido por alguien que se define asimismo como: 

…¿Quién soy? Ya lo dije al inicio, un aventurero, un soñador, un loco que nunca se ha tomado la vida en serio. El tipo que una vez robó como otros allí, donde ser honrado era pecaminoso. Un ferviente enamorado de las mujeres, la música, el trago, la lectura y el mar, eso es lo único que me han arrancado. No siento nostalgia por la tierra porque siempre me consideré una gaviota o golondrina, solo soy ave de paso y mi destino final será aquel de donde me arrancaron, el mar.

Para mí, Esteban Casañas Lostal siempre será “EL GATO QUE CAMINABA SOLO“ 


  
Pilar Alberti Mederos 
Las Palmas de Gran Canaria, 
29 de marzo 2015 



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QUERIDA VAGINA.

Prólogo



Para mí sería muy fácil comentar los temas que se tratan en este libro, me veo un tanto reflejado en muchas de las situaciones personales del autor y los protagonistas. Pero me es imposible hacerlo sin antes comentar como nos conocimos Esteban Casañas Lostal y yo. Ocurrió virtualmente, mucho antes de concretar físicamente esa amistad que cumple varios años de existencia. Ya un poco mayor, como casi todos los cubanos, tuve la posibilidad de adentrarme en el fantástico mundo de la Internet. Fueron los foros y los blogs cubanos los primeros en presentarnos a través de nuestras participaciones o la lectura de los artículos en las distintas páginas, donde Esteban iba dejando sus vivencias tan parecidas a las mías. Solamente en dos oportunidades realicé un viaje a bordo de un barco y fue como pasajero. Entonces, ustedes se preguntarán: ¿Cómo puede un hombre de tierra sin mucha aventura, identificarse tanto con un hombre de mar apasionado por su profesión? Cuando ustedes lean los episodios de este libro, se irán percatando de ello, solo intento allanarles el camino.

Tanto Esteban como yo procedemos del mismo país, nacimos en el seno de una familia pobre, conocimos parte de la etapa Pre-Castrista, los inicios de la llamada Revolución, el bautizo de la misma con el apellido Socialista y de alguna manera, creímos en algún momento en aquello. De esa misma manera también, recorrimos aquel camino largo de la frustración que empieza con pequeñas acciones que no nos gustan o no se ajustan a nuestros principios. Somos testigos de situaciones no tan pequeñas y un buen día, nos percatamos que no somos, ni hemos sido nunca revolucionarios. Tal y como aquel experimento social que, no conlleva consigo nada bueno para el cubano medio.
Esteban es un hombre que nunca se ha presentado detrás de un seudónimo, así ha compartido todas sus vivencias, sin máscaras, mostrando su rostro, sin miedos. Esa virtud no tan beneficiosa en los tiempos que corren, le amerita mucho como persona ante nuestros ojos y no somos pocos los que agradecemos las enseñanzas de sus experiencias. De ahí que me sienta premiado con su amistad y honrado en seleccionarme para escribir este prólogo. Me decía cuando recibí tan sorpresiva y nada familiar propuesta; "No me interesa la opinión de famoso alguno que me sirva como palanca, no busco fama o dinero. Prefiero que en cada uno de mis libros viaje algún amigo mío". Así de sencillo es él, si hurgan en toda su obra, comprobarán que es cierto.

En un país como Cuba, se cumple mucho mejor que en cualquier nación, aquello de que un barco es territorio ficticio del país cuya bandera enarbola. A medida que leemos este libro, cuando se leva anclas, realmente no se trata de un barco cualquiera. En un barco cubano se enrolan los problemas ideológicos y calamidades del país. Todos ellos aupados por un núcleo del Partido Comunista, un comité de la Unión de Jóvenes Comunista, un Comisario Político, etc. La delación conocida como "chivatería", la escasez, la explotación salarial, etc., forman parte de las miserias que viajan miles de millas con ellos. Todo este ambiente negativo, podía derivar en una atmósfera de violencia y terminar un viaje convertidos en enemigos.

Cuando nos embarcamos en una de esas naves y navegamos ayudados por la narrativa del autor, nos parece que todo se comporta socialmente igual que en el barrio, escuela o un centro de trabajo cubano. Todos estos factores existen y se comportan de la misma manera. Pero lo mejor, lo que nos conduce a través de sus diferentes narrativas, es la frescura de ese lenguaje muy cubano y poco afectado por su ausencia de la isla desde hace un cuarto de siglo. La imaginación, las aventuras de estos hombres de mar, tanto en lejanos países como en la propia Cuba. El buen humor siempre presente en las comparaciones y descripciones de sus personajes, son sus principales divisas en cada uno de sus trabajos. Lo anterior no significa que en su narrativa no exista poesía, romanticismo, metáforas, parábolas y los juegos de palabras que tanto usamos los cubanos en nuestra manera de expresarnos. Creo que para cada uno de nosotros habrá un mensaje en este libro, como alguna vez nos vimos reflejados una u otra de sus narraciones.
En mi caso muy particular, recuerdo y comentaba con Esteban este párrafo donde, supuestamente un palomo cubano de su historia titulada "El último vuelo", le responde a una palomita española en nuestra tierra.

-Y si vives en esas condiciones, ¿por qué no te marchas? Preguntó Verónica mientras descansaban luego de sobrevolar la ciudad.

-Porque no quiero dejar atrás a los pichones, pero algún día serán mayores y les crecerán las alas. Aprenderán a volar y ese día, yo volaré con ellos. Aunque sea mi último vuelo porque me estoy poniendo viejo. Lo haré alto, muy alto y lejos, muy lejos.

Yo fui uno de los que esperó a que sus pichones crecieran antes de alzar el vuelo y leyendo aquella historia desarrollada entre dos aves, me identifiqué inmediatamente con el palomo cubano. Lo cual demuestra la habilidad de Esteban en el uso de las metáforas, cuando pretende enviar un mensaje en sus trabajos, aun así, insiste en no considerarse escritor.
Si existió alguna mente morbosa que imaginó contenido porno en esta entrega, lamento decirles que se equivocaron, no puede juzgarse el producto con solo observar el envase. El título es muy sugestivo, yo le agregaría que autentico y hasta simpático, pero los recorridos de sus páginas van más allá de una simple conquista o acto sexual.

Su infancia se desarrolla en una escuela católica donde, cada uno de sus pasos eran orientados por dulces monjitas. Esa sublime etapa de su vida, se vio interrumpida bruscamente por un cambio político, social y económico en la isla que, poco a poco fue destruyendo muchos valores morales en su población. El himen de su inocencia fue violado sin piedad al primer contacto con la sociedad y no tenía un padre o amigo a quien acudir en busca de esa ayuda tan necesaria. La vida continuó su marcha y el autor se convirtió en ese autodidacta que busca comprenderla. Acudió a libritos para aprender a enamorar a una muchacha y luego debió vencer su timidez para expresarse. Ante la ausencia de contactos sexuales, compro otro librito que trataba sobre el tema, se preparó teóricamente buscando vencer ese reto que la vida ponía como trampa en su desarrollo. Ese momento llegó viviendo en el barrio de Juanelo, fue precisamente una mulatica de catorce años, quien lo ayudara a despegar en ese vuelo luego imposible de detener.
¿Cómo pudiéramos definirlo? ¿Casanova? ¿Súper macho? Ni lo uno, ni lo otro. El autor viaja entre vaginas con los ojos bien abiertos y vista de águila. Nos regala en la existencia de cada una de ellas todas las vicisitudes, privaciones y miserias experimentadas no solo por su generación, las posteriores fueron víctimas de toda la crueldad que lleva intrínseco ese sistema.

Sus aventuras se extendieron más allá de nuestras fronteras y nos regala un poco de aquellas tiernas vaginas que utilizó como nave. Bulgaria, Alemania, Rusia, Polonia serian su mayor atracción, sabía que ese sería nuestro destino final, el ejemplo a seguir y nada le gustó del campo socialista. Todo se derrumbó ante nuestros ojos, inmovilidad, miedos e indiferencia. Un pedacito de aquellos y otros países, llegan a nosotros lubricados por cada una de aquellas tiernas vaginas que tanto placer le regalaron.

Cuando terminas de leer ese libro y agotado de saltar entre sábanas limpias o sucias, quedará una pregunta latente en el aire. ¿Hubiera ganado fama o notoriedad Casanova viviendo la situación de este cubano? No creo que sea sencilla la respuesta, estamos en presencia de un hombre que solo ganaba cinco dólares semanales y burló las fronteras que imponen las culturas e idiomas cuando se proponía conquistar una vagina. Hablamos de un monstruo que no distinguió entre negras, mulatas, caucásicas, asiáticas, criollas, intelectuales o "trabajadoras sociales", como gusta llamarles a las prostitutas en su libro. La búsqueda de esa respuesta se las dejo de tarea, yo tengo la mía.

Héctor Ferreiro Fiorenzano.
Miami, Florida
01/09/2017



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domingo, 2 de septiembre de 2018

WALKIE-TALKIE


WALKIE-TALKIE
                                                           

                                                                             



Era bastante bajito y algo pasado en peso, digamos que gordito. No de esa gordura flácida que sofoca y mantiene mojadas las camisas con el olor acre y amargo de casi todos los de su peso. Digamos más bien que estaba fuertecito y que era además bastante ligero. Blanco como una rana platanera, color algo detestado entre los nuestros y que siempre asocian a enfermedades. Pocas veces escucharás que están desempercudidos, limpios, pulcros, siempre escucharás la palabra anemia para asociarlos. Hasta yo me dejaba arrastrar por esa corriente y esquivaba las mujeres de su color. Tanta fue la influencia, que días antes de arribar a Cuba, tomaba baños de sol en la cubierta del magistral a nuestro estilo. ¡Claro! No podíamos darnos el lujo de comprar bronceadores, tal vez no los conocíamos. Subíamos una cubeta con agua salada y lo hacíamos al estilo de los verdaderos hombres de mar, un jarrito por el cuerpo de vez en cuando para acelerar el proceso. 

No era un tipo fácil, me refiero al rostro, así le llaman algunas de nuestras mujeres a los que son simpáticos o bonitillos. Solo que las palabras “hermoso, bello o lindo” se reservaban entonces para los “mariquitas”. No imagino a una mujer de esas fechas elogiándome con algunas de ellas, bueno, las que pertenecían a nuestro mundo. Aunque en mi caso y después de adquirir experiencia, traté de apartarme de ese “mundo” tan extravagante y promiscuo de los marinos. No fue arte de magia alguna, solo necesité conocer algo de la importancia de una flor, la oportuna frase bohemia y romántica, música adecuada para el instante y besar la luna a la orilla de una playa. 

No los mareo, Walky-Talky era feo y su rostro lo veo prendido en algunos muñequitos que consumen mis nietos. Con tales virtudes a las que agregaría su mal gusto para vestir y su andar de cowboy o guajiro natural. Muy malo, pésimo para el baile y poca gracia al hablar, gran pecado o sacrificio oírlo reír, se descartaba la posibilidad de que fuera aventurero o mujeriego como muchos de nosotros. Estaba obligado a una fidelidad severa con Manuela, ante la imposibilidad de asistir a las trabajadoras sociales que practicaban la más antigua y complaciente de las profesiones. No por falta de esos deseos animales que arriban al muelle luego de una penosa travesía, cinco dólares a la semana no alcanzaban para los blúmers de su mujer y otros encargos de su familia. Porque entre otras cosas, no había tenido suficiente tiempo para contarles que era casado. ¿Cómo lo logró? No se sabe, aunque es muy sencillo comprenderlo ahora que las chicas lo hacen con viejos extranjeros de setenta años.

No recuerdo haberlo visto sin su filipina de camarero, la usaba a cualquier hora del día y la noche. Bueno, mientras las hubo, eran elegantes pero después desaparecieron. Quizás fueron armas del enemigo, ya saben, desviaciones ideológicas. El caso es que no se las quitaba ni para cagar, yo pienso que no lo hacía por amor a su profesión, me inclino por el ahorro de ropa. En ese aspecto, siempre se podía confiar en sus servicios, estaba listo. Tengo que agregarles algo, él debió poseer varias de ellas para que se diera el lujo de vestirlas diariamente y su blancura fuera intachable. Esa era otra de sus virtudes, habrá sido algo enano y gordo, blanco como la nieve y de unos ojos saltones, pudo parecerse a cualquiera de los muñequitos que pasan diariamente por televisión, pero nadie se atreva a decir que era una persona sucia.


Motonave Renato Guitart, escenario de esta historia.


Como ser humano al fin y al cabo, porque si no lo fuera no podía estar navegando en nuestros buques, tenía defectos y virtudes como cualquier carnal, pero entre todos se destacaba uno, que luego de comprenderlo, comenzamos a considerarlo una virtud. Walky-Talky era chismoso, no era chivato, no confundan la peste con el mal olor. Razón válida para que fuera merecedor de ese nombrete que cargara con mucho orgullo durante el tiempo que navegó conmigo en el buque “Renato Guitart”. Es una verdadera pena que haya olvidado su nombre, porque estas líneas, escarbadas desde las profundidades de mi memoria, solo llevan consigo el propósito de un merecido homenaje.

Ha sido el “chismoso” más digno, honrado, sincero y valiente que he conocido. Su lengua merece un monumento y su recuerdo debe ser registrado en nuestros libros de historia. Al menos, dentro de aquellos que reflejen la existencia de nuestra marina mercante.

-¡Caballeros! No hablen nada delante de mí, ustedes saben que no puedo soportar el peso de un secreto más allá de un minuto. Nos advertía constantemente, ¿puede existir un chismoso más sincero que él?, lo dudo, él era ejemplar. No creo haya vivido en nuestra tierra mejor comunicador, olvídense de Radio Reloj. Muy pronto, nuestra tripulación aprendió a utilizar sus voluntarios servicios, porque demás está decirles que no cobraba por ellos.

-La mujer del Capitán le está pegando los tarros. Lo dijo fulano.

-El buque solo está caminando 11 nudos. Lo dijo el Segundo Oficial cuando confeccionaba el parte diario.

-Hay que racionar el agua potable. Lo mencionó el Jefe de Máquinas en el camarote del Capitán.

-No haremos víveres en Canarias. Le dijo el Capitán al Sobrecargo en su camarote.

-Francisquito no mama. Lo dijo el Primer Oficial.

-Pedrito dice que Madrigal es chiva. Aquí fue donde una vez se le trabó el paraguas.

Como Madrigal y Pedrito eran militantes de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), se convocó a una reunión y se citó a Walky-Talky.

-¡Yo no he manifestado en momento alguno que Madrigal sea chiva! Expresó Pedrito en alta voz, como tratando de impresionar, un truco muy usado y poco convincente.

-Pues yo mantengo y ratifico que eso lo dijiste frente a fulano y sutano. Le contestó muy calmado Walky-Talky.

-Y yo te digo que eso es mentira. Respondió Pedrito mientras las miradas de los asistentes giraban de un punto a otro de la sala buscando la verdad.

-Y yo lo mantengo y agrego que los hombres que no lo hacen son maricones. Es decir, Pedrito, tú eres un maricón y no me explico cómo coño eres militante de la juventud. Pedrito, como era de esperar y para demostrar su inocencia ante los que presidían aquella reunión, se vio obligado a agredir a Walky-Talky. Pero como les manifesté con anterioridad, además de ser fuertecito, era sumamente valiente y hubo que detener la pelea antes de que acabara con él.

-Eres un maricón y mantengo lo que digo. Dijo el Walky y le soltaron de nuevo a Pedrito. Acabó con él y fue necesario detener nuevamente la pelea, el mulato sangraba por la nariz.

-¡Oye! Sigo manteniendo lo dijiste y eres un maricón. ¡Arriba, suelten a esa yegua! Lo hicieron y al cabo de unos minutos hubo que separarlos de nuevo. Pedrito estaba desecho física y moralmente. No se atrevía a contradecir las afirmaciones de su oponente y creo, la actitud valiente del Walky sirvieran para convencerlos. Aún así, como aquel barco era una verdadera pachanga, Pedrito continuó militando en la UJC, cuando, existían verdaderos argumentos para retirarle la militancia. 

El prestigio de Wlky-Talky aumentó cuando hubo conocimiento general de los resultados de aquella reunión. La gente lo respetó y comenzó a considerarlo como el “chismoso” oficial de la tripulación. No lo conocí tan honesto, sincero y valiente como él. 

Es una verdadera pena no estuviera en los círculos allegados al gobierno y su líder, como buen comunicador, estoy convencido de que el pueblo se enteraría de noticias importantes no difundidas por los órganos de prensa. Todavía recuerdo algunas de sus cartas credenciales: ¡Caballeros, yo soy una tumba profanada! Creo que se llamaba o se llama Pedro también.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2012-01-06


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