viernes, 8 de marzo de 2024

¿ALCOHÓLICA ESTA MUJER? Singladura Nr.7



 

¿ALCOHÓLICA ESTA MUJER?

Singladura Nr.7




 

 

-¿Borracha esta mujer?

Si cuando era joven y no lograba entender esto, pensé que mi inexperiencia no me permitía ver más allá de lo que estaba al alcance de mis manos, ¿cómo es que no lo entiendo hoy tampoco? Muchos creen que los años nos enseñan. Bueno, debo ser yo más bruto que ellos, pues aun no entiendo y menos creo. Pero ¿y por qué me recuerdo y me pregunto una y mil veces, yo? ¿qué fue lo que realmente pasó allí?

 

Savannah, Georgia, no era en ningún momento de la historia pasada hasta bien reciente. A pesar de ser un puerto de mar, ni con mucho, un lugar muy atractivo para un marino mercante... y mucho menos un hispano cubano. Ya eso ponía una ficha mala en mi tablero. Era un día domingo, el sol, los milenarios árboles, los parques, el canto de las aves y el romance de un clima al mismo tiempo cálido y con abundantes aires mezclados de mar y campos florecidos.

 

Nuestro barco averiado por una mina, había sido puesto en el astillero para ser reparado y los tripulantes seguimos abordo porque había mucho trabajo que hacer para continuar el viaje inmediatamente que finalizaran las reparaciones. El personal del astillero trabajaba afanosamente día y noche a fin de despacharnos con la delicada carga que tenía abordo y la que habíamos de recoger en otro puerto para continuar el viaje.

 

Parece que hubo arreglos por allá y comenzaron a traer la carga de los otros dos puertos, almacenándola en los almacenes cercanos a modo de tenerla al alcance una vez disponibles las bodegas.

 

Según los cálculos necesitábamos un mínimo de once días de trabajo continuo, día y noche para completar las reparaciones. Luego decidieron que tenían que despacharnos en unos siete días. Un equipo de soldadores, mecánicos y que sé yo, viajaría con nosotros para completar las obras de cubiertas y superestructura en alta mar.

 

Claro que esto prometía aumentar el peligro de ser detectado por los submarinos alemanes. Soldadura eléctrica, noches, Mar Caribe, Atlántico Sur...¡Hummm! Y de pronto el bombazo: Hay que cambiar todo el sistema hidráulico. ¡Alabao, éramos pocos y parió Catana!

 

Yo era timonel, pero ya había avanzado bastante con mis estudios...Bowditch, Dutton, mi abuela.... Cuando el Capitán, que para mí fue maestro, padre, amigo, todo en uno, me invita tempranito al amanecer, mientras desayunábamos en uno de esos "Diners" hecho de un antiguo coche de ferrocarril que tanto abundaban en esos tiempo y que daban a este país una especie de romántico espectáculo tangible a la hora de comer: -¿Quieres acompañarme a la Administración un momento?

 

-¡Pues, claro señor Mejor para mí, pensé, así no tengo que estar todo el día bajo el sol con la piqueta en la mano...

 

Papeles, despachos, instrucciones, cartas, un nuevo aparatito que había de ir en el puente no sé para qué... y mucho menos que yo iba a manejar. Y era domingo, pero los submarinos alemanes no dormían... ni nosotros tampoco.

 

Como a las dos de la tarde terminamos el Capitán y yo de resolver todos aquellos asuntos que él debía conocer, pero no estoy tan seguro yo, de que un timonel era la persona indicada para estar allí, en lugar del Primer Oficial. Lo pensé varias veces, pero no lo dije. Hay que recordar que estamos en guerra y las indiscreciones en medio de una guerra siempre se pagan a un muy alto precio. De modo que escuchaba, aceptaba cuando era la cosa conmigo y acumulaba como el canguro en la bolsa. Mi cabeza estaba llena de cosas nuevas y mis brazos cargados de papeles cuando salimos de allí.

 

También cuando salí de allí era Tercer Piloto, grados de guerra bajo autoridad presidencial, llevaba sobre mis hombros y entre mis sienes una serie de cosas por hacer que solo este buen oficial y yo debíamos saber a bordo. Una tarea harto difícil en cualquier momento, pero mucho más difícil cuando usted recibe grados de autoridad prestados por el tiempo de la guerra. Tiene usted a un Primer Oficial por encima suyo en autoridad, quien es muy buena gente y usted realmente lo aprecia, aparte de necesitarlo como otro maestro voluntario y preguntón, amigo yo casi diría. Todos los que hemos servido como oficiales y o capitanes entendemos esto. Una nave puede y debe ser una familia, aunque puede ser muy otra cosa a veces. Pero luego ahora estamos en guerra... hay que obedecer órdenes y ser precavidos.

 

Me di una ducha y dormí un par de horas. Mucho me alegré también de que cuando veníamos entrando al barco, en medio de aquél ruidoso tableteo de martillos, piquetas, chorros de vapor, chisporroteo de soldadores, maquinarias, además, había otros barcos allí en reparación que también hacían sus ruidos. El Primero y el Segundo, que todavía lo era, iban saliendo rumbo a sus hogares, porque los dos vivían en Macon, una ciudad cercana. Así no tuve que enfrentar preguntas del Primero.

 

A las cinco más o menos me vestí, fui a ver al Capitán por si me necesitaba, ya que había que tener un oficial al alcance de autoridades y contratistas en todo momento, me dijo que él tenía muchas cosas que hacer, le iban a poner un cable hasta el puente para que tuviera luz en su despacho y...

 

-¡Váyase, Tercero y celebre!... pero no me pierda los sentidos, ¿Eh?

 

En esos tiempos esa magnifica ciudad le ofrecía a quien quiera que amara la naturaleza, un espectáculo verde inmenso a todo lo largo de su extensión; parques, río, aves... me puse a caminar.

 

No sé realmente cuanto vi, cuantas decenas de cuadras caminé, ni cuanto olvido de todo lo que el mundo tenía puesto en mi cerebro hubo, ni si yo existía. Simplemente disfrutaba mirando lenta, pausadamente, en semi silencio... miraba, miraba. Y como andaba por los exteriores más que el centro, pocos habitantes eran visibles.

 

Dicho sea de paso, mejor así, los ciudadanos de Georgia no eran muy amigables. La llamada "red neck" nunca fue una sociedad muy amigable. Lo único bueno que tiene el "red neck" es que no hacen amigos ni entre ellos mismos. Todavía quedaba algo de luz del día, cuando hacia mi izquierda, en una calle ancha y tranquila, donde se veía un alma a lo largo de muchas cuadras, me topo con un pequeño cafetín con tres mesitas, donde el viejo probablemente tendría siete parroquianos en el día y allá fui a sentarme en la segunda que la primera estaba ocupada.

 

-Coffee, please.

 

Antes que el buen hombre colara el café, que por cierto no se si era café griego, árabe o de Louisiana, entra en el pequeño lugar una mujer de unos 28 a 30 años, blanca como la salvación, más bella que el sol que nos alumbra al amanecer y una dentadura perfecta entre unos labios que al sonreír, si no hubiera leyes y prisiones... Bueno.

 

Miró no sé si a mí o mi uniforme, me sonrió, miró a todo alrededor y me preguntó si el asiento frente a mí en mi mesa (booth) estaba ocupado, porque otros dos hombres ya ocupaban la otra mesa. Seis sillas, una libre frente a mí. Sonreí y sin decir palabra, le indiqué con la mano derecha el fondo del asiento. Si, con los hijos de ese lugar hay que usar muchas precauciones si uno quiere llevarse bien.

 

Se acomodó en la silla, me preguntó si podía tomar café y acompañar el mío... Yo la observaba sin palabra alguna, a pesar de lo hablador que soy.

 

Cuando el viejo cantinero puso las tazas, el pote de azúcar y la crema en la mesita, yo intenté servirme mi parte, cuando ella con mucha elegancia y delicadeza me quita la cucharilla de la mano.

 

Me dejé quitar la cucharilla, entrelacé mis dedos de las dos manos, puse los codos sobre la mesa y las manos así, entrelazadas debajo de mi quijada y me puse a contemplarla quizás con expresión interrogativa. Sosteniendo el pomo de azúcar en la mano izquierda y la cucharita en la derecha, las detuvo en el aire y sonrió mientras me miraba fijo a los ojos...

 

¡Madre de Dios! ¿Cómo es posible que tanta belleza está así, toda, en una sola mujer? No he visto muchas mujeres tan completamente perfectas.

 

-What?

 

-He visto el sol en medio de la noche. Atiné a decir.

 

-Tú estás sirviendo a la patria y en Georgia la dama le prepara y sirve el café a su caballero...

 

Yo siempre he respetado a toda mujer. Nunca he establecido diferencias en mi trato, aunque fuera una prostituta a quien le hablo. Y debo confesar que muchas veces en mi vida, ante una situación como esa que se me presentaba, he sospechado de que estoy ante una... pero no, esa vez no me podía cruzar por la mente semejante idea. Ni el lugar, ni las circunstancias, nada me hacía pensar otra cosa que sin salir de mi sorpresa, mirarla.

 

-Bonita costumbre, me gusta.

 

-Por eso estoy yo aquí.

 

¡Paf! Noticiero de la mañana, el muchacho del periódico gritando en la esquina: "¡Extra, extra, léalo aquí, marinero cubano fulminado por un rayo!"

 

Y cuando el pobre parroquiano compra su periódico a ver sobre que barco cayó en rayo se encuentra con que fueron los ojos de una mujer los que fulminaron al pobre marinerito en un puerto lejano.

 

-¿Cuéntame de tu vida? ¿Quién eres?

 

-Estamos en guerra, cariño, eso no se...no se pregunta.

 

-Perdón. Solo quería saber de ti.

 

-Estoy aquí, tomando un café, mirando al sol, eso soy.

 

-Bella manera de decir las cosas. Déjame mirarte esa mano.

 

-¿Por qué? Pero antes de responder tenía mi mano izquierda entre las suyas.

 

-Para un hombre que trabaja duro tienes las palmas bien delicadas...

 

Madre de todos los gorriones, piedras, azucenas y corrientes... ¿dónde estoy? El viejo cantinero, con una parsimonia de esas que solo las gentes de los pueblos de campo suelen tener, trajo más café sin que se lo pidiéramos. -Ese ya debe estar frio, nos dijo con tono sumamente humilde. Y mientras echaba el peregrino liquido en las nuevas tazas que había traído consigo, la mira y le dice: -Hija, no te he visto nunca, ¿eres de por aquí?

 

-No, sir; no soy de por aquí, solo es mi suerte... El buen hombre se retiró sonriendo. Ella repitió la ceremonia de mezclar el café con la crema y el azúcar mientras yo estudiaba su hermosa cabellera, ojos... ¡Ah, cielos!

 

-No somos de aquí ninguno de los dos. Dijo.

 

-Eso veo. Esta mujer, ¿de dónde ha salido? ¿Por qué a mí?

 

Estamos en guerra, hay espías, es extremadamente bella, su lenguaje es altamente refinado y una delicadeza sin igual, me ha servido el café dos veces y me ha tomado las manos y ha mirado en las palmas que son suaves...¿Qué hay? Adivinadora no es, pues no ha insistido en que me voy a morir o encontrar un nuevo amor en una piel muy blanca con cabellos castaños y ojos color de cielo....

 

-Piensas mucho, amigo, mucho...

 

¡Diablos! ¿Por qué no me lanzo desde la torre más alta de una santa vez? Me preguntaba en silencio a mí mismo por dentro. ¿Dónde estoy? ¿Qué soy?

 

-Por estos lugares la vida es muy simple, pero hermosa y romántica, ¿no te parece?

 

-No sé mucho de estas cosas...

 

¡Ah, qué bonito es eso!...

 

-A ver, a ver, a ver...

 

De pronto, aquél juego de ajedrez, de cerebros tal vez, pero de corazón mío, por seguro, y aquel hermoso silencio y ambiente de paz se quiebra.

 

-¿Qué buscan, señores? Pregunta el viejo cafetero.

 

-Nada, nada, viejo. Todo está bien. Nos marchamos en un instante.

 

Tres hombres muy altos, elegantemente vestidos de traje y corbata, con modales también de gente de "bien", se dirigen a ella, a mi compañera de mesa.

 

-¿Qué has hecho? Nos tienes locos corriendo de un lado para otro y tú tranquilita tomando café aquí....

 

-Señores, la dama está aquí, conmigo, yo espero una explicación...

 

-Disculpe militar...

 

-Marino... Le corregí yo.

 

-Perdón sir, esta joven dama es mi hermana...

 

-¿Y?...

 

Otro de ellos que estaba tratando de halarla por el brazo, me dijo; Disculpe señor, somos un hermano y dos primos de esta señorita, ella está muy enferma. Es alcohólica, la hemos puesto en una institución para curarla y se nos escapó... No queremos molestarlo a usted. Mientras tanto, ella, aunque no de buena voluntad ya estaba de pie.

 

Yo dudaba de lo que me decían, pero eran tres muy grandes, gentes limpias no el usual "chulo" del puerto o el barrio y ella no trataba de negarme lo que ellos me decían.

 

Unos pocos minutos y ya estaban los cuatro en la puerta, cuando ella se vuelve hacia mí, aunque la estaban sujetando por los dos brazos, se sonríe, aunque esta vez no había brillo en sus ojos sino una especie de sombra infinita...

 

-Remember me, caballero; my name is Clara.

 

-I will!

 

Y he cumplido, aún te recuerdo

 

 

 

Gilberto Rodríguez

Miami-Fla..USA

2010-02-09

 

 

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