domingo, 24 de junio de 2018

¡LATAS A BORDO!


¡LATAS A BORDO!



Motonave "Maffo"


Si fundieran todas las latas que consumí en mi vida de marino cubano, no exageraría si digo que el metal alcanzaría para fabricar un tanque de guerra. Imagino que las toneladas de metal que correspondieron a la flota en general, serían suficientes para fabricar divisiones de esos carros blindados.

Yo alcancé a un pedacito de aquel tiempo de gloria cuando te sentabas en el comedor. ¡Qué tiempos aquellos, maravillosos! ¡Aquellos desayunos! Solo los viejos los recordaran, eran fenomenales. No solo por su calidad y presentación, es que desde que entrabas al comedor, cualquiera de ellos, tripulantes u oficiales, el primer impacto que recibía tu vista, era la presencia de un camarero aseado y vestido con una elegante filipina. Ellos eran preparados antes de enrolarlos en un barco, los mandaban a la escuela de alta cocina del hotel Sevilla. ¡Coño, que amables y serviciales eran! Luego, no, cualquier salvaje podía ocupar esa plaza sin haber pasado escuela alguna. El menú era variadísimo y se ofertaba navegando o estando atracados en La Habana. Nunca vi a un cocinero enojado cuando algún tripulante solicitaba renganche. Luego, si, los huevos tenían nombres y apellidos. 

Recuerdo que una vez saliendo de Japón para Cuba, porque eso, sí, los que me conocieron saben que yo lo hacia con frecuencia. Bueno, uno de esos días bajo a inspeccionar el servicio que se le ofrecía a la marinería en su comedor, y a que no adivinan. El camarero era un gordo hediondo que se encontraba ausente en ese fatal instante, lo encontré mecaniqueando una bicicleta vieja en la cubierta posterior a la cocina. Estaba sudado el hijoputa, y lo lindo, vestía una cochina filipina. Le dije que fuera al comedor inmediatamente y allí lo abochorné delante de todos los tripulantes. Por supuesto, el Contramaestre se llevó una gran descarga por ser el jefe de aquel comedor. ¡Claro! Aquel gordo asqueroso era militante del partido y yo sabía que me llevaría a la corte donde ellos juzgaban a los que éramos “simples”, nombrecito con el que nos bautizaron a los que no militábamos en nada. En fin, esa era una de las causas por las que se me acusaba como “anti-partido” en todas mis evaluaciones.


                                               Motonave "Bahía de Manzanillo"

¿El almuerzo? Fenomenal para aquellos tiempos borrados con tantas olas y nieblas. ¡Miren! El plato principal casi siempre estaba compuesto por los motores de la vaca, o sea, sus vísceras. Un día tocaba hígado a la italiana o en bistec, otro día pata y panza (combinando motor y carrocería), lengua, riñones, corazón, seso. Otras veces sumaban a esas ofertas un buen plato de calamares enchilados o en su tinta, etc. ¿Quién se acuerda de eso? Solo los mas viejos. ¡Oh! Teníamos a troncos de “Mayordomos”, ninguno de ellos improvisados, debidamente uniformados con su gorro de hongo incluido. Ya les digo, era una maravilla navegar disfrutando de esas condiciones. Pero todo se jodió de la noche a la mañana en muy corto tiempo y las vacas dejaron de tener motores, eso creo.

Por la tarde nos tocaba la batería fuerte, buenas carnes, excelentes pescados, pollos y cerdos cocinados de diferentes formas. Era una total competencia entre nuestras aceptaciones y las ofertas de aquellos mayordomos estelares. Siempre, fíjense bien, siempre hubo excedentes para satisfacer los estómagos de los más comilones. Antes de que se me olvide, por esos tiempos algunos capitanes les exigían la presentación del menú al mayordomo y anulaban cualquier plato que estuviera repetido en la semana corriente. Ya lo dije, todo se fue a la mierda y esas exquisiteces fueron consideradas reminiscencias del pasado, desviaciones ideológicas, vicios burgueses y cuanta mierda se les ocurrían a los dignos representantes del proletariado. ¡Ah! Si tenias que realizar maniobras de noche, cuando ella finalizaba, nos dirigíamos a la cocina y allí nos esperaba una suculenta merienda.

Todo se fue al carajo, las vacas proletarias andaban sin motores o salieron a cumplir misión internacionalista. Los mayordomos desaparecieron de las nóminas y aparecerían después como primeros cocineros. Solo que ellos existieron antes del crecimiento descomunal de la flota, eran poquitos. Entonces, aparecieron esos animalitos con carnet que tenían la magia o poder de trasladarte inmediatamente a cualquier campamento cañero en cada plato elaborado. Fue así como los buenos cocineros llegaron a ser subastados y discutidos, ellos eran los únicos hombres a bordo con el suficiente poder para transformar a toda una tripulación buena en otra muy conflictiva, no digo, yo.

¿El bistec? Adquirió una dimensión divina y comerse uno llegó a tener tanta importancia como ganarse la lotería. En fin, las vacas se fueron también del pais. ¡Oh! Es aquí cuando entre discursos, círculos de estudios ofrecidos por el sindicato, partido y UJC, aparecieron milagrosamente nuestros hermanos socialistas para salvarnos la vida. ¡Qué les cuento para que me crean! No hubo necesidad de esperar al famoso “Periodo Especial”, sin acento en la “i”, porque eso ha sido nuestras vidas desde que nos cayera esa puta mota negra con su embrujo.


Motonave "Jose Antonio Echevarria"


¡Llegó el laterío socialista, coño! Hay que ver, mira que yo pierdo tiempo en los mercados leyendo cada producto buscando la fecha de vencimiento. Los del CAME superaban a todos los países capitalistas, ninguno tenia fecha de vencimiento, muy bien pudo ser un secreto de estado, ya conocen ustedes esos vicios por el secretismo que esos infelices sufren. Los cuchillos se oxidaban y en su lugar fueron adquiridos abrelatas eléctricos, toda una novedad. ¡Vengan latas para abrir, coño! ¿Se acuerdan de la leche condensada “Sierra Maestra”? Llegaban a los barcos con el color propio del “fanguito”, me refiero al dulce de leche que las viejas llamaban en “baño de María” o hervida. Para diluirla los cocineros debían pasar largos minutos batiéndola, era hasta milagrosa, una vez diluida adquiría nuevamente el color blanco. Nadie supo nunca en cual siglo fue producida antes de llegar a los barcos y hogares cubanos, esperemos a que desclasifiquen documentos de la KGB, porque esa leche con tan sugestivo nombrecito, era un producto de la CCCP.

¡Miren que se abrieron latas en nuestros barcos! Solo les voy a mencionar algunas que fueron muy famosas, porque no solo llegaban de la Unión Soviética, los búlgaros no se quedaron atrás en esos experimentos. Lo mas jodido de todo eso eran las pocas variedades y esa enfermedad por la repetición. Luego vimos esa enfermedad en los agromercados de la isla, si era el tiempo del tomate, salias y solo encontrabas tomate, tomate, tomate, tomate. Ni una puta lechuga para combinarlas y menos aún un pepino, había que esperar por el tiempo de ellos. Entonces todo era pepino, pepino, pepino, col, col, col, col, papa, papa, papa, papa, berenjena, berenjena, berenjena. Era como si las viandas y vegetales tuvieran problemas personales o ideológicas que requería mantenerlas separadas.

¿Quién recuerda aquellos postres búlgaros que eran unas bolitas negras? Aun hoy, decenas de años después de la caída del muro de Berlín, no logro adivinar cuál era aquella puta fruta con las dimensiones y formas de una aceituna. ¿Qué les puedo contar? Imaginen un viaje de ida y regreso atravesando el infinito Océano Pacifico, viendo diariamente el platico del postre con aquellas bolitas en su almíbar negra también. Otro viaje nos tocaba consumir los dulces de pera búlgaros, estos resultaban un poco cómicos. Tenían una masa blindada y cuando pretendías picarla con la cucharita, salía disparado en cualquier dirección, muchas veces paraban en las piernas del comensal que tuvieras enfrente. Ese viaje era de peras, peras, peras y peras, llegabas a sentir odio por ellas y rechazarla como a cualquier enemigo. ¡Oh! Ni se te ocurriera decir que esos productos eran una mierda, ya saben, “desviación ideológica” que tú conoces. Lo mismo sucedía con los melocotones búlgaros, también eran blindados. Las manzanas debieron pertenecer a tropas especiales.



Motonave "Victoria de Girón"


¿Cómo sustituyeron los motores de las vacas en los almuerzos? ¡Uff! Estamos hablando de productos altamente nocivos y radioactivos sin fechas de vencimiento. ¿Se acuerdan de los “ajíes rellenos” búlgaros? Estos encabezaban la lista con mayor porcentaje de rechazo entre nosotros. No se sabia que puta mierda contenían dentro y el sabor era horrible. No conformes, nos enviaron también aquellas latas de “col rellena”, otra versión más dramática que el ají y con igual escala de rechazo que el anterior. ¡Vamos, vamos! Nosotros tampoco nos quedábamos detrás en competir por ser el peor. ¿Quieren algo con el sabor más horrible del mundo que aquellas latas de “tronchos de pescado” fabricados en Cuba? Por entonces, las sardinas eran artículos de lujo servidas en los desayunos. Venga Spam, spam, spam, carne rusa, carne rusa, carne rusa, carne china, carne china, carne china. ¡Uff! Vaya colección metálica almacenada en nuestros estómagos y los trastornos provocados.

Llegaron tiempos peores en la medida que se derribaba cada ladrillo de aquella inmensa muralla ideológica, fueron tan malos que hasta esas despreciables latas desaparecían de nuestras ganbuzas y no fue lo peor. Arribábamos a un puerto cualquiera y no encontrábamos dinero para avituallarnos ni cobrar, entonces, comenzamos a extrañar aquellos miserables productos, porque cuando eso ocurre, no se piensa con el cerebro, el estomago es el que manda. El hambre no identifica ideología o calidades, eso nos pasó en muchos viajes.

Hay muchas historias por escribir, como la vergonzosa de vernos obligados a realizar trueques de cables y cabos viejos por comida para poder continuar viaje. Miserias que siempre aceptamos complacidos cuando fuimos dominados por nuestros miedos, porque hablemos claro, nos sobró valor para enfrentar galernas, pero fuimos castrados para reclamar nuestros derechos.

Si fundieran los cientos de miles de latas abiertas en nuestras cocinas, el metal hubiera sido suficiente para fabricar divisiones de tanques de guerra.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2018-06-24


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1 comentario:

  1. Verdad que fueron tiempos como comer en tiempos de guerra
    Le roncaba el mango y le zumbaba la berenjena.

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