PROPAGANDA
ENEMIGA
Este era otro de los cartelitos que nos ponían a
temblar, bueno, temblábamos por cualquier motivo, ya estábamos castrados. ¡Mira
muchacho! Una acusación de estar introduciendo al país “propaganda enemiga” era
bastante grave, podía conducirte a prisión inmediatamente o cuando menos ser
expulsado de la flota. ¿Qué era considerado propaganda enemiga? ¡Cualquier
cosa! Revistas como Hola, Life, Diez Minutos, Time, Interviu, Life, Selecciones
del Readers Digest, etc. No tenían que ser necesariamente de contenido político,
aunque fueran de modas o simples chismes de farándulas, eran materiales
ideológicos del enemigo y su entrada a Cuba o posesión eran condenadas por la
ley. ¡Uf! Una revista porno era suficiente causa para condenarte a la silla eléctrica,
mucho peor una película, aunque existía la posibilidad de sobrevivir por los
apagones. Entre esa amplia gama de productos con contenidos de mensajes ideológicos
prohibidos, se encontraban también un ejercito de cantantes, la lista es muy
amplia, Celia Cruz era una de las cabecillas.
Novelitas rosas como las de Corín Tellado estaban
condenadas a las profundidades del mar, lo mismo sucedía con aquellas de cowboys
o tiratiros. Ya les comenté algo una vez sobre aquel timonel de apellido Manso,
nunca he conocido a nadie que fuera como él, lo llamaron alguna vez bibliófilo
los mas finos, yo siempre le llamé polilla. Manso era un lector compulsivo que
no se enganchaba con un solo género, cualquier cosa que cayera en sus manos
estaba condenada a ser leída, así era él. También mencioné
que siendo un hombre de bajo nivel educacional gozaba de una cultura
envidiable, la que no poseen muchos graduados universitarios hoy. Era como les
dije aquella vez, Manso te ofrecía una disertación literaria sobre cualquier
libro o autor, poco importaba que fuera clásico, contemporáneo, romántico, etc.
Él no establecía a cuál género pertenecía, no estaba capacitado para ello, pero
los dominaba como nadie.
Nadie puede imaginar lo que sufría ese hombre horas
antes de recalar a cualquier puerto cubano, con profundo dolor iba lanzando al
mar cada una de las revistas y libritos que había comprado de uso en kioscos de
España. Las abría y se detenía en alguna foto o artículo
durante unos segundos, como tratando de salvar la imagen aparecida ante sus ojos.
¡Al carajo! Solo decía con esa mezcla de tristeza y dolor cuando las lanzaba
por la portilla del camarote. Yo observaba aquel extraño ritual desde mi litera,
yo era un lector voraz desde niño, había sido parte de la educación recibida en
la Casa de Beneficencia y Maternidad de La Habana. Sabía perfectamente de aquel
dolor cuando debes desprenderte de una obra o autor al que amaste por el placer
que te regaló. Solo imagino sus “malapalabras” pensadas en ese instante de
forzado desprendimiento, yo las decía peor, es que Manso no las decía, no era vulgar.
Yo seguiría su ejemplo una vez terminado su funeral literario, solo que en
menor cuantía.
Pocos años más tarde y estudiando en el buque escuela
“Viet Nam Heroico”, tres amigos nos pusimos de acuerdo para comprar unos libros
en Las Palmas de Gran Canarias, éramos muy aficionados a la lectura en tiempos
donde no existía Internet y los buques contaban con escasos medios de recreación.
Yo me encargaría de comprar “Papillón”, mi amigo Cebollas (Jorge Marcos Joan) compraría
“El Padrino” y el Bibi (Bismarck Corella) se haría de “El Exorcista”, lo intercambiaríamos
entre nosotros y se los prestaríamos a los demás. Aquellos libros se vigilarían
con mucho celo porque el dinero invertido en sus compras podía superar a lo ganado
en una semana. Para introducirlos de contrabando en Cuba no tuvimos muchos
contratiempos, los forramos y los sacamos del barco mezclados entre nuestros
libros de estudios.
No solo se trató de este tipo de literatura la
perseguida y prohibida en la isla, existieron casos de literatura
revolucionaria escrita por amigos de Castro que fueron prohibidas. Yo recuerdo
aquel libro de Ernesto Cardenal titulado “En Cuba”, fue un análisis incómodo
para el patriarca cubano sobre la situación vivida en la isla en esos años y
nunca se publicó en Cuba, el mencionado libro fue prohibido de paso en varios países
latinoamericanos. Recuerdo que me lo habían regalado durante una visita a
Caracas y lo conservaba a bordo hasta encontrar una oportunidad apropiada para
bajarlo de contrabando. Aquella oportunidad nunca llegó, un día vino a
visitarme el amigo Gonzalo Marcos Pérez, recuerdo que aun no era Primer Oficial
y que años más tarde escaló a cargos de dirección importantes en Navegacion
Mambisa. Había escuchado hablar sobre el libro y me expresó su disposición a
bajarlo escondido si se lo prestaba. Nunca mas lo vi de regreso, eran los
riesgos que se corrían con los libros cuando no existían las computadoras e
Internet.
Ya para esas fechas había cultivado una profunda
fobia o desprecio por la literatura cubana de esos años. Casi todos los autores
adolecían de idénticos denominadores comunes, si deseaban ser publicados, debían
rendir sus plumas ante el dueño de las editoriales. Otros lo hacían conscientes
de su comportamiento cómplice, esa fue nuestra suerte o fatalidad. En casi
todos los libros escritos por esos mercenarios de la cultura, podían encontrarse
palabras, oraciones, frases, párrafos, capítulos u obras casi similares. Todas contenían
exageradas alabanzas al líder supremo, a sus CDR, FAR, PCC, G2, MININT, espías infiltrados
en USA y cuanta mierda sirviera para engañar, mentir, traicionar, estafar,
reprimir y exacerbar sentimientos nacionalistas en medio de una confusión total
hasta lograr el producto final, lo que ven y sufren hoy. Desde esas fechas me
incliné por la literatura clásica cubana y excluí a estos cabrones, quienes no
descansaron en envenenar cuanta película se filmara en la isla, novelas y hasta
las despreciables “versiones libres” de aventuras juveniles, etc. Muchos de
estos grandísimos hijos de putas viven desde hace un tiempo en el exterior
vertiendo sus lagrimas y añoranzas por aquellos tiempos donde disfrutaran de
tantos privilegios.
Si estando de timonel y compartir camarote con Manso,
me brindara la posibilidad de vivir en primera persona aquello que pudiera
considerarse un crimen contra las libertades del ser humano, una vez de oficial
ese dolor o desprecio por lo que se estaba haciendo en la isla aumentaba. No
fueron pocas las veces que vi desde cualquiera de los alerones como flotaban
libros o revistas con la estela del barco, por la amura de babor se avistaba El
Morro de La Habana. Esos miedos continuaron hasta mi partida definitiva y se ha
multiplicado en el exterior. Hoy resulta casi imposible medir o comparar el
miedo que existe entre la gente que habita la isla y los que viven en el extranjero.
Hace muy poco, una muchacha sin conocerme me dijo o
acusó expresando estas palabras; “Ustedes pertenecen a una generación fracasada
y son los culpables de esto que estamos viviendo hoy”. Solo sabía que yo había
sido compañero de su padre en los barcos. Le respondí en buenos términos, no
tratando de justificar algo de lo que ella había expresado con toda la razón del
mundo. Solo intenté darle a comprender que en aquella expresión suya estaba
incluyendo también a millones de víctimas y se calmó parcialmente.
La historia sobre el origen de nuestros miedos y en
muchos casos cobardía, se remontan a los mismos inicios de esta pesadilla.
Fueron tantas las causas que nos hicieran temblar en silencio como verdaderos
cobardes, que resulta casi imposible brindarles una justificación a nuestros
nietos. Ser acusado de penetrar “propaganda enemiga” en la isla, contando con
pruebas o no, apelando solamente a la “convicción” del fiscal, podía destruir el
alma de cualquier ser humano y arrastrar consigo a toda su familia, porque no
olvidemos, nuestros hijos también debían pagar por los “supuestos” errores de
sus padres. ¿No? ¿Y no que las universidades eran solamente para “revolucionarios”?
El que tenga dudas que le pregunte a mi hijo.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2021-12-03
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