lunes, 30 de octubre de 2017

DOCUMENTOS (PREHISTÓRICOS) QUE FUERON USADOS EN LA MARINA MERCANTE CUBANA



DOCUMENTOS (PREHISTÓRICOS) QUE FUERON USADOS EN LA MARINA MERCANTE CUBANA


PASAPORTE DE MARINO

Como pueden observar, nosotros no éramos considerados ciudadanos comunes a los que se entregaba un pasaporte como tal, poseíamos uno especial, el de "Marinos". Como es de suponer, ese documento nos imponía limitaciones en nuestra libertad de movimientos, no podía ser utilizado para cruzar una frontera o embarcar en un avión en cualquier aeropuerto. Puede afirmarse también que poseerlo constituía un verdadero privilegio en Cuba, llegar a obtenerlo significaba haber vencido decenas de investigaciones realizadas por los órganos de inteligencia en la isla. Este fue el ultimo eslabón de una cadena que me ataba a la isla y lo guardo de recuerdo.

























TARJETA EXPEDIDA EN LA ACADEMIA NAVAL DE BARACOA VENCIDO EL CURSO DE LA OMI (Organización Marítima Intergubernamental)










DISTINTOS CERTIFICADOS ADQUIRIDOS EN LA ACADEMIA NAVAL Y EMPRESA DE NAVEGACIÓN MAMBISA LUEGO DE VENCER DIFERENTES CURSOS DE RECALIFICACIÓN














TÍTULOS ADQUIRIDOS EN LA ACADEMIA NAVAL DEL MARIEL Y LA DE BARACOA








RECORTE DEL PERIÓDICO GRANMA DONDE SE MENCIONA MI GRADUACIÓN Y HABER FINALIZADO COMO PRIMER EXPEDIENTE EN LA ESPECIALIDAD DE CUBIERTA.





CARNET DE LA MARINA MERCANTE CUBANA







LIBRETA DE ENROLO PERTENECIENTE A MI AMIGO AMAYA














CARNET DEL SINDICATO DE LA MARINA PROPIEDAD DE MI AMIGO AMAYA







CARTA DE VIAJE. Esta carta nos era expedida con la finalidad de presentarla en las terminales de ómnibus y solicitar facilidad para viajar por motivos de trabajo.




ARTEFACTO CONOCIDO COMO "SOLAPIN". Era expedido por el Departamento de Protección Física de la Empresa de Navegacion Mambisa a Capitanes y Primeros Oficiales para autorizar su entrada al edificio y ahorrar el tiempo que se perdía en las colas.







TARJETA DE EFECTOS ELECTRODOMÉSTICOS. Era expedida por la aduana de Cuba y en ella se nos controlaba la importación de esos artículos, que por supuesto, estaban regulados por años.











TARJETA DE CONTROL MEDICO EXPEDIDO EN MI ULTIMO VIAJE A ANGOLA Y POR EL CUAL TUVIMOS QUE PASAR UN CHEQUEO MEDICO.







CARNET PARA COMPRAR EN LAS TIENDAS DE CUBALSE. Los marinos cubanos no podíamos comprar en esas tiendas ni usar los servicios del Seaman Club, solo fue posible adquirir ese carnet cuando estuve navegando en un barco de tripulación reducida (Casablanca), donde me pagaban la astronómica suma de $150.00 dólares mensuales. Toda una fortuna para aquellos tiempos donde en la marina solo pagaban dos dólares diarios.







SOLICITUD DE DIETA. Que se entregaba en el momento de ser enrolado para ser cobrado en la caja de la empresa estando el barco en puertos del interior de la república.


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domingo, 29 de octubre de 2017

UN VIAJE POR RANGÚN, BIRMANIA.



UN VIAJE POR RANGÚN, BIRMANIA.



Motonave "Bahía de Cienfuegos", escenario de esta historia.


No creo sean muchos los barcos cubanos que hayan visitado ese puerto o al país, llegamos bajo un contrato de fletamento. Teníamos que cargar unas 12000 Tm. de arroz en sacos para Costa de Marfil. Rangún es el nombre del rio que bordea la ciudad y única vía de acceso a ella desde el mar. Aquella ciudad fue la capital de Birmania hasta el año 2005 y tendría para entonces unos 4 millones de habitantes, más o menos. La navegación desde el mar consume varias horas donde solo se pueden observar algunas aldeas, campos sembrados y lotes de selva. Niños y pobladores saludaban al paso de la nave, quizás alborotados por las pitadas que el Práctico hacía para espantar a pequeños botes y sampanes artesanales que desafiaban nuestra proa. 

A lo largo de la travesía por aquel rio el agua era turbia y su corriente algo fuerte, aunque poseía buena profundidad, era navegable. No sé si por espera de atraque o cambios de marea, muy pronunciadas allí, nos fondearon en una curva muy próxima a un caserío. Pronto se abarloaron a nuestro buque infinidad de nativos en sus canoas proponiendo ventas o trueques de cualquier producto por objetos de obras artesanales talladas en madera. Allí me hice de unos hermosos elefantes y un caballo, este último llegó hasta Canadá y ahora no sé nada de su paradero. Los obtuve por el trueque de una caja de jugos Taoro de tamarindo, eran tan ácidos que no pude consumirlos. A la mañana siguiente me despertó el cantío de los gallos y me regresó mentalmente hasta el fondeadero cerca del astillero de Casablanca. Los que han estado allí saben de lo que hablo, sus cantos llegaban hasta los barcos cercanos a la orilla. Después del desayuno me informa el contramaestre que habían robado en el pañol de proa. Los ladrones abordaron nuestra nave por el “escoben”, es el orificio del casco por donde sale disparada la cadena del ancla y donde reposan ellas. Cabe perfectamente una persona que no sea muy gruesa, yo recuerdo haber pintado su interior cuando me encontraba de timonel. En resumen, nos robaron varios cabos de maniobras y una cantidad alarmante de cubetas de pintura, robo logrado cuando rompieron el candado de acceso al pañol.

Nuestro atraque se realizó en un muelle muy viejo y algo separado de nuestra banda. Un enjambre de hombres vistiendo una especie de sayón estaban dispuestos a abordarnos, eran los estibadores. Mas tarde me dijeron que esa prenda de vestir en los hombres era conocida por “sarong” y lo pude observar en toda la ciudad, sin distinguir edades, las mujeres los usan también y es llamado con un nombre parecido. Conversando con el jefe de la tarja le pregunte por qué no usaban pantalones y su respuesta fue muy simple, el precio de esas prendas era exorbitante y lejos de las posibilidades de una persona común. Hoy leo en Wikipedia que la razón de su uso, lo es el clima caluroso de los países donde tradicionalmente lo utilizan. Una vez entregados los planos de carga y coordinadas las operaciones con los jefes de estiba, me dispuse a salir por la ciudad acompañado de dos matrimonios, mi esposa viajaba conmigo.


Shwedagon pagoda, Rangún-Birmania.

¿Qué decirles del Rangún de aquellos tiempos? ¡Horrorosa, sucia! Era un sitio que se había detenido en el tiempo y los únicos edificios pintados, los pocos que había, eran las embajadas de Inglaterra, EEUU, etc. El resto del paisaje era decorado con la misma mugre y colores tristes, me trasladaron inmediatamente a la Habana Vieja. Allí no se había hecho absolutamente nada desde que Inglaterra les diera la independencia y se mantuviera gobernada por militares. Siempre he manifestado que, en países carentes de bellezas, generalmente existe un pueblo que supera cualquier tipo de fealdad, así sucedió en Birmania y otros países pobres. Su población, casi todos de baja estatura y color canela, resultaron ser personas muy agradables al trato, comunicativos, simpáticos, hospitalarios y de una nobleza inmensurable. Sus mujeres eran hermosas y algo planchaditas de nalgas, razones por las cuales fijaban sus miradas en los traseros de nuestras mujeres y nos provocaba gracia.

-Chief, yo voy a ser su guía por la ciudad y no voy a permitir que le roben o estafen. Me sorprendió un hombre que rondaba los cuarenta años, sin embargo, no provocó que se dispararan mis alarmas porque esa experiencia la había tenido en Etiopía.

-¿Hablas conmigo?

-¡Por supuesto! Tu eres el Chief Officer del barco. No me preocupé en preguntarle cómo rayos se había enterado. -¿Por dónde quieres ir?

-No tenemos mucho dinero para pagarte, ¿cuánto nos costará tu servicio?

-Solo lo que ustedes puedan, estoy sin trabajo y tengo hijos por mantener. Consulté con mis amigos y acordamos hacer una colecta entre todos, les expliqué las ventajas de tener un guía.


Nosotros en Shwedagon pagoda ese día.

Las guaguas de aquellos tiempos debían ser de los años cuarenta más o menos, no eran grandes y se abordaban por la parte trasera. Todas eran de madera y marchaban produciendo un ruido infernal, además de la contaminación por carbono que dejaban en el aire en su avance. Shwedagon pagoda fue nuestro punto de partida en aquel recorrido por una ciudad triste y anciana. Es el monumento más bello que existe en Rangún y que puede observarse desde cualquier punto de ella. Dorada como el oro y rica en ofrendas que dejan sus visitantes, entras en contacto con gran parte de la población practicante de la religión budista. Decenas de monjes ocupan aquel extraordinario recinto que, muy bien supera en altura a la raspadura de la Plaza Cívica de La Habana. Coincidimos con algunas iniciaciones de muchachos, especie de bautizo celebrados con toda la seriedad y solemnidad que exige ese momento. Luego continuamos nuestro paseo por sitios de interés, sumamente bellos e igual de abandonados. Nuestro guía discutía los precios con los taxistas, motos que llevan en la parte trasera una especie de jaulita dispuesta para unas seis personas. Al final del día le pagamos y partió feliz.


A la entrada de un restaurante situado en un lago de Rangún.


En la habitación del hotel de esta narración.

Una vez concluidas las operaciones de carga y como es habitual en este tipo de mercancía, nos llevaron a uno de los mejores hoteles de la ciudad por los tres días que demoraba la fumigación. ¿Qué pudiera contarles? La peor posada de Miami estaba en mejores condiciones que aquel hotel insalubre, es cierto que sus empleados eran muy amables, pero aquello era un desastre. Una de esas tardes y mientras cenábamos en unas mesas dispuestas para nosotros, muy cercano a nuestro sitio se celebraba el banquete y fiesta de un matrimonio entre travestis. Todas las parejas invitadas lo eran también, muy bellas y femeninas, tanto, que nuestras mujeres no pudieron identificar que se trataba de ellos, hombres vestidos y maquillados con perfecta feminidad. Si me asombró la tolerancia demostrada en ese caso si se tiene en cuenta el año que transcurría, creo que el 86 y la geografía sumamente religiosa del lugar.

Partimos nuevamente hacia otro país que tampoco había visitado, Costa de Marfil. Distante en la geografía, religión y raza. Abidjan resultó hermosa, pero muy peligrosa de noche, es parte de otra historia.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-10-29


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sábado, 21 de octubre de 2017

CARLOS PALACIO, ALIAS "EL CAGUAMO"


CARLOS PALACIO, ALIAS "EL CAGUAMO"


Motonave "Jiguaní", escenario de esta historia.


Cuando vaya a escribirse de gente bonachona y noble en la flota, no se puede ignorar a Carlitos, era un pan en todo sentido de la palabra. Nunca se enojaba, ni contento o triste, igual en todo momento, no se alteraba por nada, como si se tratara de un ser inanimado, su mundo contaba de un solo polo.

-¿De cuál promoción eres? Sentí algo de ironía en su pregunta mientras viajábamos en la lancha que distribuía a los marinos en los barcos fondeados en el puerto.

-Yo no soy de ninguna promoción, soy F1. Le respondí algo molesto y él pudo notarlo por el tono de mi voz. Ya imaginaba que aquella masa de carne pálida había sido envenenado por Miyares, el “Alférez Torpedo” del que ya les he hablado, Carlitos era su relevo en el buque Jiguaní. 

-Yo soy de tal Promoción. Me dijo y ahora no puedo recordarlo. Puse el freno y lo dejé con la palabra en la boca, no estaba dispuesto a escuchar tonterías, pensé que se tratara de un amigo del cabrón al que iría a relevar. 

Según pude escuchar ese día en el comedor a la hora de almuerzo, Carlitos llevaba largo tiempo enrolado en el remolcador de altura “Caribe”. Era una nave dedicada al salvamento y muy pocas veces se movía de su atracadero, un muellecito de Casablanca donde radicaba la empresa “Antillana de Salvamento”. Vestía ese día de aquel uniforme gris que requería ser almidonado, es que realmente lo vi vestido de civil unas pocas ocasiones, las que salió a la calle en Puerto Cabello. Pude deducir entonces que andaba algo flojo de pacotilla y que el tiempo enrolado en el Caribe podía superar muy bien los dos o tres años. En nuestro mundo eso era muy sencillo de adivinar, cuando se llegaba a esos extremos, nos esmerábamos mucho en conservar la ropa destinada a nuestras salidas en el extranjero, aquellas largas estadías en la isla agotaban nuestras reservas.

-Tú sabes que ya mañana no tendremos tierra en el radar y dependeremos de las observaciones astronómicas. Le dije durante aquel relevo que me hizo a las doce de la noche y mientras navegábamos los últimos puntos de la costa oriental cubana para adentrarnos en el mar Caribe.

-¿Y qué me quieres decir con eso? Algo anda mal, pensé inmediatamente después de escuchar su respuesta. Este gordito anda fuera de la bola y no comprende.

-¡No, no te quiero decir nada! Afina la puntería que por la mañana debo trabajar con el sol y seguro debes calcular la latitud por la meridiana.

-Sigo sin comprenderte. Insistió y no quise torturarlo, no soy de los que disfrutan con los problemas ajenos.

-Carlitos, para las observaciones astronómicas necesitamos que el cronómetro se encuentre funcionando. Logró despertar y se dirigió al sitio donde se encontraban ambos relojes en la mesa de ploteo. Tuve la vaga impresión de que hacía muy poco tiempo ocupaba esa plaza y que, por encontrarse en aquel remolcador eternamente atracado, carecía de hábitos en esta parte de nuestro trabajo.

-Tienes razón, ¿cómo resuelvo este problemón? Su voz era casi una súplica y sentí pena por él. 

-No hay tal problemón, ¡Atiende bien los pasos que voy a seguir! Encendí el equipo de radiofonía dispuesto en el cuarto de derrota y busqué la emisora inglesa que transmitía constantemente la hora exacta en el meridiano de Greenwich. 

No era recomendable estar atrasando o adelantando aquellos relojes, tampoco contábamos con margen de tiempo para proceder como se recomendaba, debían estar listos para la mañana siguiente. Debo señalar para las personas que no pertenecen a nuestro mundo, estos cronómetros son bastante exactos y delicados, su manipulación debe ser extremadamente cuidadosa para evitar introducirle errores. Sus horarios tienen que ser comparados diariamente con los ofrecidos por la mencionada estación para obtener el valor de ese error casi siempre constante. Esos errores pueden fluctuar entre 1 y 5 segundos que se anotan en un diario o libro destinado a cada uno de ellos. Esos errores son conocidos como “estado absoluto” y se aplica a todos los cálculos astronómicos. En matemáticas se dice que “error conocido, no es error”, pero cuando se desconocen esos valores, los errores en las posiciones obtenidas pueden ser muy graves. Lo correcto es parar los relojes cuando el valor del estado absoluto es muy grande y luego tratar de arrancarlos a la misma hora que se detuvieron.

-Tienes la hora de la meridiana a las 12 y 40 Pm. Le dije ese mediodía cuando me relevó en el puente.

-Tú crees que puedas subir para esa hora a tomarla conmigo, es que estoy fuera de la bola, hace varios años que no hago navegación de altura. Me dijo con algo de vergüenza y lo comprendí.

-No te preocupes, vendré unos minutos antes. Aquel muchacho al que el “Alférez Torpedo” intentó envenenar contra mí, comenzó a caerme bien por su humildad y sinceridad. Mi reacción fue muy contraria al del otro hijoputa, no podía olvidar cuantas trabas puso en mi camino para evitar que desarrollara eficientemente mi trabajo. Le dejé copiado el formato para calcular la meridiana con la recomendación de que la fuera estudiando. Ese mediodía observamos el sol y Carlitos se iba llevando por mis recomendaciones sin ningún tipo de complejos.

Apenas salía a la calle cuando estuvimos atracados en Puerto Cabello, todo su tiempo libre lo gastaba sentado frente al televisor. La tripulación lo aceptó de buen agrado, era mucha la diferencia que existía entre él y Miyares. Cuando coincidíamos en el salón me hablaba de su esposa y con mucha satisfacción de aquel inolvidable y querido Guanabo. Me decía que sus días de franco disfrutaba caminar por la playa acompañado de su perro Pastor Alemán. Aun no tenía hijos y su mascota tomaba un sitio muy especial de su núcleo familiar. Recuerdo que con la poquísima plata que nos pagaron y que no superarían los $30.00 dólares, Carlitos compró unas chucherías para su esposa y el resto de la plata lo invirtió en su perro. Me mostró orgulloso un collar anti pulgas y una correa de cuero para pasearlo, era feliz con aquellas pequeñeces. Yo andaba romanceando por Caracas y todas mis ausencias fueron cubiertas por el de buena gana, luego yo le pagaría cada una de las guardias endeudadas.

Cuando regresamos a Cuba el indeseable de Miyares retornó al barco para desgracia de todos, nadie lo soportaba, era extremadamente impopular. No recuerdo haberme despedido de Carlitos, su relevo se produjo durante uno de mis francos. El siguiente viaje lo realizamos a Europa y tuvo una duración de tres meses y medio aproximadamente. De vuelta a la isla solicité mis vacaciones, pero como ya he contado en otra historia, me enrolaron en el buque escuela “Viet Nam Heroico” para realizar un viaje y misión misteriosa.


Buque escuela "Viet Nam Heroico".

En el “Viet Nam Heroico” viajaba Medina como Capitán, un militar bien aburguesado con un final desafortunado ese viaje. De Primer Oficial viajaba Losada, un borrachito de pequeña estatura, no era mala persona. Como Segundo Oficial iba Israel Sirú, un negro que había estudiado conmigo y que ingresó en la marina mercante luego de desmovilizarse del ejército donde fue piloto de MIG, yo iría acompañándolo en su guardia. Como Tercer Oficial se encontraba enrolado Víctor Serrano, con quien pude compartir en dos oportunidades en Miami y se encuentra en mi lista de Facebook. Aquel viaje lo realizamos sin mucho contratiempo a Puerto Cabello y luego a Paramaribo-Surinam. Encontrándonos en este segundo país se realizó una actividad, no recuerdo bien si con la finalidad de celebrar el día del educador. Entre los guardiamarinas tenían formado un combo que sonaba muy bien y fueron los que amenizaron la fiesta donde hubo de todo para consumir. Le solicitaron al agente que atendía al buque que trajera algunas muchachas a la fiesta y el tipo cumplió muy bien el pedido que le hicieran. Sobrepasó la veintena de chicas a bordo aquella divertida noche, solo que los chicos malos del barco supieron identificarlas, se trataba de prostitutas.

Arribamos al puerto de Cárdenas en medio de un ambiente que superaba la ridiculez, atracamos bajo los acordes de una banda de música estudiantil, no había visto nada tan picúo como aquello en mi vida de marino. Acabada la música comenzó uno de los momentos más amargos que pudo haber vivido el burgués de Medina, su destitución como Capitán del buque escuela. Pocos años más tarde volví a chocar con él mientras se desempeñaba en la Academia Naval, allí continuaba siendo el mismo tipo arrogante y comemierda conocido en el buque escuela. 

Fue relevado por el Capitán Dubrock, buena gente y alcohólico por excelencia. A partir de su enrolo se bebía diariamente y Losada, el borrachito que viajaba como Primer Oficial, radiaba de felicidad. Varios tripulantes mandamos a buscar a nuestras esposas para que permanecieran con nosotros a bordo. Fue una costumbre que se impuso a partir de aquellos viajes, donde nuestras naves regresaban en lastre del Japón y permanecían en la isla unos tres días máximo. Esa costumbre autorizada se mantuvo hasta el final de mis días en la marina mercante cubana. 

Tres o cuatro parejas de tripulantes y esposas, todos jóvenes, nos pusimos de acuerdo para salir a beber algo en uno de los bares de Cárdenas. Nuestras esposas se encontraban a bordo debidamente autorizadas y teníamos a mano aquellos pases firmados por varias personalidades de aduana, inmigración y guarda fronteras. De regreso y en horas de la madrugada, el aduanero de guardia me dice que no puedo entrar con mi esposa porque faltaba la firma de no sé quién. Era algo absurdo, ya ella había estado en el barco, pero así funciona la estupidez humana en la isla. Se originó una gran discusión y al final de ella, cuando estuve a punto de irme a las manos con aquel cuadrado individuo, decidí llegarme hasta el barco por sus pertenencias y acompañarla en su viaje a La Habana. Serrano se mantuvo en todo momento junto a mí y permaneció en la aduana con mi esposa hasta que regresé del barco. Se lo dije a Losada y salí, ya deben imaginar que se encontraba ebrio.

De La Habana regresé a los dos días con una orden para que se procediera a mi desenrolo y vaya sorpresa que hallé. Sentado y con los pies sobre otra butaca, se encontraba en el salón el entrañable Carlitos, disfrutaba de su vicio favorito, ver televisión, que en Cuba resulta un sacrificio, pero ese era su mundo. Intercambiamos algunas palabras y me dirigí a la oficina del Sobrecargo con la carta en las manos. Carlitos me había dicho que en unos minutos me entregaría el Diario de Bitácora y no le presté mucha atención. Le pedí al Sobrecargo cualquier grupo de documentos por firmar y entre ellos coloqué mi desenrolo y Carlitos, tan despistado como siempre, sin apartar mucho la mirada de la pantalla del televisor, la firmó sin que le temblara el pulso.

-Vamos hasta el camarote para entregarte el Diario. Me dijo con su inocencia característica.

-Carlitos, tendrás que entregárselo a otro, ya yo estoy desenrolado.

-¿Cómo es eso? Me habían dicho que tú eres mi relevo y llevo cuatro días de guardia.

-Pues te informaron mal, yo no formo parte de la plantilla de este barco.

-¿Y cuándo te desenrolaron?

-Hace solo dos minutos, acabas de firmar mi hoja de desenrolo.

-Eres un hijo de puta. Lo dijo sin enojo, sin rabia y con aquel rostro infantil que siempre acompañara su pronunciada panza. 

-¿ Y tu perro, le sirvió el collar que le compraste?

-¡Dale al carajo!

Esa fue la última vez que lo vi, han transcurrido más de cuarenta años y no sé si aún continua vivo. Lo imagino llorando la muerte de su Pastor Alemán y pasear más tarde con otros tres animalitos diferentes, porque han pasado la vida de tres de ellos desde aquellas fechas donde se dio a querer por muchos tripulantes. Siempre resulta agradable hablar de la gente buena que existió en nuestra marina, como “El Caguamo”, por ejemplo.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-10-21


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jueves, 19 de octubre de 2017

UN VIAJE A CHILE. Entre dos aguas.


UN VIAJE A CHILE. 

Entre dos aguas.


Motonave Jiguaní, escenario de esta historia.



Llegar a Chile fue como sentirme en casa, era el primer país latinoamericano en visitar y sucedió gracias al gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende. La tarde que fondeamos fuera del puerto de Valparaíso, nos reunieron en el salón de tripulantes para leernos la acostumbrada cartilla, pero esta vez el mensaje era especial. -“Compañeros, deben renunciar a las compras de pacotilla por este viaje, es una orientación recibida desde las más altas instancias del partido. La situación de este país es verdaderamente confusa y el enemigo está tratando de crear inestabilidad en todos los sentidos. Varios buques que han pasado por aquí han tenido serios problemas con las autoridades aduanales y se han ensañado con nuestros marinos. Otras de las razones explicadas por nuestro partido, es que no debemos dar una imagen falsa de nuestra situación en la isla, etc., etc., etc.…”


El resumen de aquella mediana perorata, nosotros debíamos dar una imagen de bienestar en Cuba, cuando la realidad era todo lo contrario. No me tomé muy en serio aquel llamado urgente de quienes regían nuestras vidas y encontré en ellas una justificación para tomarme una pausa y vacilar un poco. Ya había realizado varios viajes a Europa, Asia y Canadá, me mataba la curiosidad por conocer un país latinoamericano, tantas veces repetida la frase de que eran nuestros hermanos y esa oportunidad llegó.


-Ustedes son muy populares acá, les resultará fácil ligar una polola. Nos dijo el lanchero que nos conducía desde el buque hasta el puerto esa tarde y lo escuchábamos con mucha atención. 


Valparaíso es hermoso cuando lo observas desde el mar, una estrecha franja de tierra es custodiada por cerros que se elevan a solo unos cientos de metros de la costa. El llano es el sitio neurálgico de la ciudad donde se desarrollan la mayor parte de la actividad económica. Los cerros fueron elegidos como sitios de asentamiento de las clases más desfavorecidas y se accede a ellos por medio de funiculares, la llanura se va ampliando en la medida que te alejas del puerto. Hoy consulto Google Maps para realizar un recorrido imaginario por esa ciudad y me resulta complicado identificar la zona portuaria correctamente, parece que transcurridos tantos años ha sufrido algunas transformaciones. No encuentro el muelle que estaba situado cerca de la entrada a la zona portuaria y donde se encontraba atracado aquel barco chico llamado “Argonauta” en el que realizara uno o dos viajes turísticos hasta las playas de Viña del Mar. En ese muellecito con fines turísticos, existían varios kioscos que vendían artículos de artesanía, siempre estaba repleto de visitantes y “trabajadoras sociales”.


Aquella tarde salí con Pascual y Armandito, ambos eran maquinistas del buque. Pascual sería el tercer maquinista y Armandito el cuarto maquinista si bien recuerdo. Como jefe de máquinas y segundo maquinista viajaban dos soviéticos. Yo era un simple timonel en esa fecha y no puedo imaginar esa relación con los maquinistas, aunque para entonces, yo era muy joven y sociable con todos en el buque. Lo normal hubiera sido que saliera a la calle con cualquiera de mis compañeros de cubierta, pero regresando en el tiempo, encuentro que la mayoría de ellos eran unos pasmados en asuntos de aventuras amorosas extramatrimoniales. 


Desembarcamos de la lancha en lo que sería el muelle Prats y una vez fuera de la zona portuaria, entramos en contacto con la población en la pequeña explanada que terminaba en el atraque del Argonauta. Tres chicas andaban solas y hacia ellas dirigimos nuestros pasos, Pascual era de la raza negra con la pasa suave y Armandito un mulato claro. La gente de esta raza tuvo mucho éxito en aquel país, fueron una atracción sexual por la inexistencia de negros en Chile que, sumado al origen cubano y la facilidad de palabras para conquistar, les abrieron prontamente el camino. No quiere decir que en mi calidad de blanco criollo me quedara marginado y sin posibilidad de encontrar pareja, ya lo dijo el lanchero, éramos muy populares en aquellos tiempos. Pocos minutos después de nuestras descaradas presentaciones y ante la pronta atracción de una de aquellas mujeres, la mayor de ellas por Pascualito, marchamos por una calle paralela a la costa. Hoy consulto el mapa como les he dicho y no encuentro parques o paseos que existieron en aquellas fechas, veo la extensión de un malecón desde el muelle Prats hasta el espigón Barón y no recuerdo si verdaderamente existía, creo que no. En la medida que marchábamos, cada uno o una se fue acomodando a lo que sería su futura pareja y a mi lado quedo una chilenita de ojos verdes, encantadora. Ellas nos condujeron hasta un restaurante que se encontraba junto al mar y muy cerca del espigón Barón, ninguna consumía bebidas alcohólicas y se limitaron a una gaseosa “Fanta”. Esa noche no sucedió nada, pero nació el compromiso de encontrarnos al día siguiente, cada uno por su lado y en horarios diferentes. Mary y yo acordamos vernos en el muelle utilizado por el Argonauta, minutos después partiríamos para un restaurante que hoy imagino haya sido por la calle Brasil. Una hora después entrabamos a un cine y a solo quince minutos de sentados sobrevino el primer beso.


-¡No hables, no te muevas! La película se detuvo y reinó el silencio en aquella sala, cuatro minutos más tarde se iluminó nuevamente la pantalla y la vida cobró su normalidad. 


-¿Qué sucede, cariño? Le pregunté cuando el salón regresó a la vida.


-Es que estaba temblando la tierra. Respondió con mucha tranquilidad.


-Pues cuando vuelva a suceder me avisas para salir del lugar donde nos encontremos, no he venido a este país para morir sepultado entre vigas de hormigón, tejas o madera antigua. Me prometí adaptar los sentidos a esta nueva situación y no esperar por su aviso, ellos estaban acostumbrados a sentir esos temblores diariamente. 


Una de las razones de aquel viaje había sido la destrucción experimentada en Chile por un reciente terremoto; el buque estaba cargado con azúcar a granel que el gobierno cubano les había donado. Por toda la ciudad podían observarse derrumbes de viejas edificaciones y no era necesario salir del puerto para encontrar efectos similares a los de un bombardeo. Varias grúas y almacenes del puerto habían caído también. 


Aquella noche no superamos la etapa de los besos, exploración de sus senos y manoseos de sus partes íntimas por encima de la ropa, no deseaba apurarme por muy desesperado que estuviera. La acompañé hasta la parada de su “micro”, creo que así le decían al autobús y en lo que esperábamos, ella comenzó a hablarme de su familia, era hija única de un oficial de carabineros.


-¿Eres católico? Preguntó en el preciso instante que se separaban nuestros labios de un beso muy largo, más que beso, nosotros lo llamamos mate. También me llamó la atención que lo estábamos haciendo en presencia de otras personas mayores de edad en aquella parada y se lo hice saber. Ella respondió que besarse era muy normal y que a la gente no le interesaba, pero ya les dije, aquello no era un simple beso. Comprendí que en ese aspecto nos superaban mucho, nuestra gente era más recatada o tenían mucho pudor, aunque más tarde en Cuba todo cambió y había que andar de culo pa’ la pared.


-¡Claro que soy católico! Respondí, y mis palabras llevaron la fuerza del convencimiento. ¡No digo yo!


-¿Y vas a misa? ¡Coño! ¿Y este numerito ahora? Pensé.


-¡Claro, mi amor! Siempre voy en La Habana y en algunos puertos extranjeros cuando tengo tiempo. En ese momento con lo caliente que me encontraba, estaba dispuesto a decirle que mis aspiraciones eran convertirme en Papa.


-Porque si no lo eres, rompemos inmediatamente nuestro compromiso.


-Mi vida, estoy bautizado en la parroquia de Guanabacoa y fui monaguillo de niño. Realmente no le mentía, pero fueron datos ocultados siempre en las planillas llenadas para entrar a la marina. Como quiera que sea, no estaba dispuesto a perder aquel “pollo” por asuntos religiosos.


-¿Eres comunista? ¡Vaya bombazo! ¿Qué le pasa a esta loca ahora? Volví a pensar


-Yo soy marino, nada que ver con el comunismo, mi vida es el mar. Tampoco le mentía, pero no podía manifestarme de esa manera en presencia de otros cubanos.


-Te lo digo porque soy católica y no los soporto. En mi casa se respira un ambiente totalmente diferente al que se vive en la calle en estos momentos.


-No te preocupes, corazón, yo los detesto. ¡Coño! Que complicado me está saliendo este bollito, pensé, y para suerte mía llegó su micro.


Atracamos al siguiente día y resultaba más fácil salir a la calle. También nos encontramos libres de la presión existente por llegar a la hora indicada para tomar la lancha de regreso. Además de los estibadores que participan en la descarga del barco, allí existía un sindicato de marineros de tierra. Ellos serían los encargados de todas las faenas realizadas por nosotros durante esas operaciones, o sea, abrirían y cerrarían las bodegas, izarían y arriarían los puntales de carga, etc. Nosotros sólo debíamos colocar las lámparas para que trabajaran dentro de las bodegas, nuestras guardias eran un verdadero paseo. Los tripulantes mayores de edad, entre los que se contaban varios de cubierta, compraban una garrafa de vino y se pasaban parte de la noche pescando, se ofrecían voluntariamente para hacernos las guardias y eso suponía que tendría todas las noches libres para mis puterías. Nada había cambiado económicamente para nosotros, continuábamos ganando cinco dólares semanales comprendiendo el tiempo de regreso a la isla. Sin embargo, Chile era muy barato en esos tiempos, tanto como España, su moneda era el Escudo y el cambio oficial por un dólar era de veinticinco. Una cerveza costaba dos escudos en cualquier restaurante y sacando cuentas, por un solo dólar podíamos bebernos doce de ellas, la comida y el transporte eran muy baratos también. Como ella debía regresar temprano a su casa, decidí lanzarme a la ofensiva sin perder mucho tiempo y le propuse que entráramos en un motel o posada que allí le llaman “residencial”. Ya había realizado mis averiguaciones entre los estibadores, quienes me dijeron y luego pude comprobar, la zona próxima al puerto se encontraba minada de ellos.


Motonave Jiguaní


Escuché algunas opiniones y recomendaciones sobre la calidad y me dispuse a buscar entre los mejores. Tampoco fue así de “recoge y vamos”, llevarla hasta ese sitio me costó largos minutos de conquista, no olviden que se trataba de una chica muy católica. Sin ánimos de ser vanidoso, era muy difícil resistirse al discurso de un cubano de aquellos tiempos cuando se proponía algo. Los tiempos cambiaron mucho y los papeles se invirtieron en gran parte del mundo, incluyendo mi tierra en años posteriores, llegó el momento donde no era imprescindible hablar demasiado y donde las mismas mujeres asumieron el rol de conquistadoras. Ella aceptó y entramos a una de las que ya me habían hablado, un sitio nada comparable con aquellas posadas cubanas mencionadas con anterioridad. Muy limpias las habitaciones y las camas tendidas con sobrecamas, frazadas, sabanas, etc. ¿El precio por toda una noche? Cincuenta escudos solamente, o sea, dos dólares al cambio. ¡Increíble!


Describir la forma en que hicimos el amor sería una repetición de lo mismo, es como si pusieras una película pornográfica y luego otra y otra. Las posiciones son las mismas, los orificios están en el mismo lugar, sólo cambian los cuerpos, razones por las que no voy a agobiarlos con esas repeticiones. Fue delicioso, siempre lo será cuando te acuestas con una mujer donde prima la juventud y todo es agradable. Su olor a hembra se transforma en fragancia, su voz en música y su cuerpo en una obra de arte, no deseas desprenderte de ella y sueñas constantemente encontrarte en el paraíso. 


El barco era visitado diariamente por decenas de personas, simpatizantes o miembros del gobierno de turno, de su partido, curiosos o simplemente algunas mujeres buscando pareja. No era difícil acceder al barco y tampoco era imprescindible su consentimiento para obtener una autorización. Como no teníamos mucho contenido de trabajo y se mantenía el régimen de guardia de 24 horas de servicio por 48 de descanso, siempre nos llamaban al salón de tripulantes para compartir con aquellos visitantes. Fue así que, a la semana de estar bebiendo toda la felicidad del mundo con aquella preciosa chilenita, la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), organización a la que indudablemente no debía negarme a ingresar, me asignó la tarea de viajar con la alcaldesa de Valparaíso hasta un poblado humilde en las afueras de la ciudad para participar en una “actividad” política. Por mucho que presenté excusas con la intensión de evadir la invitación, me resultó imposible, el barco se encontraba casi vacío. La mayor parte de los tripulantes estaban empatados con chicas y hacían una vida similar a la de Cuba, terminaban sus guardias y partían a sus casas. Llamé por teléfono a Mary y no recuerdo cuál fue la justificación que le di para cancelar la salida de esa noche, no podía decirle que iba a una actividad política o asistiría a misa en la noche.


La alcaldesa o mujer del alcalde, no recuerdo exactamente, pero a los efectos era lo mismo, nos llevó en su auto. La comitiva estaba compuesta por cuatro miembros de la UJC como les expliqué y el trayecto consumió varios minutos por unos cerros apartados de Valparaíso. Se trataba de un barrio o asentamiento, puede llamarse también “campamento”, construido totalmente de madera durante el gobierno de Allende. No recuerdo exactamente si el origen de ese barrio, similar a otro llamado “Nueva Habana”, se produjo posterior al terremoto de 1971, la razón de mi viaje a ese país, lo cierto es que allí vivía gente muy pobre. Nos detuvimos junto al casco de un autobús anclado en un potrero de aquel cerro y fuimos recibidos por una pequeña comitiva compuesta de varios maestros, muy jóvenes todos y unos cuantos alumnos. Luego de los saludos formales, pasamos al interior de lo que era una improvisada escuela. Después de las palabras de bienvenida, escuchamos varias canciones interpretadas por los niños al son de la guitarra tocada por uno de aquellos maestros. La alcaldesa pronunció un discurso estudiado para el caso y por parte nuestra habló el secretario de la UJC a bordo, Luis Molina. Lo conocía desde hacía varios años cuando ocupaba la plaza de contramaestre en el buque “Jaguaní”, nunca compartí con él aventuras en la calle, no era santo de mi devoción, fanático y extremista. Nosotros llevamos algunas tarjetas postales de Cuba que nos entregaron en el barco para ese fin y se las fuimos dedicando a muchachos y maestras. Sólo que en el caso de una hermosa muchacha de piel canela y con un pelo largo muy negro, hermosa y atractiva a mi gusto, me pidió que pusiera mi nombre completo y dirección para intercambiar correspondencia. Como se trataba de un encuentro amistoso solamente, no dudé en complacer su demanda. Luego del normal protocolo, llegó el momento de degustar algunos dulces nacionales de producción casera. Mientras a los niños les eran ofrecidos gaseosas y jugos, los mayores disfrutamos de alguna cerveza y varias botellas de vino. 


-¿Cómo te llamas? Le pregunté a la chica color canela y largo cabello tan negro como el azabache.


-Te lo dije hace unos minutos, cuando llenabas la tarjeta, ¿no lo recuerdas?


-Disculpa la mala memoria, tal vez haya sido porque hablaban muchas personas a la vez.


-Me llamo Esther y estoy encantada de conocerte. Me extendió su mano y apretó la mía un poco más fuerte de lo normal entre las damas.


-Para mí ha sido un grato placer y sorpresa, no esperaba encontrar una flor tan bella en medio de este árido campo. ¿Sabes una cosa? Me gustas muchísimo, nunca he tenido una novia con un cabello y color tan encantador. Le disparé a boca de jarro mientras permanecía con su mano atada a la mía sin que ella hiciera gesto alguno por desprenderse.


-¿No tienes polola en Chile?


-No sé a qué te refieres, es la primera vez que escucho esa palabra.


-¡Novia! ¿No la tienes por acá?


-¡Ahhh, eres algo curiosa! No, no tengo, llevamos muy pocos días por aquí. ¿Tú tienes pololo?


-¡Nooo! Es que me he dedicado por entero a tareas revolucionarias.


-Pues no debes olvidarte de eso e incluirla entre todas esas tareas. Yo también hago lo mío y me dedico tiempo, la vida es muy corta y pasa volando, me gustaría pololear contigo. Fue algo que se me escapó de los labios sin proponérmelo, digamos que, sin maldad alguna, ya tenía una relación y me encontraba complacido y feliz con Mary aunque tuviera que ir a misa. 


-¿Me estás pidiendo que sea tu polola? Al escuchar aquella pregunta suya quise rectificar, pero creo que fue demasiado tarde, me dejé arrastrar por ese impulso animal ahora despierto.


-Voy a pensarlo, me siento sorprendida, no esperaba esto en una “actividad” política.


-¡Tómate tu tiempo! ¿Sabes otra cosa? Me estoy orinando y quisiera evacuar. ¿Dónde puedo hacerlo?


-No te preocupes, ¡sígueme! Ambos descendimos de la guagua escuela y ella me condujo por su parte trasera hasta alejarnos unos diez metros. ¡Puedes hacerlo ahí, donde quieras! Se detuvo y yo avancé unos cuatro metros, oriné en dirección al caserío construido en la ladera de aquel cerro. Ella permaneció de espalda mientras orinaba y cuando hube terminado caminé en su dirección, pero no hizo el menor gesto por regresar al interior de la escuelita.


-¿Vives ahí? Le pregunté señalando hacia el cerro y ambos giramos en la dirección de sus luces tenues, débiles, vagas, como renunciando a iluminar nuestra velada. Su rostro resultaba más bello a media luz, aquellos destellos dorados de las bombillas incandescentes, le daban un toque mágico a su piel canela que me llegaba cobriza a los ojos. Sus rasgos eran más finos y adquirían el recuerdo de una reina egipcia, solo que más bella aún y quizás más delgada.


-¡Si, ahí vivo con mi madre! Sin darnos cuenta o sabiéndolo, nos fuimos acercando hasta una distancia muy peligrosa para jóvenes, y mi mano, como activada por imanes, fue y encontró la suya. Sólo unos segundos permanecimos tomados de la mano, sobrevino un giro donde se encontraron ambas bocas y el beso. Esther era de aquellas chicas que te elevan a las nubes cuando besan con los ojos cerrados, comienzan a soñar inmediatamente y te trasmiten con su saliva y aliento esos sueños. Ya nada podía detenernos, tampoco teníamos intensiones de hacerlo. La intensidad y pasión pasaba de un cuerpo a otro con la complicidad de aquellas estrellas que solo brillan fuera de la ciudad, distintas a las de mi cielo. No requirió mucho tiempo para cavilarlo, pensé.


-¡Oye, nos vamos! ¡Dale, nos vamos! Desperté con los zarandeos de Venancio, la tocaba también a ella y pasó algo de trabajo en despegarnos, éramos dos rémoras. Me despedí de todos los maestros en medio de sonrisas pícaras y la alcaldesa no dejaba de mirarme sorprendida. ¡Estos cubanos! Pensaría mientras nos llevaba de regreso.


A la mañana siguiente Esther se apareció con una mujer mayor que ella en el barco, algo autoritaria y al parecer, ocupaba algún cargo de una organización que yo desconocía a la que pertenecían. Era una medio tiempo que aún daba la hora y desde que embarcó Molina se interesó por ella. Por fortuna me encontraba en la lista de guardia y en apariencias no podría salir del barco, pretexto oportuno, aunque no válido para evadir cualquier invitación de Esther. Realmente había quien me hiciera la guardia esa noche, pero tenía cita para salir con Mary y no la iba a dejar, más vale un pájaro en jaula que mil volando, pensé. Se lo advertí a Luis cuando lo vi tan entusiasmado con el medio tiempo, sabía que esa invitación llegaría y así fue. Esa noche visitamos otro residencial y qué pudiera decirles, mi monjita era encantadora. Entre sermones y discursos contrarrevolucionarios, hicimos el amor tres veces y nos despedimos en la mañana. Le dije que esa noche yo estaría de guardia, la dejé cuando abordó su micro.


Esther vino esa noche acompañada nuevamente de la medio tiempo con aura de “dirigente” y salimos a recorrer varios bares de la ciudad. Ya Luís estaba empatado con la “jefa” y me daba la oportunidad de conversar con Esther en los tramos andados. Poco a poco se fue identificando conmigo, sólo que a las once y media de la noche debían tomar el último micro que las llevaba hasta su cerro. Besos, apretones y mucha charla revolucionaria, pero de entrar a un residencial, nada. Noviecitos por el momento y mucho control por parte de la jefa, quien el día anterior evitó que llevara sola a Esther hasta mi camarote.


Motonave Jiguaní.


El tiempo iba transcurriendo en esos devaneos propios del momento y aquellas relaciones no trascendían más allá de las propias entre simples noviecitos involucrados en besitos, y una que otra masturbación por encima de la ropa. Pero en la medida que el tiempo transcurría, Esther ganó confianza en mi persona y fue sacando a la luz algunos de sus secretos. Un fin de semana me invitó a visitar su casa a conocer a su madre, pude ver entonces y andar por los laberintos de aquel humilde barrio donde ella vivía. Sólo que esta vez no vino la jefa y su lugar fue ocupado por dos muchachones que vestían sobretodo, prenda que encontré inadecuada para el clima, aunque en las noches refrescaba bastante. Cuando nos disponíamos a regresar para Valparaíso, uno de aquellos muchachos me mostró la subametralladora que escondía debajo de su disfraz. Ella me explicó en un momento en el que nos encontramos algo alejados de los muchachos, que ellos la acompañaban en calidad de escoltas. Resultó ser que aquella maravillosa chica que tanto me gustaba, pertenecía a una célula clandestina del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). No le di mucha importancia a las cosas que me contaba, mi interés era ella y sus actos belicosos perdían sentido ante tanta belleza, me gustaba muchísimo como mujer. ¡Vaya lío en el que andaba metido! Cualquier día me madrugaban con un balazo por culpa de un bollo. Pensaba sin dar marcha atrás. 


Las salidas escoltadas se repitieron cada vez que la jefa no podía acompañarla, serían más de cuatro veces. Uno de esos días de calma donde una u otra no pudo venir hasta el puerto, salí con Armandito a tomarme unas cervezas. Regresando al barco le dije que me quedaría un rato sentado en el espigón del Argonauta para refrescar la medio borrachera que llevaba. Era cerca de la media noche cuando se sentó a mi lado una chica que tendría alrededor de quince o dieciséis años.


-¿Eres cubano? Preguntó sin que mediara presentación alguna y fue cuando giré el rostro para mirarla, era encantadora.


-¡Sí! Soy cubano. ¿Por qué?


-Porque me han hablado muy bien de ustedes y nunca he tenido una experiencia con alguien de tu país, me mata la curiosidad.


-“A esta hora y el recado que traes”. Casi murmuré y ella no escuchó muy bien.


-¿Dijiste algo?


-¡No! Solo pensaba en voz alta, es que ando un poco mareado. ¿Qué deseas?


-¿Quieres pasar la noche conmigo?


-¿Cómo es eso? ¿Te dedicas a ese negocio?


-No para ti, quiero tener ese placer. ¡Paga solamente el residencial!


-Tengo una dificultad muy importante, no cargo condones conmigo.


-Yo soy una chica sana, te lo juro.


-Aun así, vamos a esperar que pase alguien de mi barco para pedírselo. Si no lo encuentro es mejor “suspender el juego por lluvia”, no me gusta correr riesgos. En lo que manteníamos esa conversación, se acercó una amiga suya y le hizo una seña, ella se disculpó y se dirigió hacia ella por unos minutos, me gustaba su cuerpecito.


-¡Mirá, Úrsula! Te presento a mi amigo.


-Esteban, encantado. Tuve que tirarle el salvavidas porque ella no sabía mi nombre ni yo el de ella.


-¡Encantada! Me dio la mano y se sentó en mi lado derecho, la pequeñita sin nombre a mi izquierdo. -¿Quieres una patadita? Me extendió un pitillo que venía fumando.


-¿Qué es? Tuve que preguntarle por el olor tan raro que despedía.


-Es mariguana, ¿no la conoces y eres marino? ¡No me vengas con esa!


-¡Chica! De verdad que no la conozco, nunca la he fumado.


-¿Y qué fumas?


-¿Yo? unos Populares que le rompen el alma a cualquiera. Entonces, saqué de entre la media aquella ridícula cajetilla que nunca mostrada en público por vergüenza.


-¿Puedo prender uno?


-¡Hazlo! verás que es más fuerte que la mariguana. Sacó uno de los cigarrillos y me pidió fuego, cuando absorbió la primera bocanada comenzó a toser fuerte y lo arrojó al piso con desprecio.


-¡Putas! Esto sí está fuerte, de veras que le rompe el alma a cualquiera. Regresó a su pitillo y la sentí riéndose sola, estaba ida, perdida.


-Mi amiga quiere entrar con nosotros al residencial. Me dijo la chiquilla a mi lado izquierdo.


-¡Vamos a ver, preciosa! ¿Cómo te llamas? Tuvimos que haber comenzado por ahí.


-Es verdad, mi nombre es Rosa, pero todos me llaman Rosita.


-Rosita, explícame lo de tu amiga.


-Ya te lo dije, ella quiere entrar con nosotros al residencial.


-¿Y dónde va a dormir?


-En la misma cama.


-¿No vamos a estar haciendo el amor?


-Eso que importa, se lo puedes hacer a ella también y no me enojo.


-Mejor le buscamos un amigo, ¿no crees?, por acá pasan los marinos cuando regresan al barco.


-¿No te gusta tener sexo con dos mujeres a la vez?


-Nunca lo he experimentado, me gustaría, pero es que tu amiga está fumada, ¿no la ves?


-Eso no tiene nada de malo, es riquísimo. Si quieres, yo cargo un pitillo en la cartera, lo podemos fumar en el residencial.


-Es que ella tampoco me gusta mucho. En ese instante llegaba un engrasador del barco y partí a su encuentro, pude conseguir un condón chino. Debía manipularlo con cuidado para lavarlo y usarlo en una segunda ocasión, partimos a buscar un residencial en aquel barrio que ella conocía como la palma de su mano. Cualquier hombre puede sucumbir ante un cuerpecito como el que tenía debajo de mí, era simplemente preciosa y yo no contaba aún con veintidós años. El condón se rompió a la hora de quitármelo para lavarlo y comencé a vestirme ante sus protestas. Le dije que el cuarto estaba pagado hasta el día siguiente y podía continuar allí sin problemas, me fui antes de cometer un grave pecado. Después de esa oportunidad fui invitado en tres ocasiones diferentes a participar en “tríos” y por una u otra estúpida razón las rechacé. Hoy, al alba de mi vejez, confieso que me hubiera gustado y es de las pocas cosas que me arrepiento no haber hecho.


Motonave Jiguaní

Dos noches antes de la salida del buque me despedí de Mary, como era de esperar, no pudo contener sus lágrimas y los deseos de que yo regresara para formalizar nuestras relaciones. Le prometí que lo haría en el próximo viaje a ese país, era una chica encantadora, sana, inocente y muy religiosa, merecía complacerla de alguna manera.


Esther me tenía la cabeza echando humos, era bella y de figura estilizada, delgadita con piernas bien formadas, me gustaba mucho y me mantuvo al borde de la desesperación por poseerla, pero el barco se marchaba y todo parecía indicar que me quedaría con “la carabina al hombro”. Esa noche antes de la partida me puse de acuerdo con Luis, iríamos al bar donde siempre esperaban su micro para regresar a su barrio, pero esta vez las sentaríamos de espalda a la parada para que no vieran la llegada ni la partida del micro. Una cerveza sustituyó a la otra y vi cuando su autobús partía, les avisé cuando no tenían tiempo de salir y gritarle al conductor.


-¿Y ahora qué hacemos? El próximo no pasa hasta las cinco y media de la mañana. Dijo algo afligida Esther mientras yo me alegraba interiormente.


-Bueno, no las vamos a dejar solas en la calle y tampoco debemos mantenernos por acá, dentro de un rato comienzan a cerrar muchos establecimientos y comienza la hora de los malandros. Yo creo que es algo peligroso estar deambulando la noche entera.


-¿Y qué propones? Preguntó la jefa muy seria, Esther guardaba silencio y estaba seria.


-Yo propongo meternos en un residencial hasta que amanezca y las acompañemos a la parada del micro. Entonces la jefa al escuchar mi propuesta, tomó mi mano y me apartó unos cinco metros.


-¡Esteban, por tu madre! Yo estoy dispuesta a entrar con Luís al residencial, pero con Esther hay otro problemita más delicado.


-¿Cuál? ¡Háblame claro!


-Ella es virgen y debes prometerme que no le harás daño, porque si lo haces, te juro que mañana mando a cualquiera de los muchachos para que te meta un tiro en la cabeza. Lo escuchado no pasó remotamente por mi cabeza, no lo podía creer y menos concebir. ¿Cómo es posible que una muchacha en la flor de su vida la pusiera en riesgo permanente? Tal vez lo hice y no me acuerdo, así es la juventud.


-No te preocupes, no le haré daño. No fue necesario cruzar otras palabras y nos reunimos nuevamente. Los conduje por las calles que ya conocía y había planificado mentalmente, entramos en una de las tantas posadas de aquel barrio tan movido a esa hora de la noche.


Casi en silencio nos fuimos desvistiendo, ella se quedó en blúmer y ajustador, yo permanecí con el calzoncillo puesto. Su cuerpecito de mujer virgen era hermoso y bien formado, delgado y de un color que arrebata a cualquiera cuando te impacta su contraste con la ropa interior o la sábana blanca. El blúmer era casi transparente y dejaba ver la sombra de un montecito de vellos bien negros que formaban un triángulo perfecto, hacia juego con el ajustador que se esmeraba en ocultar la aureola oscura de sus senos. Me tumbé a su lado y sobrevino aquel beso inevitable al contacto de nuestros cuerpos. No mencionamos palabra alguna, ella hablaba con sus ojos cargados de miedo y la súplica no se escuchaba por el fuego abrazador de nuestras bocas. Mi mano derecha comenzó a acariciarla y llegó hasta el montecito observado antes de acostarme, allí se detuvo, estaba mojado. Cuando mis dedos separaron el elástico de su blúmer con la intención de bajarlo, ella me detuvo suavemente, sin ofrecer mucha resistencia.


-No te preocupes, no pienso hacerte daño, disfrutemos este momento y que sea inolvidable para toda la vida. Le dije para calmarla y me dejó terminar de quitarle aquella pieza, le retiré también el pequeño ajustador y ante mis ojos quedaba totalmente desnuda la imagen de una diosa. Fui besando todo su cuerpo comenzando por aquellos juveniles y preciosos senos. Bajaba lentamente en busca de su vientre y la sentía temblar hasta que los temblores se transformaron en débiles espasmos que escondía detrás de una respiración cada vez más agitada. Con la lengua iba dibujando cada pulgada de aquel tierno cuerpecito, dejaba rastros de mi paso sobre su piel canela. Mi rostro descansó sobre sus vellos, siempre me ha gustado ese contacto de ellos con mi cara, allí me detengo un rato, me gusta olerlo, consumir todo ese aroma que desprenden muchas mujeres cuando están excitadas. Luego, cuando mis pulmones están impregnados de su olor, mi rostro se coloca frente a ella para mirarlo fijamente y que su imagen se conserve en mi memoria por el tiempo que dejamos de vernos. 


Era un espectáculo maravilloso, hay mujeres que lo tienen muy lindo y merecen grabarlos en un cuadro o escultura. Separo aquellos finos labios y ante mí, queda descubierta la llave de todos sus secretos que provocan mis encantos. Froto dulcemente mi labio inferior sobre el estigma de su flor, lo hago repetidamente y bajo cuando menos lo espera a libar la miel que corre en pequeños caudales, me deleito con su sabor virgen y regreso. No hay que forzar, no hay que violar, ella sola abre las piernas como cualquier girasol persigue a su astro desde el alba hasta el ocaso. Disfruté con locos deseos mientras escuchaba sus gemidos y trataba de ahogarme entre sus piernas, me tragué todo lo que su manantial me ofrecía, sin desperdiciar una sola gota de su néctar. Volví a acostarme sobre ella y concluimos en incesantes frotaciones, me vine a su lado. Hay que ser demasiado hombre para soportar esta tortura, hay que ser demasiado humano para evadirla, hay que tener el corazón blando para no dañar a una persona. Hablamos sin parar durante toda la noche y sus lágrimas marcaron surcos en mi pecho. Una y otra vez, labios, lenguas realizaron el mismo recorrido sin penetrar a la intimidad de su vagina. Nos despedimos en la parada de su micro con un beso, eterno.


-¿Qué bolá,? Ya la jefa me contó algo sobre el drama. Me dijo Luís mientras andábamos rumbo al barco.


-¡Si, compadre! No la desvirgué. Contesté con la mente puesta en aquella cama donde pasara la noche.


-¡Verdad que eres un comemierda! Yo le hubiera “pasado la cuenta”.


-¡Ya lo dijiste, tú! Pero resulta que no pensamos igual, yo respeto mucho a las mujeres, tengo hermana, primas, madre, tías, ¿comprendes?


-De todas maneras, si no lo haces tú, lo hará otro.


-¿Sabes, qué? Prefiero que lo haga otro, no deseo saber que la dejé embarazada, ella es pobre, tampoco me interesa dejar hijos regados. ¡Ah! Y le di mi palabra a la jefa, creo haber cumplido con ella. Ese día dejamos Valparaíso con destino a Arica y luego al Perú, partí de aquel país cantando “La Internacional y rezando un Padre Nuestro”.


-Pedro, hace falta que si oyes al cartero diciendo mi nombre te mandes a correr y guardes la carta. Le pedí a mi padrastro cuando llegué a La Habana, me acordé que ella tenía mi dirección, yo se la había escrito en aquella tarjeta postal. El cartero no llamó dos veces, mi esposa bajo las escaleras antes que mi padrastro, me busqué tremenda candela.


El barco regresó nuevamente a Chile y preferí quedarme de vacaciones para apagar en algo el incendio provocado. Luis volvió a empatarse con la jefa y ella le dijo que Esther se había ido a trabajar en el Palacio de la Moneda. Poco tiempo más tarde, se produjo el golpe de estado realizado por Pinochet y mientras escuchaba las noticias por la radio y la narración del bombardeo a palacio, mi mente viajaba hasta la imagen de aquella muchacha que me cautivó tanto. Siempre la recuerdo cuando escucho “La flor de la canela”, no sé si estará viva, no sé si estará muerta. No sé si valió la pena tantos sacrificios y gastar la juventud en un sueño que nunca llegó.






Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2017-10-19


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