martes, 2 de enero de 2018

HORAS EXTRAS, DIETAS Y ANTIGÜEDAD


HORAS EXTRAS, DIETAS Y ANTIGÜEDAD


Motonave "Jiguaní"


Solo encontré dos tripulaciones que defendieron a capa y espada sus derechos en toda mi vida de marino. Luego nos convertimos en mansas manadas que levantábamos los brazos por reflejo condicionado y lo aprobábamos todo, todito, hasta el grueso de la soga del que penderían nuestros timoratos cuerpos.


Una de aquellas tripulaciones perteneció al buque “Renato Guitart” y su batalla en una asamblea fue reclamándole al Capitán sobre la compra de víveres en Islas Canarias. Ya lo escribí en alguna parte, navegábamos en línea fija a los países del CAME en el Mar Negro, ya saben, Bulgaria, Rumania y la antigua Unión Soviética fueron nuestros destinos en estas latitudes. En este caso muy especial y en el que se encontraban muy pocos barcos involucrados, se le asignaba a cada nave una cantidad de divisas para sus gastos. Una parte de aquella plata era pagada en moneda fuerte de países capitalistas y la otra en dinero del CAME. Solo que las ofertas y calidades de los productos que se podían adquirir en ambas orillas no podían compararse entre sí. 


Muchos capitanes, no todos, trataban de ahorrar plata de esas asignaciones al costo del sacrificio de sus tripulaciones. Lo hacían para ganar méritos personales y lo reflejaban en sus rimbombantes informes de viaje. Casi todos querían que les asignaran un Lada, no tenía otra justificación esa actitud miserable. Pues el viaje anterior al de aquel conato colectivo, nuestro Capitán, y valga la pena mencionarlo para molestia de unos que hoy piden silencio, era Pedro J. Ferreiro Casas. Para muchos, muy buena gente, para otros, uno mas de la tonga. ¿Qué les cuento? Se le ocurrió la brillante idea de no abastecer a la nave en Cádiz alegando cualquier barbaridad y el resto del viaje lo dimos comiendo judías diariamente. Es que ninguna de esa gente consume otro tipo de frijol, no quieran imaginar el mal ambiente creado en una tripulación a la que considero una de las mejores en mi vida de marino.


Escándalo, abucheo general y la intervención del secretario del partido para calmar los ánimos. Por suerte para todos nosotros, aun existía eso que se perdió mas adelante y que se llama “hombría”. Aquella batalla tuvo carácter local y no trascendió mas allá de la borda de nuestro buque. Esa vez no nos pudo joder y se vio obligado a avituallar al buque como era debido.

La otra tripulación que defendió como nadie sus derechos, esta vez en el teatro de la Empresa de Navegación Mambisa, fue la del buque “Jiguaní”. Ese evento sucedió unos cuatro años antes al del Renato y su guerra contra los frijoles blancos. El tema era mucho más serio y afectaría los bolsillos de cada marino. Se nos pedía la renuncia al cobro de las horas extras y las dietas. En este punto debo detenerme y explicarles a las nuevas generaciones de marino cual era el escenario de aquellos años. Esa asamblea o emboscada ocurriría en el año 1970 y fueron convocadas las tripulaciones de los barcos surtos en el puerto de La Habana. Los que se encontraban navegando no se enteró de lo ocurrido, no se les consultó. 


A principios de comenzar a navegar (pude disfrutarlo un poco más allá del año solamente), se pagaban en nuestras naves dos tipos de “horas extras”. Una parte de ellas eran consideradas normales, comprendía generalmente las dedicadas a los arranches y maniobras que se producían fuera del horario normal de trabajo o las 44 horas semanales que debían laborarse de acuerdo con la ley vigente. Estaban también las “horas extras pesadas”, muy diferentes a las anteriores y que aportaban una suma superior al bolsillo de cada marinero de cubierta, timoneles, pañolero y contramaestre. Estas se referían a las horas trabajadas en las limpiezas de bodegas, labor que en aquellos tiempos no era contemplada como obligación de la marinería. En todos los puertos cubanos y en casi todos los del mundo, existían brigadas dedicadas a esas labores y en la medida que el buque iba descargando, ellos se encargaban de la limpieza de las bodegas. Trabajo que realizaban con eficiencia y finalizaba unas dos horas después de concluida la descarga del buque. 


Motonave "Renato Guitart"

En aquella escandalosa asamblea realizada en el teatro de Navegación Mambisa, se nos solicitaba que renunciáramos “revolucionariamente” a las dietas que cobrábamos en los barcos. Las nuevas generaciones no conocieron que en la hoja de enrolo se hacía mención a esa dieta, se especificaba claramente que el tripulante tenia derecho a recibir diariamente un desayuno, almuerzo y comida. ¿Cuál es el origen del pago por concepto de dieta? Muy simple, como el buque estaba obligado a prestarte esos servicios diariamente, cuando no los consumías por estar disfrutando de los francos ganados después de cada guardia, que en aquellos tiempos eran de 24 horas por 48 de descanso, pues esos dos días libres debían ser compensados económicamente. No estamos hablando de sumas exageradas, pero la plata recibida por esas compensaciones, pero alcanzaban cómodamente para pagar el consumo de cigarros y los radiogramas recibidos a bordo.


En aquella “combativa” asamblea realizada con la tripulación del “Jiguaní”, que comenzara a las cinco de la tarde y se extendiera hasta la medianoche. Los representantes del sindicato y partido de la flota que la presidieron tomaron como argumento la existencia de la Ley 270, aquella alocada ley promulgada por esos años y que comprendía el pago del 100% del salario a los trabajadores que se enfermaran. Solo exigía como condición que los trabajadores fueran vanguardias y ya saben lo pícaros que somos los cubanos. Pues nada, comenzamos a vivir en un país poblado de vanguardias y muy jodidos de salud. La mencionada ley explotó y de acuerdo con las exposiciones de aquellos dirigentes, no era económicamente sostenible. ¡Coño! ¿Qué relación tenía la puta ley con nuestras horas extras y dietas? Ninguna y a falta de argumentos para justificar su pedido, la tripulación explotó y no se llegó a ningún acuerdo. Sin someterla a votación, se pasó al punto de asuntos generales y recuerdo que, sin ser invierno, un timonel de apellido Febles llevó al teatro uno de aquellos abriguitos pendejos comprados en Japón y el Capitán del buque, Carlos García, trató de justificar la calidad y compra de aquella mierda por el que seguro recibía alguna comisión. El foco de la asamblea se desvió, quizás intencionalmente, hacia el tema casi banal del abrigo y se dio por concluida la razón que nos llevó ese día al teatro. Nadie renunció al cobro de las horas extras y dietas, sin embargo, desapareció a cojones de las nominas de nuestros pagos. 


Se continuó trabajando como esclavos con la colaboración y complicidad de muchos capitanes, casi todos. Quienes a partir de esas fechas no solicitarían la limpieza de las bodegas en el exterior y poco después desapareció también en la isla. El pago de las “horas extras” reapareció a mediados de los ochenta y con una cantidad limitada de ellas. Las dietas no aparecieron nunca más o sí, aparecieron de otra manera y lo hicieron para evitar la obesidad en nuestra flota, quizás. Ya en mis últimos viajes no aparecía la plata para comprar víveres o pagarles a los tripulantes.






Post Data.-


Aprovechando la fecha del 1ro. de Mayo y todas las manifestaciones de los comunistas cubanos para celebrar alguna cosa relacionada con la clase obrera -yo les recordaría que solo hay espacio para festejar la traición de Lázaro Peña-   tuve intensiones de escribir unas notas sobre aquella extraña Ley 270. Luego recordé que ya le había dedicado unas notas en algún tema relacionado con el fatal desempeño de los sindicatos cubanos y exactamente en nuestra flota.

 

Si dedicaran unos minutos en la búsqueda de la promulgación o derogación del Decreto Ley 270 para los años 1970-1971, les anticipo que no encontraran nada. Pues en este trabajo dedicado a las “horas extras y dietas” que fueron anuladas en nuestra flota, solo me detengo en esos puntos y creo que están bien explicados. Sin embargo, dejo al garete algunos beneficios obtenidos por la clase obrera que nos antecedió y fueron eliminados de un solo zarpazo. Vale la pena mencionar el escalafón de “antigüedad” existente en todos los centros de trabajo. Esta mencionada antigüedad fue sustituida por la “idoneidad”, virtud o mérito fundamentado en la subordinación política irreflexiva e incondicional a la “revolución”. O sea, se crearon las condiciones para que un joven -militante del PCC o UJC- sin antigüedad o experiencia laboral, destruyera las aspiraciones o derecho de cualquier viejo trabajador con experiencia para un ascenso.

 

El vehículo utilizado para neutralizar esos derechos disfrutados por los trabajadores fue precisamente la derogación del “Decreto Ley 270” y tuvo que ocurrir por el año 1970. Se alegó la imposibilidad de sostenerla económicamente, debe recordarse que esa Ley ofrecía al trabajador el privilegio de cobrar su salario íntegro si el trabajador era de “Avanzada”. ¡Por supuesto, todos éramos de Avanzada! Algo raro ocurrió en aquella asamblea, se nos solicitó renunciar a las horas extras, horas extras pesadas y a las dietas, privilegios o derechos existentes antes de la entrada en vigor de aquella extraña Ley de muy corta duración.

 

Hoy, desde la frialdad que ofrece la lejanía geográfica y del tiempo, regreso hasta aquellos momentos, me siento en el teatro de la Empresa y participo de un enardecido debate donde defendíamos aquellos derechos. De pronto y sin llegar a un acuerdo final, aparece el timonel Febles y muestra un abriguito vendido por Nakada en Tokio. El abrigo no formaba parte de los puntos a discutir en la asamblea y desvió totalmente la atención de nuestra resistencia. Hoy puedo pensar con mas calma y analizar con sangre fría esos instantes. Febles era militante del partido, no era mala persona, pero sí fue un individuo muy introvertido a lo largo del tiempo que compartió en aquel buque. Razones sobran para poner en dudas sus supuestas buenas intenciones y la balanza puede inclinarse hacia la duda. Febles pudo estar cumpliendo órdenes del partido y aquello fue una trampa. No hubo oportunidad para realizar una demanda o apelación, todos aquellos derechos por los que lucharon los trabajadores antes del 1959, fueron eliminados con la complicidad de la CTC. La clase trabajadora quedaría totalmente desamparada e indefensa a partir de esos instantes y se transformó en un órgano represivo. No veo razones para festejar absolutamente nada.


2023-05-02

 







Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2018-01-02






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