jueves, 31 de mayo de 2018

EL GUAJIRO MARRERO


EL GUAJIRO MARRERO


Motonave "Aracelio Iglesias", escenario de esta historia.


Viniendo de una tierra en constante evolución y donde la gente cambia tanto, se corre un altísimo riesgo elogiar las virtudes de una persona cuando se ha compartido con ella por corto períodos de tiempo. Las noticias que se escuchan con frecuencia son alarmantes, aquel que una vez consideraste bueno, se convirtió poco después en un hijoputa y el que lo era de profesión obtuvo un doctorado, no he leído que ninguno se transformara en bueno y continúan arrastrando su estela de desprecio por parte de sus víctimas. 

Asumo todas las responsabilidades en el caso del guajiro Marrero, sigo creyendo que pertenece a esa estirpe de hombres que no cambian nunca y como perteneció a una etapa muy importante de mi vida, estas eran unas letras pendientes de agradecimiento. De muchos he sabido que no soy muy aficionado al homenaje “post mortem”, prefiero que los buenos lo disfruten cuando aun se encuentran vivos, solo que a veces llegas tarde y no queda otra opción.

No he conocido a otro que le rinda mejor culto a su apodo que este hombre, era un guajiro mas natural que Polo Montañez. Su hablar, andar, vestir, gustos, gestos y proceder, lo sentaban en la montura de un barco como si se tratara de un caballo. Nadie en las calles habaneras pudiera pensar que se trataba de un Capitán de la marina mercante cubana, él era solo él, guajiro de pies a cabeza. Luego, la naturaleza lo premió con una simpatía sin par. Hay gente desafortunada que de solo hablar caen mal, no fue su caso y un momento especial ocurría cuando debía hablar inglés, se escuchaba con el mismo acento de Justo Vega, el de Palmas y Caña.

Con Marrero me estrené como Primer Oficial y le agradezco en el alma me haya aceptado sin experiencia en esta plaza. Acá piden un currículo cuando se aspira a muchos trabajos y casi todos exigen experiencia. En Cuba eso no existe, pero en nuestro caso, los capitanes se encargaban de pasar por el Departamento de Cuadros para consultar sobre los oficiales disponibles y elegir los de sus simpatías o intereses. Sin cuestionamiento alguno, el guajiro me aceptó y si algo me benefició muchísimo, fue que estuvimos atracados durante tres meses en el muelle “Aracelio Iglesias”. En esa situación se me ordenó hacer los cálculos de estabilidad para hundir la nave en las condiciones de “lastre, media carga y full de carga”. Sugerencia de los militares cubanos involucrados en las maniobras “Fortaleza”, una de las tantas que se hicieron esperando que nos invadieran. Lo cierto es que una vez terminados esos engorrosos cálculos, ya tenía un dominio casi total sobre la estabilidad de ese buque, muy noble y fácil de explotar, me refiero a la motonave “Aracelio Iglesias”.



Motonave "Aracelio Iglesias".
Aquellos casi tres meses atracados en La Habana por desperfectos en la cadena “Puerto-Transporte-Economía Interna”, resultó una escuelita oportuna para torear al ser humano, el elemento mas complejo dentro del contenido de trabajo de un Primer Oficial. Cuando el buque se encuentra navegando es mucho mas sencillo controlar las actividades de los hombres, atracados exige mucha más atención y tienes que extremar los controles. El hurto es una de las principales razones y sus víctimas preferidas, los alimentos de la tripulación y material de mantenimiento, pinturas, sobre todo. Ese tiempo se convierte en una pelea constante de gatos contra ratones y cuidado, nadie está excluido de robarse sus cositas. Ese tiempo atracado en La Habana yo lo denominé “La Batalla del Chorizo” y no fue por gusto. Resulta que el ministrazo de Guillermo García tenía una finquita donde producía sus cositas y uno de aquellos días, muy anormales tuvieron que ser, nos envió un saco de yute conteniendo chorizos. ¿Qué les cuento? A mediados de viaje y luego de consumir varios potajes, noté que en ninguno se había agregado ni un trocito de aquellos embutidos. Le pregunté al sobrecargo Nerey y no supo darme una respuesta, le debo unas merecidas líneas a este personaje. Aquellos chorizos eran alados y sabe Dios a cuales barrios de La Habana volaron.

Muchas cosas suceden en esa larga estadía en cualquier puerto cubano, el barco se llena de inspectores y otros elementos a la hora de almuerzo y debes tomar precauciones para que no dejen a la tripulación sin los alimentos que les pertenece. Otros realizan visitas mas breves, son aquellos que confundieron a los buques como mercados o ferreterías y llegan pidiendo algo, todo es urgente, como si nuestras necesidades no formaran parte de esa cadena de fatalidades.

El barco estaba en buenas condiciones y como es de suponer, algún hijo de puta tenia que llegar a querer disputarme la plaza. Gracias a Dios estaba Marrero de Capitán y siempre me alumbraba, algunos dispararon sus dardos venenosos buscando su objetivo, me río cuando alguien me demanda ética a la hora de referirme a hijos de putas. Uno de aquellos despreciables individuos fue Jorge Torres Portela, ya le dediqué un trabajito titulado “El Capitán Chocoleito”. Lo habían tronado de Capitán y andaba puteando una plaza de Primer Oficial, solo que utilizando los métodos propios de su especie. Esta practica de serrucharle el piso a un conocido fue muy popular en sus tiempos, participaron de esa miserable acción compañeros de estudios y hasta alumnos míos, que pena de hombres.

Con el guajiro di uno de los viajes más difíciles de mi carrera, mucho mas cuando te inicias en un cargo tan complejo como el del Primer Oficial. Ocurría en el norte de Europa uno de los inviernos mas crueles de los últimos años y fuimos destinados a descargar en Finlandia. Temperaturas muy bajas y el mar congelado a nuestro alrededor, me obligaron a ser mucho mas desconfiado y cauteloso, estar atento a cada acción por tomar. Ya conté por alguna parte que debimos “hacer agua” y en ese buque era responsabilidad de cubierta, navegué en otras naves donde esa operación pertenecía al departamento de máquinas. Luego de darle las orientaciones al contramaestre sobre el nivel donde debía cerrar la toma, repitiéndole varias veces que el tanque no podía llenarse, lo encuentro una hora mas tarde acurrucado y tapado en su cama. Deben imaginar la cojonera que le formé con la promesa de desenrolarlo inmediatamente a la llegada a La Habana. Promesa cumplida sin que me temblara la mano por varias meteduras de pata que cometió en el curso del viaje. Estaba escrito que no debía confiar mis responsabilidades en subordinado alguno y sobreviví gracias a ese ángel que me acompañó durante los últimos años en la flota. Si durante mis primeros tiempos como marino, aquellos viejos lobos de mar eran capaces de sufrir un arañazo del casco durante cualquier atraque, hoy la indiferencia había contagiado al noventa por ciento de sus tripulantes y había que cuidarse mucho.



Motonave "Aracelio Iglesias".
Las noches extremadamente largas en estos países durante su tiempo invernal, es una de las principales causas de las depresiones en los seres humanos, mucho mas cuando no perteneces a estas latitudes. Díganmelo a mí que me ha costado un cuarto de siglo en adaptarme. En esas circunstancias, parece que el guajiro tenía sus métodos muy particulares para evitarla. Su camarote quedaba exactamente encima del mío en la banda de estribor y no fueron pocas las veces que me despertó de madrugada. ¡Bum, bum, bum! Se estremecía el techo teniendo como fondo alguna música de aquellos tiempos dorados, su camarote poseía un buen equipo de música. Entonces, lo imaginaba tratando de aprender a bailar cualquiera de los ritmos de moda. ¡Claro! Acompañado de un vaso de ron, porque no puede negarse su afición por el traguito. Me desvelaban aquellos frecuentes conciertos por el que nunca pagué y no quería adivinar como serian aquellos extraños pasillos. Mezclas de punto guajiro, milongas, corridos, joropos, danzones y cuanto movimiento identifica al hombre con su tierra, difíciles de descifrar cuando convergen en dos pies tratando de despegar. 

Otras veces, una vez sonados dos cañangazos, el guajiro me llamaba al camarote para analizar tal o cual situación. Esa era la parte más difícil del trato con él, no paraba de hablar y nunca intenté detenerlo por respeto, todo parece indicar que las botellas abiertas en su camarote contenían cierta dósis de loro o, cuando menos, tenían la propiedad de reencarnarlo en una de esas aves habladoras. Una noche y después de sonarse unos tragos, convocó a la oficialidad de cubierta a una reunión supuestamente de trabajo. Puse la alarma de mi reloj electrónico y acudí a la cita, no recuerdo exactamente la finalidad perseguida. Hablaba, hablaba, hablaba como un condenado papagayo y al final no decía nada. Cuando había transcurrido una hora de su monólogo sonó la alarma del reloj y todos se quedaron mirándome, Marrero estaba pasmado, era como si de pronto le amarraran la lengua, creo que le dedicamos un minuto de silencio. ¡El coño de tu madre! Fue todo lo que dijo y el primero en salir de aquel camarote que no era el suyo, ni el mío. Claro que nos reímos todos, nadie se enojó por aquel tiempo perdido.


Motonave "Aracelio Iglesias"


Saliendo del puerto de Aalborg-Dinamarca, ya lo he contado en otra oportunidad, sucedió uno de los hechos mas cómicos protagonizados por este guajiro. Listos para largar los últimos cabos y con el Práctico en el puente, me canso de llamar al Capitán por el intercomunicador durante varios minutos sin que apareciera. Pude pensar que había desertado y estuve a punto de abortar la maniobra. El puente estaba totalmente oscuro y el Práctico no cesaba de insistir sobre la presencia de este tropical personaje. Moviéndome en medio de la oscuridad choco con la silla del Capitán y noto que estaba ocupada por un bulto cubierto con una frazada de dormir.

-¡Oye! ¿Quién coño eres tú? Le pregunté sorprendido.

-¡Sigue la maniobra, comemierda! Lo estás haciendo muy bien, hay un frío del carajo. Respondió con toda la naturalidad del mundo y solo salió de su escondite con una botella de ron para el Práctico cuando despegamos del muelle. Poco antes de la salida del puerto quedamos atrapados por los hielos y necesitamos los servicios de un rompehielos. Aquella masa blanca nos empujaba en su deriva hacia bajas profundidades y corrimos el peligro de vararnos. En ningún momento dio muestras de nerviosismo y asumió su cargo con toda la serenidad del mundo, siempre con su estilo muy particular, como si se tratara de un rebaño de vacas, solo que se trataba de un vaquero muy profesional.

-¿Qué tu crees? ¿Le decimos que inicie la carga con esta propuesta suya? Me entregó un plano de carga confeccionado por un Capitán belga en el puerto de Amberes. En esos tiempos, la marina mercante contrataba los servicios de una agencia que se dedicaba a estos menesteres. 

-Tengo que revisarlo, yo no puedo aceptar una propuesta sin conocer el contenido de ese plano de carga. Le respondí a secas, ya les mencioné mi desconfianza en todo lo relacionado con mi cargo, ¿Por qué debía confiar en un belga?

-El problema es que ellos comienzan las operaciones a las siete de la mañana y mira la hora que es.

-Aun así, no me importa pasarme toda la madrugada revisando esos cálculos y distribución de la carga. Pasaban las diez de la noche y los que han realizado ese trabajo saben perfectamente que esos cálculos podían superar las seis horas de trabajo.

-Capitán, no procede la distribución de la carga propuesta por el belga. Le dije esa mañana a las seis y treinta.

-¿Qué pasó?

-Este hombre me ha colocado 2000 Tm. de leche en polvo junto a productos químicos en la misma bodega. Aquí esta mi plano de carga nuevo.

-¡Coño, escapamos! Tenías razón anoche. En esos instantes se presento el Capitán belga y le informé de su error. El tipo recibió la noticia con mucha vergüenza y me invitó a su oficina. Luego de ofrecerme a una taza de café servido por una hermosa secretaria, el hombre me entregó un sobre con plata para que me tomara unas cervezas. Realmente contenía el dinero suficiente para varias borracheras y acepté con gusto el soborno. El fin perseguido con aquel dinero era mi silencio y lo complací. Yo estaba convencido de que si hubiera contaminado aquel cargamento, la seguridad del estado cubana me reservaría una suite en el Combinado del Este.

-Capitán, trate de conservar a este Primer Oficial, es la primera vez que me revisan un plano de carga y no han sido pocos los barcos cubanos que he atendido. ¡Cuídelo! Se lo digo yo que soy Capitán. Esas fueron sus palabras según me contara el guajiro una vez concluidas las operaciones. Aquel cumplimiento de mi deber aumentó la confianza del guajiro hacia mi trabajo y nunca intervino en los asuntos concernientes a mi cargo. Una vez en La Habana fuimos relevados de nuestros puestos por los dueños del “Aracelio Iglesias”. Miguel Haidar relevó al guajiro y el Primer Oficial Amaral lo hizo conmigo. Unos seis meses mas tarde regresé nuevamente a ese barco.

Desde Cuba me escribió el amigo Arabí, casualmente conocía al guajiro Marrero y la opinión que le di sobre su persona no había variado un milímetro en sus últimos años en la marina mercante cubana. Yo estaba convencido de que así fuera, es muy difícil que los verdaderos hombres puedan cambiar. Después me dijo que Marrero había abandonado la isla y que vivía en La Florida. Como mantiene un perfil bajo no lo he encontrado por ningún lugar y es posible que alguien de los que me lee lo conozca. Menciónenle estas letras dedicadas a él ahora que está vivo, de muy poco servirán una vez que se despida de nosotros. Él es merece estar en la colección de los buenos como otros tantos de los que he escrito, vivos o muertos, buenos.

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2018-05-31


xxxxxxxxxxxxx

No hay comentarios:

Publicar un comentario