sábado, 7 de noviembre de 2020

ELLZWORTH WEBBER, MI HERMANO NEGRO.


ELLZWORTH WEBBER, MI HERMANO NEGRO.




 

Esteban Casañas Lostal-Ellzworth Webber

5 de Julio del 2012

Hola mi hermano.. Qué gran alegría me da el que me hayas encontrado. Tantos años sin saber de ti, imagino que tu hijo sea todo un hombre.

Recibe un fuerte abrazo.

Esteban

 

Habían transcurrido treinta y cuatro años desde que nos vimos por última vez en Santiago de Cuba, él se encontraba de Sobrecargo y se encargó de hacerme las liquidaciones para desenrolarme. Lo hice con esa carga de dolor propia de quien llega a amar a su nave y su gente. He navegado con todo tipo de tripulaciones, unas muy buenas y otras extremadamente malas, pero nunca encontré una como la que tripulara el buque “N'Gola”. No me equivoco si afirmo que fue la mejor de todas, excelentes marinos que brillaron por su hombría. Entre ellos no existió el mas limitado espacio que pudiera dedicarse a la “chivatería”, enfermedad endémica que pudo encontrarse hasta en las mejores tripulaciones nuestras.

 

Nunca se me ocurrió preguntarle por la raíz de tan extraño nombre, no creo que tenga un origen portugués como el del resto de la tripulación, nada que ver y hoy no me preocupa. Fue y sigue siendo aquel hermano que tuve y tengo en Angola.

 

Fue intenso el intercambio de mensajes después de aquel encuentro, pude comprobar que poseía una magnifica memoria. Recordaba los nombres y apellidos de cada uno de los que integramos los dos primeros grupos que tripulamos aquella magnifica nave. Hablamos de muchas cosas sucedidas en ese año y medio que compartimos juntos, recordamos con ese manto de nostalgia y cariño a los hombres buenos, tampoco olvidamos mencionar a los malos, que los hubo por la parte cubana, algunos ya están muertos.

 

Hacia un tiempo que deseaba dedicarle estas líneas, ya saben que disfruto mucho mas cuando les dedico unas líneas a un amigo estando vivo. Los homenajes póstumos solo sirven para alimentar el recuerdo u orgullo de los herederos, el muerto no se entera de nada.

 

Me dijo aquella vez del 2012 que se encontraba viviendo en Inglaterra y algo enfermo. Se sorprendió cuando le dije que yo vivía en Canadá desde el 1991 y le hablé algo sobre las causas que me empujaron a esta deserción, tampoco quise abrumarlo con noticias malas. En esa oportunidad solo nos escribimos unas pocas veces y luego volvió a desaparecer. Transcurrieron varios años felicitándolo por el día de su cumpleaños sin respuesta alguna y temí lo peor, pensé que mi amigo había muerto. Le escribí a una sobrina y no tuve mucha suerte, lo di por desaparecido físicamente.

 

El 3 de Abril del 2020 me sorprende una llamada suya por el Messenger de Facebook y esta vez hablamos mucho, como tratando de recuperar el tiempo perdido o salvar el que estamos a punto de perder. No le reclamé nada por su ausencia, todo lo contrario, creo que ambos disfrutamos mucho este nuevo encuentro. Estaba de regreso en Angola y nuestra conversación fue invadida por la invasión de fantasmas muy queridos. Sombras de imágenes insignificantes para otros, cotidianos en nuestras vidas, muy importantes para los que disfrutamos de sus compañías, trabajos y cariño. ¿A cuántos les puede interesar la vida de un negro camarero, timonel, marinero, contramaestre? Creo que solo a nosotros los verdaderos marinos, es muy probable que en aquella conversación nos tragáramos el sabor salado de cualquier lágrima oculta.

 

Hablábamos de los otros con mucho amor sin detenernos un segundo en nosotros, sin darle valor a nuestras existencias, olvidando en todo momento el cariño y confianza de aquellos hacia lo que significamos para sus vidas. Hablamos como en los viejos tiempos, amparados por esa modestia y sencillez que nunca nos abandonó, sin vanidades o ambiciones personales. Lo hacíamos tal y como fuimos en nuestros tiempos, aquellos años duros de su juventud y la mía, sueños sin desvelos que deseaba mostrarle evitando sus espantos.

 

Y mientras Webber iba mencionando nombres que yo había olvidado, los entregaba a mi memoria y me abrazaban entre lágrimas en Santiago de Cuba. ¡Coño, que negros aquellos! ¡Cuánto los quise y quiero! Así como fueron, analfabetos, fieles, cariñosos, trabajadores, bandoleros, fumadores de yamba, contrabandistas, borrachos, mujeriegos. ¡Hombres!

 

Éramos jóvenes cuando el destino quiso encontrarnos en 1977 a bordo del buque “N'Gola”, Webber tenia 25 años y yo tenía 27. Venía de las filas de las FAPLA y le escuché muchas narraciones de su vida guerrillera por las selvas angolanas. Le puse mucha atención a cada historia suya mientras se desplazaba entre manadas de gorilas y lo admiraba. Era un joven soñador como lo fui yo, solo que mis sueños se transformaron en pesadilla, precisamente, el disparo de gracia donde mataron mis sueños ya cansados se produjo transportando tropas cubanas hacia su país. Tropas que lo ayudarían a lograr el presente que estaban viviendo y no podía decirle abiertamente lo que le esperaba.


Viajaría sus primeras navegaciones como agregado de Sobrecargo y “Comisario Político”. Nada que ver con aquellos futuros “Comisarios” embarcados en nuestras naves durante el reinado del déspota Guillermo García. Nosotros conocíamos muy bien el material humano de aquellos oportunistas militantes del partido comunista y Webber no era así, las FAPLA no constituían un partido comunista aun y su mente no estaba viciada por todos los prejuicios que ese partido representa. Webber era simplemente un joven soñador, como lo fui yo y miles de jóvenes cubanos, luego traicionados por sus propias conciencias.

 

Como Agregado de Sobrecargo estuvo directamente subordinado a mi amigo Lazarito, bandolero por excelencia, pero mi amigo incondicional en aquellos tiempos. Conversando Webber y yo, ambos lamentamos muchísimo el triste final de Lazarito, éramos un trio muy unido e indisoluble, nos queríamos mucho. Sin embargo, no todo fue color de rosa en aquellas relaciones, Lazarito no fue del todo sincero, yo tampoco lo hubiera sido en aquellos tiempos viviendo en un país extraño para nosotros. Lazarito no le enseñó todos los trucos de la profesión a Webber, no le mostró la principal arma de los sobrecargos. ¿Cómo robar sin ser descubiertos? Aunque para serles franco, no había necesidad de robar en aquel barco, claro, para algunos cargos. Suponiendo que las comisiones rondaran por el 5% o más, cuando una compra realizada era de millones de pesetas, ya pueden imaginar de cuánto era la mascada. En este aspecto podemos mencionar la palabra traición, pero eso seria extensiva a toda nuestra vida en la marina mercante cubana. Las situaciones nos habían enseñado a no confiar en nadie y Webber tuvo que pagar por esas consecuencias.


Lazarito fue expulsado por el Capitán Raimundo Calero Torriente del barco, me dolió muchísimo, pero tengo el defecto de inclinar mi balanza hacia el lado de la razón y en ese caso, Calero la tenía, Lazarito había traicionado su confianza. Webber se quedó huérfano y a merced de los picaros en este negocio preñado de cabrones. Continuamos esa bella relación donde en oportunidades el destino tendió trampas a Webber, situaciones en las que debió elegir entre la razón y lo irracional para salvar vidas. Tal fue el caso de aquel motín originado en Rotterdam, donde la tripulación tenía todos los derechos a la demanda que estaban haciendo y por evitar males mayores, Webber, como yo sin otra opción, defendió la posición del Capitán Calero sabiendo que no le abrigaba la razón. Imagino se haya sentido traidor ante los suyos cuando inclino su balanza en contra de la justicia, pero aquella acción neutralizó una acción que pudo culminar en derramamiento de sangre. Nadie sabe como puede finalizar un “motín” a bordo y gracias a Dios todo terminó pacíficamente.


Mi amigo Pedro a la derecha en esta foto tomada en Sao Tomé

 

Después que Lazarito fuera expulsado del barco me quedé con dos hermanos, Webber y el pañolero de origen caboverdiano llamado Pedro. Unos 15 años más tarde regresé a Angola cuando la retirada de las tropas cubanas de ese país y no pude localizar a Webber. Me encontré con Pedro, ese gran hermano al que abracé por ultima vez aquel viaje, ya partió. Ambos estuvieron en mi casa cuando el barco visitó La Habana, los traje para que vieran de primera mano lo que era el comunismo, la mierda que amenazaba a su país. No podían creer en las condiciones infrahumanas que yo vivía para ganarme un dólar a partir de la salida del ultimo puerto angolano, mientras los oficiales de su país ganaban once diarios.

 

Recuerdo que, en nuestro primer viaje a Bélgica, yo le dije a varios tripulantes que se compraran autos usados. Algunos me preguntaron la razón e insistieron en ese ¿por qué? y tuve que explicarles sobre la amenaza del comunismo que tenían cerca. Recuerdo que solo uno de ellos me hizo caso, Webber. Se compró un VW de uso en perfecto estado y lo llevó para Angola, los otros se dedicaron a otros menesteres más importantes para ellos.

 

Webber, ese negro hermano mío, nunca cambió de color, continuó siendo tan negro como siempre, tan hermano mío, como no comprenden esa manga de estúpidos que enarbolan banderas contra el racismo, ¿cuál?

 

Me alegro de que aún se encuentre vivo y lea estas líneas. Me hará feliz que sepa lo sigo queriendo como un hermano y yo desee entre sueños, los mismos que fueron suyos, lo mejor para su país con todos aquellos negros a los que quise y quiero tanto.

 

 

Esteban Casañas Lostal

Montreal..Canada.

2020-11-07

 

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