jueves, 15 de febrero de 2024

Amores de Marineros Singladura Nr.1


Amores de Marineros

Singladura Nr.1





"EN CADA PUERTO UN AMOR", reza la frase, y muchos la creen. Y son muchas las chicas que se niegan a aceptar los requiebros de los donjuanes viajeros. Y no con poca habilidad, por cierto. Excepto en puertos como New York, donde a veces casarse con un marino mercante resulta un buen negocio en más de una forma. Pero ese tema requiere un libro aparte. Aquí, hoy, a mí solo me interesa despejar un poco el mito. Tal vez algunos hermanos muy sensibles al orgulloso tema de su "machuría", palabra inventada por una cubana, bien acentuada en " í, quieran preferir que yo siga la tradición de pescadores que siempre atrapan un buen pez...

 

...Hoy se me antoja acercarme un poco mas a la tradición del pescador amateur:

 

-¡Ah, eso no ej ná; si tú hubieras bijto el serrucho que se me fue!… Dejgraciao, me rompió el alambre y se llevó el anzuelo! Muchacho, te juro, mira, ¡Mums, por esta! Así mismo nos pasa a los marinos... De vez cuando.... bueno... más de una vez... bueno, este... tú sabes cómo es eso.

 

-No, yo no sé cómo es eso. Es más, no te entiendo.

 

-Bueno, a nosotros los "pescadores", tanto de peces como de carnes, nos pasa igual con las conquistas falderas que al pescador con los serruchos y las guasas. A veces anotamos un jonrón, pero son muchas las veces que también nos ponchan. Y señorítas y señoras, como duelen los callos y los juanetes al Donjuán que sufre el plantón... ¡Madre, que si duele! Pero ¡bah!, no hay porque preocuparse. Tan pronto el barco sale a la mar, comenzamos a contarnos nuestras propias mentiras y a darnos golpes de pecho por nuestra, repito aquí, "machuría".

 

Pero voy a confesarles un secreto muy bien guardado, aunque sin acuerdo de entre hombres. Para acallar el orgullo masculino herido, damos a nuestras fallidas aventuras el mismo tono de el pescador de marras: Muchacho, ¡que hembra!  y nada había, estaba yo muy cerca en ese preciso momento...

 

Por favor damitas queridas, no os preocupéis por averiguar, que al tenorio de la historia no le alcanza el puntal del barco que tripula para elevar la grandez de aquel pez que se escapó en el puerto que acabamos de abandonar. Allí queda sepultada en una nube de orgullo herido, una triste historia de amor hecha merengue.

 

Y yo hablo por mis propias experiencias. Aunque yo he conocido muchas muy de cerca sufridas por otros que saben que las publico, es posible que me ahorquen sin sogas.

 

Veamos, en Boston, conocí a Betty Gentile, una italo-americana gordita, en una Soda Shop una tarde. Amor a primera vista. Nos carteamos y cuando al final supo que mi uniforme era de Transporte Naval y no de la US Navy, me plantó dejando de escribirme. ¡Strike One! Y ni siquiera el umpire se entera.

 

 

Saint John's-Newfoundland, (o, en cristiano, San Juan de Terranova). Tormenta de hielo, nortazo violento, cañonazos y cargas y torpedos por doquier; Las aceradas redes sumergidos atravesando la profunda bahía con sus respectivas minas de profundidad, los ingleses nerviosos por la gran acumulación de naves de todo tipo que, nos reuníamos para salir en convoy rumbo a Europa. El espionaje en acción y el sabotaje inesperado, y otras muchas cosas más, reunidas en un sitio por demás pequeño. Las enormes olas que, al estrellarse contra las lomas de la entrada, dificultaban el trabajo de los vigías y artilleros incrustados en las cavernas de roca frente al mar. Todo eso y mucho, mucho más, conspiraba contra la paz de ese romántico pedazo de piedra flotante, cuna de tantas y tantas inserciones en la historia del planeta y de la navegación. "Manzana de la discordia" de los anglos, que quieren darle méritos a Erik El Rojo a costa de Cristóbal Colón.

 

Nada fácil fue efectuar nuestra entrada un día, tras la captura, ahí mismo, en esas mismas redes, de un submarino alemán que osaba penetrar nuestras defensas. Porque, para colmo, nosotros habíamos cambiado de bandera en la popa tres veces antes de llegar. Muchos trucos había que hacer para sobrevivir.

 

Y llega la noche. ¡Ah, reina de las oscuridades, cuan rica es, a veces, tu presencia! Era sábado, por el puerto deambulaban centenas de marinos sedientos, pero, las leyes religiosas no permiten vender cerveza después de las seis. ¡Per la Madonna!, que diría un italiano. Ah, hermanos, confiad en dios, que la iglesia siempre viene al auxilio de sus hijos. Y era la propia policía que te arrestaba por ingerir licor o cerveza en la calle, la que dirigía a la santa iglesia anglicana, donde el padre -muy religiosamente- te vendía por un dólar, un litro verde de buena cerveza fría. Y te la podías beber bajo un vagón de ferrocarril a la orilla del mar, a oscuras y en silencio o, si lo preferías, irte al "Caribou Hut."

 

"El Caribou Hut" (El rancho del Reno), era una enorme nave convertida en club social, donde las damas voluntarias ayudaban el esfuerzo de guerra ayudando a marinos y militares a pasar un rato agradable. Idea noble y buena, porque todo era limpio y en una especie de familia entre nacionalidades. Allá nos fuimos.

 

Y esa noche había baile, "Square Dance". Nada, como en mi casa, nada menos que un cubanito paticuadrado, tratar de bailar un baile en escuadra o cuadrado, que para mí daba lo mismo. Me quedo sentado para observar, pero una mediogordita se compadece de mí y con un hablar salido creo que de la antigua torre de babel o de alguna de sus jaulas vecinas. Y a bailar se ha dicho, alegres, riendo sin entendernos mucho y, cuando más acaramelados estaban los pasteles, como yo sabía si andaba para el norte o el fondo, hacen un giro, me trabo, le piso su patona, que las tenía grandes, por cierto, me di cuenta entonces, y ¡Paff! me apaga un farol.

 

La dichosa bofetada despertó a un marido celoso que vino a cargar con la dichosa gorda. Y mientras aquel la arrastraba, ella me grita algo así como: Estúpido, si no sabes bailar ¿cómo vas a invitar a una dama? Y esa cubera era gorda, por eso me llevó el anzuelo.

 

Y se me han escapado otras rabirrubias, pero no quiero crearme fama de no saber guardar secretos del reino de Ondina. De modo que esperen el próximo capítulo, que puede resultar jugoso.

 

Ahora, permiso para llegarme hasta la iglesia anglicana antes de que llegue el sábado y me quede sin mi "beer".

 

 

 

 

Gilberto F. Rodríguez

La Florida-Estados Unidos

2009-03-26

 

 

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