CAPITÁN
MANUEL
BALSA LARRINAGA
Aventurarse a realizar una descripción correcta sobre
la personalidad de Manolito, puede generar conflictos adversos por sentimientos
muy particulares. De un lado tenemos al Manolito buen padre, hijo, hermano,
tío, etc., casi adorado en el seno de su familia, yo soy testigo de esto que
hablo. Del otro lado tenemos a nuestro Manolito, el hombre que en aquellos
tiempos gastaba la mayor parte de su vida entre nosotros. Entonces, debemos
separarlos, uno y otro son totalmente diferentes. Cuando se haga referencia a
este hombre y se mencionen todas sus virtudes y defectos, puede incurrirse en
excesos para unos y si dejáramos de mencionarlo todo, esas omisiones
resultarían ofensivas a su memoria. Manolito fue el mismo y ya nada puede
cambiarlo.
Estudiamos juntos en el Curso Básico para Oficiales
que culminó a bordo del buque escuela “Viet Nam Heroico”. Venció todas sus
asignaturas sin dificultad, pero nunca le interesó ir más allá del propósito de
graduarse, o sea, nunca luchó por tener una nota sobresaliente. Pertenecimos al
mismo grupo y compartimos el mismo camarote.
No haber logrado una puntuación destacada en sus
estudios no le restaba inteligencia, Manolito poseía ese don natural cuyo
coeficiente lo situaba por encima de la media normal entre nosotros. Tenía esa
inteligencia natural, que bien utilizada, le sirvió para abrirse paso en la
vida. Creo más bien, sus mejores títulos fueron esa Patente de Corso,
Filibustero, Bucanero o Pirata de la que hizo un uso apropiado durante su vida
de marino.
Era un loco y nunca se detuvo ante nada, desconocía
el peligro o portaba una sobredosis de testosterona. Cuando se proponía algo
nada lo detenía hasta lograrlo, mucho peor, podías verte involucrado con él en
una aventura ajena a tus intereses por una razón muy poderosa. Manolito poseía
un poder de persuasión y convencimiento que te amarraba y dormía en poco
tiempo, era terrible. Ya una vez escribí sobre aquella aventura suya de irme a
buscar a media noche en una canoa de dos remos y mi barco se encontraba
fondeado en medio de la bahía de Luanda. Imposible decirle que no, nunca se
rendía e insistía hasta agotarte, una hora después me encontraba remando junto
a él rumbo al buque “Las Villas”. Otra anécdota de Luanda me traslada hasta una
noche, donde me veo portando un AK-M penetrando junto al tele Luisito en uno de
los barrios más peligrosos de aquella ciudad. Manolito iba conduciendo un auto
del que desconozco quien era el propietario, iba armado también. -¡Ustedes son
mis escoltas, si escuchan algún disparo llenen de huecos esa casa! Esa fue la
orden que nos dio mientras tocaba a la puerta de aquella choza y negociaba con
una vieja bandolera. Del interior salieron dos negros armados con fusiles AK-M
también y se dispusieron a descargar unas cajas de ron del maletero del auto.
Yo no sabía cómo había llegado hasta allí, ni qué necesidad tenía de verme
involucrado en aquella peligrosa acción, solo encontraba una respuesta,
Manolito.
Además de osado y valiente hasta la temeridad, era un
tipo superdivertido, siempre estaba contento, resultaba difícil verlo enojado,
y créanme, era lo mejor que se podía hacer si se compartía con él. Cuando la
ira lo invadía se ponía rojo como un tomate y no lograba coordinar una oración,
no hablaba, balbuceaba y le aparecía una tartamudez repentina muy peligrosa,
después de esa fase podía aparecer la trompada. Si algo lo sacaba de sus
cabales lo fue la traición, no la toleraba, si él no la cometía, esperaba en
reciprocidad un comportamiento similar. Si eras su socio, estatus que no
alcanza el nivel del amigo, podías estar seguro de que te sería fiel y nunca te
traicionaría. Si eras su amigo, los privilegios que gozabas en su trato
superaba al que brindaba quizás a sus propios hermanos, era simplemente un
hombre especial.
Manolito nunca abandonó sus locuras a lo largo de
aquella carrera contra el reloj desde que fuera un estudiante hasta lograr los
grados de Capitán. Nunca cambio su personalidad, no se infló como muchos, solo
era un loco con más responsabilidad. Recuerdo que me propuso salir con él como
su Primer Oficial y esa vez su insistencia le falló. Lo conocía muy bien y
preferí conservar su amistad alejada de los rigores del trabajo. Fue su último
viaje y su esposa siempre condenó mi negativa alegando que yo lo hubiera
controlado. Nada más falso que aquella expresión casi desesperada de ella, solo
había una persona en el mundo capaz de controlar a Manolito y nunca en su
totalidad, esa persona era precisamente ella.
Me encontraba navegando y hasta mí llegó la noticia
de su fallecimiento. Fui con mi hijo a darles las condolencias y me lo encontré
vivo, pero muerto en vida. Ya no tenía ante mí al Manolito que les he descrito
y donde oculto otras aventuras, me partió el alma aquel encuentro y mi hijo
quedó traumatizado. A partir de esa fecha, aquel loco simpático, valiente y
fiel amigo, comenzó un recorrido doloroso para él y toda su familia.
Si de algo deben vivir orgullosos sus hijos, creo que
deba ser por todo el amor que Manolito les profesó en vida, los adoraba. Si de
algo debemos estar orgullosos sus amigos, fue aquella fidelidad que siempre nos
regaló junto al recuerdo imposible de borrar, la de aquel loco al que una de
todas sus virtudes lo superaba y brillaba junto a él, su inmaculada “hombría”.
Eso era y es él en nuestras memorias, un hombre a todo dar. Había escrito dos
trabajos que dediqué en su honor hace mucho tiempo, hoy me propuse desnudarlo
un poco más ante sus ojos. Estoy convencido de que aquel Corsario, Filibustero,
Bucanero o Pirata cubano llamado Manolito, ya deba haberle vendido dos motores
fuera de borda a Neptuno para que se desplace con más velocidad en su reino.
Con mucho afecto y cariño a ese amigo de los que hoy
escasean y nunca mueren, solo se van y nos dicen; ¡Hasta luego!
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2021-05-20
xxxxxxx
Lo conocí de muy joven .....fue un buen amigo
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