LA
MUJER DEL PUERTO
Singladura
Nr. 5
Loca de amor, Aleida se entregó a él allá en un lugar
de Sitiecito. Pedro era el hijo del supervisor militar de Sagua, era muy buen
mozo y reía con facilidad, gastaba mucho y no trabajaba, papá le daba todos los
gustos que se le antojaran. Comparado con los otros jóvenes de la zona, él les
parecía a las chicas el mejor partido. Lo que se dijo de él era pues, pura
envidia.
Todos sabían que Pedro enamoraba a infelices chicas,
las embarazaba y luego las abandonaba. Y nadie podía reclamar, porque su padre,
quien era el mandón de turno, lo protegía.
Él y yo vamos a vivir a La Habana, lejos de toda esta
gente chismosa, decía ella con convicción, él me lo ha jurado.
-Dime amiga, ¿y cuándo va tu "novio" a
pedir tu mano? Nariz, no creo que lo haga.
-Él dice que eso es una bobería, que quienes nos
vamos a casar somos él y yo, no los otros. Así que, para que nadie se meta, no
hay que decírselo a nadie.
-¿Ni a tus padres?
-No, Pedro dice que de pronto nos casamos, venimos y
les damos la sorpresa a sus padres y a los míos.
-¿Ni velo, ni traje de?...
-No, él dice que lo que vamos a gastar en esas
tonterías, mejor lo ahorramos para el viaje a La Habana… Y a los campos de
yerba de guinea a disfrutar el papel de lecho nupcial decenas de veces.
Hasta un día en que Aleida, preocupada le dijo; -Pedro,
¿cuándo nos casamos?
-Ah, chica, ya habrá tiempo para pensar en eso, no me
molestes más...
-Pedro, mi amor, es que yo estoy embarazada...
-Ah, chica, no me vengas a mí con ese cuento ahora,
ya yo estoy cansado de oír la misma historia.
-Pedro, estoy embarazada y ya me cuesta trabajo
ocultar la barriga y es tu hijo...
-¿Mi hijo? ¿Ah, pero ahora tú me vienes con eso? Mira
a ver con quién te has acostado por ahí. El que te lo hizo que te lo crie...
La infeliz muchacha fue a ver al militarote padre de
Pedro y le contó su historia. -Por Dios, Capitán, si mi padre se entera me
mata.
-No te preocupes muchacha, yo arreglo eso. Al día siguiente
unos guardias se llevaron al padre de Aleida de su casa y le dieron una paliza
bestial.
-Y te callas la lengua o las vas a pasar peor. Le
dijeron y lo tiraron por una cuneta ensangrentado.
Luego recogieron a Aleida en su casa y la depositaron
en un prostíbulo de Sagua, donde la matrona, buscando favores con el militar
prometió ayudarla.
Y este jefe militar, el padre de Pedro, de vez en
cuando pasó por allí y exigió que Aleida se acostara con él, aun estando así,
embarazada de su propio hijo.
Sola frente al mundo, ahora con un hijo. se escapó de
allí y se fue a La Isabela, al burdel de Rosa La Jamaiquina.
La gigantesca negra la recogió en su casa y le
procuró una vecina que cuidara del chico mientras Aleida "trabajaba"
con los clientes, marineros extranjeros en su mayoría.
-Ahora tú llamas Talía, no más Aleida. Tu pasado
morirá ya. Con una marcada timidez Aleida, ahora Talía a veces llevaba su
hijito a la playa pública, luego lo mandó al kindergarten y los días pasaron.
Mas un buen día vino un nuevo pescador a buscar sus
servicios. Este hombre era un gallego bronceado por el sol y quemado por la sal
hasta las axilas. Era un hombre de apariencia tosca y hablar poco, pero
respetuoso. La miró muchas veces, La visitó asiduamente y conoció al chico. Un
día lo llevó al Teatro Sanz y le compró churros. Y el chico comenzó a quererlo.
Dionisio, que así se llamaba el hombre, un buen día
le preguntó a la jamaiquina si podía llevar a Talía a almorzar al barco.
-¿Qué tu querer pa mí, arrobammela?
-No, te respeto. Talía almorzó a bordo del vivero ese
día y ya Dioniso no volvió a ir a mercar sus servicios carnales otra vez. Siempre
que estaba en puerto buscaba al chico y le hacía regalitos y lo distraía
jugando con él.
-Oye Dionisio, ¿tú quieres mucho a mi hijo? Le dijo un día Talía.
-¡Pues, ostias!, ¿que no lo ves?
-¿No tienes hijos, tú?
-No tengo a nadie en este mundo. Soja sola. (Se ha
mantenido el original sin lograr comprender el mensaje o la expresión enviada
por Don Gilberto) “Sojas”. Se utiliza como un insulto entre hombres para
definir aquellos considerados “poco masculinos”, es decir, a los hombres que no
se adhieren a las normas de género tradicionales de los hombres sexistas y
misóginos.
Rosa tenía un noble corazón y un buen día, tomó a Talía
de la mano y cargando con su descomunal gordura, la llevó hasta el pobre
cuartucho en que vivía Dionisio. El gallego se sorprendió, no atinaba a
pronunciar una palabra…
-Tú no te preocupes gallego, tú casarte con Talía, yo
madrina. Así tú tener mujer e hijo. Los dejaron allí plantados y se fue
llorando. Talía se quedó con Dionisio y sí, se casaron. Y sí, Rosa la
Jamaiquina fue la madrina de bodas... y del chico también…Y pasaron muchos
meses… Y un día la Isabela se llenó de visitantes. Era el 16 de Septiembre, el
Día de la Patrona del mar, Nuestra Señora del Carmen.
Playas, calles y bahía por igual rebozaban de
visitantes, religiosos, comerciantes, enamorados... El puerto que enarbolaba
sus banderas y la alegría brotaba de todos los corazones al unísono... También
la bebida corrió a chorreras… Y llegó la tarde.
Tradicionalmente el parque isabelino, acurrucadito al
lado de la iglesia, se llenaba de charladores, músicos, poetas y de aquellos
que disfrutaban el caminar solos o en grupos dando vueltas por el parque, mientras
la banda de voluntarios tocaba melodías para el corazón.
Los matrimonios y las chicas solas o en grupos, en
una dirección. Los hombres solos en la dirección opuesta. Esta vieja costumbre
facilita el encuentro, el saludo y el piropo, antesala del noviazgo. Para esa
hora ya recorrían las calles algunos borrachos también. Así noté paseando un
par de hombres bastante bien vestidos, pero que parecían haber ingerido unas
copas de más.
-¡Oh, Dios, Dioniso, vámonos de aquí, pronto,
vámonos!
-¿Pero que os pasa mujer?
-Es él, es él.
-¡Sí, soy, yo! ¡Soy, yo, guajira, tu macho de oro!
Yo, tu primero...
-¡Oiga, amigo! ¿Qué se trae usté con mi mujer?
-¡Jajaja, su mujer, que idiota! ¿Su mujer, esa
putt...a?
-¡Oiga, respete, aguántese la lengua!...
-¡Jaja! ¿Me vas a amenazar a mí, gallego de mierda?...
¿Tú sabes quién soy yo?
-Por mí que sea usté Nerón.
-¡Mira, come mierda!... ¿Tú cargaste con el grillo
este? ¿Tú no sabes que por eso dicen las gentes que los gallegos y las auras
son la limpieza de Cuba? La sangre a borbotones corrió por el pavimento. Como
un rayo del cielo mismo la tijera se clavó en el pecho del miserable Pedro.
-Vamos, Dioniso, que ya es tarde y el niño tiene que
dormir.
-Pero, ¿qué has hecho, mujer?
-No fui yo, Dionisio, fue Dios que curó una lepra.
Gilberto Rodríguez
Miami Fla..Estados Unidos
2010-01-18
xxxxxxxx
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