lunes, 22 de julio de 2024

ESTE SOY YO. SINGLADURA 40


 

ESTE SOY YO

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SINGLADURA 40




 

Un día nací bajo la lluvia dentro de un auto en la carretera, que solo era una vereda de lodo y caña de azúcar pasada la medianoche. Mi madre una casi niña, mi padre un soldado, el chofer un pintor que devoraba cigarrillo tras cigarrillo y una este, comadrona mulata, bella y muy gorda. Y para colmo, bajo el signo de Acuario, más no se puede pedir. Fue mi madre una hija de gallego y asturiana con una belleza sin par, una risa enloquecedora y un temperamento nuclear. Mi padre el guajiro poblano nieto de vascos, poeta, trovador, mujeriego, músico y generoso hasta la ofensa. "Tienes pasta en la sangre", le decía mi madre, eres tan gentil y sin embargo pocas veces te exaltas. De ellos nací.

 

Mi padre tenia solo dos cortos añitos cuando los "voluntarios", una suerte de milicianos nativos cubanos que peleaban contra Cuba en la Guerra de la Independencia cubana, lo asesinaron al momento de sentarse a cenar con mi padre en sus brazos. Había cometido el grave error de salir de la manigua para ver a sus tres hijitos y su mujer. Error que ningún militar está llamado a cometer y un guerrillero mucho menos. La guerra me robó mi abuelo. Y años más tarde otra guerrita, me robó el otro abuelo. Ese fue parte de mi costo por la Independencia de Cuba al separarse del reino español.

 

A los nueve años ya recibí un balazo en mi pequeña piernita por estar llevando armas a los criollos que se alzaban en armas contra el presidente dictador Gerardo Machado y Morales. Algo aprendí, los hombres me acogieron como uno más. Y crecí en unos meses, nunca fui niño, no tuve oportunidad de serlo. Hambre, carboneras, caminos, aprendizajes, trabajos, competí con los adultos para ganar el pan. Y aprendí otro poquito, aprendí a pescar, bucear, cortar ostiones, carpintería fina, escultura y tallado en madera y hojalatería. Y luego en la fragua reparando locomotoras y barcos en puerto con la mandarria o aguantando una barra de hierro sólido para que los dos mandarrieros golpearan contra mis hombros donde ese hierro pesaba veinte libras. De ahí fui a trabajar como remero en al mar en la pesca del palangre, el niño hace el trabajo duro, el adulto la sabiduría.

 

Salí a rodar por la isla y corté caña, sembré café, manejé una arria de veinte y dos mulas de montaña. Vendí por las calles y leía a menudo lo que en mi camino hallara. Leía filosofía, artes, letras, ciencias, porquerías, nada era vedado. Y tuve mujeres antes de mi tiempo.

 

En mi primera escuela estuve solo 28 días. Del primero al sexto grados, no más. Mi padre me enseñó a leer libros de mística, mitología, música y el periódico diario, aunque no podía yo comprarlo. Pero lo leía en la tienda gracias al chino bodeguero de la esquina. Y pensaba en política, en economía, en los ideales que pueden mejorar al menos un poquito al hombre y a las posibilidades de convertir cada gramo de sudor de los pobres en una rica industria para el bienestar de la patria y el pueblo.

Que en Cuba, a mi modo de ver, siempre se pudo y aunque algo se hizo, poco provecho nos dio.

 

-¿Qué quieres tú ser?

 

-¿Abogado, juez, senador?, (mi primera ambición real, pensando en Roma) y llegar un día a ser el mejor presidente que este país jamás de ver.

 

-Hijo, sueñas muy lindo, pero esas cosas están reservadas para los hijos de ricos, poderosos y altos militares. Nosotros somos muy pobres y tu padre empieza a perder salud a estas alturas.

 

-¡No, Cuca! (QEPD), no, a los hijos de los poderosos se lo ponen en la mano. Pero yo pienso que si uno lo lucha de verdad lo puede un día lograr. Por lo menos yo voy a tratar de hacerlo. Y me faltaron los recursos económicos, pero nada me impidió caminar.

 

He tenido gustos de príncipe y bolsillo de mendigo, pero salí, luché, egresé de institutos de altos estudios y culturales donde muchos de esos mismos hijos de poderoso entrar jamás pudieron; a veces también le he enseñado. Cuelgan de mis paredes muchos papeles y pieles de chivo. Colecté cicatrices y metales de colgaleja...

 

También aprendí algunas cosas, ayudé a cambiar algunos regímenes de otros países y pagué caros mis esfuerzos por los menos poderosos en más de una ocasión. Me han elevado al respeto y pateado como a perro con sarna también a veces. Da igual. Sigo siendo yo; tengo mis ideas intactas.

 

He probado todos los gustos, hábitos, empleos, bondades, trampas, emociones, filosofías, religiones y he hurgado en los más escondidos rincones del cerebro humano. Con nada me quedo. Según aprendo a manejarlo lo dejo y sigo. Quiero saber más, conocer mas, leer el pensamiento. Sobre todo soy muy ingenuo, lo admito. Necesito aprender.

 

Templos secretos, altos, y cuevas anduve y busqué a Dios por todas partes, también me colgaron algo de ellos en la pared. Ya hoy está todo en cajones y muchos camino de la basura. Yo nada uso. Yo no uso los nombres de los que fueron o los que hicieron. De poco le importa a un padre cuyo niño muere de hambre o enfermedad que hagan un rezo, que le digan que por aquellos tiempos andaba por la tierra un idiota que sanaba las llagas de las patas de las culebras. Dime que haces hoy por tu semejante y si lo has de hacer, hazlo ya, no me lo anuncies. Ese niño tiene hambre, dale de comer y sigue tu camino. No me digas que tienes que esperar a que un Dios venga y otro te lo de, porque se te muere la criatura.

 

-No tengo capital. Un profesor universitario cuyas oficinas alquilé una vez me dijo con desprecio visible en su voz, este fue de uno el cual había llegado a este país a acumular dinero rápidamente, y lo hizo, claro que sí.

 

-Señor, todos lo respetan, lo elevan, lo quieren y lo buscan por sus consejos.

 

-Si usted es tan sabio, ¿por qué no se ha hecho rico ya con los años que lleva en este país?

 

-¡Ay amigo mío, no crea usted, yo soy un hombre inmensamente rico! Yo no necesito capital, yo solo necesito mi yo interno limpio para caminar. Nunca me habló otra vez.

 

Pero ni libros, ni escuelas ni templos ni el teatro, ni ninguno de los bienes que disfruta la sociedad me domina. Vivo con y sin ellos, no por ellos. No he aprendido nada de envidias, de odios, de rencores, ni soy enemigo de nadie. Solo se amar. Y cuando por mis manos pasaron capitales, que han pasado por ahí por los rincones más tristes del camino se quedaron. Visto decentemente pero no acepto ni una corbata ni una invitación a cenar. Lo que uso o tomo lo pago y si no lo puedo pagar, tranquilamente sigo el camino cantando.

 

He hecho un poquito por los míos poco pude hacer. El tiempo como las voladoras del tren me pasa por encima. Llega pronto el final. Hice algo de lo que soñé, mucho no, también hice cosas que nunca hubiera soñado. Y hay tres o cuatro que aun me quieren y escuchan. Pero cuando escribo historia o futuro, me aguarda el silencio. Soy el payaso que salió a la escena, trató de decir sus chistes de rutina que la audiencia por tiempos se conocía, esperando un aplauso y solo recibió una rechifla. Me gusta siempre hallar esa filosofía simple de la música de los pueblos que tanto enriquece la conciencia...

 

"...y cundo nadie escuche

mis canciones ya viejas,

detendré mi camino

en un pueblo lejano

y allí moriré..."

 

Pocos me leen. Cuando escribo en serio a pocos les interesa, a pesar de que son las mismas personas las que me piden que escriba sobre mi vida, la historia las luchas de los pueblos y de los hombres. Pocos me leen.

 

Apelo en silencio al cursi recurso de querer hablar de amor. ¡Qué diablos se yo de amor...! Me trae mucho calor, muchas nuevas amistades, muchas voces de mujeres que aman y que sueñan y que se sienten como el último peldaño de la escalera. Yo venero, respeto, amo y trato de proteger a la mujer. A la mujer en plural, suya, mía, del sol.

 

¿Puedo y debo quejarme si no leen mis escritos? No. En absoluto; no. La libertad es derecho absoluto de expresarse, de escuchar y de no escuchar también. Mañana será otro día.

 

Nadie puede obligarme a mí. Yo no exijo a los demás que hagan o acepten lo que yo no quiero para mi. Un día partiré, no solo no logré mis sueños, no llegué si no que todo lo empeñé, todos los huevos los puse en una sola cesta y la cesta se rompió.

 

Y mientras tanto la tierra de mis sueños y mis amores es más pobre y miserable hoy que el día en que yo nací.

 

Mañana volará una paloma blanca sobre los tejados rojos, el cielo se vestirá de azul y la nube blanca le dará tonos de mar. Por las laderas de la montaña volarán melodías de una guitarra lejana y tal vez algún perro sarnoso orinará sobre mis huesos emblanquecidos por la lluvia y el sol junto con los del tirano, la puta y el adulador... y el mundo seguirá girando, aunque yo pasé por allí.

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Florida..USA

2010-04-01

 

 

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