UN VIAJE POR RANGÚN, BIRMANIA.
Motonave "Bahía de Cienfuegos", escenario de esta historia.
No creo sean muchos los barcos cubanos que hayan visitado ese puerto o al país, llegamos bajo un contrato de fletamento. Teníamos que cargar unas 12000 Tm. de arroz en sacos para Costa de Marfil. Rangún es el nombre del rio que bordea la ciudad y única vía de acceso a ella desde el mar. Aquella ciudad fue la capital de Birmania hasta el año 2005 y tendría para entonces unos 4 millones de habitantes, más o menos. La navegación desde el mar consume varias horas donde solo se pueden observar algunas aldeas, campos sembrados y lotes de selva. Niños y pobladores saludaban al paso de la nave, quizás alborotados por las pitadas que el Práctico hacía para espantar a pequeños botes y sampanes artesanales que desafiaban nuestra proa.
A lo largo de la travesía por aquel rio el agua era turbia y su corriente algo fuerte, aunque poseía buena profundidad, era navegable. No sé si por espera de atraque o cambios de marea, muy pronunciadas allí, nos fondearon en una curva muy próxima a un caserío. Pronto se abarloaron a nuestro buque infinidad de nativos en sus canoas proponiendo ventas o trueques de cualquier producto por objetos de obras artesanales talladas en madera. Allí me hice de unos hermosos elefantes y un caballo, este último llegó hasta Canadá y ahora no sé nada de su paradero. Los obtuve por el trueque de una caja de jugos Taoro de tamarindo, eran tan ácidos que no pude consumirlos. A la mañana siguiente me despertó el cantío de los gallos y me regresó mentalmente hasta el fondeadero cerca del astillero de Casablanca. Los que han estado allí saben de lo que hablo, sus cantos llegaban hasta los barcos cercanos a la orilla. Después del desayuno me informa el contramaestre que habían robado en el pañol de proa. Los ladrones abordaron nuestra nave por el “escoben”, es el orificio del casco por donde sale disparada la cadena del ancla y donde reposan ellas. Cabe perfectamente una persona que no sea muy gruesa, yo recuerdo haber pintado su interior cuando me encontraba de timonel. En resumen, nos robaron varios cabos de maniobras y una cantidad alarmante de cubetas de pintura, robo logrado cuando rompieron el candado de acceso al pañol.
Nuestro atraque se realizó en un muelle muy viejo y algo separado de nuestra banda. Un enjambre de hombres vistiendo una especie de sayón estaban dispuestos a abordarnos, eran los estibadores. Mas tarde me dijeron que esa prenda de vestir en los hombres era conocida por “sarong” y lo pude observar en toda la ciudad, sin distinguir edades, las mujeres los usan también y es llamado con un nombre parecido. Conversando con el jefe de la tarja le pregunte por qué no usaban pantalones y su respuesta fue muy simple, el precio de esas prendas era exorbitante y lejos de las posibilidades de una persona común. Hoy leo en Wikipedia que la razón de su uso, lo es el clima caluroso de los países donde tradicionalmente lo utilizan. Una vez entregados los planos de carga y coordinadas las operaciones con los jefes de estiba, me dispuse a salir por la ciudad acompañado de dos matrimonios, mi esposa viajaba conmigo.
Shwedagon pagoda, Rangún-Birmania.
¿Qué decirles del Rangún de aquellos tiempos? ¡Horrorosa, sucia! Era un sitio que se había detenido en el tiempo y los únicos edificios pintados, los pocos que había, eran las embajadas de Inglaterra, EEUU, etc. El resto del paisaje era decorado con la misma mugre y colores tristes, me trasladaron inmediatamente a la Habana Vieja. Allí no se había hecho absolutamente nada desde que Inglaterra les diera la independencia y se mantuviera gobernada por militares. Siempre he manifestado que, en países carentes de bellezas, generalmente existe un pueblo que supera cualquier tipo de fealdad, así sucedió en Birmania y otros países pobres. Su población, casi todos de baja estatura y color canela, resultaron ser personas muy agradables al trato, comunicativos, simpáticos, hospitalarios y de una nobleza inmensurable. Sus mujeres eran hermosas y algo planchaditas de nalgas, razones por las cuales fijaban sus miradas en los traseros de nuestras mujeres y nos provocaba gracia.
-Chief, yo voy a ser su guía por la ciudad y no voy a permitir que le roben o estafen. Me sorprendió un hombre que rondaba los cuarenta años, sin embargo, no provocó que se dispararan mis alarmas porque esa experiencia la había tenido en Etiopía.
-¿Hablas conmigo?
-¡Por supuesto! Tu eres el Chief Officer del barco. No me preocupé en preguntarle cómo rayos se había enterado. -¿Por dónde quieres ir?
-No tenemos mucho dinero para pagarte, ¿cuánto nos costará tu servicio?
-Solo lo que ustedes puedan, estoy sin trabajo y tengo hijos por mantener. Consulté con mis amigos y acordamos hacer una colecta entre todos, les expliqué las ventajas de tener un guía.
Nosotros en Shwedagon pagoda ese día.
Las guaguas de aquellos tiempos debían ser de los años cuarenta más o menos, no eran grandes y se abordaban por la parte trasera. Todas eran de madera y marchaban produciendo un ruido infernal, además de la contaminación por carbono que dejaban en el aire en su avance. Shwedagon pagoda fue nuestro punto de partida en aquel recorrido por una ciudad triste y anciana. Es el monumento más bello que existe en Rangún y que puede observarse desde cualquier punto de ella. Dorada como el oro y rica en ofrendas que dejan sus visitantes, entras en contacto con gran parte de la población practicante de la religión budista. Decenas de monjes ocupan aquel extraordinario recinto que, muy bien supera en altura a la raspadura de la Plaza Cívica de La Habana. Coincidimos con algunas iniciaciones de muchachos, especie de bautizo celebrados con toda la seriedad y solemnidad que exige ese momento. Luego continuamos nuestro paseo por sitios de interés, sumamente bellos e igual de abandonados. Nuestro guía discutía los precios con los taxistas, motos que llevan en la parte trasera una especie de jaulita dispuesta para unas seis personas. Al final del día le pagamos y partió feliz.
A la entrada de un restaurante situado en un lago de Rangún.
En la habitación del hotel de esta narración.
Una vez concluidas las operaciones de carga y como es habitual en este tipo de mercancía, nos llevaron a uno de los mejores hoteles de la ciudad por los tres días que demoraba la fumigación. ¿Qué pudiera contarles? La peor posada de Miami estaba en mejores condiciones que aquel hotel insalubre, es cierto que sus empleados eran muy amables, pero aquello era un desastre. Una de esas tardes y mientras cenábamos en unas mesas dispuestas para nosotros, muy cercano a nuestro sitio se celebraba el banquete y fiesta de un matrimonio entre travestis. Todas las parejas invitadas lo eran también, muy bellas y femeninas, tanto, que nuestras mujeres no pudieron identificar que se trataba de ellos, hombres vestidos y maquillados con perfecta feminidad. Si me asombró la tolerancia demostrada en ese caso si se tiene en cuenta el año que transcurría, creo que el 86 y la geografía sumamente religiosa del lugar.
Partimos nuevamente hacia otro país que tampoco había visitado, Costa de Marfil. Distante en la geografía, religión y raza. Abidjan resultó hermosa, pero muy peligrosa de noche, es parte de otra historia.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-10-29
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