EN
NUEVITAS, UNA ESTÚPIDA SOLUCIÓN.
Estoy convencido de que todo Primer Oficial de
Cubierta que haya operado buques de carga general en mis tiempos, coincidirá conmigo
en estas notas arrancadas a la memoria. Todos saben perfectamente que tomar
carga general en países desarrollados, no en su generalidad, por supuesto, eran
unas operaciones llevadas a cabo con una exquisitez increíbles en sus
manipulaciones. Además de las insignificantes averías que se producían en la
marcha, mercancías que eran debidamente sustituidas cuando se realizaba una
oportuna reclamación, ellas se hacían con una rapidez increíble para mal de
nosotros, quienes deseábamos permanecer más tiempo en puerto por asuntos de “pacotilla”.
Entre esos puertos se destacaban Tokio, Amberes, Ámsterdam, Rotterdam,
Hamburgo, etc. Todo lo contrario, sucedía en cualquiera de los puertos del
extinto campo socialista, abundaban las averías y los tiempos de carga se extendían
más allá de lo humanamente tolerable.
El principal problema llegaba un poco mas tarde, los
dolores de cabeza se multiplicaban en cualquiera de los puertos cubanos por
varias razones. Se destacaban la utilización de los medios de descargas
inadecuados, problemas con el transporte, indiferencia y mala fe de sus
estibadores, pésimas manipulaciones de las mercancías, averías producidas
intencionalmente para robar, etc. Luego llegaba la hora de las broncas con los
inspectores de averías que, se extendían a debates por reclamaciones injustas
cuando el oficial conocía el estado en la que se había transportado la mercancía
y sus condiciones al atraque, un verdadero dolor de cabeza. Para ahorrarme esas
discusiones, tuve la costumbre de tomarles fotografías al cargamento durante
varios períodos de esas operaciones. Las mandaba a revelar con el agente antes
de partir y una vez en la isla, se las mostraba a los inspectores de averías después
de producirse la apertura de las escotillas. Eso no fallaba y me ahorró decenas
de dolores de cabezas. Pero estas notas escritas como introducción, nada tienen
que ver con el tema que hoy les traigo.
Resulta que en uno de mis viajes al puerto de
Tarafa-Nuevitas a bordo del buque “Bahía de Cienfuegos” y procedente de Amberes,
arribo con toda una colección de fotos a color que muestro al jefe de los
inspectores de averías. -¡Míralas bien! Me limité a decirle. -¡No te voy a
firmar ninguna acta de averías! No sé si me comprendas una vez que hayas visto
estas fotos separadas por bodegas. El hombre sabía de lo que yo hablaba y no me
respondió.
Esa mañana se produjo un mitin con los trabajadores
del puerto, se reunieron exactamente junto a unos almacenes ubicados a babor de
nuestra proa. No se extendieron mucho en aquel intercambio y minutos más tarde
se fueron repartiendo entre los buques atracados. Una vez a bordo de nuestra
nave la cuadrilla que trabajaría en su descarga, me asomo a una de las
escotillas y observo como comienzan a desarmar los pallets donde venían estibadas
las mercancías.
-¡Oye! ¿Qué coño están haciendo? Les grité a los
estibadores ante el destrozo que comenzaba a producirse.
-¡Compañero, nosotros cumplimos órdenes! Me contestó
uno de ellos sin detener su acción.
-¡Oye, paren y salgan, voy a cerrar la bodega! Le di
inmediatamente la orden al timonel de guardia en cerrarla, era una operación
sencilla y rápida porque las tapas eran de libro e hidráulicas. Unos minutos después
todos los estibadores se encontraban sobre cubierta y solicité la presencia a
bordo del jefe de operaciones.
-¿Qué ha sucedido, compañero? ¿Por qué mando a cerrar
las bodegas? Me dijo el tipo en un tono empachado y desafiante, me cayó como
una patada en los güevos.
-Yo creo que el que debe preguntar soy yo, ¿Cómo es
eso de romper todas las paletas en las que vienen estibadas las mercancías? ¿A quién
se le ocurrió semejante locura? ¿Tienen una remota idea de las averías a la
carga que producirán? Ahí estaba el tipo escuchándome en actitud arrogante.
-¡Mire, compañero! Esta es una orientación del
partido y no creo que yo le deba explicación alguna.
-Perfecto, usted no me debe explicación alguna, pero
esas bodegas no se abrirán hasta que no me firme un acta, donde asuma la responsabilidad
por todas las averías que puedan producirse.
-¡Confeccione el acta y yo se la firmaré! No discutí más
nada con aquel imbécil y redacté el acta donde incluí espacio para que firmaran
dos testigos a los que solicité el carnet de identidad. Uno de ellos era el
jefe de los inspectores de averías al que le había mostrado las fotos de la
carga y el otro era un tarugo del partido. Me firmaron debidamente el acta y le
impartí la orden al timonel de guardia para que abriera las bodegas.
-Deseo hablar contigo en mi oficina. Le dije al
inspector de averías cuando pretendía abandonar la nave. Me siguió hasta el
camarote y lo invité a sentarse.
-¡Usted dirá, Primero! Me dijo una vez sentado
mientras yo me acomodaba en mi buró.
-Debes imaginar que ahora menos que nunca te firmaré
un acta de averías, pudiste ver el estado en que arribó esa mercancía a este
puerto. Me dirigí a él en buen tono, no tenía nada en contra de su persona. -Hay
algo que no comprendo, ¿a quién se le ha ocurrido esta locura?
-Primero, ya usted lo dijo, es una locura. El asunto
es que cuando los estibadores no tienen trabajo en el muelle, deben ser
enviados a trabajar en la agricultura y los hombres protestaron esta mañana.
Para evitar una sublevación el partido determinó proceder como ya usted sabe.
-¡No jodas!
Nadie puede calcular el monto de las averías que se
produjeron a la carga, es lógico que el inspector en el cumplimiento de su
trabajo se apareciera frecuentemente con sus actas, ninguna de ellas fue
firmada. Esto es solo un ejemplo de como han dirigido al país todo ese ejército
de incompetentes. Es muy triste ver a cubanos dentro de la isla defendiendo esa
mierda y agrediendo a sus hermanos mientras el país entero se les cae en la
cabeza.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2022-06-07
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