viernes, 20 de abril de 2018

NUNCA FUI AGREGADO


NUNCA FUI AGREGADO



Motonave "Jiguaní", escenario de esta historia.


Me hubiera gustado empezar desde cero como todo el mundo, lo usual en muchos tiempos era que una vez vencido los estudios, fueras enrolado como “agregado”. Yo fui una de las escasas excepciones, fui destinado a ocupar la plaza de Tercer Oficial inmediatamente, así, carente de experiencia. Tampoco voy a decir que me disgustó aquel inesperado privilegio, me atrapó inmediatamente la idea de comenzar a ganar $231.00 pesos mensuales, buen salario para la época. La diferencia entre ese salario y el de timonel devengado hasta ese día era de $81.00 pesos, indudablemente era un gran salto. 

No rechacé la propuesta llegada en el puerto de Cárdenas, siempre fui un aventurero que amaba los retos, me gustaban los desafíos que el destino se encargaba de colocar en mi camino. También estaba convencido de que podía vencer esta vez, nunca acepté meta que no pudiera superar hasta convertirla en una victoria personal. Yo sabía que aquel paso exigiría mucho de mí y no les niego que entre sueños reinó un gran nerviosismo. Había navegado con varios agregados, unos mas capaces que otros, bien preparados o no, seres que ascendieron en poco tiempo cuando fueron bendecidos por el azar, quizás una plaza vacante en una salida de urgencia. Los más desafortunados estuvieron sometidos al criterio personal de su Capitán y cuando no gozabas de sus simpatías, ese período de práctica podía extenderse por viajes y tal vez años. La suerte para ellos era un factor determinante, no fueron pocos los muchachos condenados a esa espera molesta y casi infinita.

La navegación hasta La Habana fue tranquila y no ocurrió en mi horario de guardia, como es corta, me mantuve observando cada uno de los movimientos del oficial en el puente tratando de no estorbar. Para esa fecha el Capitán a bordo era Lapido, pero solo se encontraba “integrado”, o sea, algo así como prestado mientras el que iría a viaje descansaba unos días. Finalmente lo conocí, era Héctor Fernández, un hombre de baja estatura y de tez pecosa que usaba espejuelos con mucho aumento. Casi siempre tenía los labios cuarteados y vestía diariamente el uniforme de la marina. Luego comprobé que no disponía de mucha ropa de civil, había sido importado recientemente de la empresa de cabotaje. Héctor fue durante todo el tiempo que navegamos juntos ese Capitán nada extremista, respetuoso y querido por la tripulación. Siempre me mostré agradecido silenciosamente ante aquella decisión suya de llevarme como Tercer Oficial sin prestar atención a mi inexperiencia.


Motonave "Jiguani"

Como Primer Oficial viajaba Luis R. del Valle, un viejo conocido. Ya habíamos navegado juntos en ese mismo buque, él comenzó como agregado de cubierta con Guillermo Sánchez Oro. Para esas fechas yo ocupé las plazas de timonel y pañolero, únicas condiciones en las que superaba a cualquier agregado de cubierta, me conocía al “Jiguani” desde la quilla hasta la perilla. A Sánchez Oro lo encontré una vez trabajando en la terminal de azúcar en Matanzas, se sorprendió al verme ocupando la plaza de Primer Oficial en el buque “Otto Parellada”. Nos unían lazos de simpatías producidas por esa juventud donde priman las aventuras y travesuras, era muy ocurrente. 

Luis R. del Valle era una historia digna de admirar, se graduó en la Academia Naval del Mariel luego de soportar, algo viejo para esa aventura, todos los rigores y esfuerzos físicos que impone esa academia militar. Era una persona muy educada y el trato con la gente siempre fue respetuosa. No puede negarse que tuvo una carrera ascendente algo vertiginosa, si se tiene en cuenta que en menos de tres años subió de agregado a Primer Oficial, pero su competencia lo justificaba. Nunca lo vi tomar una medida drástica en casos de indisciplina, creo mas bien que asumía siempre una actitud paternalista y no justiciera de acuerdo con la situación. Fue muy respetado y querido por la tripulación.

En un saco siempre aparece una manzana podrida o una oveja negra en el rebaño, ese fue el Segundo Oficial Fernando Miyares Gutiérrez, quien de paso se benefició con mi ascenso inesperado. Yo fui quien lo relevó en la plaza de Tercer Oficial y no lo conocía hasta entonces. Era repudiado o despreciado por toda la tripulación, no faltó uno solo de los conocidos, pues yo los compartí con la mayoría de ellos, que no manifestara una expresión de desprecio hacia su persona. Perteneció a esa especie de individuos que se ganaban muy temprano la antipatía de quienes les rodeaban sin mucha justificación. Sabido es que en las funciones del Tercer Oficial, solo se vinculaba directamente al personal subordinado mientras estuviera de “Oficial de Guardia”, mientras tanto, no tenia responsabilidades administrativas alguna. Este tipo, conocido con el apodo del “Alférez Torpedo” y a quien le dedicara un capítulo aparte, fue el único obstáculo enfrentado en ese viaje que fuera mi prueba de fuego. 

No existió momento alguno en el que no apareciera algunas de sus zancadillas, no imagino si lo hacia por envidia o simplemente por hijoputa, me inclino por lo último. Lo cierto fue que la situación empeoraba en la misma medida que el viaje avanzaba e iba descubriendo todas las mierdas heredadas de su cargo y falseadas en el acta de entrega. No tuve necesidad de hacer informe alguno, tanto el Capitán como el Primer Oficial eran sumamente inteligentes como para percatarse de que me había entregado el cargo hecho mierdas. Mis solicitudes de materiales y reparaciones lo delataban. Recargas para todos los extintores que estaban vencidos, reparación del sistema de espuma de la caldera, se encontraba perforado y vencido. Mantenimiento a las palancas de disparo del sistema de CO2 del buque, estaban calcinadas, sustitución de las balsas inflables salvavidas, se encontraban vencidas. Compra de todo el avituallamiento de los botes salvavidas que también se encontraban vencidos. No existió equipo alguno que escapara a la indiferencia y abandono de este individuo que, entre otras cosas, era militante del partido. Cumpliendo con mi deber e impulsado por la antipatía que sentía por él, puse más empeño en el trabajo que estaba realizando, razones suficientes para aumentar su odio hacia mi persona.


Motonave "Jiguaní"

La salida de La Habana me sorprendió con la primera guardia de navegación apenas dejado el Morro, fue ese instante donde te invade toda la adrenalina existente en el cuerpo. Del Valle me explicó algo sobre el uso del radar y se marcho a los pocos minutos, debió suponer que como había estudiado en el buque escuela “Viet Nam Heroico” yo estuviera capacitado para operarlo. Fue una suposición equivocada, si acaso subimos al puente en tres oportunidades seria mucho decir. Nunca tocamos el radar del barco y creo haber tenido un sextante en mis manos en dos ocasiones. Una vez cerrada la puerta del puente, me encontré solo ante un majestuoso radar DECCA que era el último grito tecnológico de la época. Hasta ese día solo me sirvió para limpiarlo cuando finalizaba mis guardias de timonel y ahora estaba a mi disposición para explotar ese maravilloso juguete.

En dos puntos me detuve y traté de grabar muy bien cuando me explicaba, cambiar la escala y obtener posiciones por marcación y distancia. Hablo de un radar que para esas fechas ofrecía la posibilidad de obtener seis líneas isométricas, luego navegué en otros buques mas viejos donde sus radares solo ofrecían la posibilidad de dos de esas líneas y en algunos casos eran “relativas”, los navegantes que me leen lo comprenderán. Viejos equipos con círculos de distancias fijos y planchetas para obtener marcaciones relativas.

Me puse muy nervioso, no puedo negarlo, es que a esa hora lo olvidas todo, y lo peor, tenía un cambio de rumbo en mi guardia. Salí al alerón del puente y encendí uno de aquellos cigarrillos Populares que al aspirarlos te llegaban al calcañal. Trataba de relajarme y fui recobrando cada una de las clases de navegación impartidas por el negro Pablo Armando, creo que uno de los oficiales mas inteligentes que conocí en la flota. Recordé entonces los métodos que se aplicaban en navegación costera para determinar la posición y decidí comenzar por marcación y distancia desde el radar. ¡Claro! Para iniciarme solo usaba dos líneas isométricas, recordé también que no podía considerarlo como posiciones fijas y al rato traté de obtener una con tres de ellas. Siempre hubo algunos fallos a la hora de memorizar esos tres valores e insistí, no paraba de tomar posiciones, creo que lo hacia cada tres minutos. Luego me llegó una gran preocupación, consideré “sagrada” la línea de rumbo trazada y no quería que el buque se apartara un milímetro de ella. Era un constante “calza un gradito a babor”, “calza un gradito a estribor” ante la mirada sorprendida y burlona del timonel, el mismo que navegara conmigo compartiendo esa plaza. Hice el cambio de rumbo programado y luego quise practicar con la alidada dispuesta en el alerón para tomar marcaciones visuales. Fueron cuatro horas muy productivas donde apliqué una parte pequeña de las teorías recibidas y me sirvieron para ganar confianza. Luego vendría la guardia nocturna y ese era otro episodio por vencer.



Motonave "Jiguani"

La tierra se me acabó en el Cabo de San Antonio y Del Valle me pidió que calculara la hora de la “meridiana”. Bajé unos segundos hasta el camarote y subí con la libreta de astronomía donde guardaba todos los formatos usados en ese caso. No tuve dificultades para calcular la hora, solo que ahora debía obtener “rectas al sol” y fue aquí donde se me trabó el paraguas. ¡Coño, es que nadie me explicó cómo hacerlo! Yo salía por cualquier punto del barco con el sextante y cronómetro a observar al sol. Gastaba unos veinte minutos calculando aquella observación y todas me daban en casa del carajo. Fueron horas sufriendo y con el temor de hacer un papelazo delante del hijoputa que me relevaba, no quería darle pólvora para ningún tipo de difamación por su parte. 

Salí en uno de aquellos momentos al alerón y encendí otro de aquellos asesinos “Populares”. Al menos servían para machacarme la salud y devolverme de paso la tranquilidad. Estaba obligado a pensar “astronómicamente” y necesitaba con urgencia llegar a una conclusión antes de entregar mi guardia. 

-¡Piensa, vuelve a pensar! Era una voz oculta que me llegaba desde lo hondo de mi conciencia. 

-¡Vamos a ver! El sol sale por el este y se pone por el oeste, eso es lo primero que debes tener en cuenta. Me decía aquella voz y tenía toda la razón. 

-Luego, debes conocer cuál es la declinación del sol y compararla con tu latitud. 

-¡Es verdad! ¿Cómo no había pensado en eso? Insistí mientras consumía aquel fatal cigarro y estaba muy cerca de obtener mis respuestas, lo sabía. 

-Si la declinación es superior a tu latitud y el rumbo del buque es próximo a los 180 grados, solo debes salir a observar al sol por la aleta de babor, comemierda. 

-¡Claro, estoy comiendo mierda! Comencé desde cero llevándome por aquellos consejos y tuve tiempo de obtener varias rectas al sol. 

-¡Ahora, hazlas simultaneas! Desecha todas aquellas que no se corten en un punto. Me llevé por aquellas indicaciones y al final entregué la guardia con cuatro rectas solamente, las suficientes para determinar la posición del buque a la hora de la meridiana.

Sabiendo yo que todas aquellas rectas eran buenas, encuentro en la guardia de la tarde que el hijoputa las había desechado y obtuvo la posición con dos rectas suyas y la meridiana. Nada, tenia deseos de joder y restarle importancia a mi trabajo.

Al día siguiente estábamos en las proximidades del Canal de Panamá y todo estaba listo para la recalada, vendría una breve pausa astronómica hasta encontrarnos en el Pacífico. Lo cierto es que aquella aventura exigió lo máximo de mí. Con el tiempo tuve a muchos agregados como subordinados que contaron con mi apoyo y experiencias. Aun no le encuentro explicación a esa actitud destructiva de algunos oficiales y capitanes en contra de muchachos que gastaron una parte de su juventud estudiando esta admirable profesión. Tienen que ser individuos con muy malos sentimientos, gente que nace y mueren como fueron, verdaderos degenerados. En varios buques subían a mis guardias muchos agregados, no necesariamente cuando fui Primer Oficial, esas experiencias se remontan a mi larga etapa como Segundo Oficial y siempre, puedo manifestarlo a viva voz, los ayudé a completar sus teorías, ayuda que yo no tuve en mis primeros pasos.


Motonave "Jiguaní"


A la semana de encontrarnos en el Pacifico y una vez dominadas las “rectas al sol”, decidí pasar a etapas exquisitas en la explotación del sol como astro para determinar no solo la posición del barco. Incluí en el menú el uso de “rectas de rumbo”, “rectas de velocidad”, “corte de vertical primario”, “círculo de igual altura”, “longitud a la hora de la meridiana por alturas determinantes”, “correcciones al giro y compás”, “posiciones por el sol y la luna”. Todo esto que hoy les menciono son recuerdos extraídos de mi memoria, tal fue el uso y constancia de su empleo, que se quedaron grabadas para siempre en mi mente. El alférez torpedo quiso bloquear mi trabajo a la hora de la meridiana y el Capitán se dio cuenta de aquellas acciones, solo pudo hacerlo hasta ese día, pero bueno, ya lo he contado en otra ocasión.

Ese viaje hicimos reparación general en Hong Kong donde permanecimos aproximadamente un mes, era muy normal en aquellas fechas distribuir el control de esas reparaciones entre la oficialidad. Era obvio que las menos exigentes se les asignaran a los oficiales con menos experiencias, me tocó supervisar cajas de cadenas, cadenas y anclas, además de aquellos puntos concernientes a mi cargo. Años posteriores y siendo Primer Oficial, yo no podía delegar mis responsabilidades en otros oficiales. El grado de indiferencia e irresponsabilidades se impuso en la mayoría de nuestra oficialidad, existieron excepciones, pero la confianza se había perdido para siempre, razones por las cuales las funciones del Primer Oficial fueron sobrecargadas hasta mi deserción.

Durante el viaje de regreso por el Pacifico y ante un dominio total de ese cielo diurno, decidí incursionar en astros mas pequeños. Mi pasión por la navegación y profesión aumentaban en la medida que la iba dominando hasta convertirse en una verdadera pasión. Esta vez dependí y recibí la ayuda de Luis R. del Valle. Conocido es que la obtención de la posición por las estrellas le correspondía a su cargo. No escatimé tiempo de mi descanso y puedo asegurarles que cuando arribamos a Panamá nuevamente, yo dominaba al cielo, era entonces un Tercer Oficial capaz de obtener posiciones por las estrellas también. 

Siempre fui autodidacta y viajaba con mis libros en todos los barcos por donde pasaba, eso me ayudó mucho en esta carrera y en aquel viaje de bautismo con obstáculos. Nunca fui agregado y superar los baches que se presentaron en el camino requirió de mucho esfuerzo personal, sacrificios y horas pegado a los libros. Sentí mucho miedo en no poder lograr o vencer ese objetivo perseguido, creo que se requiere un poco de audacia para violar etapas como estas y terminar con éxito la aventura.

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2018-04-20


xxxxxxxxxxx

No hay comentarios:

Publicar un comentario