NAVEGANDO ENTRE SUBMARINOS.
Singladura
Nr.22
"Solo, yo voy solo entre la gente
que me mira indiferente
sin sentir curiosidad....
Solo, como un perro callejero,
como barca sin velero,
solo con mi soledad...
Poco importa si me pierdo
por un triste callejón;
solo me queda el recuerdo
de cantar esta canción...
-¡Ay mi querido amigo,
"Gitano Señorón", ¿por qué tuviste que
morirte?... Ella, ellos y yo, todos te queremos aquí, no importa tu ausencia…
Bella copla que pareciera un poco echa para mis
andares marineros durante la Guerra. Muchos viajes intracosteros y por el Golfo
de Saint Lawrence y su Río hicimos y muchos y muy variados minerales, madera, y
también cervezas cargamos de los distintos puertos canadienses a Los Estados
Unidos y viceversa.
Armando Hernández, el chico de Sagua La Grande andaba
de camarero de la tripulación y yo en la cubierta de timonel. Y un buen día, en
New York, nos dicen que vamos a Cuba. ¡A la Isabela, a mi casa!
Y seguimos solteros, como nave. Nos gusta tanto la
copla que la actuamos antes que esta fuera escrita. Y fuimos a mi pueblo.
Nuestra alegría era tal y tanta alegría, como la de
aquel tipo muy religioso que se murió y se encuentra con que lo mandan al
cielo... o como el niño aquél a quien la vecina lo manda a la tienda, se
equivoca y le da dinero de más, y a este se le va haciendo aguas su boca al
pensar en los caramelos que se va a comprar con esos centavitos extra, como al
que le cayeron del cielo.
Y no hubo miedos esta vez, no; al contrario, si nos
preguntan tal vez hubiéramos respondido lo de aquel borracho feo: "A mí me
matarán, pero yo gozo." Poco nos importaban las minas, ni los torpedos que
nos soplaban los alemanes, ni los despachos horrendos de barcos nuestros que
eran hundidos a diario por todos los mares. Ni si el "Liberty" era un
barco endeble porque su diseño era defectuoso, porque los soldadores
improvisados hacían malas costuras, o si Hitler orinaba sentado. Solos, el
andar solos, era un andar bastante jo...o, pero nosotros dos, cubanos jóvenes y
atrevidos, estábamos contentos. Es curioso que, aunque Armando y yo éramos muy
diferentes en casi todo lo que hacíamos y pensábamos, una cosa nos unía, yo era
el osado, el curioso, el aventurero... Él, Armando, era el indiferente, el
ajeno, el lejano, casi insensible a la existencia de todo lo que no fuera
vestirse bien, comer y beber su whiskey.
¡Vaya!, que, si el barco se hunde, ya nos recogerá
otro barco.
Y la Isabela se vistió con sus mejores velas en la bahía
y Sagua con sus más bellas flores de dos piernas y hasta la banda municipal,
formada por bomberos voluntarios nos dio una retreta... de música, ¿eh?, que no
de patadas.
Y a cantar la copla de nuevo con mi amigo Garrido: ...“solo,
como barca sin velero”... que New York nos espera. Y el tío Samuel me tiene una
cartita escondida bajo la manga de su gabardina.
El Capitán manda al "Stirman", (Tercer
Oficial), Olsen, a llevarnos, a Armando y a mí, a la Iglesia Noruega, cerca de
Wall Street, en Battery Place, Manhattan.
Allí nos habla, por separado, a Armando y a mí, el
cónsul noruego. Y a mí me dijo el hombre que probablemente mi barco saliera a
una misión sumamente peligrosa, que bien podía ser, a la misma Noruega. Yo le
dije en el acto: "YO VOY."
El diplomático me había citado a la Iglesia Noruega,
que es donde todos los asuntos de tripulaciones noruegas se manejan. El Párroco
noruego me mira muy seriamente y me pregunta a boca de jarro: "¿Por qué te
ofreces, si ya has visto muy bien los riesgos que hay, y si te embarcas en este
viaje, es posible que no haya regreso?” ...
-"Hay que derrotar a Hitler, Reverendo y Señor
Cónsul." El Cónsul me abrazó y vi una brillosa rayita en sus mejillas... y
se alejó en silencio, porque los escandinavos no lloran, tienen fama de fríos.
El religioso me dijo; -Tu barco va al astillero, ve
abordo, recoge tus pertenencias y vete al Hotel Chelsea, allí tienes una
habitación separada mientras se hacen los preparativos. Aquí tienes todo el
dinero que tienes ganado hasta hoy, pero el hotel yo lo he pagado ya. Va por el
Reino…
-Una cosa quiero decirte. Cuida de no hablar de esto
que has oído aquí, estamos en guerra, bien lo sabes. Me di media vuelta para
salir de allí, pero el Ministro me detuvo…
-Y hay algo más, el Gobierno Americano puede que te
invite a una oficina. Lo que decidas o hables es asunto ajeno a mí, pero debes
proceder con mucha seriedad en estos asuntos.
-Reverendo, ¿es solo a mí que se me está hablando... quiero
decir, al otro cubano, Armando también?...
-No estoy en libertad de responderte, pero creo que sí.
Al día siguiente me entrevistaban en una oficina de la "US War Shipping
Administration", en el Downtown de Manhattan. Un centenar de preguntas en
inglés clásico algo superior a mis conocimientos en ese momento. Pero pasamos
el charco.
-Lo Felicito, amigo cubano; ¡Mire estos papeles!... en
un deficiente, pero entendible idioma español
-¡Huy, cuantos datos de mi vida y las de mis
familiares! Hasta mi abuelo paterno, muerto durante la
Guerra de Independencia en Cuba estaba allí.
-Mr. yo soy un pobre chico de una familia pobre de
Cuba, navegando en un barco noruego, ¿Cómo es posible que usted tenga en sus
manos prácticamente todo el árbol genealógico de mi familia?
-A nosotros nos gusta conocer a nuestros amigos, y
que siempre esos amigos nos digan la verdad, y yo le felicito. aquí puede leer
lo que sabemos de usted y compararlo con lo que me ha dicho.
-Le vamos a entregar un Certificado de su Inscripción
con este Ministerio, así como una póliza de Seguros de Vida a favor de, como me
ha dicho, su madre y su hermana. Desde hoy usted está directa e indirectamente
al servicio de Los Estados Unidos de América. ¡Welcome! Y me dio un fuerte
abrazo.
Salimos los dos al Luncheonette de frente al Edificio
Federal y disfrutamos juntos de una taza de mocha y un "apple pie."
-0h, no más por hoy, hermanos, vamos por cuentagotas.
Estoy rendido de sueño, mañana continuamos esta singladura.
Continua más abajo...
Un par de días más tarde, mientras yo leía el libro,
"Two Years Before the Mast", de Jack London, sentado a la orilla del
pequeño lago en el Central Park, en New York, se me acercaron dos hombres
altos, muy bien vestidos y me mostraron sus cartas de identificación. Era dos
Agentes Federales, francamente me asusté.
-Necesitamos que nos acompañe... Así, amable, pero
secamente.
En mi cuarto en el hotel, me dijeron: -Pick up your
stuff" (recoge tus cosas) vas a otro lugar ¡Hummm! Esto pinta mal, me dije
yo. Pero no hice comentario alguno.
Unas horas más tarde estaba yo ya acomodado en una
como escuela, donde había dormitorios y muchos equipos que yo nunca había
visto. Muchos uniformes llenos de oropeles había allí. Todos me saludaban
cortésmente cuando se me cruzaban en los distintos lugares, pero ninguno me
hablaba. Hasta que al fin, un sargento de los "US Marines," me invita
al comedor y me ofrece un café.
-¿Sabes dónde estás? En inglés, claro está, de aquí
en adelante todo ha de ser en el idioma de los yankees. -Estás en una Academia Exclusiva para
Personal de Servicios Especiales. Se respondió el mismo a la pregunta que
formulara.
-Y yo, ¿qué hago aquí, estoy preso acaso?...
-Tanto como preso, no. ¿Por o para qué? Ya muy pronto
tendrás la respuesta, pero yo no la sé... y francamente, si la supiera, no te
la diría.
Esa noche no dormí. Pensaba y me preguntaba una y
otra vez, ¿En qué diablos de lío estaré yo metido ahora?...
El desayuno era bueno y abundante, pero las
preocupaciones mías corrían de babor a estribor en la cabeza, como cuando
navegamos con el mar por un costado. Me tomé un montón de tazas de coffee entre
sonrisas y saludos militares sin que nadie me hablara. Y cada vez veía más
oficiales.
Como a eso de la diez de la mañana me llaman a una
oficina. Allí estaba el Capitán de mi barco, muchos oficiales americanos, unos
oficiales ingleses y varios antorchados daneses.
-Mr. Fernández...
-Perdón, mi apellido es Rodríguez...
-Your last is
Fernández. Don't try to change that.
-But, Sir, my
name is Rodriguez, by my father...
-¡Enough!" Y me clavaron el apellido de mi madre
porque ese era el último, el "last name", que los gringos llaman al
apellido y que tantos hispanos hemos tenido que tolerar al llegar a estas
tierras, porque ellos no respetan ni aprenden otras culturas.
-Now. usted viene aquí seleccionado para un
entrenamiento especial, en un proyecto secreto. Yo le voy a decir a usted lo
que ha de hacer. Y usted me va a decir si se somete a nuestro proyecto, o si se
quiere salir antes de comenzar. Pero tenga presente que, si acepta y se ofrece,
su decisión ha de ser enteramente voluntaria, pero eso sí, una vez que usted
sabe algo de lo que aquí hacemos, no hay regreso. ¡Piénselo bien!... si quiere
puede pensarlo hasta media noche... después de esa hora si no se ha decidido
queda fuera del programa.
-Go Ahead; I'm
in.
-¿Está usted
seguro?
-Sí.
Y ahí comienza mi vida a deslizarse por los hielos
del tiempo y las más inesperadas -al menos para mi- aventuras que un guajirito
isabelino pudiera imaginar, como no fuera leyendo a Salgari, a Jack London ó a
Jules Verne... aunque el pobre Verne nunca pudo navegar.
No puedo yo aquí, aún hoy, hablar mucho de lo que
hicimos allí, pues no recuerdo que me dijeran si se podía hablar de eso, o no. Mas,
baste decir que un sinnúmero de equipos, máquinas, armas, y equipos eléctricos
y electrónicos hasta entonces no conocidos del pueblo estaban allí. En las
clases que nos (nos digo), porque luego habían otros más, como yo, que nos
daban con mucho sigilo, aunque para esta hora ya constituíamos parte del
proyecto.
Supervivencia en el hielo, terrenos posiblemente
minados, comidas raras de la naturaleza a la boca, una raza ajena y distinta,
lenguas hasta ahora desconocidas para muchos de nosotros, y como lograr hacer
amistades con esos seres humanos. Armas especiales, como manipular ciertas cargas
de equipos científicos, etc. Tanto que aprender, en tan corto espacio de tiempo
y cuanta brillantez de los maestros que nos preparaban. ¡Asombroso proyecto!
¿Proyecto?
Unas cortas semanas allí y me devolvieron a New York,
luego de tomarme un juramento muy severo. Allí supe que Armando no había sido
invitado a participar.
Pero regresamos al mismo barco... solo que ahora casi
no lo reconozco. Lo han cambiado todo. Parece que hicieron otro en su lugar.
Al salir de New York por el canal intercostero, ya teníamos
abordo, yo no sé cuándo las pusieron allí, en la bodega de popa, unas enormes
cajas, como algunas que yo había visto en la "escuela." Y llegamos a
Boston.
Luego fuimos recogiendo cajas y equipos en Portland,
Maine, Halifax, Sidney, Chicoutimi, Saint John's, Newfoundland, y también mucha
papa, pepinos encurtidos y cerveza canadiense, enormes cantidades, antes de
partir hacia el norte.
¡Ah, me decía yo, que presea para un submarino alemán!...
Y a navegar solitos de nuevo. Mas, esta vez nuestra
nave se vestía de lujo con su tripulación y los otros. Nos habían cambiado
algunos de los tripulantes regulares, y trajeron unos nuevos, mucho más
educados y hábiles.
Un Capitán danés que representaba allí
a su país, tres altos oficiales de los US Marines, varios científicos
americanos y una dotación de técnicos bien templados para el papel.
Proa al norte y al vendaval. Cuatro días corriendo a
toda máquina hacia el norte y, al final, cuando el tiempo amaina, estamos
exactamente a una milla al sur de el punto donde habíamos estado cuando la
tormenta comenzaba. Mucha carga y mayor oleaje.
Pobres estómagos rellenos de leche evaporada. Mas
nunca la he podido ni mirar.
Y llegamos Ivigtut, en La Groenlandia, pasando por
Christianhaaven.
Y por primera vez vi un esquimal.
¡Ay, amigos; que gentes lindas esos animalitos
inocentes en cuerpos de hombres y mujeres! Son más parecidos a los Mayas de
Centro América que a nosotros. Y más dóciles que el perrito de Chuchi.
Pero eso que me quieren preguntar acerca de los
esquimales y sus mujeres... Oh, mejor esperan un poquito.
Gilberto Rodríguez
Miami-Fla..USA
2009-04-05
xxxxxx
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