LOBOS
DE MAR.
Singladura
Nr.45
EL
ÚLTIMO LOBO DE MAR
Yo no sé quién fue el creador de ese nombre, Jack
London muy correctamente se lo aplicó a uno de sus libros. Y yo que fui parte
de la marina noruega y de ese lindo pueblo, he vivido parte de esas crueles
incidencias de la vida humana que London narra. Yo no soy ningún lobo, pero
Pedro Suárez Tintín me dio el nombre de El Último Lobo de Mar de Sagua en uno
de sus escritos, porque soy el último de los viejos marinos de allí que ha
hecho historia para el honor de su pueblo y su gente. Me gustó la idea,
particularmente por el canal que viene, un hombre que le da gran servicio y
honor a patria y terruño.
Pero vamos a lobo de mar, toda palabra en el
diccionario, mi profesión me enseña, puede honrar o insultar, dependiendo de
quién, dónde y cómo la use. Y a los lobos que yo sepa, ningún país les da
licencias de Piloto o Capìtán, se las dan a los hombres. Porque si así fuera,
el primer lugar en la cola tratando de obtener una licencia sería el tiburón
blanco o la tintorera que tienen los dientes más grandes. Y problemas serían
creados con las orcas, somos lo que somos.
Las tormentas, los hielos, las distancias, la
soledad, la violencia, el grito de la carne, las ansias de aprender, las
desilusiones ante las bellezas espumosas y el eterno vivir y no ser a un mismo
tiempo, endurecen y ablandan el corazón del marino. Es algo complejo de
explicar al que no ha pasado un pedazo de su vida fuera del redondel como la
torta matrimonial. ¿Amigos? Pocos y pasajeros, la ausencia los devora. ¿Amores?
Semilla que se siembra para cultivar el árbol de la soledad, del análisis, de
la falta de pasión y calor en sus vidas. Soledad con compañía, familias sin
cordón, camas desiertas y camarotes que esperan. Los cuerpos necesitan calor, cuando
no existe el calor al lado del cocido se enfría la cena y las cenas frías a
pocos les placen.
¿Infidelidad marinera? Depende. Yo he conocido
marinos noruegos y españoles que han pasado sus vidas abordo sin regresar a
casa veintitantos años, y jamás fallar, jamás ni tocar a otra mujer. Y eso es
amor, lealtad, heroico y a veces casi imposible para muchos de concebir. Yo no
estoy entre esos, yo he desgarrado las carnes de mi hombro al morderlo en la
desesperación por estar con una mujer, porque la guerra me lo impedía... y yo
creo ser un hombre simplemente igual a los demás. Ni lobo ni tintorera, un
pedazo de carne con huesos.
¿Qué nos lleva a buscar a la mujer con más brío que
el de tierra? Simplemente la necesidad de satisfacer el grito de la carne.
Pueblos y filosofías hay que pueden controlar los gritos de sus carnes, otros
no, yo no lo intentaría. Me quisieron hacer cura, me ofrecían una vida de
dominador del vecindario, me dieron un título de "Reverendo", cómodo
y respetado. Y bendecir a la mujer para que se acueste con el otro o tener que
mentir y falsear mis deseos, sentimientos y razones. El celibato es para otros,
si eso es ser lobo, que me echen a la selva ahora mismo.
Muchas camas altas y bajas, muchas hembras, muchos
celos, peleas, bendiciones, placeres, orgias, tragos, malos ratos,
desvergonzadas conductas, mentiras, ilusiones, fantasías, saludos y despedidas
son el ingrediente diario del vivir de un marino. Muchas razas, culturas,
creencias, y experiencias te enseñan. Luego, otros piensan que un marino es un
pobre burro salido del corral. El lobo no sabe leer, el marino filosofa, el
lobo no sabe amar más que de una forma. Al marino lo enseñan muchas mujeres.
Luego hay otras que se creen capaces de jugar con él mientras lo llaman
"lobo", influenciadas por "La Caperucita Roja". Yo también
creo en los reyes magos.
Mientras los hombres duermen en sus camas con sus
mujeres, solo despertando al sonido del reloj que le manda para que ingrese en
la maquinaria industrial que tanto detesta o a la oficina donde todos los
chismes de la última ramera del cine y del que se salió ayer del closet son
recontados mil veces, el lobo de mar duerme mojado, con medio ojo abierto y los
salvavidas al lado, la mente en las olas que baten los costados y los giros del
compás.
El marino no tiene que buscar las estrellas que le
dicten los misterios de sus signos del amor y la fortuna; las estrellas tienen
nombres propios y son sus novias de cada anochecer. Si el gitano le cantó a la
luna enamorada el marino vive enamorado de la luna y el sol es su amigo y
director... lo guía a cada instante. Las camas lo esperan y cuando se marche,
él sabe que esa cama la llena el siguiente. No tiene guardianes, depende de su fe
y la fe es la más endeble de las razones de nuestro vivir. Ten fe, nos dicen.
Bien, dame una razón para tener tu fe o mejor, fe en ti.
Ten fe en Dios; ¡Confíale todos sus problemas a Dios!
Mentiras. Cuando estás flotando entre las olas, nada, nada y vuelve a nadar... o
te ahogas si no te come un tiburón. La fe solo te sirve para aceptar de
conformidad tu suerte. Y la suerte no existe, la fe es ficción. Nada y sálvate
tú mismo. Los lobos no saben nadar.
Te llevan ante un pelotón que te va a fusilar porque
no les confiesas a los malditos lo que quieren de ti y viene el cura a pedirte
que te confieses para que Dios te acepte en su reino. ¡Malhaya sea, si Dios me
exige para perdonarme lo mismo que el diablo, me mata porque no le doy! ¿Dónde
me lleva la fe? Ajusta la dirección, cuídate de esas rocas, prende los
reflectores, toma la altura, carga y descarga, huye del submarino, nada y
vuelve a nadar nuevos brazos te esperan, nuevas botellas para embrutecerte y
que le dejes el jugo de tus virtudes a la última puta escapada del penal. Mañana,
alguna mañana, estarás con la mujer que amas y tú tendrás locos deseos
carnales, y necesidad de poseerla, y tal vez ella también, pero los años sin
uso la enfriaron, la falta de costumbre te niega lo que ella misma no entiende,
pero tu cuerpo sabe reconocer.
Mientras que, por otra parte, puedes llegar a sentir
que te engaña, cierto o falso. Si se entrega con alocada pasión porque puede
estar fingiendo o tiene la práctica diaria del otro que con ella comparte en tu
ausencia. El lobo no sabe nadar, pero el cuerpo humano está lleno de sensores
que le transmiten sus emociones al cerebro en el contacto. Y surgen dudas. Has
tocado muchos cuerpos distintos, tienes amplia escuela, te han aconsejado, te
han educado y te han refinado en el arte de amar, de sentir, de vibrar y hacer
vibrar. El lobo no sabe nadar, pero tú sabes de amor. Porque tienes menos,
analizas más, observas más, sientes en la piel más... Deja que los de tierra
piensen pobres de ti.
Y siguen las olas batiendo las amuras. Las cadenas
del ancla crecen en herrumbre y las canas se izan sobre tus cabellos cual velas
en tiempos de regata. Y empiezas a olvidar. Un día, un chiquillo en la calle
tropieza contigo, se molesta y te grita: ¡Viejo estúpido aprende a caminar!
Mientras que allá a las orillas del muelle se atraca
una goleta con sus blancas velas mojadas que aún están y una gaviota chillona
te saluda al pasar...
Eso es un lobo de mar.
Gilberto Rodríguez
Miami-Fla..USA
2010-04-01
xxxxxxxxxx
No hay comentarios:
Publicar un comentario