El
RECLUTA 51
“El Recluta 51” es un
libro testimonio concebido por el pintor cubano Luis Vega, quien, empujado por una
necesidad imperiosa, trata de deslastrar un viejo e insoportable peso cargado
sobre su conciencia durante medio siglo. Deja a un lado sus pinceles y paleta
en esa pausa necesaria y, sin percatarse apenas, comienza a pintar también en
la pantalla de su ordenador todo aquel horrible paisaje vivido y conservado en
su memoria. Porque eso es verdaderamente lo que hace Luis en este libro,
pintarnos una vida saturada de angustias, privaciones y penas, con sus mejores
colores. Alejado de toda influencia maligna en su pasado y corrientes actuales,
no existe una sola línea de esta obra, donde el odio logre vencer la nobleza de
aquel espigado joven arrebatado de su seno familiar el 17 de Abril de 1964.
Con un estilo muy
particular, trata de darle vida, quizás a fantasmas, porque varios de sus compañeros
de infortunio se han marchado para siempre, y lo logra. A través de pequeñas
viñetas, enviadas como tarjetas postales, atrapa a cada uno de aquellos
muchachos con los que compartiera durante esos infinitos tres años de cautiverio.
Lo hace mostrando los mejores colores que nos brinda el amor, y al implacable
verdugo de nuestros desvelos, le brinda el espacio que merecieron dentro de su
memoria, sin odios, deseos de venganzas o cualquiera de aquellos castigos que
le aplicaron siendo un muchacho.
Por una u otra razón de
la que no se le puede pedir explicación, porque es un derecho de cada autor a
expresarse libremente, Luis elige utilizar seudónimos o nombres falsos en sus
personajes, lo comprendo, corren tiempos de sorpresas. Sin embargo, hubiera
sido un bello homenaje a todos aquellos jóvenes que, sufrieron esos tres años
de abusos, vejaciones y humillaciones en su compañía y hoy no están con
nosotros. Son pocos los testimonios publicados por las víctimas de aquel
temprano y horrible abuso cometido en 1964 contra la juventud cubana, el Primer
llamado al SMO (Servicio Militar Obligatorio) El suyo, además de ser un valioso
testimonio, no deja de ser un hermoso homenaje a todos aquellos muchachos, solo
que sin un destinatario definido.
En algunos pasajes de su
obra, Luis es capaz de arrancarte una sonrisa donde solo existió dolor y puede
interpretarse como una parodia cuando no lo es. Todos conocemos la capacidad suigéneris
del cubano a la hora de burlarse de sus propios sufrimientos. Pueden aparecer
escenas surrealistas, absurdas, imposibles de considerarlas ciertas, pero así mismo,
con esa aberrante fantasía, ha transcurrido la vida en Cuba durante estos
sesenta y dos años.
Muchas cosas se le
escaparon con la premura por darle nacimiento a esta criatura y daría motivos para
publicar un segundo tomo, incluso mas amplio que el presente. Temas que traten
con profundidad el castigo inmerecido que recibimos por el único delito de ser jóvenes
y haber nacido antes del 1959. Cuando se llega al final de su lectura,
simplemente nos quedamos con esa hambre insatisfecha por saber más. Bueno, para
el que no estuvo a su lado o desconoce cuál fue la suerte corrida por esos
muchachos condenados a ganar $7.00 pesos mensuales. Si crueles fueron el único teniente
llamado Daniel y el único sargento de apellido Soto en aquella Unidad de solo
sesenta reclutas, mucho mas malvados y despreciables fueron algunos de los
reclutas que realizaron funciones de jefes de pelotón, oficiales de guardia, político,
etc. Se requiere haberlo vivido para hacer mención de las miserias humanas que brotan
cuando se otorga una onza de poder al hombre. Ya lo dije con anterioridad, el
libro de Luis va de amor y las veces que se independiza de su yo en todas las
narraciones, lo hace generalmente para dedicarle algunas líneas a quienes
sufrieron junto a el y no a quienes le provocaron dolor.
Convencido estoy de que,
si aquella ley se impuso para educarnos “revolucionariamente” y convertirnos en
la primera generación del “hombre nuevo”, la cosecha obtenida tuvo resultados negativos.
Nosotros fuimos los primeros en saborear la crueldad de aquellos verdugos y
fieles testigos del crimen silencioso que se estaba cometiendo con la
complacencia, complicidad y silencio de todo un pueblo.
Luis pudo escapar a las
tareas de esclavos que realizamos en esos tres años y lo logró gracias al gran
talento que mostró desde esa temprana edad por la pintura, yo soy uno de los
testigos que puede reafirmar lo que escribió en esos pasajes. En nuestra Unidad
pintó una hermosa valla, lo hizo también en el Circulo Social de la Granja
Menelao Mora y otro mural a la entrada de la base aérea de Baracoa. Sus cuadros
también fueron hermosos y aquellos pinceles lo convirtió en una moneda de
cambio por otros servicios.
Por azares de la vida o
caprichos de la mente humana, hace solo unos días escribí su nombre en el
buscador de Google. Aparecieron varios Luis Vega, pero no todos eran pintores
como él. encontré que había escrito este libro y lo encargué inmediatamente por
Amazon, yo sabia que me iba a identificar con él, pero nunca imaginé que me
dedicara dos de sus viñetas con el seudónimo de “Cabañita”, ya pueden imaginar
la alegría experimentada. Continué mi búsqueda y encuentro su galería con un número
de celular disponible. Llamé y no obtuve respuesta, le dejé un mensaje y unas
horas más tarde estábamos enredados en una larga conversación, la normal para
tratar de recuperar cincuenta y cuatro años de ausencia.
…Cabañita, en las noches
de guardia se perdía montado a caballo, con solo un saco de yute por montura y
una soga por freno. Yo lo cuidaba como un padre, y disfrutaba verlo galopar con
aquel aire de libertad que se reflejaba en su rostro…
(Viñeta titulada “La
Guardia a Caballo)
¡Muchas gracias, Luis!
Es grato leer que te dediquen palabras de afecto o cariño como estas, aunque
haya transcurrido medio siglo de aquellas cabalgatas nocturnas.
Amigos, solo me queda
invitarlos a disfrutar de esta acuarela llevada a un libro con el testimonio de
lo que un día fuimos y nunca dejamos de ser, aquellos jóvenes. Pueden encontrarlo en Amazon.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2021-05-06
xxxxxxxxxx
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