lunes, 23 de diciembre de 2019

FELIZ NAVIDAD


   FELIZ NAVIDAD






Hola amigos...

Quisiera desearles una "Feliz Navidad" y agradecerles también que una u otra vez hayan visitado esta página. Un dia como hoy y tal como me sucediera durante dos décadas de vida en el mar, las Navidades o fiestas por el Año Nuevo podía sorprendernos en cualquier océano, mar, golfo o atracados en un puerto a cientos de millas de nuestros seres queridos. Muchos de nosotros estamos jubilados y comprendemos la soledad que se experimenta en esos y otros instantes importantes en la vida de cualquier marino, hacia ellos va dirigido principalmente este saludo.

Para todos los que se encuentran acompañados de sus seres queridos, les deseamos de todo corazón que lo festejen con mucha alegría. Para los más desafortunados, los que tendrán dificultades para llevar una cena a su mesa, hacia ellos todos nuestros deseos porque un dia tengan un futuro mejor cargado de sueños y esperanzas.


Con todo mi amor..

                       Esteban


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lunes, 9 de diciembre de 2019

LOS MENSAJEROS


LOS MENSAJEROS





No he podido precisar en qué fecha se estableció el uso obligatorio de los equipos de comunicación VHF en la marina mundial. Si estoy convencido de que en la marina mercante cubana sucedió en la década de los 70 y tomo como referencia la instalación de ese equipo en la motonave “Jiguaní”. Este barco perteneciente a un lote conocido entre la marinería como “Los Gallegos”, fue construido en España en el año 1966 y arribó a la isla sin ese equipo. No fue hasta el año 1970 que se le instaló en Montreal-Canadá, cuando se le hicieron otras adaptaciones adicionales para que pudiera navegar por los Grandes Lagos. Se convirtió así en el primer buque cubano en realizar esas travesías que, luego repetimos en cinco oportunidades con destinos a Toronto, Hamilton y Port Weller.

Antes de que eso sucediera, las comunicaciones entre los buques cubanos con distintos puntos de la tierra donde debían recalar, se realizaban exclusivamente con el equipo de radiofonía o telegrafía. Fue el fin de una época donde aun se utilizaban las comunicaciones por banderas, lámparas de señales, pitos y campanas. Algo lejana quedaba aun la aparición de aquellos walky-talky de tamaños descomunales y antenas exageradas para la comunicación interna.

Debe suponerse entonces que, no existía el “Puesto de Mando Mambicuba” con sede en la Empresa de Navegacion Mambisa y que la comunicación entre el buque que arribaba y los Prácticos de La Habana, se establecía en las proximidades del Morro por izadas de banderas que poseían un código local. Una vez dentro del puerto, ¿cómo se mantenía comunicación entre las oficinas de la empresa armadora y el buque? Este es el tema de hoy que muchos no conocieron y algunos han olvidado.

Durante varios años, yo diría que a lo largo de la existencia de la flota, los marinos que se quedaban de vacaciones y una vez que ellas eran consumidas, fueron destinados a diferentes trabajos mientras esperaban por una plaza en los buques que arribaban o el suyo cuando se impuso las “tripulaciones fijas”. Los de buena suerte trabajarían como “integrados” en las naves surtas en puerto hasta que ellas partieran. Los de mala suerte podían ser destinados a trabajos agrícolas o a las nacientes microbrigadas de Alamar. Yo compartí esa mala suerte durante la construcción de los primeros edificios construidos por la marina mercante cerca del garaje de ese barrio.

Bueno, no avancemos mucho y retrocedamos un poquito en el almanaque. ¿Se acuerdan de Cordero? Estoy convencido de que solo lo recordaran los mas viejos en la flota. Era un flaco con pinta de gallego que trabajó durante largo tiempo en el Departamento de Personal, luego llegaría a ser uno de sus jefes. Pues en los finales de la década de los sesenta, Cordero tenía la responsabilidad de distribuir a todo ese personal flotante que esperaba ubicación en las naves disponibles en la bahía.

No contaba con oficina alguna, disponía de una especie de cajoncito o cubículo de aproximadamente 1.5 metros cuadrados, donde incluso, debía permanecer de pie para realizar su faena, aunque carecía de importancia porque la realizaba en cuestión de minutos. Tenía a mano una lista de los buques que solicitaban personal de refuerzo y otra con el personal disponible, fueran de maquinas o cubierta. Ese cajoncito se mantuvo largo tiempo en la acera de la esquina localizada en la calle San Pedro o Avenida del Puerto en su intersección con la calle Santa Clara, exactamente donde existió una piloto cervecera de mala muerte y hoy radica la iglesia ortodoxa.

Esa esquina fue el centro de encuentro de muchos amigos separados por las grandes navegaciones, razones por las que abundaron los abrazos, apretones de manos, piropos a las chicas que se dirigían a sus escuelas o trabajo y por supuesto, esa bulla tan característica entre cubanos, bañada por el denso humo dejado por las guaguas y camiones a su paso.

Los mas afortunados eran destinados a las labores de mensajeros, ellos eran los encargados de mantener comunicación entre los buques y las oficinas de la empresa. Bueno, también tenían sus desgracias, no olviden que la bahía era algo grande y los buques podían estar atracados en puntos distantes. No se les suministraba medio de transporte alguno, las ultimas bicicletas “Niagara” se habían importado en 1959 y ya ustedes conocen la inestabilidad que siempre mostró el transporte público.

Tampoco vamos a observarlos como víctimas de la situación imperante en su momento, ya saben ustedes de la pata que cojeamos los cubanos. Algunos de ellos eran verdaderos cabrones, solo llegaban con la demora aceptable las citaciones o comunicados urgentes. Las de poco interés eran recibidas generalmente a la hora de almuerzo a bordo de nuestras naves. Ya deben imaginarse, se presentaban sudados, sedientos, agitados, agotados y hambrientos, muy hambrientos. Y bueno, si se le ofrecía alimentos a una pila de inspectores descarados que también llegaban a la misma hora, ¿Por qué negársela a uno de esos cabrones?

Yo recuerdo que una vez me agarraron para ese trajín, solo que en sentido inverso, o sea, del buque a la empresa. Fui enrolado accidentalmente como Tercer Oficial a bordo del buque “Playa Larga”, cuando arribó de Chile después del golpe de Pinochet. ¿Qué les cuento? Cuando su Capitán, el brasileño, me envió por tercera vez con recaditos o papelitos, aproveché ese viaje para solicitar mi desenrolo en Cuadros y me enviaron para el buque “Victoria de Girón”, allí se encontraba Caminos de Primer Oficial. Nada, se equivocó el cangaceiro, parece que me vio cara de cartero o mensajero.

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2019-12-09


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domingo, 8 de diciembre de 2019

HIPOACUSIA


HIPOACUSIA


Motonave "Aracelio Iglesias"


Ustedes no se imaginan la cara que puso aquel narrita cuando me vio descender del taxi con una caja que le resultaba muy familiar, cambió de la luz amarilla a la roja de un tirón y temblaba. Eso sí, nada de mala cara, porque el que se ponga a hablar mierda de los japoneses yo soy el primero que lo ataca. Muy educados, hablan bien bajito y desde que entras a cualquier tienda inician esa gimnástica continua del sube y baja la cabeza. Tienes que acostumbrarte y debes responderle, pero carajo, no tienen que jorobarse tantas veces, hay que perdonárselo, hay que perdonarlo, ellos no saben ná de las bisagras oxidadas o el desayuno flojo.

Con tremenda calma deposité el cajón en el piso de la tienda y me jorobé dos o tres veces. Por suerte, bueno, no se puede decir que la sea tampoco, ustedes saben que nosotros no botamos nada. La caja estaba intacta, las divisiones de poli espuma, las bolsitas plásticas, todo lo había conservado.

Nosotros los cubanos no botamos nada, la necesidad nos ha enseñado. Me saludó en japonés y yo le respondí en español, total, él no hablaba otra lengua, para qué iba a gastar las pocas balas que tenía de inglés, había que reservarlas. Entonces, con mucha calma de mi parte, saqué la factura y la garantía del equipo. Todo estaba escrito en japonés y lo único que yo entendía era la parte de la fecha que, por cierto, la garantía vencía al día siguiente y solo nos quedaban tres días para zarpar.

El socio lo leyó tranquilamente, ya se había calmado y recobrado su color amarillo natural. Llamó a una viejita que se acercó inmediatamente a nosotros y se repitió la ceremonia del sube y baja, le preguntó algo en su lengua, se dirigió a mí con lo que imaginé una pregunta y le respondí en español.

-¡Mire, mamasam! Tampoco sé qué le dije, pero me la jugué al canelo para darle un toque japonés a mi explicación, ella puso cuidadosa atención a mis palabras. -El asunto es que tiene un canal de salida medio jodido, exactamente el izquierdo. Me detuve y comencé a abrir la caja y colocar todos los componentes encima de un mostrador. Delante de ellos armé el equipo y les brindaba la oportunidad de comprobar que yo no era zurdo a la materia. Después, le señalé hacia uno de los audífonos que tenían en exhibición y me comprendieron, o sea, iban entendiendo perfectamente el español. Lo conecté donde decía AUX y le pedí de paso que lo conectara a la electricidad.

Allí mismo le soné un casete de Boney M, nada de copia, un casete verdadero que compré en un mercado de Singapur. ¡Ta bien! Era pirateado y me había costado un dólar, pero la grabación era de muy buena calidad. Me coloqué los audífonos y comprobé que seguía el defecto en el canal de salida izquierdo. Con mucha delicadeza se lo coloqué al narrita y estuvo escuchando un ratico, subía el volumen, lo bajaba, trasteaba el ecualizador, anulaba el volumen del lado derecho, luego el izquierdo. Los bombillitos del volumen se iban encendiendo en una disciplinada hilera, ¡coño!, como me gustaba eso, era una novedad. Después, las lucecitas del ecualizador funcionaban de mil maravillas.

Sin avisarle desconecté los audífonos y se observaba ese ir y venir vibrante del corazón de las bocinas. Muy lindas, por cierto, de color metálicas y con algunas salpicaduras de CocaCola que no pude limpiar. ¡Ná! La jodedera de los curdas que invitas al camarote y no tienen práctica para abrir las laticas de refresco, cosas del subdesarrollo. Yo cogí un encabronamiento del carajo, pero como también estaba medio curda se me pasó rápido. Estábamos celebrando la compra del equipo, no digo yo si merecía una celebración, que no es fácil sonarse el Océano Pacífico a golpes de manuelas para comprar un equipo con un poco de vergüenza. ¡Pa qué vean! Ese viaje escapamos, el que hace la ley también hace la trampa. Nos tocaba comprarnos ropa de frío y el arreglo era sencillo, el Sobrecargo del buque "Aracelio Iglesias" nos soltaba la pasta en vivo y directo, y nosotros lo tocábamos con unos cuantos varitos. ¡Claro! Había que conseguirse facturas que dijeran se habían comprado abrigos, botas, guantes, pantalones, gorra, medias, calzoncillo y camiseta. Con eso no había líos, entregábamos cualquiera. ¿quién se iba a poner a investigar? Todas estaban en japonés y Japón queda lejos, caballeros. Claro que me eché varios equipos, pero ahora no puedo estar haciéndoles el cuento y debo concentrarme.

El chama me dijo en japonés que no había líos, que todo estaba perfecto. Me colocó los audífonos y me puse a trastear todas las teclitas como hizo él. ¡Vaya! Pa que no fuera a pensar que yo era comemierda, hasta me encabroné un poquito para asustarlo. Ya saben ustedes, a ningún comerciante le conviene tener a un cliente disgustado dentro de su tienda. -¡Mire, mamasam! Póngase este tareco pa'que compruebe que yo no le miento. Y con la misma se lo coloqué en el güiro. ¡Claaaaro!, con mucha delicadeza, tampoco así, la narrita podía ser perfectamente mi abuela. ¡Pues, ná! Ni protestó la vieja, hasta tiró unos pasillitos inventados cuando escuchó algunas notas de Ma Baker.

Después que bailó un poquito al ritmo de los Boney y con algunos pasillitos de geisha bien educada, la temba se quitó los audífonos y me llevó para el fondo de la tienda. Allí tenía una hornillita encendida con una tetera encima y me brindó una tasa de té sin azúcar, se la pedí, pero se hizo la cabrona y tuve que tomarlo amargo.

-¡Vamos a ver, mijo! Me dijo en perfecto japonés. -¿Cuál es el bateo?

-¡Ná, abuelita! La rumba es que me he gastado más de la mitad de la plata de este viaje en ese equipo y no quiero llegar al patio con un canal fao a las mallas. Ya usted sabe, la plata que me dio el Sobre por la ropa de frío está incluida también. Pero bueno, no solo compré este equipo que va directo a mi gabinete. ¡Nooo! Que no es así de jamonete tampoco, el lío es que nosotros tenemos una libretica donde nos apuntan los equipos que entramos. ¡Osease! Me toca entrar una radio grabadora cada cuatro años. ¡Pero, coño, mi abuela!, uno tiene que luchar.

Entonces, y ahí es donde radica el bateo, yo compré un frío de uso para dárselo al aduanero y poder pasar mi mercancía sin líos. Pero tampoco, así como así, tengo que recuperarme del bache. Es decir, debo llevar otras cosas para vender y en eso entran otros equipos. Por ejemplo, hay que llevar otro frío pa lanzarlo, usted sabe, eso es pan caliente, allá solo lo venden a los vanguardias. ¿Y qué me dice del equipo de música que me pidió Julito el carnicero? Hay que cumplir con los clientes, y sobre todo, si son tan importantes como él. Abue, usted no se imagina lo difícil que está la carne en el patio. Se lo garantizo, Julito va a estar muy contento, le armé una columna espectacular. También va el tiví de mi vieja, usted no se imagina el daño que produce a la vista los blanco y negros que venden en el patio, y no a todo el mundo, hay que ser vanguardia también. De paso y para ser modesto, compré un aire acondicionado de medio palo para instalarlo en mi cuarto. Mi vieja, el sol da de frente a esa pared por la tarde y no hay quién eche un palito sin sufrir, porque la pared se mantiene caliente hasta la madrugada. ¿Me comprende? El lío es que ese equipo va directamente a mi casa, imagínate tú pagar con un frío para poder entrarlo y que llegue roto. ¡Ta bien! El frío es de medio palo, pero es de difusor, nada de hielito en el congelador.

-Tu caso es dramático, vamos a hacer una cosa, déjalo aquí y pasa a buscarlo mañana. La miré fijo a los ojos y le mostré toda la desconfianza del mundo, bueno, estaba justificado por la experiencia de los años y estuve a punto de decirle que me quedaría en la tienda mientras el técnico revisaba el equipo. Era lógica esa actitud tan absurda, acostumbrado como estaba a los hijoputas que trabajaban en los consolidados, no pensé encontrarme en Tokio y olvidé la honestidad tan brillante de todos los japoneses. Ella se enojó un poco y no tuve otra alternativa que aceptar y regresar al siguiente día.

-¡Domo arigato, domo arigato gozaimasu! Vaya, el gozaimasu lo encontré ahora en el diccionario y lo sueño por un asunto de alarde, ya saben ustedes como somos los cubanos. -¡Sayonara, sayonara! Agarré el cajón y me fui al carajo en un taxi, el barco estaba de salida. Armé el tareco nuevamente en el camarote y continuaba con la misma jodedera, pero ya no había arreglo, tenía que comérmelo con papitas fritas.

¡Muchachos! Quién les dice se da tremendo bateo en la marina mercante cubana por los setenta, creo que a finales. El lío es que le hacen unas audiometrías a varias gentes que trabajaban en máquina y descubren decenas de medio sordos y algunos casi ponchados. ¡Pa'qué fue aquello! Audiometría pa'to'el mundo, ustedes saben cómo funciona eso en Cuba, cuando la agarran con una cosa no paran hasta cagar. Vacas, vacas, vacas, col, col, col, col, trasplante de corazón, trasplante, trasplante, trasplante. Círculo infantil, círculo, circulo, marcha, marcha, marcha, trincheras, trinchera, trincheras. Así, hasta que se olvidan de una mierda y agarran otra hasta aburrirse. En la marina fue igual, pasaron por ese aparatico del hospital Fajardo a toda la gente de máquina. Decenas de maquinistas y engrasadores fueron removidos de sus plazas y cayeron de cabeza en cubierta o cámara, eso sí, sin indemnizar a nadie, esa gente se quedó sorda en nombre de la patria.

Pensé yo, bueno, ya acabaron con la gente de máquinas y se les quita la calentura, pero me equivoqué, la agarraron con los oficiales que trabajábamos en el puente. ¡Ojo! La gente de máquina se queda sorda porque estuvieron trabajando una pila de años sin protectores, no fue por culpa del imperialismo ni del bloqueo, que orejeras se vendían en el mundo entero. La rumba es que me incluyen en el chequeo anual una audiometría y caigo de jamón en el hospital Fajardo.

¡Miren, muchachos! Ni se imaginan el encabronamiento que agarré con aquella técnica que me hizo la prueba. La tipa no quiso ceder, era la última incorrupta que existía en la isla. ¡Nada! No aceptó absolutamente nada, ni blumer, ni pañuelos de cabeza, perfume, teteras, invitaciones al Conejito, Riviera, Capri, Habana Libre. Aquella hija de puta era la única pura que había en la isla y me la saqué como un premio de lotería.

El compañero padece de hipoacusia en el oído izquierdo, así puso la cabrona en mi historia clínica. ¡Imagínate tú! Yo no podía presentarme en la empresa con ese numerito, me iban a disparar inmediatamente del puente, tenía que inventar, inventar, eso es. Arranqué pa' la pinga aquella hoja de mi historia clínica y compré una botella de ron en camino a la casa.

Siempre aparece algo, eso es lo bueno de Cuba, pensaba mientras viajaba en la guagua. Resolví, como no voy a resolver en esa isla repleta de miserias, que carajo se pensó aquella técnica de mierda. No joda, va a poder en contra de todo un pueblo, ¡qué berraca! Si no anda por Miami debe estar en la isla cagándose en su madre.

-¡Oye, mi socio! El lío es que en este hospital no hay equipos para hacer una audiometría. Le dijo el otorrino de la Benéfica al médico amigo mío.

-¿Y eso qué importa? Pídele prestado cien pesos para ver si te escucha o no.

-¡Ño, esa es dura!

-¡No jodas! Aquí hemos resuelto casos peores. Ese día salí con mi historia clínica llenada correctamente y continué navegando. Todos los años posteriores yo engañaba a la técnica de turno, era muy fácil, te encontrabas sentado frente a ella y observabas todos sus movimientos en la operación del equipo.

-Doctor, el asunto es que ya no escucho el teléfono por el oído izquierdo y deseo saber hasta qué punto tengo dañado el derecho. Le respondí ante las preguntas normales por mi presencia en su consulta.

-¿Tienes antecedentes de sordos en la familia?

-No.

-¿Has estado sometido a ruidos muy fuertes?

-De los catorce años a los diecisiete estuve en largos períodos de cañonazos.

-De ruidos fuertes.

-De cañonazos.

-De ruidos fuertes.

-De cañonazos.

-De ruidos fuertes.

-¡Oiga! Ya le dije que no eran ruidos, fueron explosiones por cañonazos. No sé por qué, pero me dio la impresión de que había descubierto mi acento y no deseaba conocer las razones, insistía en dibujarlas, me cayó mal de gratis.

Se levantó y me reconoció la garganta, nariz y oído. Me remitió a otra clínica para realizarme una audiometría y en esta oportunidad no me interesaban los trucos, es que no existía la más remota posibilidad de realizarlos. Me encerraron en un cubículo de espalda a la técnica y aquella prueba fue bastante extensa, yo me comunicaba con ella por medio de un micrófono de acuerdo con sus instrucciones. Al finalizar me entregó una hoja donde aparecía dibujado todo un gráfico muy parecido al de los viejos barómetros o termógrafos.

-¿Cómo estoy? Le pregunté al final del ensayo, cubano al fin.

-Ya le dirá su médico, no estoy autorizada. Vi en su respuesta todo el profesionalismo que se respira en este país, todo es secreto o privado. Llegando a la casa saqué nuevamente un turno para la consulta del otorrino.

-¡No me explique nada! Me dijo el hombre cuando me senté frente a él y hojeaba aquellos resultados que me dio la técnica en audiometrías. –Usted tiene ponchado el oído izquierdo y el derecho con algunos problemas. ¿Tiene antecedentes de sordera en su familia? Era lógico que se haya olvidado de nuestro primer encuentro, ya había pasado más de veinte días.

-¡No! Durante mi juventud fui sometido a largas jornadas de cañonazos y nunca usé protectores.

-¿Y eso cómo fue?

-Yo era calificador de tiro antiaéreo y debía estar junto al cañón, solo que me quedaba al lado izquierdo, por eso se me afectó ese oído más que el derecho. Ahora bien, esa deficiencia auditiva solo fue detectada a los veinte tantos años.

-De acuerdo al chequeo que le he realizado, he podido comprobar que su tímpano exterior se encuentra en perfecto estado. O sea, el daño causado ha sido en su tímpano interior. ¿Qué le digo con esto? El daño es irreversible y no puedo operarlo, le voy a recetar una prótesis que lo ayudará. Llenó unos papeles y escribió la dirección de la clínica más próxima a mi casa. Yo lo observaba en toda esa maniobra y me reía pensando. Se creerá él que yo usaré ese tareco para escuchar los ronquidos de mi mujer. ¡No joda! Si hasta un poco de sordera es saludable en estos tiempos, dejas de escuchar tanta mierda que se habla, no solo entre los cubanos cuando nos reunimos, hablo de las porquerías que se escuchan por televisión, sobre todo, las manifestadas por muchos políticos actuales.

Le comentaba a una amiga sobre aquel bateo en la tienda de Tokio y la jodienda del canal de salida dañado en el equipo de música, aún no me había hecho la audiometría. Por eso no contesto al celular cuando estoy manejando, el problema es que yo soy derecho. De todas maneras, si de algo pueden estar convencidos, los ronquidos se los suena el médico, y ahora, hay que buscarle el lado positivo a esa semi sordera, siempre aparece algo, se los digo yo que soy cubano.

¡Ahhh! Ahora que me acuerdo, dice el médico que la prótesis es mandada a fabricar de acuerdo con las necesidades del paciente. Hasta eso me da risa, me viene a la mente un hermano que debía usarlas en Cuba, el pobre, finalmente dejó de usarlas, le molestaba a pesar de su sordera. Me molestaba a mí cuando estaba frente a él y escuchaba un piiiiiiiiiiiiii larguísimo. No hubo maneras de convencerlo, siempre prefirió cargar con su sordera. Pero allá era así, vacas, vacas, vacas, huevos, huevos, huevos, coles, coles, coles, círculos, círculos, círculos. Son repetitivos y poco originales, ni para vender condones sirven, lo mismo te toca el de un gallo que la talla de un burro. Y los ronquidos de la socia, que se los suene el médico.

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2008-03-18


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