DESCUBRIENDO A CHILE
Hacía solo unos días que arribáramos al país de un corto
viaje, imagino haya sido de uno dado a los Grandes Lagos de Canadá, como viaje
corto considerábamos a aquellos cuya duración rondaba el mes o mes y medio. Llevaba pocos años en la marina mercante
cubana y ya tenía un buen récord en mi curriculum de marino, conocía a gran
parte de la Europa capitalista y a varios países del lejano oriente. La noticia
de que nuestro próximo destino sería Chile alegró a toda la tripulación, puede
que corriera el año 1972, no estoy muy seguro, ahora saco cuentas y pienso que sería el final de 1971.
¡Eso, es! Estaríamos en Diciembre de 1971, mi esposa se encontraba con poquitos
meses de embarazo, quizás tres o cuatro máximo y para esas fechas había
comenzado el verano en Chile. Recuerden que en el hemisferio sur son opuestas
las estaciones del año y no me equivoco, yo me bañé varias veces en la playa de
Viña del Mar. En las noches refrescaba un poco y nos obligaba a tirarnos algún
trapo ligero para protegernos de la frialdad, temperaturas para ellos
indiferentes y significantes para nosotros por ser caribeños.
En esos tiempos solo mantenían relaciones comerciales
con Cuba dos países de este hemisferio, México y Canadá, nos encontrábamos distanciados
de esta parte del mundo a la que pertenecíamos geográfica y culturalmente.
Nuestro buque el “Jiguaní”, sería el segundo o
tercero en llegar a puertos chilenos, yo contaba en ese entonces 22 años, todo
un joven soñador y aventurero, mujeriego por excelencia como todo marino y mis
ambiciones por conocer al mundo eran ilimitadas. Llevaríamos como carga una
parte de la azúcar donada al pueblo chileno a raíz del terremoto que sufrieran
entonces, hablo del ocurrido el 8 de Julio de 1971. Donación aprobada a mano
alzada en la Plaza de la “Revolución”, después, ese sistema se repetiría a
través de nuestra historia. Me refiero a la aprobación de todo lo que baje
desde arriba “alzando las manos”, creándose de esa manera una especie de síndrome
sufrido por todo el pueblo hasta hoy. Nadie desea ser manchado con el apellido
de “opositor” por no levantar la mano para apoyar la voluntad de quien manda en
la isla. Luego, con la caída de la Unidad Popular, esa supuesta “ayuda” al
pueblo chileno se rompió y nunca fue restituida la cuota de azúcar al pueblo
cubano, cantidad que se redujo de su cuota mensual en la libreta de
racionamiento y mantiene vigente hasta nuestros días.
Yo era militante de la Unión de Jóvenes Comunistas,
cantera de la que se debía nutrir el Partido. Militaba porque no me quedó otra
alternativa que aceptar, a quien exprese lo contrario puedo asegurarle que está
equivocado. La vida de los marinos en aquellos tiempos era rigurosamente
controlada y cualquier joven que sueñe ver convertidos en realidad sus sueños,
no podía negarse a la incorporación en las filas de la Juventud o en las del
Partido. Existieron jóvenes muy valientes que se negaron y asumieron ese rol ante la
sociedad, ya lo dije, “muy valientes”. Ante cualquier manifestación de rechazo,
todos sabíamos que seríamos señalados como indiferentes, desafectos, poco
combativo, y en casos especiales, te pueden catalogar como gusano,
contrarrevolucionario, anti-comunista, etc. Esos casos especiales pueden ser
momentos de guerra, misión internacionalista o renunciar en tiempos difíciles
para el país. Años posteriores al de referencia, vi expulsar de la marina
mercante a tripulantes que se negaron a participar en las misiones de Angola
alegando causas de enfermedad, problemas familiares o enfermos, etc. Mucho más
tarde, correría el año 1991, un vecino de Alamar llamado Luis Tamarit, entregó el carnet del Partido y fue acusado de contrarrevolucionario, había escogido una mala fecha para ello. Atleta
que no aceptara cualquiera de esas militancias, nunca saldría a competir,
estudiante con el mismo comportamiento, no alcanzaría una carrera. Nadie que no
fuera militante podía aspirar a un puesto de dirección en cualquier rama de la
economía, esta regla inviolable se aplicaba sin distinción a cualquier ser
humano por muy capacitado que éste fuera. En esa época yo era revolucionario, negarlo
sería traicionarlos a ustedes y a mi conciencia. Yo creo que nunca he dejado de
ser revolucionario, solo que los conceptos cambian y la revolución que yo había
soñado no es remotamente la despótica dictadura que padece actualmente mi
pueblo. Nadie nace con ideología alguna, la sociedad y la vida son las que
inclinan la balanza hacia el camino que finalmente uno tomará. No puedo
ocultar, como otros lo hacen con tanta facilidad que, en aquellos tiempos yo me
sentía así, me consideraba antiimperialista. No solamente por la educación recibida
hasta entonces, no por los constantes lavados de cerebro a que se es sometido,
con la repetición hasta la saciedad de valores solamente observados en los
libros y agotadores discursos. La mayor influencia que recibí en mi definición como
revolucionario, pudo haber sido aquella visita Viet Nam en plena guerra. Me
solidaricé inmediatamente con ese pueblo y con otros que visité más tarde, sin
embargo, nunca me sentí convencido de ser comunista. Para arribar a ese estado
de delirio tenía que renunciar a algo que considero de mucho valor en el ser
humano, tener criterio propio y el derecho a pensar o expresarse libremente, cada
día que pasaba dentro de la Juventud Comunista, provocaba un rechazo total a
esa ideología. El golpe definitivo lo sufrí cuando visité a los países
socialistas y vi en ellos el futuro que nos esperaba. Cuando sumas todas las
causas que han conducido a Cuba al presente fracaso total, te resulta
inexplicable encontrar a individuos que puedan sentir con sinceridad cualquier tipo
de admiración o afiliación por las ideas que venden constantemente. Hago estas
aclaraciones para aquellos que gastan bilis en acusar a todos los cubanos de
traidores, apátridas, etc. En mayor o menor intensidad pudimos soñar muchos
jóvenes y luego sentirnos traicionados cuando descubres la verdad. Creo que al
final de esa carrera entre el ser y la conciencia, hallas que no hay mayor fábrica
de enemigos que el propio sistema. Podrán dominar a los niños, jóvenes y hasta a
los viejos derrotados que no reconocen haberlo perdido todo. Sin embargo, hay
un punto en la vida de los seres humanos en el que se reflexiona mucho y se
recorre ese largo camino andado, llegas a descubrir que nada se ajusta a la
realidad. Hoy por hoy, sin temor a equivocarme, más del cincuenta por ciento de
la población desea abandonar esa nave. Mi divorcio total con esa ideología y
sus organizaciones políticas se produjo en ocasión de mi viaje transportando
tropas para la guerra en Angola. No podía aceptar la orden que se nos dio de “encerrar
a los militares en las bodegas del buque y hundir de la nave en caso de ser
detectada por fuerzas navales enemigas y a mi regreso de aquel viaje deserté de
la UJC. Todo se encuentra debidamente escrito en el tema titulado “La Misión de
los Condenados”, aquella deserción puede resultar de poca importancia en las
fechas actuales, lo cierto es que para aquellas fechas era un acto de rebeldía y
muestra de mucho valor. ¿Por qué me permitieron continuar navegando? Por una razón
muy simple, simpatizando o no con el régimen, yo era, como muchos hombres “simples”
una persona de confianza. Salía del país y regresaba en tiempos donde “muchos”
militantes que entraban en la marina salían y no regresaban de su primer viaje.
Nos avituallaron más allá de lo normal, ya en esos
tiempos se vivían Períodos Especiales y nos acordábamos del bloqueo. Se pasaba
hambre en una u otra oportunidad a bordo de nuestros buques. La situación del
país había empeorado después de la “Ofensiva Revolucionaria” lanzada en 1968,
no dejaron gatos con cabeza, me refiero a todo tipo de pequeños negocios particulares.
Por eso me llamó la atención que nos sirvieran productos que eran exquisiteces
para el marino común, cuando solo se brindaban a los barcos de banderas
extranjeras por la empresa CUBALSE. De esa manera nos lanzamos a una nueva
aventura, hablo así, porque para todo joven, lo nuevo, lo desconocido, no deja
de tener su leve toque aventurero. Conoceríamos a nuevas gentes, otro país que
engrosaría mi ya larga colección, ellos hablaban nuestra lengua y eran el único
país de América Latina en visitar.
Un día antes de llegar a Chile se efectuó una reunión
con toda la tripulación, esa era una norma que se mantuvo hasta la fecha de mi
deserción. Cuando en casos como estos, donde se arriba por primera vez a un país
cualquiera, se daba lectura a una serie de recomendaciones enviadas por la
Seguridad del Estado y el Partido. Un marino de apellido Cala había sido herido
de puñaladas por personas contrarias a Allende, yo lo conocía personalmente
porque entramos juntos a la marina mercante, se trataba de un mulatico claro. Razón elegida para recomendarnos
andar en pequeños grupos y evitar -a toda costa- las opiniones de carácter
político en público. Se ordenó que nadie comprara artículos de primera
necesidad en ese país para no dar una mala imagen del nuestro. En realidad, lo
que se pretendía, era dar una imagen falsa, la de gentes que no necesitaban
nada cuando era todo lo contrario. Nosotros ganábamos en esa época unos cinco
dólares a la semana, aun así, podíamos considerarnos bien afortunados y
privilegiados, no era nada fácil entrar en la marina mercante. Como joven acepté la sugerencia u orden que nos
Llegamos una tarde a Valparaíso y como no existían
muelles disponibles para nuestro atraque, nos orientaron fondear fuera del puerto.
En aquellos tiempos nos ponían servicio de lanchas para bajar a tierra,
generalmente después del horario de comida y hasta la medianoche. No podíamos
ocultar nuestro entusiasmo, informados por marinos que ya habían visitado ese país,
nosotros éramos muy populares entre la masa femenina, algo que confirmó el
lanchero que nos condujo ese día a tierra. Es muy difícil de recordar nombres
de calles y sitios de una ciudad cuando se ha dejado de visitar por tantos años.
Esos lugares en la memoria fueron ocupados por otros nombres de distintos
países. Recuerdo perfectamente que el rompeolas pertenencia a una base de la
marina de guerra chilena y allí se encontraba el Esmeralda, conocido también
como la Dama Blanca. Hermoso velero que servía como buque escuela, yo lo había
visto atracado en el muelle que correspondía al Estado Mayor de la Marina de
Guerra en La Habana. Una de esas noches en puerto, compartí con uno de sus
guardiamarinas en un recorrido por bares muy bien acompañados.
Valparaíso era una encantadora ciudad con muy poco
terreno llano y rodeada de unos cerros a los que se accedía por medio de unos
antiquísimos funiculares, varias oportunidades visité esas lomas con amigos del
barco. El puerto tenía entonces dos entradas, una quedaba a pocos metros del
muelle de donde partía un viejo barquito llamado “Argonauta”, nave que realizaba
frecuentes viajes de excursión hasta la playa de Viña del Mar. No eran caros esos
paseos, realmente nada era caro en aquellos tiempos y pude disfrutar de uno de
aquellos viajes. En aquel muelle existían varios kioscos dedicados a la venta
de artículos de artesanía y siempre estaba muy concurrido.
En la primera salida fue de exploración, solo
disponíamos de cinco horas para disfrutar de ese paseo mientras nos mantenían
fondeados fuera del puerto. Tuvimos éxito los tres amigos que salimos juntos
ese día, Armandito un mulato claro de la ciudad de Cienfuegos y Pascualito, no recuerdo
exactamente cuál de los dos era el Tercer Maquinista y quien el Cuarto
Maquinista bordo, yo era solamente Timonel. Recuerdo que en ese viaje las
plazas de Jefe de Máquinas y Segundo Maquinista eran ocupadas por dos soviéticos,
como traductor viajaba un espigado maquinista de apellido Maidagán. Todos
conquistamos a unas amigas que paseaban juntas, la mía era una chica de ojos
verdes bellísimos e hija de un carabinero. Después de ese primer día,
continuamos viéndonos hasta el momento de mi partida, era una gran muchacha,
ninguna de ellas ingería bebidas alcohólicas ni consumían drogas. Es bueno
señalar que en los bares, restaurantes y cafeterías, no le despachaban ese
tipo de bebidas a menores de 18 años.
La otra entrada al puerto daba casi directo al barrio
utilizado para el negocio de los placeres, hablo de la calle que corre paralela
al mar, donde supongo terminaba la parte llana. Nunca se me ocurrió seguir en
esa dirección, siempre me moví en dirección hacia Viña del Mar. Los precios
estaban por el suelo en aquellos tiempos, al cambio oficial el barco nos
pagaba a 25 escudos por dólar, era mejor cotizado en la bolsa negra, solo que a
nosotros nunca nos pagaban con moneda americana. Estaba prohibida y perseguida la
tenencia de ellos, poseerlos era como si te quemaras. Aún con tan poco dinero
pudimos disfrutar nuestra estancia allí, una cerveza costaba solamente dos
escudos, así que con un dólar te podías emborrachar si lo deseabas. Un
residencial costaba 50 escudos por toda la noche, los había de diferentes
calidades y precios, pero ese era el que casi siempre pidieron. La comida era
muy barata también, razón por la que no nos cohibíamos de invitar a las chicas,
ellas solo bebían Fanta.
En esos días que llegaron a sumar más de un mes en
ese puerto, diariamente se aparecían personas a visitar nuestro buque,
generalmente eran de los partidos políticos que conformaron la Unidad Popular. Ciertamente
daban vergüenza aquellas coincidencias, se masticaban pero no se tragaban, eso
lo comprobamos desde los primeros momentos que compartimos con ellos. Las
ambiciones por el poder no podían ocultarla y los intercambios de ofensas eran
muy frecuentes en nuestros salones. Yo siempre traté de esquivar cualquier
invitación que me hicieran para participar en actividades de uno u otro
partido, apenas comprendía lo que estaba sucediendo allí y me dejó un sabor amargo
en la boca. Con los años comprendí que todos los políticos son una banda de
hipócritas y oportunistas, detrás de esas máscaras esconden sus deseos de poder
y lo que menos les interesan son los problemas de sus pueblos, creo que este es
un mal endémico en este continente.
Con esa situación imperante no creo que Allende tuviera
mucho poder para gobernar y si así fuera, comenzó a perderlo muy temprano con
todas esas divisiones que experimentaron los izquierdistas, muy deseosos de
probar su pedazo en el pastel. Esa fue la impresión que me dieron, sumado a
todas las intervenciones que pueda haber sufrido por intereses foráneos y el
bloqueo interno realizado por la derecha y la clase media del país. Es posible
que pueda estar equivocado, pero eso fue lo que vi en cada paso dado. Cada
Partido deseaba llevarnos a los actos políticos que organizaban en diferentes
barrios, nosotros éramos algo así como una mercancía que todos querían mostrar
para atraer a las masas, yo siempre me perdía después de comida. Lo que me
interesaba como joven ya lo poesía desde el primer día, mantenía relaciones con
una joven y linda novia. Me sentía muy a gusto con ella y de verdad que no
estaba para esos teques políticos de los que ya estábamos saturados. Uno de
esos días me atrapó el Secretario General y el Ideológico de la UJC (Unión de Jóvenes
Comunistas) a bordo, sin dejar espacio para las justificaciones, tuve que
cancelar una salida con mi novia y partir en un auto con la esposa del Alcalde
de Valparaíso. Visitaríamos un barrio que había sido construido de madera para
resolver el problema de los damnificados por el terremoto, recuerdo que la
pequeña improvisada escuela estaba diseñada con carrocerías de autobuses fuera
de servicio, cada bus era un aula. Allí fuimos atendidos por personal de ese
centro escolar, maestros y algunos que militaban en el MIR. Después del
consabido acto político, nos ofrecieron una merienda compuesta de varios platos
típicos del país y mucho vino. Debo destacar que una garrafa de cinco litros
costaba en esa época unos cincuenta escudos, o sea, estamos hablando de unos
dos dólares y yo lo encontraba bastante bueno.
De una manera accidental conquisté ese día a una
preciosa muchacha, tenía la piel color canela y un pelo lacio muy largo y
absolutamente negro que la hacían una diosa. Con una delgadez muy estilizada, ella
se llamaba Esther, adorable india, a quien sus amigos la llamaban negra. Poseía
carácter muy alegre y enseguida acoplamos muy bien, pero detrás de ese juvenil
rostro se escondía la mujer que todos respetaban por su temple y largo historial,
según me pude enterar posteriormente. Pronto me sentí muy bien con ella de la
misma manera que disfrutaba mucho la compañía de la otra chica, ambas con un
modo distinto de pensar y sin saberlo, enemigas por naturaleza. Ambas eran muy
buenas chicas, algo propio y casi común tiene la mayor parte de la juventud, se
entrega a una causa que a veces desconocen. La inmadurez no les permite conocer
o saber a ciencia cierta si están en el camino correcto, aun así, no pierden
eso que los caracteriza por la edad, no se detienen en su entrega y lo hacen
con la alegría, espontaneidad, arrojo, valentía, audacia y sobre todas esas
cosas, el desinterés total cuando se empeñan en una tarea. Cualidades todas
juntas muy bien explotadas por los políticos mayores y con más experiencias,
quienes disfrutan de los placeres de sus victorias sin haber arriesgado casi
nada.
Mis visitas a ese barrio se hicieron muy frecuentes,
a partir del momento que nos hicimos novios, luego, antes de tomar el último
micro, era acompañado por compañeros de Esther hasta el momento de abordar el
bus. Ellos iban armados de subametralladoras y pistolas que ocultaban debajo de
sus sobretodo, nos hicimos grandes amigos y me contaron de las andadas de la
negra cuando el gobierno de Frei. Me deleitaba con todas esas aventuras y casi
llegué a considerarme uno de ellos, todos teníamos aproximadamente la misma
edad. Ellos solo conocían de la vida, la parte más mala, como quitarla poniendo
bombas o disparando una ráfaga. En eso, tenían la madurez de un viejo y hacían
alardes en ello, fue donde quizás
gastaron la niñez y la juventud, es muy probable que muchos no sobrepasaran esa
edad. Siempre me las arreglaba para alternar los días con ambas muchachas, al
final prefería a la negra, era de origen humilde como yo y ambos aprendíamos
mutuamente, nos perdíamos a orilla del mar en Valparaíso o en Viña del Ma,
disfrutando de los abismales contrastes que existen entre ricos y pobres. Nada
de esos nos importaba tanto como amar y siempre nos perdíamos en interminables
besos que borraban el olor a pólvora y la sangre de los muertos, así es la
juventud, nada nos importaba a nuestro rededor cuando solo pensábamos en el
amor.
Visitando las cataratas del Niágara, me encontré con
algo que me regresó en el tiempo, un reloj de flores, viví por unos instantes
aquellos días felices con mi negrita en Viña, son incalculable las maravillas
que nos ofrecen eso que se llama recuerdos. El día de la despedida nos reunimos
tres parejas de amigos en la zona del puerto, no podíamos alejarnos porque el
barco salía en horas de la mañana. Ellas perdieron el último microbús que las
llevaba hasta el barrio de madera y en la calle era muy peligroso andar a altas
horas de la noche. No hubo otra alternativa que entrar a un residencial, nos
desnudamos y disfruté de aquella hermosa vista, minutos después, aquella
valiente muchacha comenzó a llorar, lo hacía por mi partida y porque era virgen.
Nos ahogamos abrazados, éramos uno, pero me faltó valor para cometer una villanía.
En la mañana nos despedimos y ella continuó virgen, luego, mis amigos me
llamaron de mil maneras para condenar mi estupidez, no creo haber sido
estúpido, siempre me justifiqué y no me arrepiento. A todos ellos les hablé la
verdad sobre Cuba, no desde el punto de vista del opositor a lo que sucedía en
nuestro país, corrían tiempos donde yo encontraba una estúpida justificación para
todo. Lo hice hasta que fueron desapareciendo en la medida que se agotaba el
tiempo para llegar al futuro y yo maduraba hasta dejar de ser un estúpido. Siempre
he entendido que todo debe tener un límite en la vida, sea en espacio o en
tiempo, todo debe tener un final o una meta, al parecer, el de Cuba es
ilimitado, nunca se puede vencer el presente y tampoco se puede arribar a un
futuro que nadie sabe dónde se encuentra.
Abandoné ese país con el alma partida, eso les pasa a
casi todos los marinos cuando permanecen mucho tiempo en un puerto y logran
encariñarse con su gente. Los chilenos eran una gente muy abierta y solidaria,
gente amistosa y en exceso compartidora, alegres y desinteresada. Mi primera
experiencia en un país latino no había sido mala y sinceramente, llegué a
apreciar mucho a los jóvenes de aquel grupo o célula, más de lo que ellos
pudieran imaginar. Después, pasé dos semanas en Arica, pero ya nada me animaba
a nuevas aventuras, las heridas estaban aún abiertas. A mi regreso a Cuba tomé
vacaciones y el barco regresó de nuevo a Chile, los muchachos fueron nuevamente
por mí. Esther se había ido a trabajar en el Palacio de La Moneda, todo quedó
como un bello recuerdo, como esos que no se olvidan, aunque pasen decenas de
años.
El día del golpe en Chile, todos los tripulantes del
buque escuela “Viet Nam Heroico” nos encontrábamos con nuestras familias en las
afueras del muelle “La Coubre” del puerto habanero. Por las bocinas del muelle
se oían constantemente las noticias de los combates, a mi lado se encontraban
mi esposa e hijo, todos hablaban y yo estaba lejos. Cada bombazo me desgarraba
el alma y me acordaba de todos aquellos muchachos, me acordaba de mi negrita y
me preguntaba si habría tenido tiempo para abandonar el palacio. Salimos en
horas de la tarde para Las Palmas de Gran Canaria y aquellos recuerdos fueron a
parar en los baúles de la historia.
Detengo todo lo que hago cada vez que embarco en esa nave
que me ayuda a regresar al pasado y busco información sobre nosotros, lo que sucedió,
no encuentro mucho. Al incluir en el buscador de Google las palabras “Barcos
que transportaron el azúcar donada por Cuba a Chile cuando el terremoto”, solo
aparece el viaje realizado por la motonave “Sierra Maestra en 1973”, solo un
poco tiempo antes de que le dieran el golpe de estado al marxista Salvador
Allende. Politiquería barata, fue publicada la noticia por resultar simpático
el nombre de aquel buque, elegido también para que fuera visitado por Salvador
Allende. Ya habían transcurrido dos años quitándole el azúcar racionada a un
pueblo que no la había donado y nunca devolvieron a su cuota. Han transcurrido
50 años de la visita de aquel buque y las miserias que se viven en la isla no
tienen parangón en toda la historia de este continente. Cuando ocurre el golpe
de estado realizado por Pinochet, muchos de aquellos alborotadores “revolucionarios”
fueron a recalar en nuestra isla y volvieron a sacrificar a muchos cubanos en
sus beneficios. Por cada edificio construido en la isla se “donaban” en contra
de la voluntad de nuestra gente dos apartamentos para los “hermanos” chilenos,
quienes de paso recibían un cheque mensual del ICAP para que vivieran sin
nuestras preocupaciones. Varios años mas tarde se derrumba el muro de Berlín y
la situación económica de la isla se convirtió en un infierno para todos los
cubanos, nació el “Periodo Especial”. Muchos de aquellos chilenos abandonaron
la isla y solo unos pocos lo hicieron a su país de origen, la mayoría de ellos
dirigieron sus destinos a países capitalistas desarrollados, donde como era de
suponer, se dedicaron a labores proselitistas a favor de un sistema fracasado.
Fueron y son tan degenerados, que aun hoy, viviendo las mieles ofrecidas por el
capitalismo, continúan desempeñando esa miserable labor.
Veinte años después de mi descubrimiento de Chile
decido abandonar a la manada en Montreal-Canadá y aquí tuve muchos tropiezos
para comenzar una nueva vida. Las peores trampas, zancadillas y desprecios
sufridas por una diminuta comunidad cubana, nos llegó por la parte de aquellos “supuestos
hermanitos latinoamericanos” destacándose entre todos por ser la más vertical y
agresiva, precisamente la chilena, seres que endulzaron sus cafés con el azúcar
que nos quitaron. Estos no fueron los chilenos que yo conocí en su tierra.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2000-05-17
xxxxxxx
No hay comentarios:
Publicar un comentario