jueves, 20 de junio de 2019

FITOSANITARIOS



                                               FITOSANITARIOS





La sede del Control Sanitario Internacional del puerto de La Habana, radicó durante muchos años en una pequeña casita que existió entre la entrada al Muelle de Luz y un acceso a vehículos perteneciente al muelle Sierra Maestra Nr. 3 Sur. Contaba con médicos profesionales y a ella estaban subordinados los Fitosanitarios que laboraron en el puerto habanero.
 
Por varios años y durante las décadas del 60-70, fueron muy eficientes en su trabajo que, no solo consistía en inspeccionar las naves que arribaban a puerto, su voz era determinante para la liberación de estos durante los despachos. Por esos tiempos y lo saben perfectamente los viejos marinos, ellos ejercían un control estricto sobre las vacunas que debían recibir los marinos. Portábamos entonces una tarjetica donde se reflejaban cada vacuna y fecha de vencimiento. Vale destacar la seriedad de su trabajo que, si no tenías las vacunas actualizadas, no podías enrolarte en ningún buque. Los enfermeros de los buques vivían pendientes de ese detalle y el departamento de enrolos de nuestra empresa también. Si detectaban que tenias alguna de esas vacunas vencidas o próximas a vencerse, te entregaban la tarjetica y te ordenaban ir a la casita del Control Sanitario, donde sin demoras te la ponían.
 
Cuando cualquiera de nuestros buques llegaba del exterior, la orden de aquellos tiempos era guardar toda la ropa de la tripulación además de la pacotilla en un salón para fumigarla durante 24 horas. Eso significaba que estábamos obligados a pedirle a nuestra familia que nos trajeran una muda de ropa completa y luego el lanchero Masacote se encargaba de entregarla. Si no te traían la ropa, no te permitían bajar a tierra ese día.
 
Durante el despacho del buque, los Fitosanitarios se encargaban de inspeccionar la carga buscando vectores que, pudieran delatar la presencia de animales e introducir enfermedades en la isla. De paso, sellaban las neveras que contenían productos cárnicos y esas no se podían abrir hasta encontrarse la nave en aguas internacionales nuevamente, lo hacían para evitar la entrada de la fiebre aftosa. Eran muy severos en el cumplimiento de sus deberes en esta época que les narro, pero como sucede en aquella isla, todo se va yendo a la mierda poco a poco.
 
Cuando existían barcos infestados de roedores, estos eran obligados a ser fumigados en el puerto de La Habana, imagino que en otros puertos funcionaran también. Las tripulaciones eran enviadas a sus casas durante los tres días que duraba esa fumigación y nadie podía subir a bordo. Sellaban todas las puertas y respiraderos del buque para luego aplicarles gas cianuro. Creo que la última y única vez que fumigué en el puerto de La Habana, me encontraba como timonel en el buque Habana, andaría por el año 1969.
 
Todo se fue perdiendo al extremo de que nada funcionara, todo adquirió el sentido de considerarse un “Asunto del Estado”, palabras que liberaban de esos controles a cualquier nave ante la urgencia de un viaje determinado. Hasta que llego el instante de que dejó de explotarse esa justificación y nos largamos a la mierda. Como mierda de ratas tuvo acumulada un maquinista sobre su cama y al mostrárselo al Fitosanitario de Matanzas a bordo del buque “Pepito Tey”, poco faltó para que lo acusaran de contrarrevolucionario, hablo del año 1982.
 
No fueron pocas las naves donde navegué y se encontraran infestadas de ratas, por alguna historia escribí el caso del buque “Renato Guitart”. Antes de entrar a la cocina debíamos sonar la puerta con un palo y dar tiempo a que las ratas se marcharan. Una vez entramos sin previo aviso y encontramos a mas de 25 de ellas dentro de la cocina, fue una escena dantesca y asquerosa.
 
Durante la retirada de las tropas cubanas de Angola, cargué contenedores en el puerto de Luanda para La Habana, correrían los años 89-90. Durante la carga de esos contenedores con armamentos, observo a varios de ellos averiados con perforaciones. Navegando hacia la isla y durante mis guardias, pude observar a varias ratas de gran tamaño deambulando por la cubierta principal. Obviamente venían viajando en esos contenedores, no tenían otra posibilidad de tener refugio alguno en aquel modelo de barco.
 
Cuando arribamos al Mariel, se lo informé al Fitosanitario que participaría en el despacho de nuestro buque. Le entró por un oído y le salió por el otro, simplemente le importó un pepino si se trataba de ratas o elefantes, estábamos ante un “Asunto de Estado” y para empeorar la situación, militar. Desembarcaron todos aquellos contenedores contaminados de roedores y es probable que se hayan reproducido con algunas de nuestras ratas jineteras. Tal vez importamos alguna enfermedad de paso, ¿qué importa?, todo era un “Asunto de Estado”.
 
De aquella pequeña casita donde radicara el Control Sanitario Internacional, no queda ni el recuerdo, tampoco una constancia fotográfica. No sé hacia donde fueron trasladados, tampoco me importaba. No hacia falta saberlo, desaparecieron de nuestras vidas aquellas molestas vacunas, ya éramos inmunes a cualquier enfermedad. 
 
Vale la pena recordar a esos hombres y mujeres de aquellas fechas que se tomaron su trabajo muy en serio. Ellos también formaron parte de nuestro mundo.
 
 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2019-06-20



xxxxxxxxxx


No hay comentarios:

Publicar un comentario