lunes, 4 de marzo de 2024

MEMORIAS DE MI PUERTO Singladura Nr.6



 

MEMORIAS DE MI PUERTO

Singladura Nr.6


SS Chaparra en Isabela de Sagua, Cuba


Terminada la Segunda Guerra Mundial, en los Estados Unidos, donde unos 13 millones de personas estuvieron empleadas de un modo u otro en la industria de guerra y las fuerzas armadas, nos vimos en las calles con la sección de clasificados del periódico bajo el brazo; la economía se hundió. Las colas comenzaban a las tres de la mañana y se desvanecían allá por las dos de la tarde... y repite al día siguiente. En las colas de desempleados tocando puertas con el suplemento del periódico bajo el brazo, llegó a desarrollarse tal camaradería, que un día todos los residentes de New York llegamos a conocernos por nombre y apellidos. De pronto comenzaron a formarse compañías navieras aprovechando el hecho de que el gobierno americano quería impulsar la economía y la cantidad de barcos que tenía en sus manos le resultaba muy costosa de mantener.

 

¿Recuerda acaso usted estos dos nombres de marineros griegos, trabajadores del Mar del Plata en Argentina, Stavros Niarchos y aquel que compró una famosa ex primera dama, Aristóteles Onassis, y se contoneó con la soprano, también griega, la de las orquídeas: María Callas? ¿Sabía usted que fueron los casi-regalos de barcos viejos casi regalados lo que les dio sus millones? Una de esas nuevas empresas, operada por un viejo Capitán y sus hijos corredores de bolsa, la Gulf Traders Shipping Line, me contrató a mí para cambiarle a sus barcos las estructuras militares y convertirlos en barcos de carga de categoría mediana y menor; 14 barcos cambié yo.

 

Una lesión en el ojo izquierdo me enfrentó a la empresa, pero todo quedó entre amigos. (Dicho sea de paso, en esos tiempos no había esta industria médico-legal de las demandas ante los tribunales. Te lastimas, arréglatelas como puedas) Entonces vi los cielos abiertos cuando me dijeron un día, que tenían para mí una plaza de Contramaestre en el barco "Gulf Trader", que llevaría carbón de Newport News, Virginia a Port Royal y Kingston-Jamaica, y de allí cargaría azúcar en la Isabela para Boston, y que iban a designar marineros y Mayordomo cubanos para la tripulación. Amigos, ¿preguntarle al tiburón si se quiere zambuir?

 

Eran ya muchos años lejos de mi pueblo, de mi Patria, de mi familia. Mi Jefe inmediato era un joven americano a quien tuve por compañero en La Academia Naval, medio chiflado, pero buena gente y enamorado de Cuba. El Mayordomo habanero y los otros tripulantes cubanos eran Nuevitas y Pastelillo, en Camaguey. (Curioso recuerdos me trae esto, nunca he visto a Esteban Lamela en Miami, personalmente, pero gracias a esos tripulantes, conocí aquel joven delgado, alto, que vestía impecables guayaberas blancas planchadas por su madre que escribía reportajes para el Excelsior, El País, bajo la dirección de Félix Soloni, más tarde mi director y amigo en New York en la editora Joshua B. Powers. ¡Mundo chico, este nuestro! Y compartimos un café y tostadas una noche, en aquel café con nombre de capital europea) ... Pero a La Isabela vamos.

 

Cuando un barco se acerca al puerto, el Tercer Oficial toma el mando de la proa, el Segundo la popa, el Contramaestre a popa, el Primer Oficial y el Capitán al puente y el timonel mayor al puente, al timón. Yo había sido timonel mayor y oficial de emergencias y crisis. Pero estábamos llegando a La Isabela y gracias al Primer Oficial el Capitán me llamó al puente. Usted es isabelino y conoce su puerto. Hágase cargo del timón y llévelo a un muelle llamado "Amézaga". Cielos míos.

 

Frente a Cayo Cristo se nos acercó el bote del Práctico del Puerto. Don Severino Ponce llegó al puente con ese carácter, a la vez estricto y simpático que le adornaba, saludó al Capitán y se dirigió a mí, que sostenía el timón ya enfilando la proa del barco hacia la boya exterior del canal de Marillanez. Y dijo en inglés, ¿Usted conoce el canal? Si es así, sígalo, está en sus manos. Y se pasó todo el trayecto hablando con el capitán a veces conmigo sobre el mar, el mundo y asuntos técnicos. Miraba el rumbo a cada paso, pero nunca me dio una orden hasta que enfrentamos el muelle.

 

La maniobra era simple, entramos de proa con el costado de estribor, el lado derecho del barco, atracado al muelle de cemento, de frente, mirando a la iglesia del pueblo. Don Severino Ponce me dio las gracias también en inglés cuando el Primer Oficial me dijo, deja al Segundo ahí, que ya están bajando la escala. Nunca he sido más rápido en mi vida. Al extremo de que me costó una seria lesión en el tobillo derecho el tirarme de varios pies de altura al muelle, sin esperar que la escalera estuviera segura, porque vi a mi madre, mis hermanos y muchos amigos corriendo hacia el barco. Nunca supe cómo se enteraron de mi llegada.

 

Ah, pero que sorpresa, me esperaba. El viejo Práctico del Puerto, Don Severino Ponce era un gran amigo de mi familia, por todas las generaciones. Yo estaba abrazado a mi madre cuando este descendió por la escala y se acercó a nosotros con una curiosa expresión en el rostro. Mi madre, abrazándolo cariñosamente le dijo: Hay Severino, gracias por traérmelo.

 

El buen hombre me miró de arriba a abajo, y con toda la fuerza que tiene el carácter paternal de nuestra herencia española, me dijo indignado; Usted es el hijo de Marino Perera, y me ha hecho a mí hablarle inglés por más de dos horas sin darme la oportunidad hablar su propio idioma... usted me ha faltado al respeto. Y se alejó enojado. Pero ah, cubano, a la salida del muelle, apenas avanzando por los abrazos y las manos de mis hermanitos y hermanitas que se me colgaban, de pie y ya un algo relajado mentalmente, estaba Severino Ponce ahora acompañado de Miguel Castell, el Práctico mayor del puerto y un sinnúmero de amistades.

 

Los dos respetables y queridos lobos de mar me abrazaron, como quien abraza al hijo pródigo que regresa. Y los dos hombres a quien tanto respeto debía yo, derramaron lágrimas envueltos en mis brazos, como las estoy derramando yo en este momento.

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2008-10-22

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