jueves, 19 de abril de 2018

VICTOR, PRESO POR TRAFICO DE ESPERMATOZOIDES.


VÍCTOR, PRESO POR TRAFICO DE ESPERMATOZOIDES.




Motonave "Habana", escenario de esta historia.



-¡Coño, asere! No me hagas eso, si me agarran me van a partir la vida. Había llegado dos horas después de solicitado, al menos existía el servicio de taxis de recogidas. Sobrepasaba cómodamente las doce de la noche y no resultaba fácil trasladarme desde Santos Suarez hasta Alamar en guagua con tres niños, debía convencerlo. Su voz me resultó familiar, no le había visto el rostro aun, el Lada es un auto muy bajito y estaba concentrado en montar a mi esposa y tres niños en el asiento trasero. Cuando me dispuse a montar pude observarlo en la penumbra de aquel bombillito de luz opaca y amarilla, era él, un poco más grueso que cuando dejé de verlo.

-¡Coño, Víctor, no jodas! Asere, esos tres niños no hacen el peso de una persona.


-¿Cómo dijiste?


-Que esos niños no pesan nada, ¿no ves lo raquíticos y chiquitos que son?


-No es esa mi pregunta exactamente, ¿me llamaste por mi nombre?


-¡Claro, compadre! ¿No me conoces?


-Blanco, no me acuerdo mucho de ti. ¿Quién eres? Te aseguro que si me agarra un inspector me van a partir el alma.


-Yo les digo que se agachen, tú verás que escapamos. Yo estaba contigo en el barco cuando te echaron palante por templarte a la pasajera y te bajaron preso al llegar a La Habana. Detenido el auto en la esquina de La Sola y Lacret giró el rostro para observarme, no acababa de convencerse, ya habían pasado varios años y mi fisionomía había cambiado gracias a unas libritas de más.


-Es que no logro ubicarte, ¿Qué plaza ocupabas cuando aquello?


-Yo era timonel y estaba mucho más flaco, más joven también.


-¿Cuál es tu nombre?


-¡Casañas, compadre! Solo entonces me dio la mano y sentí ese fuerte apretón sincero del saludo que intercambian los hombres, sonrió mientras doblaba a la derecha en Vía Blanca.


-Nos vamos por aquí, hay menos posibilidades de cruzarnos con inspector alguno y tampoco abundan los patrulleros. ¡Claro que me acuerdo de ti! Que tiempos aquellos, ¿te acuerdas de la hijaputada que me hicieron?


-¡Claro que lo recuerdo! Han pasado 50 años y conservo esa injusticia muy fresca en mi memoria. Disculpa si me he demorado en compartirla. Miré hacia el asiento trasero y los niños se habían dormido, pudimos remontarnos hasta ese viaje sin omitir detalles.


…En el puerto de Rotterdam embarcaron dos pasajeras, una era blanca caucásica, algo rubia de pelo rizado, no sobrepasaba los treinta años. Su cuerpo era atractivo, nada escandaloso tampoco si se comparaba con el de muchas criollitas. Nalgas sin exageración, discretas y colocadas perfectamente para demostrar que no era planchada, piernas bien torneadas que armonizaban con su estatura. Era de esas mujeres que siempre tenían una sonrisa a flor de labios, como si fuera feliz o estuviera a punto de lograr ese estado de satisfacción espiritual durante o después de este viaje. No podíamos adivinarlo, nuestras culturas eran muy diferentes y los contactos con seres de otras tierras muy escasos.


La otra pasajera era francesa, todo parecía indicar que las unían un fuerte lazo de amistad, siempre andaban juntas. Contrario a su amiga, ella era de baja estatura, pelo muy negro y lacio. Poseía una figura mas cercana a las nuestras, nalgas pronunciadas que sobresalían la media de todas las europeas, muy a la medida de nuestros gustos. Gustaba reír también, quizás compartía la misma felicidad de la inglesa o solo lo hacía por complicidad. Era mas provocadora en su vestir y dejaba a la vista unos senos apetitosos, erectos aun por el uso de ajustadores, enfilados como lanzas puntiagudas, como lo mostraban nuestras tías y abuelas. Solo un detalle la distinguía de su amiga además del físico, le gustaba fumar tabacos. Se le podía encontrar con un puro en la boca en sus paseos por la cubierta de botes y el estilo de llevárselo a los labios era sensualmente provocador, al menos para nosotros los de mentes podridas.



Motonave "Habana", hundida en Angola por hombres ranas de Sudáfrica.


Nadie sabe los motivos de aquel viaje suyo, el turismo había sido cerrado por el dueño de la finca. Pudo tener millones de justificaciones, premios a colaboraciones realizadas con el régimen o recibir cualquier tipo de entrenamiento, porque esos eran los únicos extranjeros que entraban a la isla en aquellos tiempos turbulentos. Cubana de Aviación contaba con una escasa flotilla de aviones modelos Bristol Britannia para realizar vuelos internacionales, insuficientes para satisfacer la demanda de su tiempo. Fue una de las principales razones de la frecuencia de pasajeros a bordo de nuestros buques en muchas direcciones, práctica que estuvo vigente hasta la adquisición de aviones de fabricación soviética. El precio de los pasajes en nuestros buques era también mucho mas baratos y no se distinguió el uso de buques viejos o más modernos. Es de suponer que aquellos viajeros se vieran afectados por las mismas regulaciones impuestas a los marinos y el racionamiento del agua potable fue la que más los afectara. Ambas pasajeras viajaban en el mismo camarote, supongo entonces que tuviera dos camas. El viaje posterior ese mismo camarote seria utilizado por un matrimonio checoslovaco con dos hijos.

Puede que los motivos de aquel viaje no fueran los mencionados y que ambas jóvenes lo hicieron para disfrutar de una extravagante aventura. Tuvo que ser un premio de lotería obtener visa de entrada a ese parque que, comenzaba a detenerse en el tiempo hasta convertirse años mas tarde en una muestra jurásica. Quizás solo fueron a eso, divertirse y gozar de paso los servicios de una morronga exótica que siempre gozó de popularidad y hoy disfruta de una merecida fama entre las locas por sexo que visitan la isla. Bueno, no solo existen las locas por irse a templar a un macho cubano, digamos que esa ansiedad es compartida por muchos locos que desean probar una rica, joven y jugosa “papaya”.

Fue así que un día, aquella mujer de rasgos caucásicos refinados, no pudo soportar la tentación de disfrutar esos placeres escuchados una y otra vez en bares europeos. Decidió de una vez por todas adelantar los orgasmos planificados para ese viaje y fue Víctor el premiado en ese sorteo de atracción fatal. Se empataron y pronto corrió de boca en boca, hay pocos secretos que se puedan guardar en un barco, mas aun en uno pequeño y con una tripulación de aproximadamente veinticinco hombres. Todos los celebramos y de paso envidiamos su suerte, la mayoría éramos jóvenes y sufríamos los mismos deseos y privaciones, abstinencia insoportable que inflaman güevos e irritan el carácter.

No se hizo esperar, el joven negro fue llamado ante la máxima autoridad del buque, el Jefe de Máquinas Roberto Arche Flores. Porque debemos dejarnos de boberías, la nave contaba con un Capitán, que en aquel viaje y otros era Remigio Coya Prats, pero el que llevaba el sartén por el mango era el gordo Arche. Un individuo sumamente extremista, cruel, despiadado comunista y sin temblores en las manos a la hora de decapitar una cabeza o destruir un sueño. Imagino cuantas cosas le diría, “no puedes tener contacto con una extranjera”, “ella puede ser una espía de la CIA”, “tiene todo el aspecto de ser una potencial enemiga de la revolución”, etc.

Victor, quien ya había probado el sabor de aquella manzana prohibida, se declaró en rebeldía y no aceptó renunciar a los placeres de un bollito rubio, yo tampoco lo haría. Nadie puede imaginar el precio de esa fruta cuando te encuentras a miles de millas del puerto mas próximo, es sencillamente un desafío, una tentación peligrosa, un llamado salvaje al hombre que llevas dentro. Entonces, el gordo Arche desplegó toda su tropa de agentes para vigilar al negro durante las veinticuatro horas del día, aquel control contra el supuesto enemigo se extendió también a los movimientos y vida de las pasajeras, inaudito, ¿no?

Una de esas noches en las que Víctor se encontraba de guardia en máquinas, porque no les dije que era engrasador, la pasajera decidió regalarle una sorpresa. Entró a su camarote, posibilidad aun existente en nuestra marina, me refiero a la de dejar los camarotes abiertos durante las navegaciones, unos añitos posteriores, se debía dormir con el pestillo puesto para evitar cualquier tipo de hurto. Pues entró tan fresca como una lechuga y se desnudó antes de tirarse en la cama del negro. La felicidad pudo verse en su rostro por los escasos minutos que la separaban de aquel chorizo que la satisfacía y transportaba a otro mundo. Solo que ella nunca imaginó encontrarse dentro de un férreo círculo de vigilancia que media cada uno de sus movimientos. No podía imaginarlo, porque en pocas partes del universo era penado tener sexo con una persona de género opuesto.


Motonave "Habana hundida en Angola.


-Señorita, vístase y vaya directamente a su camarote. Le dijo Arche cuando entró sin tocar la puerta, se asustó y su primera reacción fue la de cubrirse los senos.

-¿Por qué? Fue todo lo que se le ocurrió decir, continuaba sin poder escapar al trauma provocado por aquella invasión desmedida a la privacidad de un hombre y también de la suya. 

Ella observó detrás del gordo la estirada nariz del camarero de tripulantes y dedujo que había sido el informante o guardián que la vigilaba. No se equivocaba, la nariz de Chirino era inconfundible, no existía en toda la flota una que se aproximara a sus dimensiones. Tampoco le fue difícil observarlo, el camarero tenia unos seis pies de estatura. Todavía hoy, cincuenta años después de aquel atropello e injusticia me pregunto, ¿qué lo empujó a cometer aquel acto de chivatería? Chirino era un camarero muy noble y querido por toda la tripulación. Una vez en el pasillo, la inglesa, caliente aun, observó a otro mulato alto que viajaba como engrasador y tuvo participación directa en aquella delación, la gente lo conocía como “Papucho”. Ella se lo informó a Víctor al día siguiente en uno de sus encuentros fortuitos en cubierta.

-No pienses que todo se quedó así, cuando lleguemos a tierra los voy a despingar a los dos. Fueron las palabras dichas a Chirino en la cubierta principal, es probable que algo similar le dijera a Papucho en algunos de sus encuentros en el departamento de máquinas. 

-Compañeros, los hemos reunido con carácter urgente para comunicarles que desde esta mañana, el compañero Víctor se encuentra recluido en su camarote, estará en esas condiciones hasta llegar a La Habana. El compañero fue llamado y alertado de que no debía tener relaciones intimas con una pasajera, quien no sabemos a ciencia cierta si es un enemigo potencial de la revolución. Se declaró en rebeldía y desobedeció la orden que se la había impartido, además de amenazar de muerte a dos compañeros suyos. ¿Alguien tiene algo que decir? Nadie dijo nada, la suerte del negro estaba echada y todos guardamos silencio, todos, absolutamente todos. 

El viaje siguiente recibimos como pasajeros a un ingeniero de origen checoslovaco, su esposa, una hija que andaría por los dieciséis o diecisiete años, toda una muñeca y a un hijo que tendría trece o catorce años. Aquella jovencita tomaba baños de sol diariamente sobre la cubertada en bikinis y resultaba imposible apartar la mirada cuando se pasaba junto a ella. Uno de aquellos mediodías y cuando me encontraba en el pañol de proa, Eva se apareció en bikinis, nos encontrábamos solos. Tuve que bajar a la santabárbara que existía debajo del pañol para subir una cubeta de pintura y Eva bajó detrás de mí, me tenía loco. Solo que esa locura y cuando estábamos a punto de zafar los cabos que mantienen atadas la lujuria y deseos tan humanos de cualquier joven, se detuvo abruptamente, apareció la cabeza de Arche por la escotilla.

-Joven, suba inmediatamente y diríjase a la superestructura, usted no está autorizada a permanecer en ese lugar. Así de imperativas se escucharon las palabras de aquel hijoputa y tuve que permanecer en silencio, no tenía otra opción que aceptar y callar, nadie lo había situado en tiempo y lugar, yo tampoco era el mas indicado, un simple pañolero que no militaba en nada, un joven “simple”, así nos llamaban.

Cuando llegamos a La Habana y una vez fondeados, se nos abarloa una lancha de Capitanía del Puerto junto a la escala real y varios soldados bajan a Víctor en condición de detenido. En aquellos tiempos nuestras familias nos esperaban en la Casilla de Pasajeros. Cuando por fin pudimos bajar a tierra, comprobamos que la familia de Víctor lo esperaban junto a las nuestras, nadie se detuvo a darle una explicación. Nadie les explicó que lo habían detenido como a cualquier delincuente por el solo delito de templarse a una aventurera pasajera, digamos que por traficar con espermatozoides…

-¿Te acuerdas de la hijaputada que me hicieron? Nunca pude olvidar aquella pregunta.

-¡Claro que lo recuerdo! Le di $10.00 pesos de propina, buena cantidad para los tiempos que corrían. Víctor no quizo aceptarlo y se lo dejé en el asiento delantero. Ojalá se encuentre vivo y pueda leer estas líneas, su verdugo murió hace unos años. No sé si Chirino se encuentre vivo, Papucho falleció hace muy poco.


Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá
2018-04-19



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