EL
BANQUETE INCONCLUSO
SINGLADURA
NR.41
Cuando aquel tiburón regresó por tercera vez, ya no venía de visita social, el olor de la sangre destilando
por la borda del bote era una atractiva tentación, y no es que volviera solo,
no; ahora trajo a toda su familia. Si al mirarlas daba ganas de reír con ellos,
¡qué felices se veían! Así, abriendo y cerrando sus blancas telitas como
sabanas de camitas de las muñecas de Bartolita...
A veces he pensado que, si yo fuera tiburón en lugar
de caerle antipático a los marinos con esos ataques brutales y exhibiendo
dientes amarillos, yo usaria un buen dentífrico y me compraría una aspiradora
eléctrica sumergible. Me acostaba en el fondo en alguna playa bien concurrida,
sin hacer movimiento alguno en el agua y desde alli simplemente aspiraba las
que más… bueno.
La verdad es que el tipo estaba impresionante.
¡Que dentadura!
El hombre sangraba profusamente del brazo. Parece que
cuando el motor de su bote hizo explosión se lo corto casi en redondo y ahi
colgaba abierto.
Medio llenos de agua, el motor roto, la orquesta de
las olas chiflando, los tiburones danzando y nosotros alistándonos para
servirles de almuerzo. ¡Olé criollos!
¡A ver, tú, dientudo! ¿Con qué me quieres sazonado,
limón, vino seco?... Ten paciencia que no hemos podido prender la candela. Asi
en frio no tengo muy buen sabor. Eché una mirada al horizonte... y suspiré.
Poco nos queda.
Le arranqué una manga a mi camisa y le apliqué un
torniquete al brazo del pobre hombre. -Me llamo...me...lla....m..mm... Se nos
va.
-Se nos fue.
-¿Qué hacemos con este?
-¿Qué crees tú que podemos hacer?...
-Pero, ¿tan pronto?...
-Pronto fué el dia que salimos del puerto... ahora ya
es tarde.
-¡Pero lo van devorar....!
-¡NOS!
-¿Qué?
-Es él ahora y nosotros tal vez luego. O él luego y
todos juntos con él. Nuestra elección. Aqui hay democracia tiburonil.
-¡Tú no tienes sangre en las venas, tienes horchata!
-No, todavia tengo sangre y mucha, pero quiero
mantenerla bien calentita para que esos tiburones no se indigesten cuando
llegue mi turno... y el tuyo.
Rojas las aguas revueltas, roja la espuma, y rojos
los cuadernos del alma en que se me inscribía otra muerte... yo que nací para
amar.
Aquellos amigos de los dientes filosos se alejaron
felices luego de concluido el banquete.
Dos dias más tardes el viento cambiaba y nos tiró por
un arenal desierto. -¿Cuántos quedamos?
-Seis.
-¿De diez que salimos y dos que rescatamos?
-Así es.
-¡Pobres tiburones, no pudieron terminar la cena!
Gilberto Rodríguez
Miami-Florida..USA
2010-03-22
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