CAPITÁN LUÍS R. DEL VALLE
IN MEMORIAM
Coincidimos a bordo del buque “Jiguaní” en el año
1970, yo era timonel y del Valle se encontraba como Agregado de Cubierta junto
a Guillermo Sánchez Oro. Ese largo viaje al Asia fue realizado en compañía de
otro grupo de jóvenes guardiamarinas aun sin graduar. Como no existía en la
flota ningún buque escuela, esos alumnos eran distribuidos en diferentes naves
para que realizaran un viaje de “instrucción”. Recuerdo a algunos de ellos,
quienes, entre otras cosas, se destacaron por impregnarle ese ambiente juvenil
al barco, sobraron las maldades propias de la edad. Hermes Cruz, Villabrille,
Rosquete, Enriquito (Mamacusa entonces, luego Kike), Miguel Haidar, Tejeda (de
máquinas), Oreol Mena (de máquinas), no sé si olvido a alguno de ellos, han
pasado 52 años. Yo tenía solamente 21 años y era lógica la pronta química
nacida con todos ellos.
Siempre me llamó la atención la gran diferencia de
edad entre Luis R, del Valle y el resto de los alumnos. A ojos de cualquier
joven no dudaría en calificarlo como un “Temba”, no solo se diferenciaba de los
otros por la edad, su carácter y temperamento eran propios de una persona
madura, algo mayor. Nunca participó en las maldades de sus compañeros de
escuela, su vocabulario era muy medido, excesivamente disciplinado y
responsable, pulcro, respetuoso. Nunca llegué a comprender qué rayos hacía mezclado
con aquella masa escandalosa de jóvenes. Transcurrieron unas cuantas
singladuras para que fuera ascendido a Tercer Oficial, tiempo durante el cual
yo continuaba como timonel y luego de pañolero.
En el año 1973 yo regreso al “Jiguaní” enrolado como
Agregado de Cubierta y por obra del Divino salgo a navegar de Tercer Oficial.
Bueno, corrían tiempos donde la flota se encontraba experimentando un
vertiginoso crecimiento y escaseaban los oficiales disponibles. Ya he escrito
sobre este tema en diferentes trabajos y solo lo resumiré con pocas palabras,
se requiere de un poco de valentía para asumir el reto que la vida te pone en
el camino. No solo hay que ser valiente, es obligado tener confianza en uno
mismo. Yo apostaba por la teoría que poseía, sin embargo, no tenía nada de
práctica. No resulta sencillo recibir la guardia del puente durante una guardia
de navegación costera, donde por supuesto, debías hacer varios cambios de
rumbos. No era fácil pararte detrás de un monumental radar ARPA sin haberlo
operado nunca y comenzar poco a poco a trastear sus botones para obtener unas
líneas isométricas y poder obtener posición. Es simple decirlo ahora que han
transcurrido tantos años, solo que pocos conocen del nerviosismo que se vive y
el choque de adrenalina necesaria para enfrentarte ante una posible victoria o
un rotundo fracaso. Luis R. del Valle se encontraba de Primer Oficial y fue uno
de los que aprobó que la nave partiera en un largo viaje conmigo ocupando esa
plaza. Siempre me decía que en caso de dudas no lo pensara para llamarlo, no lo
hice por una cuestión de orgullo personal, pero estaba muy convencido de que
podía contar con su ayuda.
A del Valle le tocó la mala suerte de lidiar conmigo
durante mi proceso de transformación de indio a cowboy y créanme, tuvo la misma
paciencia de un padre empeñado en formar a su hijo para la vida. Mi evolución
era lenta, algo que no sucedía con los graduados en la Academia, ya lo he
explicado en otros trabajos. Comenzaba a formar parte de la administración del
buque y lo hacía con una mente envenenada de prejuicios debido a viejas
experiencias, solo él sería capaz de tolerarme. Con sus sabios y sanos consejos
logré ir borrando aquella mente mas sindicalista que administrativa. Creo que
cuando partí del Jiguaní lo hice mejor preparado y podía considerarme un verdadero
oficial de cubierta.
Durante el viaje a Japón me concentré en el dominio
del sol y creo haberlo logrado antes de pasar por las islas Hawaii. Después de
descargar en Tokio nos enviaron a reparar en Hong Kong y del Valle repartió las
responsabilidades entre la oficialidad, algo que no pude hacer cuando llegué a
alcanzar esa plaza ante las manifestaciones de indiferencia que dominaban el
ambiente marítimo de mis tiempos. Durante el regreso a Cuba, gasté la mayor parte
de la navegación por ese inmenso Océano Pacífico subiendo al puente durante sus
guardias en el crepúsculo vespertino. Deseaba dominar las estrellas y pude
lograrlo con su ayuda, o sea, me convertí de esa manera en un Tercer Oficial con
amplio dominio y aplicación de la astronomía náutica durante una navegación. Menciono
ese detalle por varias razones y unas de ella fue que, no todos tenían la
paciencia mostrada por él para ayudar a los demás. Creo haberlo imitado con mis
subordinados en años posteriores, no tuve necesidad de ascender a Primer
Oficial y testimonios abundan por estas páginas que pueden confirmarlo. Compartimos
singladuras durante viajes por Asia, Europa, Canadá y Suramérica, tiempos donde
aprendí a respetarlo como si se tratara de un padre.
En el año 1977 ingresé como profesor en la Academia
Naval del Mariel y cuando tuve contacto con el rigor que viven los
guardiamarinas, imaginé a del Valle enfrentando esa constante demanda de
esfuerzos físicos realizados para lograr sus sueños. Créanme que lo admiré
mucho más, aquella vida impuesta por los militares del centro muchas veces no
era soportada por jóvenes. Nos separamos y nunca volvimos a coincidir en otro
sitio que no fuera aquella esquina de las calles San Ignacio y Obispo,
escenario de tantos abrazos y apretones de manos que estuvieron ausentes. La última
vez que lo vi yo portaba las charreteras de Primer Oficial y no pudo ocultar su
sincera alegría. Me preguntó mucho sobre mis experiencias sin dejar de
recordarme aquellas malcriadeces de mis años mozos, luego me dio un empujoncito
diciéndome: -Ahora no debes parar, debes luchar hasta alcanzar el zenit de tus
sueños, estás a punto de convertirte en un buen Capitán. Esta fue la única vez
que se equivocó, olvidó que ese anhelo no dependía de mi voluntad, estaba en
manos de unos cabrones que siempre me borraron de la lista por no poseer el
carnet del partido. Nos despedimos con el mismo afecto que nos encontramos para
no volver a vernos y hoy -por caprichos de la mente- me vi obligado a recorrer
muchos de mis trabajos buscando esas notas que se merece y no encontré.
No recuerdo quién comentó en alguna página que no
tuvo el final ganado por los grandes y buenos hombres que tripularon nuestras
naves. Lo vieron mucho mas viejo, delgado, algo enfermo y triste. Me dolió muchísimo
leer aquellas notas y hoy deseo hacerle el modesto homenaje a quien fuera una
excelente persona, Oficial, Capitán y educador. ¡Ojalá estas líneas puedan
llegar a sus hijos y familia! Solo les diría que pueden vivir orgullosos por
haber descendido de este noble ser humano.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2022-06-05
xxxxxxxxxx
No hay comentarios:
Publicar un comentario