Conforme al funcionamiento de la sociedad cubana,
todos sus males fueron llevados al seno de la marina mercante de nuestro país.
Se establecieron los mismos métodos de vigilancia sobre sus miembros, muy bien acompañados
por los sistemas de evaluación que, no dejan de ser otra cosa que un policía invisible.
Estos mecanismos de represión eran llevados a cabo controlando la vida del
hombre de mar en cada viaje. Un expediente laboral manchado por cualquiera de
esas evaluaciones, significaba la separación de sus miembros de la flota y de
ellas no escapaban ninguno de los integrantes de una tripulación. Víctimas podían
ser desde el último marino hasta el Capitán, todos debían ser evaluados por la
administración y el Partido a bordo de todo buque. Pero veamos cómo funcionaba
todo este engranaje destructor.
Ocupando la plaza de Primer Oficial, yo tenía la
obligación de evaluar a los oficiales subalternos del departamento de cubierta.
Se encontraban comprendidos el Segundo Oficial, Tercer Oficial, Telegrafista,
Sobrecargo, Médico o Enfermero, Agregados de Cubierta y la Maestranza compuesta
por Contramaestre, Mayordomos, etc. Para algunos se tenía en cuenta los
aspectos técnicos, disposición ante el trabajo, disciplina, puntualidad, don de
mando, etc. Luego, estas evaluaciones debían ser firmadas por el Capitán del
buque, pero todo no es color de rosa.
Navegando a bordo del buque “Aracelio Iglesias”, el
Capitán de la nave me pide que le realice una mala evaluación a la Doctora que
se encontraba navegando con nosotros ese viaje. No entendía las razones para
hacer tal canallada y cuando me pongo a realizar averiguaciones, todo tenía su
origen en que el Capitán había estado pretendiendo a la mencionada Doctora. Ella
mantenía relaciones con un maquinista, quien además de haber sido compañero mío
de estudios, era un buen hombre. Aquellas relaciones entre ambos tuvieron un
final feliz y en la actualidad son marido y mujer. Hice la evaluación como me
dictó la conciencia, se la di a firmar y le entregué una copia a ella,
alertándola para que no aceptara otra evaluación que no fuera aquella. No le
expliqué las razones por un problema de ética, pero estoy seguro de que, si se
lo hubiera contado al maquinista, este le rompería el alma a aquel degenerado.
En mi caso particular, yo debía ser evaluado por el
Capitán del buque en cada viaje y esta evaluación era entregada al Departamento
de Cuadros de la Empresa. esa era una evaluación técnica, pero no era la única a
la que sería sometido. El partido de abordo me tenía que evaluar políticamente
y es aquí donde surgen los verdaderos problemas. Si por una u otra razón yo me
veía obligado durante el viaje a tomar una medida disciplinaria contra
cualquier tripulante, ya sea por ausencia a una guardia, realizar las mismas en
estado de embriaguez, peleas con otros tripulantes, etc., casi siempre ese
tripulante era militante del partido. Un poco más tarde y durante la reunión
final de ese organismo, se analizaban las evaluaciones de toda la tripulación.
Ese tripulante o sus secretarios tomaban venganza por la acción que yo u otro oficial
había tomado en contra de uno de sus miembros. En la generalidad de los casos
ocurría así, porque cuando se tomaba una medida administrativa contra cualquier
militante, el Partido estaba en la obligación de amonestarlo o sancionarlo y
ellos no entendían que un simple, sea de cualquier rango, pudiera sancionar a
un militante. De esta acción vengativa no escapaban los Capitanes y se
encontraban en una posición mucho más desventajosa cuando ellos eran militantes
del partido.
Siguiendo con las evaluaciones, el partido tenía la
obligación de evaluar cada viaje al Capitán, Jefe de Máquinas, Segundo
Maquinista, Primer Oficial y al Sobrecargo. Este último no tiene rango de
Oficial, pero lo evaluaban por tener acceso al dinero del buque, ya sea de los
pagos a las tripulaciones, así como de las compras que se realizaban, solo por
esa razón se convirtió en un personaje importante, aunque apenas tenía
contenido de trabajo.
Los miembros del Partido se evaluaban entre ellos,
pero casi antes de la caída del bloque comunista e imitando a los rusos,
introdujeron dentro de la marina cubana a un parásito llamado “Comisario Político”.
Este individuo sin contenido de trabajo alguno estaba dedicado a la vigilancia
de los oficiales de más rango a bordo de los barcos y era también el encargado
de evaluar al secretario del partido -aunque en apariencias- se encontraba
subordinado al núcleo del partido a bordo. Por su parte, el secretario del partido
podía hacerle una mala evaluación al Político y lograr su destitución, como
sucedió en muchos casos.
De la misma manera que se realizaban las evaluaciones
en el departamento de Cubierta, se hacían también en el Departamento de
Máquinas, pero aquí no termina todo. La Unión de Jóvenes Comunistas tenía que
realizar sus evaluaciones con los más jóvenes a bordo, fueran militantes o no.
Por otro lado, el sindicato gubernamental llevaba también sus evaluaciones
sobre sus afiliados, que en el caso de la marina debían ser todos los
tripulantes, resultaba inaceptable o inconcebible no pertenecer a ese organismo
en esta rama laboral. Ya a finales del año 1991 y antes de desertar, las
tripulaciones de los barcos cubanos estaban compuestas casi en su totalidad por
militantes del PCC o de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), digamos que en un
95%. Solo dos o tres tripulantes, máximo cinco de cada barco, eran los llamados
simples que se encontraban navegando. Podían disfrutar de ese privilegio porque
era personal probado durante muchos años y considerados como confiables por el
gobierno, confianza que no podían disfrutar los militantes de nuevo ingreso
hasta pasar unos años. Ahora con el desplome de la economía y las ventas o
perdidas de muchos de los buques, tripulaciones completas quedaron sin empleo.
Los primeros en ser separados de la flota fueron los “simples”, luego esa guillotina
alcanzó a la militancia en la medida que toda la flota iba desapareciendo del
escenario cubano, me refiero a miles de hombres abandonados a su suerte. No debe
ignorarse tampoco la presencia a bordo de los buques de aquellos informantes
(Chivatos) al servicio del Ministerio del Interior, cualquier informe realizado
por estos individuos podía echar por tierra todo lo manifestado por el partido.
Para concluir, solo me queda señalar al Comité de Protección Física, estaba
integrado por unos pocos tripulantes y su función era garantizar la seguridad
del barco ante la posibilidad de posibles sabotajes, etc., etc., y etc.
Después de terminar de leer estas líneas, los que
nunca pertenecieron a nuestro mundo marítimo cubano, deben imaginar que una
tripulación esté formada por cientos de hombres para responder a las demandas
de tantas organizaciones. El que piense así está equivocado, las tripulaciones
más numerosas fueron de unos 35 hombres, lo cual refleja con claridad el
estrecho y rígido control que existió durante muchos años sobre las vidas de
cada marino cubano. Transcurrido muchos años de aquella etapa y desaparecidas
todas las flotas, piensas con mente fría y regresas al pasado, donde encuentras
todos esos mecanismos que sometieron nuestras vidas. Buscas explicaciones que
no deseas escuchar y menos expresar. Comprendes que sobreviviste al paso
destructor de una maquinaria diabólica devoradora de hombres y prefieres cerrar
este capítulo. Luego te enojas y renuncias a olvidarlo, lo haces cuando
encuentras en tu camino a individuos que sufrieron como tú esos abusos y
atropellos defendiendo a sus verdugos. Sientes vergüenza por esos que una vez
fueron hombres de mar y se convirtieron en vulgares y serviles esclavos. Todos
vigilaban a todos y en eso radica el éxito de ese sistema. ¡Prohibido olvidar
por el bien de las nuevas generaciones!
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2000-04-20
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