martes, 20 de febrero de 2024

LAS GOLETAS DE LA NOCHE. Singladura Nr.3



 

LAS GOLETAS DE LA NOCHE

Singladura Nr.3


                                         Isabela de Sagua-Cuba

 Apretaba su carita contra el frío cristal de la vidriera, las manitas, una a cada lado para protegerse del reflejo del sol contra sus ojos, contemplaba absorto el niño los manjares que guardaba en su amplio vientre la sudorosa y clara pared: Rojas colas de langostas, rubias, plateadas, nacarinas y morunas, las delicias de nuestro bendecido mar. Ajeno a la realidad el chico lamió el cristal como si aquel contuviera el rocío del cielo o el maná que le cayó a los judíos en el desierto. Muchos niños congregados frente al Hotel Miramar, tesoro isabelino que coquetón, cual novia enamorada que espera e invita, flotaba sobre estacas al borde de la bahía, en el medio del pueblo y frente a la tienda mixta "La República" y al rimante “Cafetín de Piedrín”, asistente como espectadores curiosos y ajenos al banquete que la alcaldía de Sagua le dio a cierto embajador extranjero.

 

A las distancias que alcanzaba la vista por sobre la bella y amplia bahía veíanse blancas, muy blancas unas, y raídas otras, las velas de las chalanas multicolores de los pescadores del puerto que se confundían por momentos con las de los ricos yates de placer de los turistas ocasionales que nos decoraban el paisaje: Tiburón, Lolita, Jill 3rd, Jocú, Melody... Los nombres flotaban en sinfonía de popas pintadas con nombres de puertos de leyenda. Pescadores palangreros, viveros españoles que pescaban al chinchorro, chalanas cargadas de "panaderas" dedicadas al corte de esos rojos hijos de la raíz del mangle "colorao", los "ostiones de Sagua" que, en mi opinión, son los más ricos del mundo. Y en los muelles, estibadores, trenes y carretilleros, sudorosos unos y bufando los otros, depositaban en el ancho vientre del barco noruego la dulce riqueza de nuestros campos en grandes sacos de azúcar y mieles de purga, destinadas a satisfacer el paladar y a matar las amarguras de ese "Mundo Ancho y Ajeno", al decir de Ciro Alegría.

 

Un hermoso bergantín que desplegaba sobre su popa la bandera de un país de leyenda y lejano descargaba madera de Birmania, loza de China, y arroz "canilla", que así le llamaban las amas de casa al de grano fino y largo, y creo que algunas balas de coloridas sedas para decorar los hermosos cuerpos de las novias cubanas que preparaban su ajuar… tal vez.

 

Mientras tanto, por las calles deambulaban ya los pregones de la tarde que se avecinaba: "Pescao fresco", "güeva de lisa salá"... baratas...

Y la noche comenzaba a enviar sus sombras de avanzada cual brochazos sobre un mágico lienzo de perfiles y besos a la brisa. Y las olas mecían sus cuitas, cuales sirenas amantes arribando a las playas.

 

Y un ratito después, sobre las aguas de nuestro Río Sagua y sus aguas coloreadas de rico ámbar, se extendió el espejo que nos invitaba a contemplar la luna por el horizonte. Porque se me antoja creér que el reflejo de la luna sobre nuestro río y sobre nuestra bahía isabelina tienen la belleza que el mundo elogia del mar que une y separa a Estambul y Alejandría, Egipto y Turquia, en las noches de verano.

 

Los pescadores de curbino y los tarralladores de boquerón, que buscaban carnadas para la pesca de la siguiente mañana, así como los carboneros comenzaban a recoger sus avios y herramientas para abandonar las faenas del día, al tiempo que comenzaban a mover sus barcos los cazadores de flamencos y patos, listas sus escopetas y prestos los oídos...

 

Para entonces las goletas de la noche iniciaban sus silentes travesias abriendo hondas brechas en el agua con sus afiladas quillas, y sus preñadas barrigas borrachas de aguardiente y ron.

 

Alla en Los Estados Unidos operaba la llamada Ley Seca, o sea, la 18va Enmienda de La Constitución, que hacia ilegal la fabricación, venta y consumo de bebidas alcohólicas. Al tiempo que, en Cuba, la industria del rón, producto derivado directo de la caña, era una de nuestras más florecientes fuentes de ganancias y trabajo. De modo que todo el que quisiera comprar, vender y consumir rón podría hacerlo con plena libertad. Y a los norteamericanos, a quienes siempre les ha deleitado el ron -mojito, Daiquiri, Cuba Libre- y por demás sentados bajo la prohibición, la corta distancia que separa a nuestra isla del continente se les convertia de pronto en un viaje al paraíso del paladar. Y Dios había plantado al centro de la misma gloria el trío perfecto: Isabela, Río y Sagua. Los alambiques eran "la guinda del pastel", decían."

 

La Isabela, con sus millas de cayos y hermosos refugios era el punto de atracción máxima, mientras que el Río Sagua era la vía más idonea para llegar a los alambiques productores del codiciado licor. A lo que se unen las cálidas y bellas noches tropicales que el cielo nos regaló, eran siempre una invitación abierta a todo el viajero capaz de navegar. Las goletas eran trineos, coches y calesas envueltos en la elegancia de sus velas y en la agilidad, física y mental de sus capitanes. Asi, mientras los licoreros del Norte veían a sus clientes sufrir de sed, en tanto que sus capitales se desvanecian en litigios legales que nunca se resolvian en su favor, nuestro rinconcito paradisiaco se ganaba el derecho de reír y brindar. Y es así como surgió el contrabando a granel y se hizo popular un nuevo nombre marino: "Rum Runners", cual si algún distraido científico borracho hubiera descubierto una nueva raza de anguilas.

 

Hombres de muchos y muy variados matices, mafiosos de malas cataduras, infelices marineros con hambre en sus fogones y comerciantes de altos quilates entraron en el juego y el "gato y ratón" comenzó. Asi las cosas, las goletas, con sus finos y ahilados diseños y sus hábiles navegantes, llenaban sus bodegas de rón en las márgenes del río, ora cerca de Coco Solo, ora en aquella escalinata que entonces veía a su lado la más baratas y pobladas casas de prostitución de Sagua que, servían a los taciturnos y a veces multitatuados navegantes de Tampa y Cayo Hueso, tripulantes de las sigilosas goletas. Pero el trafico diurno de estos, que era perfectamente legal en Sagua la Grande, al comprar el ron o cuando le compraban algunos sacos de carbón o racimo de plátanos a los pobladores de Las Playuelas o El Júcaro, cambiaba totalmente de aspecto e intenciones ilegales, una vez que salían del río por la Isabela y se hacían a la mar. Ya no eran mas comerciantes de visita, ahora se convertian en contrabandistas norteamericanos, en "Rum Runners".

 

Por eso salián del río y puerto al atardecer. Por el río navegaban impulsados por motores propios, mientras que la travesia hacia el Norte la hacian a la vela, menos costosa y más silenciosa. Aquello era como si la Naturaleza hubiera querido parodiar a nuestro ilustrador Agustín Acosta, desde mucho antes de que él cantara sus "Carretas de la Noche".

 

"Mientras lentamente, las velas mástiles inclinan

en las blancas goletas, las jarcias rechinan, rechinan...

van hacia el goloso mercado cercano, van hacia el puerto norteamericano..."

 

Iban rumbo a Cayo Anguila, o alguna de las Islas Bahamas y, finalmente a Cayo Hueso, Coconut Grove o Tampa y de alli a las manos de los "Speakeasies", lugares donde secretamente se despachaba un solo producto: alcohol, en violación de la ley.

 

Al Capone, Caracortada, John Dillinger, mafias, Capos y pandilleros, hombres convertidos en máquinas de matar y morir por el billete verde proliferaban por doquier. Morian mas delincuentes a manos de sus iguales que de las manos de los policias. La vida humana pierde valor rápidamente en ese ambiente.


Hotel "Miramar" en Isabela de Sagua-Cuba


De ahí surge, dadas las circunstancias, John Edgar Hoover y el FBI. Y es ésta, además la oportunidad que lleva a un agente dedicado del FBI llamado Elliot Ness a convertirse en mítica figura de la lucha policial contra el crimen organizado en el cine, con lo cual son muchos los que han ganado millones produciendo películas tales como "Los Intocables". Y también mucho dinero y fama ganaron algunos escritos de Ernest Hemmingway y sus amigos publicistas y productores de cine. Aunque debo hacer aquí una salvación, y es que el autor de "El Hombre y El Mar" a principio se negó a escribir un libro que le pedian, sobre el tema del contrabando de rón. Ahora bien, dicho esto, es bueno recordar que todo esto ocurrió entre los años 1920, cuando se desarrolló la ley seca, o sea, la XVIII Enmienda y el 1933 cuando esta fue abolida al establecerse la Enmienda XXI. Durante todos esos años el General de La Guerra de Independencia y carnicero de Santa Clara, Gerardo Machado y Morales era Presidente de la República de Cuba, democráticamente electo y dictador por propia decisión. Y también había una fuerte oposición a su gobierno en las calles de Cuba.

 

Especialmente La Asociación Unión Nacionalista, presidida por el Coronel Carlos Mendieta Montefur, la cual en Sagua dirigia Miguel Castellanos Rodriguez y en La Isabela mi tío, José Manuel Rodríguez Perera. Muchos americanos sabían esto, desde todos los niveles...

 

El desplome del sistema bancario norteamericano de 1929 creó una de las más crueles y extensas cadenas de hambre y miseria que el mundo ha sufrido. Pero aún cuando el hambre y la inestabilidad civil que sufria Cuba en esos momentos podian ser consideradas buena "copia" para crear una película, poderosos intereses económicos y políticos ajenos a los cubanos creían mejor ir un poco más lejos para "crear exóticos" romances vendibles por los demás.

 

Para ellos, Cuba y el idioma español no eran lo suficientemente exóticos ni tan románticos como para atraer la taquilla americana. Mas elegante, se decian, era usar el idioma francés con acento fingido de africano trasnochado. Y para lograrlo contaba con la fuerza de sus capitales y el control de la industria. Porque, hay un par de hechos poco conocidos y los más ya olvidados, que son a saber: 1) Hemmingway habia publicado ya dos historias cortas de aventuras relacionadas con el tema del contrabando de alcoholes, "One Trip Across" y "Tradesman Return". 2) al tiempo de producir la película (1944), las experiencias de Hemmingway como reportero en Francia, en constante contacto con la Resistencia Francesa, era un filón jugoso para crear lo que crearon.

 

Se dice que esos dos trabajos los escribió Hemmingway en esa linda casita de dos pisos, desde hace muchos años convertida en Night Club y posada por un hijo del Capitán Brown de aquella época, llamada "The Compleat Angler", donde vivió tiempo mucho el escritor y donde yo lo conoci. Bimini es la islita bahamense más cercana a Coconut Grove, (Miami), eso es Bimini. Hemmingway, dicen, se negó a complacer la petición de su publicista de escribir un libro combinando las dos obritas antes mencionadas, pero, al fin, como que, el que paga manda... el barbudo escribió el libro.

 

Así nació la novela que, según han dicho amigos del autor de El Viejo y El Mar, él mismo calificó de “Pure Trash" y "lo más malo que he escrito". Cabe aquí decirle a Ernest: ¡Amén!

 

En el libro "To Have and Have Not", Hemmingway nos da un duro paseo por la Bahía de La Habana de bar en Bar, "Sloppy Joe", La Bodeguita del Medio, y los bajos fondos de uno y otro lado del Canal de Santarém. Yo leí este trabajo en Hong Kong, por referencia de Ron McGrorton, un gigantezco marino inglés del que en ese tiempo se decia que era el hombre más tatuado del mundo. El me decia que trabajé en el puerto de La Habana durante dos años y que era amigo del periodista barbudo. La obra era sobre Cuba, la historia era de Cuba. Y la situación geográfica de Cuba y Florida hacía el trabajo tan fácil como el fruto maduro que se cae de la mata, pero eso era realidad. Y ellos querían un nuevo Alí Babá junto a sus cuarenta ladrones, ni más ni menos...

 

Los productores cinematográficos pensaron que Las Soufrieres de Martinique y el lenguaje de esa isla afrancesada le quedaba mejor que el cubano a Humphrey Bogart en el papel. del Capitán Harry Morgan y a Lauren Bacall con su potente voz para darle impulso publicitario a su obra. Robándole con ello a nuestro undoso el simple placer de decorar las salas de cine del mundo.

 

A la vez que mostraron una total falta de respeto a las audiencias o garrafal ignorancia de la geografía, ya que a nadie con sentido común se le ocurriria, salvo en casos excepcionales, correr los riesgos y hacer la larga travesia a vela desde las Antillas menores a la Florida, teniendo el producto a unas poquitas millas de distancia. Y digo esto a conciencia de que hubo piratas que lo hicieron. Pero, en fin, no se puede negar que las audiencias cinematográficas, a diferencia de los lectores, no suelen ser analistas. Y además, hubo un largo trecho que andar entre libro y película (1937-1944).

 

Los tiempos pasaron y el Río Sagua, lleno de amor, acoge nuevas goletas cada noche. Los gobiernos se cambian y la vida sigue su curso, pero junto al niño isabelino que pegó su carita al frío cristal de la vidriera del Hotel Miramar, en La Isabela, hay en Detroit otro niño que también se pega a una vidriera ansiando las hamburguesas y los quesos que el viejo bodeguero italiano nunca le dará porque no tiene dinero con que pagarselo, ya que su padre murió ahogado en el mar durante un ciclo... o, tal vez, como dicen las malas lenguas, se lo dieron de comer a los tiburones para no tener que pagarle su parte del contrabando.

 

Y mientras tanto, abordo de las "... blancas goletas las jarcias rechinan, rechinan..."

 

 

 

Gilberto F Rodríguez

Miami-Fla..USA

2009-07-24

 

 

 

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