sábado, 30 de junio de 2018

PASCASIO, EL CONTRAMAESTRE

 PASCASIO, EL CONTRAMAESTRE



Motonave "Bahia de Cienfuegos", escenario de esta historia.

-Te equivocaste, estás embarcao, el Político es un hombre. Casi balbuceaba aquellas palabras, su estado de embriaguez lo traicionaba. Solo algo se mantenía inalterable en la personalidad de aquel perro con el que compartiera dos viajes continuos, mas de un año teniendo que tragármelo.

-¿Qué tu dices? Le pregunté mientras enrollaba la correíta del walky-talky alrededor de mi muñeca.

-Que estás embarcao, el Político es mi hermano…

-¡No, no lo hagas! Si lo golpeas te vas a embarcar de verdad y eso es lo que busca. Rojitas se había lanzado sobre mi brazo con la velocidad de una fiera y neutralizó mis intenciones, sentí la presión de sus brazos rodeándome el cuerpo. Nos conocíamos muy bien, era uno de mis preferidos entre los timoneles, veníamos juntos del buque “Aracelio Iglesias”. El negro no andaba en chivaterías ni chicharronerías, era un hombre cabal, de los que comenzaban a escasear en la flota. Vivía para su trabajo y en casi todas sus guardias me hablaba de su hija, su “negrita”, así se refería a ella sin ningún tipo de complejo racial. 

-Saca a este hijoputa del portalón antes de que le meta en walky-talky por el culo, demasiado tiempo he tenido que soportar a esta rata y lo voy a descojonar. Me apartó varios metros de donde se encontraba Pascasio y fue en su búsqueda, lo condujo hasta la puerta de entrada a la superestructura.

-Tas embarcao, el Político es mi hermano y por donde quiera salga, yo voy a salir también. Volvió a balbucear mientras me dirigió una mirada cargada de odio.

-No te preocupes, maricón, vas a salir junto al hijoputa de tu hermanito. Me cago en la puta de tu madre, perro. Rojas le dio un empujón para que acabara de entrar por la puerta y la tiró tras de sí.

-Si tu dices que en camino se encuentra una comisión investigadora, no debes caer en la trampa de ninguna provocación, ahora es cuando debes demostrar que eres inteligente. Me dijo a modo de consuelo una vez desaparecida aquella rata. Rojitas nunca se involucró en situaciones comprometedoras, no formó parte de bando alguno, prefirió mantenerse al margen de todo lo que sucedía a bordo. Tampoco era cobarde por su aparente indiferencia, solo defendía sus frijoles como aquellos que no militaban en nada y constituía el lado flaco por donde se partían las cuerdas.



Rojitas a mi lado, el Practico malayo y al fondo el comisario Político Ignacio.

Las guardias con este negro pasaban rápido, siempre tenía algún tema para iniciar una conversación o participaba con interés en los que yo comenzaba para matar el tiempo. No recuerdo haberle llamado nunca la atención por problemas laborales, su única debilidad era el alcohol y lo entendía, fue mía también durante muchos años. Hizo un dúo perfecto con otro mulato de apellido Guerra, era marinero de cubierta y uno de los mas fuertes que tuve como subordinado, media de estatura unos seis pies y así de alto era su carácter noble.

La noche transcurría con la misma lentitud de las operaciones de descarga en Nuevitas y ya cumplía una semana con fiebre provocada por el estrés que me encontraba viviendo. Todo había comenzado mal en ese fatal viaje y se prometía finalizarlo de la misma manera. El último encontronazo con el político lo había tenido una media hora después de nuestro atraque y ya estaba desesperado por cerrar este capítulo de mi vida.

-¡Primero, vamos a iniciar la descarga por las bodegas Nr.3 y 4! Me dijo ese mediodía un individuo que se sintió con autoridad para abrir la puerta de mi camarote y pasar sin ser invitado.

-Vamos a hacer una cosa, salga de mi camarote, toque la puerta y si yo lo autorizo entra. ¿Qué le pareció? El tipo cambió de colores y no supo que responder, afortunadamente hizo lo que yo le dije. Tan, tan, tan. -¡Pase! Creo haber observado rastros de vergüenza en su rostro, quizás le quedaba un poco de ella. -¿Y bien?

-Yo le decía que íbamos a iniciar la descarga por las bodegas Nr.3 y 4…

-¡Vamos a ver! ¿Quién es usted para tomar esas decisiones sobre las operaciones de mi barco?

-¡Mire, yo soy el Secretario del Partido en el puerto!...

-Usted será todo lo secretario que manifieste, pero eso no le da potestad para decidir en un asunto que no conoce. Yo me encontraba en una fase de agresividad suprema y no lo dejaba terminar de hablar.

-Es que eso no lo he decidido yo, cuento con la autorización del Primer Oficial para el trabajo político a bordo…

-Entonces le sugiero que vuelva a salir nuevamente de mi camarote y se fije en un cartelito que existe encima del marco de la puerta. Para evitar que se mueva se lo voy a decir, ese cartelito dice “Primer Oficial”. Esa es la persona responsable del cargamento, departamentos de cámara y cubierta, mantenimientos, reparaciones, y por si no lo sabe, es el sustituto del Capitán en su ausencia. ¿Comprende lo que le digo?

-Sí, yo lo comprendo, pero como el comisario me autorizó…

-No, usted no ha comprendido nada y le voy a explicar. El Político no tiene responsabilidades administrativas alguna y menos aun con el cargamento del buque. Así que, si lo desea, puede retirarse ahora mismo y consultar con la administración del puerto. Cuando lo haga, yo le diré por dónde comenzaremos la descarga o lo analizaré con el jefe de buque, quien seguro está más documentado que usted de estos menesteres. El tipo salió de mi camarote enojado y sentí cuando tocó en la puerta del Político, no hubo reclamación alguna y unos minutos más tarde se presentó el verdadero Jefe de Carga y el Jefe de Averías en mi camarote. Aquel sería el último intento de ese individuo por arrebatar el mando que me pertenecía y que defendí hasta las últimas consecuencias.



Motonave "Lázaro Peña"

Continué la guardia de bodegas junto a Rojitas, había regresado de la entrada del puerto media hora antes de que llegara Pascasio con su borrachera de lealtad hacia su amo. Diariamente me sentaba en uno de los bancos que había en la elevación existente desde la salida del puerto hasta las oficinas. Allí esperaba por el secretario del partido del barco, le prometí una buena entrada de tranca cuando lo agarrara en la calle y nunca bajó, era sumamente pendejo y falto de criterio propio. Le decían “El Chino”, era un mulato engrasador con residencia en Alamar, me conocía desde el buque “Aracelio Iglesias”. La tripulación del “Bahía de Cienfuegos” estaba compuesta por una mitad de aquel buque y otra que vino del “Lázaro Peña”, todos ellos se arroparon al calor del Político y la mayor parte de los chivatos a bordo eran de esa procedencia.

Un tercio de la tripulación se encontraba disfrutando unos días de descanso en sus casas, lo que obligaba al resto que permanecía a bordo a realizar guardias de 24 x 24. Yo compartía esas guardias con el Segundo Oficial de apellido Luaces, una persona muy cumplidora de sus deberes y leal subordinado a sus superiores. Era indiferente a lo que ocurría en el buque, pero no entraba en ningún tipo de mariconerías, era un excelente oficial. El Capitán se ausentó del buque desde nuestra llegada sin darme explicación u orientación alguna, tampoco puedo afirmar que lo hiciera con el Político, algo que no dudo. O sea, se fue a la mierda dejando todo el ambiente envenenado creado con sus pendejadas, lo normal hubiera sido que me informara de sus intenciones y dejara algunas ordenes como sucede en cualquier buque, nada de eso ocurrió.

Al día siguiente y siendo aproximadamente las nueve de la noche, se estacionó junto a la escala real un auto marca Volga del que descendieron sus cinco ocupantes. El Capitán había regresado ese mediodía, lo que me hace suponer que tuvo información sobre la llegada de los miembros de la “comisión investigadora”.

-¡Ya estamos aquí! Fue todo lo que me dijo Miguel Haidar cuando paso junto a mí, todas las caras me eran familiares y nos saludamos a secas. Comenzó la rumba que ya he contado en mi trabajo titulado “Mandado a matar”.

-Pascasio, ¿dónde se encuentran los tripulantes? Le pregunté un mediodía de sol radiante, se suponía que los marineros debían estar trabajando en cubierta. 

-Yo les di el día franco para que descansaran. 

-¿Por qué deben descansar? Hace varios días que no trabajan por culpa del mal tiempo que atravesamos.

-Bueno, como es que en los mal tiempos no se descansa plenamente, yo pensé que…

-El problema es que tú no estás aquí para pensar nada, solo para cumplir órdenes. ¡Llama a toda la marinería a trabajar!

Siempre tuve por norma darles poderes a los contramaestres, era una manera muy simple de estimularlos y darse a respetar entre la marinería. Todo ese andamiaje sobre la distribución del trabajo, francos del personal y asuntos disciplinarios sin importancia se los dejaba a ellos. Yo también me beneficiaba con esa acción, disponía de mas tiempo para dedicarlos a otros asuntos verdaderamente importantes. Todo este tipo de consideraciones las cancelaba ante un Contramaestre pendejo al que la marinería no respetaba. En ese caso le retiraba todo el mando y confianza ofrecida y tomaba las riendas. Esto sucedió con Pascasio y otro contramaestre que navegó conmigo en el buque “Aracelio Iglesias”.



Motonave "Aracelio Iglesias"


Es casi seguro que muchos se hayan encojonado conmigo, sin razón, como es de suponer. Lo cierto es que yo le seguía los pies y pisadas a este contramaestre de mierda. Los que navegaron conmigo saben perfectamente que nunca fui extremista y que defendía a mis subordinados, pero en este caso no iba a aceptar ningún destello de rebeldía o independencia de este hijoputa que no quería reconocerme como su jefe inmediato. Diariamente y después de desayunar, yo hacía un recorrido por la cubierta principal y supervisaba el cumplimiento del plan de trabajo que le había entregado. No le acepté ningún tipo de propuesta que se apartara de aquella planificación, yo sabía que eran órdenes recibidas del político y no estaba dispuesto a ceder.

-Pascasio, ¿qué hacen? Le grité desde el alerón del puente cuando lo vi con un saco de arroz perteneciente a la carga, seguido de una fila compuesta por los marineros de cubierta y otros personajes del departamento de cámara. 

-Estamos llevando estos sacos de arroz para la gambuza del barco. Me gritó cuando se detuvo y puso el saco sobre la cubierta. Toda la hilera de hombres se detuvo, algunos mantenían su saco cargado al hombro, todos esperaban los resultados de aquel inesperado diálogo.

-¿Quién eres tú para extraer nada de las bodegas?

-Es que no he sido yo, ha sido una orden del Político.

-Pascasio, regresa inmediatamente esos sacos a las bodegas, eso es robo a la carga e inmediatamente voy a redactar un informe. El político no es nadie para intervenir en asuntos que no competen a su cargo.

-¡Pero, mira! Es para la alimentación de la tripulación.

-Pascasio, cumpla la orden que le di, eso es robo a la carga. Cargó nuevamente su saco y giró sobre sus talones. Después de todo fueron idiotas o un acto de provocación deliberada, aquellos sacos fueron extraídos de la bodega nr.1, la que mas a proa se encontraba. Si la acción hubiera sido realizada en las bodegas nr.4 ó 5, puede que no me percatara de la fechoría que estaban realizando. Normalmente uno se sienta en el puente y extiende la mirada al horizonte, ocultándose a la vista los objetos más cercanos.

-Primero, yo ordené sacar esos sacos para garantizar la alimentación de la tripulación. Me dijo en tono desafiante el Político una vez en el puente.

-El gran problema es que usted no es nadie para dar ese tipo de órdenes y ese acto cometido es un delito penado por las leyes, es robo a la carga. De nada le sirvió todo tipo de justificaciones, conmigo nunca tuvo éxito, yo no iba a subordinarme a el como el Capitán del buque. Yo no hice informe alguno sobre ese evento, si me hubieran pedido autorización, quizás aceptaría ser cómplice de ese delito que luego se puso en práctica en algunos buques. Lejos estaba de imaginar que, se convertiría en uno de los argumentos presentados en mi defensa cuando se solicitó mi expulsión de la flota. Los encontronazos con Pascasio no se detuvieron a lo largo de ese agotador viaje, creo haya sido el Contramaestre mas perro y miserable con el que me tocara navegar.


Motonave "Bahia de Cienfuegos"

-¡Ya estamos aquí! No he podido olvidar aquellas palabras, esa noche se decidiría mi suerte, la batalla recién comenzaba y no quiero volver a contarla. Mientras se desarrollaba lo que en apariencias sería una normal “Junta de Arribada”, mi fiebre comenzaba a ceder. A mitad de aquella reunión que terminara a las tres de la madrugada, ya estaba convencido de haber ganado la pelea. Todos ellos hablaron y en la medida que lo hacían, se arrojaban sobre sus cabezas enormes tanques de mierda. Ninguno imaginaba la existencia de mi informe, que como dije en otra ocasión, contaba con veinticinco paginas escritas a máquina con el mínimo de espacio entre líneas. No imagino el rostro de Pascasio cuando en plena reunión del partido le aplicaron la máxima al Político y lo expulsaron de la marina. ¿No iba a salir por donde lo hiciera su hermano? Luego me enteré de algunas amenazas surgidas en aquella reunión, hubo un timonel de nombre Carlos, no recuerdo si García de apellido, que prometió darme una paliza. Este maricón fosforescente vivía también en Alamar y sabia donde yo vivía, nunca se apareció a cumplir su promesa. Hace poco me enteré de que vive en Miami y mantiene un perfil bastante bajo, le recomiendo que continúe viviendo así, abrumado por su conciencia por todas las hijaputadas que hicieron en la isla. Pascasio también fue sancionado por su partido, no sé si el maricón aún se encuentre vivo.



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2018-06-30


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