sábado, 13 de enero de 2018

ATRACADOS EN LA HABANA. EBANO Y MARFIL.


ATRACADOS EN LA HABANA. EBANO Y MARFIL.



Motonave "Aracelio Iglesias", escenario de esta historia.


Corrían los tiempos de aquellas famosas maniobras militares que se desarrollaban en todo el país, me refiero a la denominada “Fortaleza 84”. Estábamos, como siempre, ante un inminente ataque del imperialismo yanqui. Apagones diarios, aunque no era necesario estar en maniobras para disfrutarlos, sonidos de sirenas, gente corriendo hacia sus refugios, tráfico que se detenía, personas con caretas anti gases.

Hombres muy mayores con escopetas de madera, milicianos cargando una camilla con algún supuesto herido, lo llevaban vendado y pintado de rojo, vendas y rojo aseptil que después no conseguías aunque fuera necesario de verdad. Nosotros debíamos tocar el tifón del buque y la bahía se convertía en un infierno loco. Por el noticiero de la noche se hablaba del éxito de la maniobra y la realidad de ese ataque esperado. Se sobrecumplían planes de producción y abundaba de todo, aunque los mercados permanecían vacíos y las colas bajo el sol eran nuestro peor castigo. Los periodistas entrevistaban a transeúntes y todos decían lo mismo, estaban dispuestos a dar la vida por la revolución. Sólo que a la hora de la comida se cagaran en la madre de Fidel y todos sus expedicionarios.

El Capitán Urquiola pasaba diariamente por el barco, supuestamente se encontraba sancionado, nunca se supo la razón. Hablaba peste del sistema, me gustaba lo que decía, pero a esas alturas de la vida, los golpes me habían enseñado, “en boca cerrada no entran moscas”. Estaba trabajando en Seguridad para la Navegación, un departamento de nuestra empresa. Un día llegó con una tarea orientada por el Ministerio de las Fuerzas Armadas, el Primer Oficial de cada buque surto en puerto, debía realizar los cálculos de estabilidad para hundir a su nave en tres condiciones, lastre, media carga y full de carga. 
Cada cálculo de aquellos solicitados, requería varias horas de trabajo y nos dieron una semana de plazo para entregarlo. Su extensión dependía de la condición a tratar y el modelo de barco. Me encontraba en el buque “Aracelio Iglesias” y estuve obligado a usar unas hojas inmensas que se utilizaban para los registros de las nóminas. El Capitán de nuestra nave era el guajiro Marrero, un personaje muy singular de origen campesino, franco, abierto, muy sincero y hombre a todo dar en esas fechas. Como era un tipo muy esplendido atendía bien al Capitán Urquiola, un colega en desgracia al que muchos le dieran la espalda, como era lo ya tradicional en nuestra tierra. 
Urquiola siempre se marchaba después del almuerzo algo sabroso por los tragos que se bebía con Marrero, era cuando más gusano se volvía. Teniendo como pretexto supervisar la marcha de mis cálculos, bajaba con relativa frecuencia a mi camarote, no por mucho tiempo, yo no disponía de nada para beber. Una vez concluido aquellos cálculos, le puse una nota al final del trabajo que más o menos decía así: “El enemigo tiene los medios y técnicas suficientes para reflotar estas naves”. ¡Ojo! Ese hundimiento se produciría a las entradas de los puertos, imaginen entonces el estado de delirio o paranoia existente. 
Ya Urquiola no tenía motivos para visitarme y me dediqué por entero a mis funciones, estábamos descargando en los muelles “Margarito Iglesias”. Aquel viejo muelle conoció de nuestra existencia durante unos tres meses aproximadamente, si no había transporte, faltaba el combustible, no tenían capacidad de almacenaje. Sobre la avenida del puerto descansaba cargamento con más de una década a la intemperie, se les borraba el número de contrato y al final no se sabía quiénes eran sus dueños. No estoy hablando de poca carga, deben imaginar toda la que quepa desde la Lonja del Comercio habanero hasta el muelle “La Coubre”, me refiero a la totalidad de esa avenida, para quien lea esto y no sea cubano, les diré que se trata de una gran extensión.
Una de esas mañanas, llegaron a mi camarote tres muchachas jóvenes, hermosas y de diferentes colores. Una blanca muy simpática de pelo lacio y amplia sonrisa. Una mulata de cuerpo maravilloso, luego me enteré que era casada y conocía a mi familia en Guanabacoa. La última era una negra tan oscura como el ébano, bellísima y no fue una apreciación exclusivamente mía, cada vez que salía del barco detenía las operaciones en el muelle. Cara, cuerpo, piernas, rostro, labios, todo era perfecto en la imagen de aquella diosa traída de África, como si fuera una estatua tallada en coral negro. Como cada una de quienes tenían idénticos orígenes, aquella muchacha estaba decorada con un pelo muy rebelde, pasas, normal entre nosotros, acostumbrados a verla y hasta tocarlas.
Estaban debidamente autorizadas a entrar al barco y su objetivo era desarrollar una tarea de curso o graduación; estudiaban en la Escuela Politécnica ubicada en el poblado de Casablanca, muy cerca del hospital naval. Cuando me muestran el contenido de aquel trabajo por desarrollar, no creí lo que tenía entre mis manos y dudé que ellas como estudiantes lo dominaran, como posteriormente comprobé. Se trataba de los cálculos de estabilidad de nuestro buque a la partida de un puerto de carga, a mediados de su trayectoria a Europa y llegada. Eso, incluía todos los datos con los cuales yo trabajaba en mi condición de Primer Oficial, o sea, consumo de combustibles, aguas y otro no incluido en sus tareas a la hora de calcular los calados de llegada, me refiero a la salinidad del agua que, debía tener presente por arribar a un puerto del Báltico que no recuerdo. Les faltaban muchos datos importantes e imprescindibles para cargar un buque, puedo mencionar entre ellos el factor de estiba de las mercancías y el Broken Stowage que debían aplicar. Me vi obligado a explicarles de lo que hablaba, mostrarles el plano de cubicaje de las bodegas, tablas de trimado, etc. En la medida que les iba realizando aquella tarea, me vi obligado a explicarles cada paso del proceso llevado normalmente por nosotros, o sea, hablo de unas clases adicionales a las que ellas prestaron mucha atención. Estuvieron visitando nuestro buque durante una semana y media continua, en la que se les invitaba al almuerzo, pero todo tiene un final y nos despedimos.



Motonave "Aracelio Iglesias.

Dos días después de la partida, regresó al buque aquella escultura de ébano, vino en representación de sus compañeras, me dijo. Traía consigo una bolsita que me entregó en nombre de su equipo, se trataba de una botella de ron añejo y un cartón de cigarros comprados en la tienda “Centro”. Imagino el sacrificio realizado para hacerme ese regalo y sentí verdadera pena por ellas, las colas en aquella tienda eran de dos o tres cuadras de largo y poder entrar a ella, representaba una espera de varias horas soportando las inclemencias de un sol despiadado. Como no tenía cerveza en ese momento, la invité a un trago de ron y ella aceptó sin reparos, se lo ofrecí con cubitos de hielo y me serví yo, brindamos por cualquier tontería, no existían muchas razones para hacerlo. Conversábamos de temas cotidianos, sin importancia, como todo lo que sucede en una isla sumergida en el tedio y la monotonía. Como no se levantó una vez finalizado aquel traguito servido a la roca, la invité a otro, luego otro, después otro más y sin darnos cuenta, se fue entre los dos la botella que me regalaron. Ya me habían relevado de la guardia antes de finalizar la botella y la chica no hacía el menor esfuerzo para regresar a su casa. Fue entonces cuando comenzaron a correr ideas extrañas por mi mente, las que llegan cuando uno se encuentra embriagado. ¿Y si ella lo que desea es bañarse antes de irse? Puede que viva en algún barrio con dificultades con el agua potable, tal vez tienen rota la bomba de la cisterna. Me sentí conmovido por todos aquellos pensamientos que acudieron de repente a mi mente y me declaré en solidaridad con la muchacha.

-¿Quieres bañarte? Le pregunté y ella aceptó con un leve movimiento de cabeza, tal vez quiso expresar otra cosa, pero eso fue lo que interpretaron mis sentidos. 
- Mejor nos bañamos juntos, así yo te lavo la espalda y tú lo haces conmigo. Sonrió algo ida y se levantó de la butaca, yo saqué una toalla de mi taquilla y le puse el pestillo a la puerta. 

Cerré las cortinas de ambas portillas y la oscuridad invadió el camarote, ella no se veía muy bien, era demasiado oscura, encendí la luz y comencé a desvestirla. Era muy tranquila, calmada, pasiva, tal vez no sabía decir “no”. Se dejaba desnudar con mucha naturalidad y no hubo una queja por mis repentinos manoseos, besos en sus senos, muy firmes y medianos. Sólo que no distinguía los límites de sus aureolas, no existía diferencia de color, todo era muy oscuro desde la punta hasta la piel de su pecho. Disfrutamos la ducha y preferí llevarla a la cama, deseaba disfrutar al máximo su maravilloso cuerpo. ¿Y si cuando le enseñe mi pistola se me echa a reír? Como cuentan que los negros son de cañón largo, va y esta chamaquita está acostumbrada a esos calibres y hago el ridículo, pensé. ¡Que sea lo que Dios quiera! Por algo la ha puesto en mi camino. Me consolé con ese último pensamiento. ¡Qué bárbaro! Ni mandada a fabricar para mí, bien estrechita, como pocas que pasaron ante mi pene tan querido y servicial. No fue fácil metérsela, tampoco actué como un salvaje, trabajé mucho para dilatarla y que lubricara lo suficiente. El sexo con ella tuvo sus encantos y la mayor atracción radicó en el contraste de colores, se los juro, resulta hermoso. También tiene sus contratiempos, sus pendejos eran sumamente duros y cuando el pene perdía su cauce, yo sentía encontrarme ante una fortaleza protegida por alambres de púas. Me despedí de ella en el portalón y volví a disfrutar el espectáculo que se repitió todos esos días. Los estibadores detenían sus operaciones y le decían algo, ella lo merecía, andaba como una diosa con ese movimiento tan lascivo y provocador de su culo, como sólo lo saben hacer las cubanas.

Quedamos en vernos al día siguiente, yo no iría al barco, era fin de semana y descansaría, ella fue y perdió su viaje, no la volví a ver. Después de Fortaleza 84 aparecería otra cosa para mantener ocupada las mentes de la plebe, aparecería otra más, y otra, y otra, hasta que el tiempo destinado al futuro llegó y comprobamos que todo era pura mentira. Los americanos no nos invadirían y la Isla estaba repleta de huecos para protegernos de sus bombas, las que no cayeron. 

Urquiola se convirtió de repente en un héroe y lo andaban exhibiendo por toda la isla era parte de un grupo. Con él viajaba el gallego Meléndez, otro cabrón que ya murió. Resultó ser que eran dobles agentes, pertenecieron al G2 y a la CIA, sólo hasta el día que Aspillaga desertara y los quemara. Se llevó a la hoguera a un numeroso grupo de espías cubanos que trabajaban para Castro, ya no servían para nada, sólo para las funciones del circo, el mismo que ahora exhibe a los cinco. Dios estaba claro, yo lo escuché cuando me decía, ¡Tiémplate a esa negrita y no te metas en política! “En boca cerrada no entran cucarachas”.



Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2018-01-13


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