ENTRE
EL ESCÁNDALO Y UN HOMENAJE.
Habíamos arribado a Barcelona despues de una
interrupción en nuestro itinerario, era mi segundo viaje en el
portacontenedores “Frank País” y me había gustado su recorrido. Partíamos de La
Habana con rumbo a Ámsterdam-Holanda, puerto donde por el dinamismo de sus
operaciones, era muy raro que la estadía superara los dos días. Quinientos
contenedores movidos entre carga y descarga simultánea, resultaba un paseo para
los operadores de aquella terminal. Un detalle que luego sirvió como referencia
en otros puertos, lo fue esa facilidad en conocer el muelle de atraque sin que
nadie lo informara. Bastaba una sola ojeada por las proximidades donde te
movías para saber el sitio exacto donde atracarías. Solo era necesario
localizar a los contenedores con el logo de “CUFLET”, resultaban ser en todo el
puerto los más oxidados, averiados, faltos de pintura, sucios, etc. Sin dudas
se atracaría en aquel pedazo de muelle o espigón para cargar aquello que, luego
resultara un símbolo de la decadencia de un país y toda su basura. En Ámsterdam
me resultaba imposible salir a tierra y no me quejaba, se respiraba mucha
tranquilidad en aquel buque, la gente disponía de muy poco tiempo para
dedicarse a lo suyo. Unos pocos saldrían a comprar pacotilla, otros a vender
sus tabacos, algunos comprarían su sagrado contrabando para vender en La Habana
y los más jodidos permanecíamos de guardia supervisando el trincaje de aquellos
enormes cajones de acero.
Una vez culminadas las operaciones, debía
confeccionar un plano de descarga y carga para ser enviado vía Fax al próximo
puerto de destino, Hull-Inglaterra. Soltando la guardia de puerto te unías a la
maniobra de salida y posteriormente a la guardia de navegación. Por suerte nos
separaban muy pocas horas de Hull y una vez atracado, se repetía el ciclo de
guardias y movimientos mencionado. Las operaciones eran un poco más lentas que
en Ámsterdam y también nos favorecía los pronunciados cambios de marea. El
puerto se encontraba en la rivera norte del río Hull y una vez dentro de él, se
cerraba una especie de compuerta o esclusa para evitar así que escapara el agua
cuando bajara la marea. No se podía entrar o salir de puerto hasta las
pleamares y en ese corto espacio de tiempo yo podía salir a tierra. Al día
siguiente y después de enviar los planos de descarga y carga vía Fax, partíamos
rumbo al puerto de Rostock, donde por la lentitud característica de todos los
países “socialistas”, podía darme el lujo de tomar un respiro. ¡Oh! Se me
olvidaba mencionar que las posibilidades de pacotilla en ese puerto y país eran
casi nulas.
Nuestros leones marinos abastecían con relojitos digitales,
algunas baratijas y otras mercancías que constituían puras supercherías a los
revendedores de la bolsa negra en Rostock. Pequeño ejército de “pícaros
hermanitos” de orígenes vietnamitas, chilenos y africanos, importados para
realizar los trabajos rechazados por los alemanes. No solo vivían como
vendedores de la bolsa negra alemana, muchos de ellos eran los “chulos” o
proxenetas de las prostitutas alemanas y de paso, eran quienes cambiaban
monedas fuertes por los marcos alemanes que solo servían para consumo interno,
los que necesitábamos y usábamos en restaurantes o discotecas. Los únicos zonzos,
lerdos, mansos, mamertos, carneros, idiotas y otras maravillas que cumplían al
pie de la letra los mandatos que los condujeran a ese país, bueno, ya sé que
adivinaron, fueron los guajiritos cubanos. Ellos fueron cazados en pueblos
remotos de la isla con el compromiso de que serían enviados a estudiar en
Alemania y todos terminaron como mano de obra barata. ¡Ohhhhh! No puede negarse
que eran unos esclavos muy felices, se amarraban muy bien el cinturón al estilo
cubano y soportaron como varones todas las dificultades que se les presentaron
en el camino. El esclavo cubano -entre todos los que arribaron a la Alemania
socialista- era el que mejor soportaba el frio, hambre, salario de explotación
y otros atropellos. Resistía con vehemencia porque sabía que, al final de sus
días en ese país, podía llevar a Cuba una moto MZ y así estaría muy por encima
del nivel de vida de la poblacion en una isla condenada a la miseria. Uno que
otro llevaría a una linda alemana, quien muy equivocada o ignorante, pensaría
que Cuba era la que aparecía en las imágenes propagandísticas de Varadero. Luego,
podías encontrarla con una chivichana cargada de latas haciendo cola para
comprar luz brillante en una bodega de Arroyo Arenas o en la cola de la
farmacia para comprar toallitas sanitarias. El final era conocido, le pegaba
los tarros al cubano y se regresaba al otro infierno de donde había llegado,
pero donde al menos se podía comer y se cocinaba con gas o electricidad. Ese
estado de felicidad acaparada por los sanos guajiritos se extendió hasta la
Siberia, donde fueron a cortar madera y convivir con los osos de la región.
Las operaciones de carga y descarga tomaban
normalmente unos tres o cuatro días, pero allí se nos trabó inesperadamente el
paraguas. Hubo una avería en uno de los generadores y fue necesario mandar a
hacer la pieza a la Alemania del Oeste. En La Habana se habían recibido dos
generadores nuevos para ser instalados en la próxima reparación general, ya
programada para el viaje siguiente. Creo que nos demoramos alrededor de un mes
atracados en Rostock esperando por aquella pieza, tiempo dedicado a relajarnos
y a disfrutar las bondades que ofrece ese puerto con sus hermosas mujeres. Durante
esa larga estancia coincidimos con el buque José Antonio Echeverría, nave donde
venía Manolito Balsa ocupando la plaza de Primer Oficial. Era imposible pedirle
algún cambio en tan corto tiempo, seguía tan o más loco. Una noche vino a
buscarme el Tercer o Segundo Oficial de su barco para que fuera al Echeverria a
tirarle un cabo en la carga, si no me equivoco, aquel oficial pudo haber sido
Francisco Gomez Mesa. Yo lo conocía porque había navegado con Jorge Marcos Joan
(alias Cebolla) en el buque “Sandino” y coincidimos en el puerto de Barcelona unos
años atrás, cuando estuve reparando al “Pepito Tey” durante tres meses y medio
en su astillero. Este buen hombre desertó en Montreal por los años noventa y
después decidió irse a vivir a Vancouver. Al final y con la ayuda del jefe de
barco alemán, logramos acomodar los contenedores que faltaban por embarcar. Yo
nunca había navegado en un barco del modelo D'Nieper y deben imaginar que los
rusos lo complican todo. No disponían de una sencilla tabla para calcular
calados y los cálculos del movimiento de pequeños pesos debía realizarse con el
uso “tonelámetros”. Algo que no me detendré a explicarles y que un tiempo más
tarde me vi obligado a dominar cuando me enrolaron en el buque “Otto
Parellada”. El asunto que me llevó hasta ese buque fue por algo parecido a
cuando me entregó el “Frank País”, existía un grave problema con el plano de
carga.
Luego de muchos vacilones llegó el momento de partir,
pero con aquella demora se había roto el ciclo de nuestros viajes y el lugar
que ocupáramos en aquella línea fija fue asignada a otra nave. Nos pidieron que
informáramos si disponíamos de espacio para recibir a un paquete de
contenedores con productos de urgencia para la isla. Conversé con mi primo Fausto Sardiñas Lostal, quien viajaba
como Jefe de Máquinas y me interesé por saber si tendría que lavar algún tanque
de combustible antes de proceder a la reparación y me respondió afirmativamente.
-¿Cuáles son los tanques que vas a lavar? Listo el
merenguito que siempre hacíamos para preparar café instantáneo, extrajo de uno
de sus armarios un plano de los tanques del buque y lo abrió sobre su buró, sin
que lo pidiera me coloqué a su lado y seguí con la vista los movimientos de su bolígrafo
mostrándolos.
-¡Dame un papel para anotar sus capacidades! ¿Tú
tienes a bordo los productos que se usan para su limpieza?
-¡Sí, esos productos están a bordo!
-Mi primo, ¿esos productos se mezclan con agua de mar
o necesitas potable para limpiar los tanques?
-Se utiliza agua de mar para ese fin.
-¿Tienes esos tanques vacíos listos para lavarlos?
-¡Por supuesto! Coño, ¿por qué preguntas tanto por
esos tanques?
-Mi primo, voy a calcular la cantidad de agua de mar
que pueden recibir. Es que necesito usarlos como lastre para que mejoren la
estabilidad del buque y pueda cargar unos contenedores que necesitan con
urgencia en Cuba.
-¿Mas de los que tenemos a bordo?
-Bueno, el barco normalmente ha sido cargado con 512
contenedores máximo. Yo creo que si puedo contar con un lastre adicional, así
mismo puedo aumentar esa cantidad a cargar.
-Yo creo que tú estás loco, eso no lo ha hecho nadie
hasta ahora que te escucho mencionarlo.
-Ya consulté los cálculos de estabilidad anteriores y
no he topado con una experiencia similar. Lo cual no significa que no se pueda
hacer, después del café voy a sacar un poco de
cuentas para ver hasta donde el buque me permite aceptar más contenedores. Otra
pregunta, ¿tú puedes lastrar por gravedad esos tanques? Te lo pregunto para
evitar cualquier tipo de derrame que nos complique la vida, si los cálculos
dieran bien, ¿puedes comenzar esa operación mañana mismo?
-Bueno, saca las cuentas muy bien, no vayas a
ponernos el barco de sombrero con tus locuras. Cuando estés seguro de que
puedes proceder, me avisas y mañana mismo comenzamos a meterle la química a los
tanques y lo lastramos por gravedad como sugeriste. Despues del café fui para
mi camarote a realizar los cálculos necesarios, poseía una lista con los
contenedores dispuestos a ser cargados con su contenido y peso. Hoy es muy
sencillo explicarlo en cuatro párrafos, antes no fue así, solo poseíamos una
pequeña calculadora y los planos del buque para trabajar.
-Mi primo, comienza hoy a meterle la química y
lastrar los tanques para proceder a la carga.
-Por fin, ¿cuántos contenedores piensas llevarte?
Preguntó mientras desayunábamos, el Capitán Ricardo Puig Alcalde y el Segundo
Maquinista Prieto pararon sus orejas y pusieron atención a cuál sería mi
respuesta.
-¡Vamos a meterle a este caballo hasta completar unos
550 contenedores! ¡Que Dios nos acompañe!
-¿Estás seguro? Vas a implantar un récord que luego
no se repetirá hasta que no se limpien otros tanques. Contestó mi primo y los
demás continuaban escuchando con atención.
-Mi primo, será imposible romper ese récord, no
solamente por la necesidad de lastrar tanques de combustible, esto es lo máximo
que se le puede agregar al barco, porque un tier más de contenedores bloquearía
la visibilidad del puente.
-¡Prieto, vamos a comenzar con el químico a los
tanques y el lastrado por gravedad. Ordena que se tomen sondas con frecuencias
para estar seguros de que se llenen totalmente. No habrá riesgos de derrames y
la sonda solo podrá registrar hasta la altura de los calados.
-Sin líos, rompemos después del desayuno. Fue la
respuesta de Prieto. Al día siguiente zarpamos con destino a Barcelona, esa sería
mi última visita al puerto de Rostock.
Entramos a Barcelona directo a atraque y los que
estaban franco partieron luego de fijarse la fecha y hora de partida del buque.
Después del despacho de las autoridades se presentaron, como solía ocurrir en
el caso cubano, dos o tres parásitos que nada tenían que ver con nuestro giro,
casi siempre eran hijitos de papá o agentes de los servicios de inteligencia
cubana disfrazados de cualquier cosa. Unos minutos más tarde se presentaron en
mi camarote los hombres encargados de la operación de carga, me informaron que
comenzarían a trabajar dentro de muy poco. En el portalón existía una pizarrita
donde se anunciaba la salida del buque para el día siguiente, el silencio
impuesto por la ausencia de gran parte de la tripulacion fue roto, comenzó a
funcionar una grúa subiendo al primer contenedor con el logo de CUFLET. Ya les expliqué
con anterioridad, resultaban ser en todos los puertos los más oxidados,
averiados, faltos de pintura, sucios, etc. Esa tarde y coincidiendo con la hora
de la merienda de los estibadores, vemos que se detiene un taxi junto a la
escala real del que descienden el Pañolero y tres mujeres más vestidas
provocativamente. Sin que mediara ningún tipo de presentación o protocolo, comenzaron
a vociferar palabras soeces de todo género, era una especie de concierto nunca
disfrutado en tantas visitas realizadas a este país. Me llamó poderosamente la
atención de que el Pañolero no se desprendía de
aquel rebelde grupito de mujeres, se comportaba como si temiera algo. En uno de
aquellos minutos dominados por el escándalo, aquellas mujeres se pusieron de
acuerdo y gritaban cualquier cosa las tres al mismo tiempo. Sobrepasaron mucho
las solicitudes que hicieran por la presencia del Capitán y en una de aquellas furiosas
manifestaciones, me pareció escuchar que dijeran algo así; “Nos da lo mismo un escándalo
que un homenaje”, cita que había escuchado en diferentes oportunidades en la
isla y que ahora supondría ellos fueran los autores.
-¡Oye, baja al portalón! Parece que tenemos un
problemita y están solicitando tu presencia.
-¿Cómo que un problemita? Me respondió el Capitán
Ricardo Puig Alcalde y su voz delataba que se encontraba medio dormido.
-Yo diría que algo más grave que un simple problemita,
llegaron tres putas junto al Pañolero y llevan casi media hora de escándalos
junto a la escala.
-Dile al Pañolero que suba para preguntarle la razón
de ese escándalo.
-Yo creo que es más saludable que bajes, me parece
que el Pañolero es un rehén de esas putas.
-¿Son putas? Preguntó esta vez algo asombrado.
-Bueno, no tienen tipo de ser compañeras militantes
del partido. Los que estaban cerca de mí sonrieron y sin darme cuentas, ya se
había reunido casi toda la brigada de guardia y otros pocos que no salieron a
la calle. Hace un tiempecito atrás le pregunté a Jorge Francisco Bergaza Caro,
quien viajaba como Segundo Oficial ese viaje sobre este acontecimiento y no lo
recordaba, es muy probable que se encontrara en la calle en esos instantes.
-Buenas tardes, yo soy el Capitán
del buque. ¿En qué puedo servirles? Se presentó muy respetuosamente, yo me
encontraba a su lado y comprobé que había sido cierta mi suposición, Puig
estaba durmiendo una siestica cuando lo llamé.
-¡Buenas tarde, Capitán! Respondió la que se
observaba como cabecilla de aquella pequeña y rebelde tropa. -¡El asunto es, mi
arma! Que este infeliz, al que no dejaremos libre hasta que no se salde la
deuda contraída con nosotras, andaba con un moreno de su barco, nos invitaron a
beber y a comer, mientras ya usted sabe, nos toquetearon todo lo que les vino
en ganas. Para no hacer más extensa esta historia, cuando trajeron la cuenta,
no les alcanzaba el dinero ni para pagar lo que ellos solos habían consumido. Y
ahora viene lo más interesante, el moreno dejó como garantías a este pobre
diablo y nos dijo que vendría hasta el barco por dinero. En fin, ese degenerado
y poco hombre no regresó y al parecer nos dejó como pago a este infeliz. ¡El
asunto es, mi arma! Que, si no nos pagan lo que deben, vamos a llamar a la
televisión y prensa de esta ciudad para que difundan la noticia como Dios manda…
Se tomó una pausa mientras observaba la reacción de
Puig, quien se iba poniendo más rojo que un tomate en la medida que la escuchaba.
-¿A cuánto asciende la deuda contraída con ustedes?
Preguntó Puig cuando logró romper el mutismo en cual cayera por el temor a ese
posible escándalo.
-¡Mi arma! Esa deuda asciende a 5500 pesetas en el
restaurante y otras 600 pesetas por el viaje del taxi y otras 600 por el
regreso. ¡Redondeando y redondeando! Con propina incluida por los manoseos y
besitos, estamos hablando de unas 10 000 pesetas, ni más, ni menos. Dijo la
jefa del grupo y se produjo una pausa que supongo fuera empleada por Puig para
sacar cuentas mentales.
-¡Joder, no seas abusadora! La suma total de los
gastos ha sido 6700 pesetas y me reclamas 10 000. Hasta yo me condolí de Puig y
tuve deseos de mencionarle a la cabecilla el asunto de los $2.00 dólares
diarios a partir de la salida del último puerto cubano, el cruel bloqueo
norteamericano, la deuda externa, la sequía, el manto freático, la fiebre
porcina, etc. Pero luego me calmé, pensé con calma y me dije; “Este no es mi
problema, el lío es entre militantes”, vamos a ver qué rayos escribió Carlos
Marx sobre estos problemas enfrentados por el proletariado contra la clase
explotadora. Entre otras cosas, los únicos que no pertenecíamos al partido en
aquel potaje, éramos las putas y yo. ¿Por qué interrumpir entonces esta lucha
de clases?
-¡Mi arma! Aquí no hay descuentos que valgan, ese
precio es una ganga comparada con el escándalo que se producirá, la detención
del barco, el juicio y la multa que tendrán que pagar. Porque entre otras cosas,
podemos aumentar la demanda alegando daños y perjuicios emocionales, laborales,
sociales, morales y una larga lista de etcéteras. Yo no sé, pero el rostro de
Puig mostraba una imagen llegada de ultratumba. Imagino el miedo sentido porque
él no era una persona acostumbrada a ningún tipo de escándalos.
-¡Dame un tiempecito para reunirme con el sindicato a
bordo y buscar una solución!
-Pues no te demores mucho, tampoco te he mencionado
el sindicato nuestro y con ellos las mascadas son profundas. Subimos la escala
sin pronunciar palabra alguna y abajo dejamos al pañolero visiblemente cagado
de miedo. Él sabía que la segunda parte de esta película podía tener resultados
catastróficos.
-Su atención secretario del partido y Sobrecargo,
presentarse en el camarote del Capitán. Se escuchó por el sistema de
comunicación interna del buque, yo me dedicaba a batir azúcar con unas gotas de
agua caliente para preparar el acostumbrado merenguito que usábamos cuando
hacíamos café instantáneo. Pudo de paso haber logrado un efecto psicológico en
todos nosotros, cuando hacíamos la mezcla del merengue con aquel café fabricado
en Nicaragua, lo sentíamos delicioso y nos aventurábamos a decir que era igual
al café expreso que bebíamos en la calle. ¡Coño, nos habían destrozado hasta el
paladar! Pensar que yo encontraba agradable fumar aquellos asquerosos Populares
que no se sabía con cual puta yerba estaba mezclada y apestaba a mierda, peor
que el olor de la mariguana.
-¿Qué fue lo que pasó? Me preguntó Faustico mientras yo
servía el café y nos acomodamos para hacerle esta historia. ¡Coñó, tronco de
candela se ha buscado Puig!
Reunidos en el camarote del Capitán se encontraban
Santiago (Ayudante de Máquinas) como secretario del partido, Laíno Nepita como
Sobrecargo y uno que otro partidista ahora olvidado después de tantos años, no
dudo que asistiera como invitado el telegrafista, creo que de nombre Calixto.
Poco rato después, solicitaron la presencia del prieto militante y timonel que
hacía la guardia conmigo, me refiero al tipo que había dejado “embarcado” al
infeliz Pañolero en manos de tres prostitutas. Sometido a un intenso
interrogatorio y del cual me enteré media hora más tarde por boca del mismísimo
Santiago, aquel negrón le dio rienda suelta a su lengua y hablo de más. Acusó
de contrabandistas a la mayoria de los tripulantes y entre ellos me encontraba
yo, quien aun en mi segundo viaje no había mostrado las uñas y estaba
tranquilo. Dijo el tipo que, entre tantas cosas compradas por mí, se encontraba
un moderno televisor. Deben imaginar que aquella modernidad a la que hacía
referencia el tipo, se debía a un Tv con control remoto solamente.
-No quiero ver a ese tipo en mi guardia, no me hago
responsable de lo que pueda hacerle por hijoputa y maricón. Le manifesté al
Capitán antes de partir de Barcelona.
-¡No lo quiero ver por cubierta! Me manifestó el
Contramaestre Nerey y se lo hice saber tanto al Capitán como al secretario del
partido. Era de suponer que, si se tomaban medidas administrativas contra un
militante, el partido no podía permanecer indiferente. Aunque el error cometido
por ese pendejo haya sucedido fuera de los dominios del buque, muy bien puso en
riesgo su salida, colocándolo de paso en una posición de víctima ante un
escándalo del que no fuera responsable. En resumen, el negro viajó de regreso a
La Habana en una condición de auto reclusión, nadie quería saber de ese maricón
y tampoco pudo trabajar. O sea, viajó como un pasajero y sin derecho al cobro
de su salario. Entre otras cosas, tal vez me encuentre equivocado, pero esa
reacción casi generalizada se haya debido a que en realidad una gran parte de
aquella tripulacion y muchas de la flota, estaba compuesta realmente por
“contrabandistas”.
Se le halló una solución al problema, el buque aceptó
las demandas de aquellas puticas y se les pagaron las 10 000 pesetas exigidas.
Me dijeron más tarde que, aquel pago se había realizado con el uso de un fondo
de emergencia existente en una “Caja Chica” que existía a bordo. Les juro que
fue la primera vez que escuché mencionar algo similar, nadie me había
mencionado con anterioridad la existencia de aquella maravillosa “Cajita”. Para
serles franco y tal vez me encuentre equivocado, yo pensé que todo se trató de
una maniobra urgente realizada por aquel pequeño “clan” a bordo con el fin de
evitar un escándalo que perjudicaba a mucha gente. Allí no existían santos, ni
todos estaban dispuestos a tirar la primera piedra. Resultaba mejor continuar
disfrutando de un homenaje que el escándalo producido por tres puticas de
Barcelona. Luego me preguntaba constantemente; ¿Cómo se reflejaría ese gasto en
el control de fondos existentes en la “Caja Chica”? ¿Se utilizó para pagar un
rescate? ¿Fue un aporte a la liberación de la mujer en España? ¿El buque fue
asaltado por los Siete Hombres de Oro? ¡Vayan a saber cuál era el cuentecito,
cuya verdad se encuentra sepultada con difuntos protagonistas!
La recalada a La Habana no pudo ser menos dramática, la
máquina del barco no quiso arrancar luego de esperar a la lancha con el Práctico
y el viento nos fue empujando en dirección a La Rampa. Abatíamos muy rápido y
me preocupé mucho, mientras eso sucedía, Puig solicitaba urgente los servicios
de un remolcador y a un idiota se le ocurrió preguntar a esa hora si se trataba
de un remolque, asistencia, salvamento y otras pendejadas nunca escuchadas por
el VHF. Imagino hayan sido expresadas por algún comemierda que recién pasara su
“Curso de Recalificación”. Supongo que al mismo tiempo Puig evitaba fondear el
ancla por temor a repetir la historia del buque “Sierra Maestra”. No deseaba
ser la copia de un idiota ascendido a Capitán y volver a romper el cable
submarino que unía a La Habana con La Florida, grave y millonaria avería que
dejó a la isla incomunicada. Muy pronto esa fracción del Malecón habanero se
vio concurrida por curiosos, todos desconocían el peligro al que se arriesgaban
voluntariamente. Precisamente los contenedores estibados más a proa del buque
eran los que contenían la mercancía más peligrosa a bordo, la que se utilizaba
para producir gasolina. Llegamos a aproximarnos a poco más de cien metros,
cuando llegó el remolcador y nos salvó de aquella tragedia y otra mayor, la de
asistir a esos crueles interrogatorios realizados en Villa Marista donde se
pierde el sentido del tiempo transcurrido. Imagino a Santiago medio cagado, él
fue quien había incendiado accidentalmente al buque “Coral Islands” y le dieron
una suite en aquella sede de torturas, sitio donde había que taparle la boca a
la gente para que no cantaran.
Entramos asistidos por dos remolcadores que tiraron
de nosotros hasta el mismo muelle de Manuel Porto Pena en Regla y atracamos en
el mismo sitio de donde habíamos partido. Hoy asisto a Google Maps y realizo un
recorrido por aquellos muelles tantas veces visitados, me invade una tristeza
horrible, nada existe y todo ha sido reducido a ruinas. Han destruido todo lo
que heredamos de nuestros abuelos, queda muy poco por reducir a polvo o mierda.
No comprendo a esa gente que se levanta y marcha, grita consignas, apoyan
ciegamente a los hijos de putas que los han conducido a niveles de miserias nunca
conocidos en Cuba. ¿Qué porquería tendrán dentro de sus cabezas?
Pasados dos días se apareció la esposa del negrón
sancionado a buscar sus pertenencias y me reclamó por las medidas tomadas
contra su marido. Por mucho que traté de explicarle que yo no tenía nada que
ver con la mencionada sanción, aquella negrona
insistió en defenderlo y llegó a alzarme la voz. Tuve deseos de contarle la
aventura de su marido con las putas de Barcelona y me contuve, no valían la
pena ella y su marido. No transcurrieron muchos días cuando se apareció Arturito
Escobar y me dio un golpe de estado, pero bueno, esa historia recién acabo de
compartirla. Después de abandonar al barco sin hacer acta de entrega, no creo
haber regresado nunca más a ese muelle. Había finalizado un viaje que había comenzado
con el pie izquierdo, ya les conté una vez que estuvo demorada su salida unas
veinticuatro horas por culpa de una desgraciada batería. ¿Recuerdan? Se trató
de una batería que le habían robado a un contenedor refrigerado que me negué a
embarcar. En cualquier país ese problema se hubiera resuelto inmediatamente, ya
lo dije, “país”, nosotros éramos una finca donde fue necesario emplear unas
veinticuatro horas para encontrar la dichosa batería.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2024-01-15
xxxxxxxxxx
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