LUANDA EN KAYAK
-¡Dale, vístete! Me sorprendió aquella visita a
deshoras de Manolito Balsa, eran cerca de las diez de la noche y me encontraba
tirado en la cama, creo que leía algo. Tampoco sabía que se encontrara en este
país y aparecía de pronto como un fantasma, siempre imperativo.
-¡Coño, qué haces aquí! Le pregunté mientras nos
fundíamos en un abrazo, hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
-Estoy de Primer Oficial en “Las Villas”, llegamos
hace unos días de La Habana. Contestó con su familiar y simpático tartamudeo.
-¡Primera noticia! ¿A quién tienes de Capitán?
-A tu socio Velozo, él fue el de la idea de venir a
buscarte. Calixto Velozo hacia solo unos meses que había regresado a Cuba,
perteneció al primer grupo de cubanos que tripulamos el barco angolano N'Gola.
-¡Vaya sorpresa! Coño, Manolito, mira la hora que es
para andar en jodederas, yo nunca salgo de noche en este país.
-¡Déjate de pendejadas! No me digas que comenzaste a
chochear. ¡Dale, vístete! Diciendo esto agarró mi pantalón que estaba encima
del sofá y casi me lo lanza a la cara.
-¡No jodas, Manolito! ¿Qué cojones vamos a hacer a
esta hora?
-Nada, meternos cuatro palos, hablar mierda y tratar
de arreglar al mundo como siempre hemos hecho. Los siguientes minutos
transcurrieron hablando solo de locuras y recordando nuestros tiempos de
estudiantes en el “Viet Nam Heroico”. No me preocupé en preguntarle cómo había
llegado a Primer Oficial, sabía que él se metía por el hueco de una aguja.
-¿Viniste solo en el bote?
-¿Qué bote?
-El de tu barco, ¿no?
-No hay tal bote, vine remando en un kayak. Exploté
de la risa creyendo que era otra de sus locuras.
-¡No te rías, es cierto! Vine en un kayak y no vas a
darte el lujo de negarte, me tienes que ayudar a remar de regreso.
-¡Asere, tú estás loco pa'lapinga! Coño, mira la
clase de número conque te bajas a esta hora. Poco le importaba lo que yo
dijera, cuando se le metía algo entre los tarros era casi imposible decirle que
no. Era cierto, tenía amarrada un kayak de dos plazas a la escala del barco.
Era la primera vez que montaría un tareco de aquellos y debía tener buen
equilibrio al abordarlo para que no zozobrara.
Corría una de esas noches de calma chicha, no soplaba
nada de viento. La bahía era un plato que como un espejo reflejaba las luces de
la ciudad y te brindaba una imagen falsa de lo que se escondía detrás de sus
paredes, como la misma Habana o Bombay, bellas desde la lejanía, malolientes
entre sus piernas. Otra aventura más pensaba mientras Manolito no dejaba de hablar
o disparar sus ráfagas de palabras o silabas cortadas. Siempre sucedía lo mismo
en cada encuentro de marinos y el último en zarpar de la isla trataba de
actualizarnos, solo que cada cuento era un estribillo repetido de una aburrida
canción. Nada había cambiado y todo estaba detenido por el tiempo.
-¡Cojones! ¿Qué fue eso? Esta vez no tartamudeó,
parece que un buen susto funciona mejor que el más experimentado logopeda. Yo
estuve a punto de cagarme del susto.
-¡Coño, Manolito, yo creo que eso fue una ballena,
asere! Un enorme lomo acompañado de un fuerte resoplido había emergido de las
profundidades de aquella bahía tranquila a escasos metros de nosotros. El
oleaje producido por el animal provocó pequeños bandazos al kayak, los
necesarios para asustar al más valiente.
-Asere, ¿tú crees?, estamos dentro de la bahía. Él era guapo, solo que el vibrato de su voz
lo traicionó esta vez, estaba tan apendejado como yo.
-Manolito, esta bahía es abierta y bastante profunda,
yo no lo dudo.
-Bueno, aprieta el culo y dale al remo, vamos a ver
si no tenemos problema. Casi volábamos sobre el agua, gracias a Dios aquella
embarcación era muy ligera. Tampoco se me ocurrió preguntarle donde rayos la
había conseguido en el poco tiempo que llevaba en Angola, solo lo imaginaba.
En el salón del Capitán se encontraba Velozo
acompañado de dos o tres personas más, luego del fuerte y sincero abrazo fui
presentado. Entre ellos se destacaba uno de los hermanos de la Guardia, no
puedo precisar ahora si el que se encuentra vivo o el fusilado. Lo cierto es
que una década después, fueron parte del grupo de militares más famosos en Cuba
por sus vínculos al narcotráfico. La vida volvía a colocarme en el sitio y
momento preciso para conocer a una persona célebre. No lo era en ese instante,
pero muy conocido unos años más tarde. Ya acumulaba en mi pobre currículo haber
conocido a Batista y Martha Fernández siendo un niño.
Recuerdo que semanas después yo saldría de vacaciones
para la isla y este de la Guardia me entregó una carta para su madre, además de
una botella de whisky. Me dijo que era diabética y esa bebida la ayudaba a
quemar azúcar. Ella vivía en una buena casa en las afueras del reparto Lawton
en una calle paralela a Dolores en dirección al “Ali Bar”. Puede que no se
tratara de la misma persona, solo deseo aclarar que el error no sería mío,
varios años después me lo corroboraron Balsa y Velozo.
De la Guardia o no, solo puedo decir que se trataba
de un tipo poderoso en Angola por aquellas fechas y les cuento el por qué.
Aquella noche estuvimos bebiendo hasta bien entrada la madrugada en el camarote
de Velozo, allí dimos un pestañazo como pudimos, sentados creo yo. Casi al mediodía, de la Guardia nos invitó a
asistir a la exhumación de los restos del General Diaz Arguelles. Como si para
cementerios estuviera yo, Manolito me arrastró con él y no me quedó más remedio
que aceptar. Debo confesar que Balsa vivía su culillo de haber pertenecido al
MININT antes de entrar a la marina y tenía buen repertorio de conocidos en
aquel giro. Eso, sí, más hombre y bandolero que él había que fabricarlo,
Manolito no andaba en mariconerías de chivaterías.
Del puto cementerio fuimos a almorzar algo al barco y
unos minutos más tarde apareció otra invitación del supuesto “de la Guardia”.
Esta vez le haríamos una visita al Ministro de Materiales de Construcción Levi
Farah Balmaseda, quien años posteriores cayera en desgracia cuando los
acontecimientos de la causa Nr.1. Indudablemente no andábamos con un
soplatubos, no todo el mundo tenía acceso a los pisos que le correspondían en
aquel edificio que contaba con escolta. Llegamos y alguien de la servidumbre le
anunció de nuestra visita. Mandó a preparar un servicio de café que bebimos
mientras ellos hablaban sus jerigonzas o tonterías que no me importaban. Algo
más tarde nos enseñó con todo el descaro del mundo una parte de su guarida que,
contaba con dos pisos de aquel edificio. Pues bien, tenía un amplísimo gimnasio
para sus ejercicios físicos, los que realizaba bajo la orientación de un
instructor, cuya “Misión Internacionalista” consistía en esa tarea, la de
mantener en forma a este huevón burócrata, aristócrata y burgués comunista. ¡Yo
tenía el hígado que se me quería reventar! ¡Le ronca los cojones! Mientras
cientos de muchachitos soldados vivían bajo tierra en la frontera, este
cojonudo tenía un palacio a su servicio con servidumbre incluida. Antes de
partir esa tarde nos presentó a su “instructor” de educación física y le tomé
una foto visual. Quedó pendiente una invitación a un almuerzo o merienda con el
burgués ministro, no recuerdo exactamente, si estoy seguro de que regresamos a
disfrutar de otra aburrida tanda.
Creo que regresamos nuevamente al buque “Las Villas”
y continuamos nuestra sección menos angustiosa de ronazos a capella. Tarde en
la noche el supuesto “de la Guardia” insistió en sacarnos nuevamente del buque,
era como si estuviera ansioso por compartir con seres diferentes a los de su
giro. Ya no tenía formas de regresar al barco y me dejé arrastrar por Manolito.
Por mostrarnos, el tipo quiso enseñarnos el barrio o reservación donde vivía
Agostino Neto, parte de sus ministros, y como era de esperar, el hombre fuerte
de Cuba en aquel país. La entrada a ese barrio, al cual arribamos con el socio
conduciendo sin los faros de su auto encendidos, estaba fuertemente custodiada
por tropas cubanas. Tanto estaba protegida, que tenían un tanque de guerra al
que solo se le podía ver la torreta cuando se pasaba cerca de él. ¿Qué les
cuento? Esa noche dormimos en la planta baja de la mansión de Jorge Risquet,
quien para entonces era el jefe de la misión cubana en Angola. La planta baja
estaba destinada a su escolta y otros agentes de su seguridad personal. Yo creo
que este supuesto “de la Guardia” era el jefe de todo aquel personal, no puedo
asegurarlo. A la mañana siguiente les pedí que me llevaran al puerto si
pensaban continuar el tour, ya llevaba dos días ausente al barco, el cual
partiría en días posteriores para Lobito y yo me quedaría en Luanda esperando
por mi vuelo a La Habana.
Coño, yo lo miraba y volvía a mirar, sabía que lo
conocía de alguna parte y puse a trabajar febrilmente mi memoria fotográfica.
Coincidimos una tarde en el apartamento de un amigo mío que es especialista en
cardiología y vivía en un edificio viejo considerado un “medio básico” del Ministerio
de Salud Pública. Esta antigua mansión está situada en la misma esquina de las
calles 21 y G en el Vedado. Allí vivían hacinándose varios médicos cubanos con
sus familias, lo conocí durante un viaje que dio a bordo del buque
“África-Cuba” y coincidimos en Ámsterdam mientras yo navegaba en el “N'Gola”.
Aquella amistad nacida en el año 77 ha conservado la misma salud hasta hoy, me
refiero al Doctor Héctor Labrada, mi hermano.
-Me parece que yo te conozco. Le manifesté cuando nos
presentaron.
-No lo creo, no recuerdo haberte visto antes. Me
respondió con cierta desconfianza, como si pudiera “echarlo palante” por algo
que le supiera de atrás.
-Orita te digo, pero te aseguro que esa cara tuya la
he visto con anterioridad.
-¿De cuál giro eres tú? Preguntó el huevón convencido de que alejaría cualquier tipo de convencimiento de mi parte, que poco me conocía, pensé.
-Yo soy marino. Le respondí a secas y con la misma
dosis de secretismo que él se dirigía hacia mí. Solo que mientras le daba
aquella vaga respuesta, mi mente revisaba cada uno de mis archivos. ¡Aquí está
registrada esa cara! Me respondió el cerebro.
-Nada que ver con el giro mío. Respondió convencido
haber salido de aquella involuntaria emboscada. Mi amigo permanecía en silencio
escuchando aquel duelo de palabras.
-¿Tú crees? Pues mira que sí te conozco y muy bien.
¿Tú no eras el instructor de educación física del ministro Levy Farah en
Luanda? ¿Es cierto o no? El tipo se cagó cuando le dije eso, debió pensar que
le sacaría alguna mierda de su pasado. No cruzamos muchas palabras después.
Aprieto el culo y acelero el ritmo de mis remadas,
busco la orilla final y me apuro por no dejar muchas cosas en la estela del
kayak. Manolito rema más duro que yo, también es más fuerte, llega primero y me
espera, partió hace varios años, aunque viajáramos en la misma embarcación. Se
pone muy nervioso cuando ve a la ballena que casi nos salpicó en la bahía de
Luanda, tartamudea sin control. Vaya paseo de mierda, le digo protestando.
Argüelles fue exhumado aquel año mientras los familiares de miles de infelices,
debieron esperar hasta que al Napoleón antillano le saliera de los cojones
llevarlos de regreso para casa. Valiente misiones las del ministro y su
instructor, le roncan los timbales, suelto el remo.