NAVEGANDO POR AGUAS CONGELADAS
Motonave "Jiguani"
-¡Para máquina! Fue la voz del Capitán Raúl Hernández Zayas, dio la orden sin separar el rostro del radar. Reinaba un silencio total y los presentes mantenían la mirada concentrada en la proa del buque.
-¡Para máquina! Repitió el Primer Oficial mientras movía el telégrafo y se producía el sonido similar al de cientos de grillos alborotados o en celo.
El buque continuó desplazándose lentamente, lo haría por otras dos millas más, nadie puede detener el avance de unas veinte mil toneladas de desplazamiento total como si se tratara de un auto. En las bodegas del buque “Jiguani” reposaban tranquilamente unas doce mil toneladas de azúcar a granel con destino a Toronto y unas doscientas toneladas en sacos que serian descargadas en Hamilton, una ciudad que se encuentra entre Toronto y Niagara Falls.
El espectáculo era maravilloso y yo lo disfrutaba con la candidez de un niño o la alegría de un primer beso adolescente. Todo era blanco al alcance de nuestra vista, el horizonte se había perdido de pronto y se acercaba a solo unas dos millas de nuestra proa. Una franja verde oscura se iba consumiendo ante el blanco puro e inmaculado de aquella inmensa capa de hielos. Unas seis naves se encontraban detenidas también, solo una era de un porte aproximado al nuestro. El Capitán se separó del radar y estuvo hablando por el equipo de VHF en inglés. La conversación era fluida y nunca se vio interrumpida por un “Can you repeat? Please”, imagino que solicitara instrucciones. Como estaba oscureciendo, me ordenaron subir a la cubierta magistral y retirar la lona que protegía un inmenso reflector. El aparato podía moverse desde el interior del puente, no recuerdo haber navegado en otro barco que poseyera algo parecido. El oficial de guardia sacó la lampara Aldis y la conectó a una de las tomas disponibles, la dejó descansar en la esquina de babor del puente. Los dos oficiales que estaban de descanso se presentaron en el puente sin ser llamados y el Capitán les ordenó encender el radiogoniómetro y sintonizar la estación más cercana a nuestra posición. Él mismo encendió el ecosonda y llamó al Jefe de Máquinas.
-¡Jefe, que un maquinista se mantenga junto al telégrafo! Estamos navegando en “condiciones especiales” y vamos a romper hielo. Si sienten que se estremece el barco o grandes sonidos contra el casco, no se asusten. Colgó inmediatamente. -¡Tercero, llama a la cocina y diles que aseguren las ollas! ¡Toda avante! ¡Timonel, timón a la vía!
-¡Toda avante! Repitió el Tercer Oficial mientras accionaba el telégrafo y se repetía el concierto de grillos.
-¡Timón a la vía! Repetí entusiasmado por emprender una nueva aventura.
El barco se estremeció y dejó escapar una densa nube negra por la chimenea que fue arrastrada por el viento hasta el alerón de estribor. Una vez rota la inercia comenzamos a desplazarnos con lentitud primero, luego fuimos ganando en velocidad. El Capitán eligió un rumbo totalmente perpendicular a la capa de hielo para romperlo y solicitó que nos aguantáramos para soportar los efectos del primer impacto. El choque fue violento, imaginé que algo así ocurriría en una colisión, el impacto casi detuvo a la nave. Las planchas de hielo al alcance de la vista muy bien podían tener hasta cincuenta metros de diámetros, tenían un grueso aproximado de medio metro. No se detuvo, aunque la impresión fuera esa, no podía calcular su marcha sin un punto de referencia. Las planchas partidas por la proa eran enormes, los trozos tenían una dimensión de diez o quince metros, se inclinaban primero y luego chocaban contra el casco. Recorrían casi toda la eslora arañándola hasta el mismo codaste, por suerte la propela iba bien profunda y no corría peligro de romper alguna de sus aspas, crujían protestando cada una de las cuadernas. Luego me puse a pensar y nunca llegué a comprender el verdadero uso que tenía la propela de repuesto existente en la popa de la nave. Era de acero y siempre escuché que estaba destinada a navegaciones con hielo, sin embargo, no se había cambiado la de bronce en uso. Realmente esto lo pensé mucho después.
-¡Primero, enciende el reflector y oriéntalo hacia la proa! Hay que estar atentos a la posible presencia de pequeños icebergs. Solo a ellos debemos evitar durante la marcha, las planchas no ofrecen peligro para el buque. Comentó el Capitán mientras tomaba su binocular, digo suyo porque en aquellas fechas existía un sextante, una silla y un binocular para uso exclusivo del Capitán en el puente.
-Ya se formó un convoy detrás de nosotros, todos estaban esperando por uno que se decidiera a abrir el camino. Dijo el Segundo Oficial desde el cuarto de derrota.
Se hizo totalmente de noche y la navegación continuó entre estremecimientos y el ruido del choque de los hielos contra el casco. Daba la impresión desplazarnos sobre tierra y solo nos vimos obligados a maniobrarle a varios icebergs de pequeño tamaño. Aquellas condiciones se mantuvieron durante todo el tramo de navegación por el Golfo de San Lorenzo y esporádicamente a lo largo del inmenso río con el mismo nombre. Aquella noche no pude dormir, mi camarote se encontraba en la cubierta principal y muchas de aquellas planchas chocaron contra nuestras portillas por su proximidad al mar.
El invierno había acabado y seríamos de los primeros barcos en navegar por el Seaway desde Montreal a Hamilton. Ya habíamos realizado esas travesías, realmente el “Jiguaní” era el único adaptado para hacerlas y cumplir con las exigencias de las autoridades canadienses y americanas. Normalmente nos tomaban 18 horas de navegación entre Montreal y Toronto, pero esta última travesía nos tomó dos días por existir condiciones anormales. Los deshielos arrastraban consigo a muchas bollas y señales de ayuda a la navegación, razón por la cual nos atracaban el cualquier muelle de espera durante las noches. Si bien no fue nada fácil el trabajo en esas condiciones, me sirvió de experiencia para años posteriores. Siempre fui ojos y oídos, atendía muy bien a las órdenes y decisiones tomadas por capitanes y oficiales. Muchas de aquellas experiencias me ahorraron la necesidad de acudir a un libro para tomar una decisión, por muy sencilla que fuera, como la de drenar las tuberías de las líneas contraincendios y dejar abiertas las llaves. El barco perdió toda la pintura en el área de contacto con los hielos.
-¿Qué cojones haces durmiendo, pedazo de maricón? Lo encontré muy tapadito en su cama, estaba tirado con la ropa y las botas puestas. Aun no me explico como aquel animal no saltó de su cama y me asestó un trompón. Era algo mayor que yo en edad, pero media unos seis pies de estatura. ¡Claro! Toda aquella estructura humana solo servía para almacenar sus pendejadas. Fue uno de los Contramaestres mas malo con los que me tocara navegar y debía cuidarme, se trataba de mi primer viaje como Primer Oficial. Recuerdo que aquel año Europa estaba sufriendo los embates de una ola de frio terrible, todo el norte de ese continente se encontraba sometido a sus dramáticos efectos.
-¡Mire, Primero!...
-¡Mire Primero, nada! ¡Salga a cumplir la orden que le di! No lo dejé hablar y que me diera una estúpida justificación. Aquel idiota estuvo trabajando en las oficinas de “Personal” donde enrolaban a la marinería y oficiales subalternos. No sé todavía cómo carajo llegó a Contramaestre, no servía para nada y toda vez que yo le daba una orden, debía pasar un rato mas tarde a verificar si la estaba cumpliendo. Ese día le había ordenado conectar la manguera para abastecernos de agua potable desde el muelle, le expliqué muy bien la sonda donde debía cerrar la toma de agua. Le recalqué que en ningún momento podía llenarse totalmente el tanque, si eso sucedía, cuando se congelara el agua podía reventar dicho tanque. ¿Tenia que explicarle algo más? De algo siempre estuve muy claro, nunca debía confiar en ningún subordinado, esa desconfianza me salvó de prisiones.
Motonave "Aracelio Iglesias"
El Mar Báltico es de menor salinidad que el océano u otros mares tropicales, característica que facilita su congelación al descender un poco las temperaturas. Llevábamos varios días descargando unas 12 000Tm. de azúcar en Porkala, Finlandia y todo el mar a nuestro alrededor se congeló. Se necesitó los servicios de un pequeño rompehielos para poder desatracar. ¡Ufff, que alivio! Pensé imaginando que saliendo de aquella nevera gigante se resolverían nuestros problemas, no fue así.
-¡Atención a toda la tripulación, ocupando puestos de maniobra! Capitán, llamar al puente. Por los ventanales del puente vi a la gente de proa dirigirse a su puesto, la gente de popa estaba ocupada en subir y arranchar la escala real. Ambos oficiales comunicaron estar listos para la maniobra de acuerdo al protocolo establecido.
-Proa y Popa, vamos a ir aligerando los cabos hasta dejar un largo y spring.
-Dejando largo y spring en proa.
-Dejando largo y spring en Popa.
-Capitán, llamar al puente. Dije por el intercomunicador del barco.
-Where is the Captain? Preguntó el Práctico.
-He is coming soon. Le respondí por inercia, ni yo mismo sabía donde putas se había metido aquel enano cabrón.
-Su atención, Capitán, llamar al puente. Repetí por el intercomunicador sin obtener respuesta alguna.
-Largo y spring a proa.
-Recibido, proa.
-Largo y spring a popa.
-Recibido, popa. Prepara tu mejor cabo para darlo al remolcador.
-Preparando cabo para el remolcador.
-Su atención, Capitán, llamar al puente. ¡Cojones, ya estamos listos y este enano cabrón no aparece! ¿Se habrá exiliado el hijoputa? ¡Qué clase de número! Y hay un frio que le roncan los cojones. Cuando me separo del intercomunicador choco con el asiento del Capitán y noto que hay un bulto sobre él cubierto con una frazada. Lo destapo poco a poco y no puedo lograrlo totalmente, algo mantenía atrapada aquella frazada. No tenia la mas mínima idea de lo que fuera, la oscuridad era total y el frio insoportable con las dos puertas de los alerones abiertas de par en par. -¿Qué cojones es esto?
-¡Sigue la maniobra, maricón! Hay un frio de pinga y no voy a salir de aquí, te voy a evaluar.
-¡Coño, Marrero, estas de pinga! Los que estaban en el puente rompieron a reír, nunca esperé algo así del Capitán.
-Mister Pilot, we are ready to continue the maneuver. Parece que el danés se llevó el pase de jodedera del guajiro y no le dio mucho swing al asunto.
-Lets go everything and make fast the tug. Nos fuimos alejando del muelle con la misma carga de hielos y nieve tomadas en Finlandia. Aalborg estaba sufriendo la misma congelación y se nos anuncio un cerrado bloque de hielos a la salida del puerto. Una caravana de buques nos siguió, todos eran mas pequeños que nosotros y no vi desde donde se sumaron a lo que ya formaba un convoy. El Práctico nos dio instrucciones y desembarcó con una botella de ron cubano en la mano.
-¡Toda avante! Ordeno el Capitán después de haber salido de su escondite.
-¡Toda avante! Repetí parado frente al bridge control y lo fui accionando despacio. Al fin arrancamos de este frio de mierda, pensé vanamente, solo íbamos a cruzar la acera para entrar a Suecia, otro refrigerador gigante.
-¡Oye! Avísale al Capitán que debo parar máquinas. Reconocí la voz de Pascualito, era el Jefe de Máquinas.
-¿Algún problema grave?
-Si, dile que tengo obstruidas las tomas de fondo con hielo.
-Okey, se lo informo ahora mismo.
-Capitán, la máquina parada por obstrucción de las tomas de fondo con hielo. Debe informar a la caravana que viene detrás de nosotros, definitivamente tampoco estábamos avanzando, nos quedamos atrapados por el hielo. ¡A cagar, Liberales del Perico! Pensé inmediatamente. -Capitán, debe comunicarle a los Prácticos que estamos siendo arrastrados por la masa de hielo y necesitamos un rompehielos con urgencia.
-Averigua como van las cosas por máquinas. Llamé inmediatamente. -Master, dice Pascualito que en unos minutos tienen resuelto el problema, le están metiendo soplete a la toma de fondo.
Unos minutos mas tarde arribó un rompehielos y comenzó a romper muy cerca de nuestra proa. Imagino la experiencia del Capitán de aquella nave que se aproximo a escasos metros de nosotros, resuelta la situación continuamos la marcha hasta la próxima nevera. Dos días habremos estado en Uddevalla, Suecia, tiempo suficiente para desear salir de aquel infierno blanco. Partimos hacia nuestro destino final de carga, Amberes, Bélgica.
Solo cuando llegamos a las aguas del Golfo de Vizcaya, comenzó a derretirse todo el hielo y nieve cargado en Finlandia. Fue uno de los viajes mas duros realizado en mi vida de marino, gracias a Dios bajo el mando de un buen Capitán. Individuo al que nunca vi temblar en situaciones de peligro y con un carácter especial que nunca lo abandonó, un día le dedicaré unas líneas al “Guajiro Marrero”, porque así era conocido en toda la flota. A Raúl Hernández Zayas ya le dediqué un merecido homenaje, un “Capitanazo”.
Navegar por hielos puede ser un privilegio o dura experiencia para muchos, no todos las han vivido. Hoy mi ventana se encuentra congelada, vivimos un invierno que nos ha reservado toda la crueldad del clima, estamos a 22 grados Celsius bajo cero y se espera en la noche que baje a 26. Hoy es el día de los Reyes Magos en muchos países, 6 de Enero del 2018. Los Reyes solo me regalaron frio, yo les regalo estos recuerdos.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2018-01-06
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