ELLZWORTH
WEBBER, MI HERMANO NEGRO.
Esteban Casañas Lostal-Ellzworth Webber
5 de Julio del 2012
Hola mi hermano.. Qué
gran alegría me da el que me hayas encontrado. Tantos años sin saber de ti,
imagino que tu hijo sea todo un hombre.
Recibe un fuerte abrazo.
Esteban
Habían transcurrido treinta
y cuatro años desde que nos vimos por última vez en Santiago de Cuba, él se
encontraba de Sobrecargo y se encargó de hacerme las liquidaciones para
desenrolarme. Lo hice con esa carga de dolor propia de quien llega a amar a su
nave y su gente. He navegado con todo tipo de tripulaciones, unas muy buenas y
otras extremadamente malas, pero nunca encontré una como la que tripulara el
buque “N'Gola”. No me equivoco si afirmo que fue la mejor de todas, excelentes
marinos que brillaron por su hombría. Entre ellos no existió el mas limitado
espacio que pudiera dedicarse a la “chivatería”, enfermedad endémica que pudo
encontrarse hasta en las mejores tripulaciones nuestras.
Nunca se me ocurrió preguntarle
por la raíz de tan extraño nombre, no creo que tenga un origen portugués como
el del resto de la tripulación, nada que ver y hoy no me preocupa. Fue y sigue
siendo aquel hermano que tuve y tengo en Angola.
Fue intenso el
intercambio de mensajes después de aquel encuentro, pude comprobar que poseía una
magnifica memoria. Recordaba los nombres y apellidos de cada uno de los que
integramos los dos primeros grupos que tripulamos aquella magnifica nave.
Hablamos de muchas cosas sucedidas en ese año y medio que compartimos juntos,
recordamos con ese manto de nostalgia y cariño a los hombres buenos, tampoco
olvidamos mencionar a los malos, que los hubo por la parte cubana, algunos ya están
muertos.
Hacia un tiempo que
deseaba dedicarle estas líneas, ya saben que disfruto mucho mas cuando les
dedico unas líneas a un amigo estando vivo. Los homenajes póstumos solo sirven
para alimentar el recuerdo u orgullo de los herederos, el muerto no se entera
de nada.
Me dijo aquella vez del
2012 que se encontraba viviendo en Inglaterra y algo enfermo. Se sorprendió cuando
le dije que yo vivía en Canadá desde el 1991 y le hablé algo sobre las causas
que me empujaron a esta deserción, tampoco quise abrumarlo con noticias malas.
En esa oportunidad solo nos escribimos unas pocas veces y luego volvió a
desaparecer. Transcurrieron varios años felicitándolo por el día de su
cumpleaños sin respuesta alguna y temí lo peor, pensé que mi amigo había muerto.
Le escribí a una sobrina y no tuve mucha suerte, lo di por desaparecido físicamente.
El 3 de Abril del 2020
me sorprende una llamada suya por el Messenger de Facebook y esta vez hablamos
mucho, como tratando de recuperar el tiempo perdido o salvar el que estamos a
punto de perder. No le reclamé nada por su ausencia, todo lo contrario, creo
que ambos disfrutamos mucho este nuevo encuentro. Estaba de regreso en Angola y
nuestra conversación fue invadida por la invasión de fantasmas muy queridos. Sombras
de imágenes insignificantes para otros, cotidianos en nuestras vidas, muy
importantes para los que disfrutamos de sus compañías, trabajos y cariño. ¿A cuántos
les puede interesar la vida de un negro camarero, timonel, marinero, contramaestre?
Creo que solo a nosotros los verdaderos marinos, es muy probable que en aquella
conversación nos tragáramos el sabor salado de cualquier lágrima oculta.
Hablábamos de los otros
con mucho amor sin detenernos un segundo en nosotros, sin darle valor a
nuestras existencias, olvidando en todo momento el cariño y confianza de aquellos
hacia lo que significamos para sus vidas. Hablamos como en los viejos tiempos,
amparados por esa modestia y sencillez que nunca nos abandonó, sin vanidades o
ambiciones personales. Lo hacíamos tal y como fuimos en nuestros tiempos,
aquellos años duros de su juventud y la mía, sueños sin desvelos que deseaba
mostrarle evitando sus espantos.
Y mientras Webber iba
mencionando nombres que yo había olvidado, los entregaba a mi memoria y me
abrazaban entre lágrimas en Santiago de Cuba. ¡Coño, que negros aquellos! ¡Cuánto
los quise y quiero! Así como fueron, analfabetos, fieles, cariñosos,
trabajadores, bandoleros, fumadores de yamba, contrabandistas, borrachos,
mujeriegos. ¡Hombres!
Éramos jóvenes cuando el
destino quiso encontrarnos en 1977 a bordo del buque “N'Gola”, Webber tenia 25
años y yo tenía 27. Venía de las filas de las FAPLA y le escuché muchas
narraciones de su vida guerrillera por las selvas angolanas. Le puse mucha atención
a cada historia suya mientras se desplazaba entre manadas de gorilas y lo
admiraba. Era un joven soñador como lo fui yo, solo que mis sueños se
transformaron en pesadilla, precisamente, el disparo de gracia donde mataron
mis sueños ya cansados se produjo transportando tropas cubanas hacia su país.
Tropas que lo ayudarían a lograr el presente que estaban viviendo y no podía decirle
abiertamente lo que le esperaba.
Viajaría sus primeras
navegaciones como agregado de Sobrecargo y “Comisario Político”. Nada que ver
con aquellos futuros “Comisarios” embarcados en nuestras naves durante el
reinado del déspota Guillermo García. Nosotros conocíamos muy bien el material
humano de aquellos oportunistas militantes del partido comunista y Webber no
era así, las FAPLA no constituían un partido comunista aun y su mente no estaba
viciada por todos los prejuicios que ese partido representa. Webber era
simplemente un joven soñador, como lo fui yo y miles de jóvenes cubanos, luego traicionados
por sus propias conciencias.
Como Agregado de
Sobrecargo estuvo directamente subordinado a mi amigo Lazarito, bandolero por
excelencia, pero mi amigo incondicional en aquellos tiempos. Conversando Webber
y yo, ambos lamentamos muchísimo el triste final de Lazarito, éramos un trio
muy unido e indisoluble, nos queríamos mucho. Sin embargo, no todo fue color de
rosa en aquellas relaciones, Lazarito no fue del todo sincero, yo tampoco lo
hubiera sido en aquellos tiempos viviendo en un país extraño para nosotros.
Lazarito no le enseñó todos los trucos de la profesión a Webber, no le mostró la
principal arma de los sobrecargos. ¿Cómo robar sin ser descubiertos? Aunque
para serles franco, no había necesidad de robar en aquel barco, claro, para
algunos cargos. Suponiendo que las comisiones rondaran por el 5% o más, cuando
una compra realizada era de millones de pesetas, ya pueden imaginar de cuánto
era la mascada. En este aspecto podemos mencionar la palabra traición, pero eso
seria extensiva a toda nuestra vida en la marina mercante cubana. Las
situaciones nos habían enseñado a no confiar en nadie y Webber tuvo que pagar
por esas consecuencias.
Lazarito fue expulsado
por el Capitán Raimundo Calero Torriente del barco, me dolió muchísimo, pero
tengo el defecto de inclinar mi balanza hacia el lado de la razón y en ese
caso, Calero la tenía, Lazarito había traicionado su confianza. Webber se quedó
huérfano y a merced de los picaros en este negocio preñado de cabrones. Continuamos
esa bella relación donde en oportunidades el destino tendió trampas a Webber,
situaciones en las que debió elegir entre la razón y lo irracional para salvar
vidas. Tal fue el caso de aquel motín originado en Rotterdam, donde la tripulación
tenía todos los derechos a la demanda que estaban haciendo y por evitar males
mayores, Webber, como yo sin otra opción, defendió la posición del Capitán Calero
sabiendo que no le abrigaba la razón. Imagino se haya sentido traidor ante los
suyos cuando inclino su balanza en contra de la justicia, pero aquella acción neutralizó
una acción que pudo culminar en derramamiento de sangre. Nadie sabe como puede
finalizar un “motín” a bordo y gracias a Dios todo terminó pacíficamente.
Después que Lazarito
fuera expulsado del barco me quedé con dos hermanos, Webber y el pañolero de origen
caboverdiano llamado Pedro. Unos 15 años más tarde regresé a Angola cuando la
retirada de las tropas cubanas de ese país y no pude localizar a Webber. Me encontré
con Pedro, ese gran hermano al que abracé por ultima vez aquel viaje, ya partió.
Ambos estuvieron en mi casa cuando el barco visitó La Habana, los traje para
que vieran de primera mano lo que era el comunismo, la mierda que amenazaba a
su país. No podían creer en las condiciones infrahumanas que yo vivía para
ganarme un dólar a partir de la salida del ultimo puerto angolano, mientras los
oficiales de su país ganaban once diarios.
Recuerdo que, en nuestro
primer viaje a Bélgica, yo le dije a varios tripulantes que se compraran autos
usados. Algunos me preguntaron la razón e insistieron en ese ¿por qué? y tuve
que explicarles sobre la amenaza del comunismo que tenían cerca. Recuerdo que
solo uno de ellos me hizo caso, Webber. Se compró un VW de uso en perfecto
estado y lo llevó para Angola, los otros se dedicaron a otros menesteres más
importantes para ellos.
Webber, ese negro
hermano mío, nunca cambió de color, continuó siendo tan negro como siempre, tan
hermano mío, como no comprenden esa manga de estúpidos que enarbolan banderas
contra el racismo, ¿cuál?
Me alegro de que aún se
encuentre vivo y lea estas líneas. Me hará feliz que sepa lo sigo queriendo
como un hermano y yo desee entre sueños, los mismos que fueron suyos, lo mejor
para su país con todos aquellos negros a los que quise y quiero tanto.
Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canada.
2020-11-07
xxxxxxxxxx
No hay comentarios:
Publicar un comentario