miércoles, 26 de junio de 2024

Olvídala ya, la vida sigue. Singladura Nro. 37



Olvídala ya, la vida sigue.

Singladura Nro. 37





Hace un rato pensaba yo en un cierto aspecto de la vida de aquellos que aman una vez y no conciben la vida sin ese amor, aun cuando todo le indique, le diga, le grite a la cara que lo que fue ya no es, que lo que hubo para él ya dejó de existir, que los muertos no salen de sus sepulturas a devolver caricias... Que un amor... muerto, alejado, vencido por cualesquiera razones, es tal vez una cicatriz duradera o hasta una herida abierta, pero que nunca volverá a lo que fue ayer. Y esas personas así, sufren y causan penas y dolores a la persona que amaron, y que ya no les pertenece. El barco que no eleva el ancla cuando la tormenta abate, se hunde bajo su propia cadena atado a la roca del fondo.

 

Si ya pasó ese temporal, iza tus velas y sale a navegar, hay muchos puertos en el mundo. Nadie te impide vivir, amar y buscar nuevos amores, placeres y felicidad. Pero lo que ayer tuviste por tuyo ajeno ya es. ¡Aprende a vivir, aprende a liberarte de tus propios destinos! ¿Fue tuyo el mor por largo tiempo? Bien, sea. Ver más de ese punto es inútil, sigue tu camino, mira hacia otros horizontes, en este puerto hay anclada otra nave y no queda capacidad para más.

 

Mira a tu alrededor, más claro el camino no lo verás, la vida es cadena, ayer tú, hoy yo, y habrá un mañana en que sale el sol también. Recoge tus velas, guarda tus anclas, ahorra tu combustible y tu luz, la vida es corta, retírate ya.

 


Es curioso, escribí y publiqué esas líneas y al rato recibí este comentario de una amiga muy querida.

 

…Mi don, siempre tienes la palabra precisa y el consejo oportuno, nada más cierto que lo que dices. La cicatriz queda para siempre, y muchas veces, aunque queramos evitarlo, el pensamiento corre o vuela hasta donde nosotros no podemos llegar, quizás una tumba perdida en medio de una llanura desconocida para todos, pero con yerba siempre verde porque esta regada por lágrimas…

 

Sonia C Martínez

 

 

Si, la vida sigue, pero el recuerdo es eterno.

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-09-12

 

 

 

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sábado, 22 de junio de 2024

Cada amanecer. Singladura Nro. 36.



 

Cada amanecer


Singladura Nro. 36




 

 

Le conocí desde muy temprano en mis días, calmado, sutil, sereno. La imagen del lago en medio de las arboledas en verano. Sus ojos eran negros, serenos como esas aguas y brillaban con amor cuando miraba sin jamás mostrar una gota de cólera. Actuaba despacio y sin embargo constante. Me enseñó a caminar con un ritmo decidido y sereno que nos permite andar decenas de kilómetros sin cansancio, pese a quien se nos una en el camino puede que deje el hígado en el empeño. Así era él.

 

A veces me decía cosas que necesité muchos años para digerir, pero siempre en sus palabras hubo una como poesía filosófica sencilla como era él. Mi papá no necesitaba mucho, pedía menos mientras luchaba por más para los que le rodeaban.

 

Sembraba sus rosales. Una mañana, habiendo recibido el día anterior unas tres o cuatro pequeñas plantas de rosas, de esas que llaman "Príncipe Negro", que son de un rojo tan oscuro y profundo que no puedes quitarle vista una vez que andan cerca y cuyo perfume dura en el ambiente varios días. Las sembraba alrededor de nuestro bohío de guano cercano al "plan" donde se quemaba el carbón de mangle que hacíamos para ganar el boniato de cada día, ese día, digo mi padre era feliz.

 

Me levanté muy tempranito, como siempre lo hice, como lo hago todos los días y con mis ojitos llenos de lagañas aún, me fui a su lado. Me saludó y siguió en su tarea. Cantaba en voz muy baja para no molestar a los que dormían. Mi padre nunca molestaba el sueño de los otros. Jamás hacía ruidos. Revisaba cada raíz y le hablaba; volteaba la plantita en todas las direcciones del compás y no descuidaba la más leve de sus espinas. "Sus guardianes protectores de perfume y color", decía. Pasaba un señor. ¡Hola, Pererita! Era un anciano amigo de la familia, creo que fue compañero de armas de mi difundo abuelo en la Guerra de Independencia que aún vivía y seguir llamando a mi padre por el apodo que les daban a él y a sus dos hermanos mayores, Pereritas, por su apellido, Perera. A mí me lo llaman a veces y creo que me provoca una cierta nostálgica ternura. Esa es mi única capacidad para la nostalgia que tan explotada es hoy.

 

¿Qué haces, Marino? Siembra un rosal. ¡Ay muchacho, como te pareces a tu padre! Y siguió el anciano su camino a puras penas por la joroba de su espalda desgastada por los embates de las olas.

 

-Papá, ¿por qué te alegran tanto las rosas?

 

-¿No es verdad que son bellas?

 

-A mí me gustan.

 

-Pues mira hijo, ya viste a Don Pedro. Ese viejito fue amigo de mi padre, de mi papá que dios me negó y no pude conocer aunque murió conmigo en sus brazos. Trágicos recuerdos que me acosan desde antes de nacer. Hay ocasiones en que hablo mucho de amigos. El mejor amigo de mi abuelo se hizo miembro de los "voluntarios", cubanos que peleaban voluntariamente contra sus propios conterráneos en favor de la cruel dominación española fue quien lo asesinó. Mi abuelo cometió ese terrible error de los hombres que van a las guerras y tratan de conservar y cultivar el amor de sus familias. Y ese abuelo vino a ver a sus tres hijos y esposa. Mi padre era el menor, apenas dos añitos. No hablemos mucho de amigos, que los hay buenos también. Su mejor amigo, tenía derecho de saber por dónde andaba mi abuelo. En la confianza está el peligro. El mejor amigo de mi abuelo, me lo robó muchos años antes de que mi padre me trajera al mundo.

 

-Don Pedro nunca nos traicionó. Hay amigos buenos. Y siguió el cultivo de las rosas.

 

Unos años más tarde pasaba yo un verano en casa de mi tío abuelo paterno "Manuelito" Perera allá en ese querido pueblito, San Diego del Valle, donde pude ver algo de lo que era mi familia antes de que este hijo de Ángel Castro la destruyera. Yo era menor, unos trece años, y el hijo menor del tío, un hombre casado y con tres hijos, me llevaba con él a todas partes. Salimos del cine algo tarde. La luna era llena y bañaba esos campos sembrados de tabaco que se extendían por sendas caballerías.

 

-¡Mira, escucha en silencio! Miré, escuché, agucé el oído.

 

Allí, entre las largas filas de plantas, un hombre hablaba con las plantas casi maduras de tabaco. Les acariciaba pasando su mano por debajo de las hojas, de abajo hacia arriba con caricias de seda pura, terminado la caricia con esos pétalos de gloria besando su rostro. Rebozando de orgullo, me dijo el pariente, "ese es mi padre, tu tío."

 

Papá, sin mirar hacia mí, mientras introducía una matita en la tierra y le echaba un poquito de agua del jarrito que allí tenía lleno, me dijo: -Yo quisiera todos y cada día, hijo, sembrar una rosa, y conocer a un hombre. Así era mi padre. Así me enseñó. Su propia filosofía, no la he conocido mejor.

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010.04-14

 

 

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jueves, 13 de junio de 2024

ESPUMAS DEL MAR SOY. Singladura Nr. 35



ESPUMAS DEL MAR SOY.

Singladura Nr. 35




Amaneces. Sé que estás ahí, sé que eres tú. Diosa, virgen, o sirvienta, mujer eres. Yo solo, espuma soy.

 

Por las rendijas de un soleado amanecer me miro en tus ojos extrañados ¿Es un nuevo día, un nuevo amanecer o eres tú que me deslumbras? Me da igual, estás ahí.

 

¿Quién eres tú? ¿Mi mujer, su mujer, diosa del cielo? Yo te veo, transparente a la luz de este semioscuro amanecer, vas con la brisa. La aurora se detuvo ante tus pies. ¿Por mí? ¿Sabes amar?

 

El agua que se desliza por las quebraduras de la montaña es mi sangre que corre a ser rocío. La rosa necesita su gotita. Yo no sé de diluvios solo el de besos que te pido. ¿Me amarás? Tal vez.

 

Yo soy el mago de los montes, el fauno que deambula entras las ramas, soy el ruiseñor que te deleita en las horas de las brisas matutinas, oculto entre las ramas del cafeto. La montaña me inspira, está más alta cada vez, allí resides tú. Alta, mas no altanera, dulce, pero con suerte de arlequines que se suben a la escena. Hoy soy de ti. Mañana los vientos me destruyen, el corazón es de merengue.

 

Forma mi mente ciertas sedas tejidas por gusanos resplendentes que solo residen en mi ser, y te visto en mis sentidos de oros, porcelanas, esmeraldas y rubí. Y sobre las arenas del desierto se crear para ti un oasis, un remanso, un océano, un pastel. ¿Dulce?

 

Tal vez. Las espumas de las pequeñas olitas que mis sueños te preparan allí en las orillas de ese mar, son solo globitos, burbujitas, juguetonas doncellas de la primera sonrojé. Pasajeras son. La quimera es fugaz, el amor eterno, el beso es solo un sello con la llave de mi corazón. No se guardarlo. Tómalo en tus manos, es de ti.

 

Cuando la tormenta amaine sobre el litoral de mi vida tal vez quede varado el bote en que navego. Un remo roto, una boya desprendida, el puerto está en la lluvia y sus canales apuntan solo al muelle de tus senos. Mira bien. Transeúntes milongueros le cantan al sinsonte, pero el amor que nace de mi corazón te canta solo a ti.

 

Cuida que las espumas no se quiebren al llegar hasta tus sienes, la brisa tiende a sacudir las burbujitas y con humildad mi fe resiste la humedad de que dan las aguas de la burbuja que se abriera al nacer tú, y tomar tu nombre. ¿Qué puedo hacer para tenerte?

 

La verdad del porvenir está en tus besos, pero la espuma que has visto aquí en la playa, pasajera es, disfrútala en caliente. No importa que el gigante de las nieves mañana su planta grande y dura nos traerá, de hielo y tierra hecha está la amante, barro el hombre está. Unión de picachos en los fondos que hunden barcos a veces al pasar, son los mismo que indican desde lejos, espumajes blancos lanzando al firmamento que allí la delicia del color, la ilusión de su blancura, y el fresco palpitar de las corrientes en sí llevan mis anhelos, riesgosos de vararse la nave sin tu amor, al tiempo que ofreciéndome en sus olas, un remanso en medio del temporal.

 

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-04-24

 

 

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viernes, 7 de junio de 2024

LA PROFECÍA DE MI MUERTE Singladura Nro.34



 

LA PROFECÍA DE MI MUERTE

Singladura Nro.34

 



Este es un recuento curioso para aquellos que aceptan lo que dicen los adivinadores con todo género de fe. Las coincidencias de estas profecías sobre mi futura muerte esas dos veces, una en la niñez en Cuba y una en la guerra en Italia, realmente constituyen parte del género de la fecunda cosecha de creyentes que aumenta a cada paso. De modo que leerlo, por favor, mire que hoy no es mi cumpleaños, lo dejo ahí, solo por el valor de la narración…

 

 

Un día dije:

 

HOY, 23 DE ENERO, CUMPLO 88 AÑOS.

 

Nada especial para uno que llega con relativa salud, muchos bríos, fuerzas suficientes para seguir ejerciendo su profesión y competir en el mundo legal, profesional y académico de los jóvenes... y disfrutarlo.

 

Nada raro hasta ahí. Lo curioso de mi caso es que esta es la cuarta vez que se cumple la profecía de que voy a morir a los 22. Porque creo que cuatro veces 22 suman 88. ¿No? Pues bien, esto por obligación me devuelve a mi pueblito querido de La Isabela... y a una de tantas supersticiones o cosas de esas.

 

Todos los días venía de Sagua a las 5:00 am., con una grandísima caja llena de dulces para vender por las calles y muelles, el Chino Julio. Como era pariente de un chino casado con una parienta de mi mamá, Julio era punto fijo a la hora de almorzar a mi casa. Hasta ahí lo único extraordinario es que nosotros, los chicos, nos banqueteábamos con su generosidad. Pero, la historia de la Isabela es rica en su folclor. Y ya saben ustedes que yo escribo Las Estampas y otras historias de nuestro terruño, siempre puramente de mis recuerdos, del fondo de mis memorias personales. Esta es una de ellas. Una verdad absoluta que carga mi alma y que siempre me ha causado dudas sobre la capacidad humana para leer y o entender el destino y ver hacia el futuro.

 

Julio no era conocido ni como vidente, ni como nada que tuviera que ver con misterios y adivinanzas, pero llegó un día en que vino desde Sagua más temprano que de costumbre y fue corriendo a casa de un estibador que creo recordar se llamaba Andresito Valencia, el cual iba a salir en ese momento para el muelle a trabajar en la carga de un barco azucarero. Con excesiva vehemencia el chino trató de impedir que el joven estibador fuera al trabajo ese día: "Tú va muele hoy; no va trabajo. "Incrédulos, Valencia, como buen "isleño", se molestó con el chino y casi lo echa a patadas de su puerta. "Condenao chino, pájaro de mal agüero." Valencia fue al barco, tocó la campana, izaron el amante y el penol, elevaron los primeros doce sacos de azúcar por el aire y alinearon la lingada con el sitio donde debía bajar hasta el fondo profundo de la bodega del barco. Y de pronto, ¡Saz! Se rompe la soga llamada "linga" que sostenía los sacos en un haz, y los doce sacos caen encima de Valencia. Muere Andresito Valencia. Horrorizado el pueblo y el Chino Julio es maldecido por el pueblo como hijo de Satanás, el diablo mismo.

 

Varios meses pasaron antes de que el pobre chino volviera a la Isabela. No sin que antes "un espíritu, una noche, haya ido, encubierto en las brumas de la noche, a la hortaliza donde vivían varios chinos, y apenas si matan a Julio de una brutal paliza.


Vaya santo espíritu...

 

Bien, tenía yo unos ocho años o nueve, cuando el chino, que ahora se veía asediado por gentes que creían que él tenía poderes especiales, aunque él siempre se negaba, un día, como a las once la mañana llega a nuestra casa, como acostumbraba, a "pegar la gorra" y yo me paré junto a su caja de dulces, ahora asentada sobre aquellas crucetas que él tenía de pedestal, cuando, juntando los dedos índice y pulgar derechos, los pasa por el centro de mi frente, mira al sol, y llama a mi madre con un tono que yo antes no le había visto: No sé si era misterioso o preocupado seriamente.

 

-"Nina", "Nina", tú cuidal mucho este muchacho."

 

-"¿Por qué?"

 

-"Mimito día que cumple 22, se muele tu hijo."

 

Mi madre era una pichona de gallegos con unas expresiones bastante generosas y yo me tuve que tapar los oídos.

 

Los tiempos pasan y las profecías, a menos que sean de Nostradamus, se olvidan. Y yo me fui a la Guerra por el mundo. Pero, ay, amigos lectores, cuantos recuerdos me trae el nombre de Génova. Apenas unos tres o cuatro meses antes de mis 22, una noche que visito, por invitación de unas chicas universitarias a una poderosa familia cuyo padre había muerto durante la Guerra, pero no peleando, y su inmensamente gorda viuda seguía la costumbre de las fiestas familiares aún bajo las balas, además, eran de "Alta alcurnia", como dicen, y después de una opípara cena donde había unas 24 personas todas más jóvenes que la anfitriona, tía de una de las chicas o madrina, no sé bien; pero que era adepta a la adivinación como creencia o no sé bien yo que dijo, ahora, vamos, chicos que le voy a leer las cartas de la baraja. Ah, divertido. Bueno, no tanto. Al menos yo, tuve unos placeres mezclados con susto. Resulta que la buena mujer, al leer mis cartas, se ve preocupada.

 

-"¿Qué pasa?" "¡Dame tu mano!"

 

-"¡Dio, Dio, non p..."

 

-"Te quedan cuatro meses de vida, hijo mío, las cartas lo dicen, tu mano también." Con delicadeza retiro mi mano, me despido mientras al unísono me decían todos, ¡suerte!, y me invitan a que regrese pronto.

 

Recordemos que yo estaba en Italia en plena Segunda Guerra Mundial y en los servicios en que yo andaba, uno moría a cada instante.

 

Mucho vino pasaría por mi garganta, muchas ansias de conquistar faldas se aceleraron mas allá de lo que un hombre normalmente busca a esa edad y bajo las circunstancias de la vida en ese instante. Y si digo, aquí no estuve preocupado, mentiría.

 

Mi vida siguiendo su curso, como las aguas de la lluvia siguió regando los sembrados, las nevadas enfriaron algunos trineos, y los años acumularon arrugas sobre mis sienes. Las curvas nunca se enderezaron, la sal nunca se escapó de los mares... y por mi vida han pasado naufragios, balas, heridas, alegrías, penas y emociones y, hoy, aquí, estoy escribiendo un poquito de esas memorias. ¿Por qué precisamente hoy escribo esto en lugar de estar por ahí celebrando? Pues muy simplemente, porque hoy se cumplen cuatro veces 22 años vividos por mí, y no he muerto en ninguno de los cuatro ciclos completados.

 

De modo que hoy yo miro hacia atrás a los recuerdos y me pregunto: ¿Acaso el chino Julio era vidente?... o simplemente una corazonada?... ¡Adivínelo usted! Pero, por favor, no me vaya a decir ahora que al cumplir yo 22 la quinta vez me muero. Porque si lo hace, va a tener razón con unos meses de error en la cuenta. Ciento diez es ya largo tiempo, y los videntes lo saben. Yo No.

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-06-04

 

 

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lunes, 3 de junio de 2024

SE DICE DE LOS ESQUIMALES QUE SE REGALAN LAS MUJERES Singladura Nro. 33



SE DICE DE LOS ESQUIMALES QUE SE REGALAN LAS MUJERES

 

Singladura Nro. 33




Que una cosa y otra. Yo conozco un poquito acerca de las costumbres esquimales, yo viví entre ellos más de un año. La Internet está llena de informaciones de todo tipo sobre esos seres humanos primitivos, “incivilizados” que muchas gentes quieren y están logrando, “civilizar”. Lo primero que el hombre civilizado les lleva a los seres primitivos son las enfermedades venéreas, la historia está plagada de hechos más que bien documentados. A esto les siguen la envidia, la trampa, la mezquindad, la codicia, la miseria y el hambre, la religión impuesta y la política que nunca habían conocido y menos imaginado.

 

La primea vez que yo le mostré una Revista “Life” llena de fotos a una tribu Innuit, aquellas gentes deliraban al grito de “¡Avis, Avis!” la palabra danesa para decir “noticias”. Mucho se habla de un hecho que los exploradores y los que conocemos de eso no tocamos. Hoy yo voy a decir un poquito no ya de vivir en un igloo, de eso de dar y prestar la mujer. No todos los llamados “esquimales” (gente que come pescado crudo, es el significado) son iguales ni hablan las mismas lenguas. Lo que sí, todos, junto con los indios norteamericanos y los mayas tienen las mismas o muy cercanas características físicas. Pequeños, trabaditos, pieles oscuras aunque nunca ha estado en la playa, voces suaves y palabras breves, guturales los sonidos y una gran facilidad para sonreír inocentemente. Los esquimales, sean Inupiat, Inuvialuit, Aluiiq, Yupik, Naukanski, Chukchi, o Aleut, etc. Que pueblan el Ártico y todas las regiones, Canadá, Alaska, Siberia, Groenlandia, etc., y las Islas Aleutianas, son pequeños pueblos o tribus de familias, sus costumbres son similares, pero a lo largo de la historia ha habido entre unos y otros guerras y has cierto nivel antiguo de un poco de brutal canibalismo, del que todos prefieren callar. No voy a hablar de costumbres, artes, ni nada porque hay mucho a la vista; solo me interesa hablar de un mito, el de la prestada de la mujer.

 

Eso es no solo un mito callejero, es una total mentira. La esposa es sagrada para los esquimales, tocarle la esposa a un hombre es la única razón por la cual el esquimal es capaz de matar.

 

Los hombres Innuit y de las otras tribus pescan y cazan. Las mujeres solo tienen que masticar plumas para hacer chaquetas, botas y pantalones. Y esto requiere un artículo para responder a todas las preguntas que provoca. Los inuit son muy socializados en cierto modo, todo lo que se pesca o caza es para todos en la tribu. No hay jefe, hay ancianidad respetable y calidad de pescador que sirve de liderato en algo. Ahora tenemos una familia que tiene seis hijas en la casa, siete mujeres.

 

Empecemos por decir que la vida sexual del esquimal es lo que la naturaleza dicte. No hay diferencia en un perro, un ave o un hombre y una o más mujeres. Son bocas que mantener. Al extremo, cuando no hay pesca ni caza y el hambre cunde la comarca, es la mujer gorda la que recibe menos comida en la tribu, los flacos necesitan más.

 

Ahora llega un hombre que no tiene mujer y le dice a un padre deme una de sus hijas por esposa. Llévese las seis si quiere y puede mantenerlas. ¿Inmoral? No, solo realismo, el padre se alivia la carga si el otro acepta, que no es fácil, porque el joven no quiere esa carga.

 

En la mente de esas gentes no está vivo el tema sexo, porque esa es una función del cuerpo a la hora o como sea igual que los animales del bosque.

 

Ya sé; me van a preguntar ¿qué pasa si nace un hijo? Simple, si es varón otro cazador y pescador para la tribu, si es hembra otro juego de dientes para masticar pluma. Es la familia, eso sí, de otras tribus esquimales no pueden venir a buscar mujeres a menos que existan otras razones. Y si usted se acuesta con una o veinte mujeres esquimales, no es problema, solo no le toque la esposa a ninguno. Y usted puede hacerlo delante de todos que eso ni se mira, es igual que una bandada de aves o una de animales en la selva. No hay nada feo ni maldad ni vicio, sus virtudes están en la inocente actitud frente a sus vidas que las viven de acuerdo con su naturaleza.

 

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2011-04-28

 

 

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