domingo, 5 de junio de 2022

CAPITÁN LUÍS R. DEL VALLE IN MEMORIAM


CAPITÁN LUÍS R. DEL VALLE 

IN MEMORIAM




Coincidimos a bordo del buque “Jiguaní” en el año 1970, yo era timonel y del Valle se encontraba como Agregado de Cubierta junto a Guillermo Sánchez Oro. Ese largo viaje al Asia fue realizado en compañía de otro grupo de jóvenes guardiamarinas aun sin graduar. Como no existía en la flota ningún buque escuela, esos alumnos eran distribuidos en diferentes naves para que realizaran un viaje de “instrucción”. Recuerdo a algunos de ellos, quienes, entre otras cosas, se destacaron por impregnarle ese ambiente juvenil al barco, sobraron las maldades propias de la edad. Hermes Cruz, Villabrille, Rosquete, Enriquito (Mamacusa entonces, luego Kike), Miguel Haidar, Tejeda (de máquinas), Oreol Mena (de máquinas), no sé si olvido a alguno de ellos, han pasado 52 años. Yo tenía solamente 21 años y era lógica la pronta química nacida con todos ellos.

 

Siempre me llamó la atención la gran diferencia de edad entre Luis R, del Valle y el resto de los alumnos. A ojos de cualquier joven no dudaría en calificarlo como un “Temba”, no solo se diferenciaba de los otros por la edad, su carácter y temperamento eran propios de una persona madura, algo mayor. Nunca participó en las maldades de sus compañeros de escuela, su vocabulario era muy medido, excesivamente disciplinado y responsable, pulcro, respetuoso. Nunca llegué a comprender qué rayos hacía mezclado con aquella masa escandalosa de jóvenes. Transcurrieron unas cuantas singladuras para que fuera ascendido a Tercer Oficial, tiempo durante el cual yo continuaba como timonel y luego de pañolero.

 

En el año 1973 yo regreso al “Jiguaní” enrolado como Agregado de Cubierta y por obra del Divino salgo a navegar de Tercer Oficial. Bueno, corrían tiempos donde la flota se encontraba experimentando un vertiginoso crecimiento y escaseaban los oficiales disponibles. Ya he escrito sobre este tema en diferentes trabajos y solo lo resumiré con pocas palabras, se requiere de un poco de valentía para asumir el reto que la vida te pone en el camino. No solo hay que ser valiente, es obligado tener confianza en uno mismo. Yo apostaba por la teoría que poseía, sin embargo, no tenía nada de práctica. No resulta sencillo recibir la guardia del puente durante una guardia de navegación costera, donde por supuesto, debías hacer varios cambios de rumbos. No era fácil pararte detrás de un monumental radar ARPA sin haberlo operado nunca y comenzar poco a poco a trastear sus botones para obtener unas líneas isométricas y poder obtener posición. Es simple decirlo ahora que han transcurrido tantos años, solo que pocos conocen del nerviosismo que se vive y el choque de adrenalina necesaria para enfrentarte ante una posible victoria o un rotundo fracaso. Luis R. del Valle se encontraba de Primer Oficial y fue uno de los que aprobó que la nave partiera en un largo viaje conmigo ocupando esa plaza. Siempre me decía que en caso de dudas no lo pensara para llamarlo, no lo hice por una cuestión de orgullo personal, pero estaba muy convencido de que podía contar con su ayuda.

 

Del Valle es el segundo de izquierda a derecha, foto con parte de la tripulación del "Jiguaní" después de yo haberlo dejado por vacaciones, la mayoría de ellos navegó conmigo. En la extrema derecha de la foto dos grandes personajes, el primero es el J' de Máquinas Orlando del Río y el segundo es el Capitán Raúl Hernández Zayas. De los agachados y cuarto de derecha a izquierda, mi hermano Esmirdo Rodríguez.


A del Valle le tocó la mala suerte de lidiar conmigo durante mi proceso de transformación de indio a cowboy y créanme, tuvo la misma paciencia de un padre empeñado en formar a su hijo para la vida. Mi evolución era lenta, algo que no sucedía con los graduados en la Academia, ya lo he explicado en otros trabajos. Comenzaba a formar parte de la administración del buque y lo hacía con una mente envenenada de prejuicios debido a viejas experiencias, solo él sería capaz de tolerarme. Con sus sabios y sanos consejos logré ir borrando aquella mente mas sindicalista que administrativa. Creo que cuando partí del Jiguaní lo hice mejor preparado y podía considerarme un verdadero oficial de cubierta.

 

Durante el viaje a Japón me concentré en el dominio del sol y creo haberlo logrado antes de pasar por las islas Hawaii. Después de descargar en Tokio nos enviaron a reparar en Hong Kong y del Valle repartió las responsabilidades entre la oficialidad, algo que no pude hacer cuando llegué a alcanzar esa plaza ante las manifestaciones de indiferencia que dominaban el ambiente marítimo de mis tiempos. Durante el regreso a Cuba, gasté la mayor parte de la navegación por ese inmenso Océano Pacífico subiendo al puente durante sus guardias en el crepúsculo vespertino. Deseaba dominar las estrellas y pude lograrlo con su ayuda, o sea, me convertí de esa manera en un Tercer Oficial con amplio dominio y aplicación de la astronomía náutica durante una navegación. Menciono ese detalle por varias razones y unas de ella fue que, no todos tenían la paciencia mostrada por él para ayudar a los demás. Creo haberlo imitado con mis subordinados en años posteriores, no tuve necesidad de ascender a Primer Oficial y testimonios abundan por estas páginas que pueden confirmarlo. Compartimos singladuras durante viajes por Asia, Europa, Canadá y Suramérica, tiempos donde aprendí a respetarlo como si se tratara de un padre.

 

En el año 1977 ingresé como profesor en la Academia Naval del Mariel y cuando tuve contacto con el rigor que viven los guardiamarinas, imaginé a del Valle enfrentando esa constante demanda de esfuerzos físicos realizados para lograr sus sueños. Créanme que lo admiré mucho más, aquella vida impuesta por los militares del centro muchas veces no era soportada por jóvenes. Nos separamos y nunca volvimos a coincidir en otro sitio que no fuera aquella esquina de las calles San Ignacio y Obispo, escenario de tantos abrazos y apretones de manos que estuvieron ausentes. La última vez que lo vi yo portaba las charreteras de Primer Oficial y no pudo ocultar su sincera alegría. Me preguntó mucho sobre mis experiencias sin dejar de recordarme aquellas malcriadeces de mis años mozos, luego me dio un empujoncito diciéndome: -Ahora no debes parar, debes luchar hasta alcanzar el zenit de tus sueños, estás a punto de convertirte en un buen Capitán. Esta fue la única vez que se equivocó, olvidó que ese anhelo no dependía de mi voluntad, estaba en manos de unos cabrones que siempre me borraron de la lista por no poseer el carnet del partido. Nos despedimos con el mismo afecto que nos encontramos para no volver a vernos y hoy -por caprichos de la mente- me vi obligado a recorrer muchos de mis trabajos buscando esas notas que se merece y no encontré.

 

No recuerdo quién comentó en alguna página que no tuvo el final ganado por los grandes y buenos hombres que tripularon nuestras naves. Lo vieron mucho mas viejo, delgado, algo enfermo y triste. Me dolió muchísimo leer aquellas notas y hoy deseo hacerle el modesto homenaje a quien fuera una excelente persona, Oficial, Capitán y educador. ¡Ojalá estas líneas puedan llegar a sus hijos y familia! Solo les diría que pueden vivir orgullosos por haber descendido de este noble ser humano.

 

 

 

 

Esteban Casañas Lostal.

Montreal..Canadá.

2022-06-05

 

 

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