CAZANDO DESERTORES
Motonave "Habana"
Un desertor en la marina mercante cubana era cualquier tripulante que no reportara a la hora de salida del barco, poco importaban las razones de tal ausencia. Desde el primer momento en que se hacía un pase de lista por los jefes de departamentos, si no aparecías, eras considerado automáticamente como un desertor hasta que no se demostrara lo contrario. Las razones que justifican una deserción son muy variadas, ninguna de ellas era tomadas en cuenta, y lo peor, solo unos minutos después de detectada tu ausencia, te convertías de paso en un “traidor a la patria”. Si lo hiciste por amor, muy normal en esta vida, no escapabas de esa acusación, “traidor a la patria” serías. Yo me incorporé a ese ejército de desertores y traidores en el año 1991, después de mi partida se formaron varios batallones.
La primera vez que tuve contacto directo con uno de esos desertores ocurrió en 1969 y por poquito me caga hasta el tuétano, escapé de milagro. Estábamos atracados en Santa Cruz de Tenerife y el barco tenía salida para la una de la tarde aproximadamente, yo viajaba como timonel.
-¿Qué, salimos a tomarnos unas cervezas antes de la
salida? Me preguntó Humberto Seguí, era un joven que viajaba como agregado de
telegrafía junto a otro mulatico de apellido Tamayo, creo que ese viaje iba
también Eduardo Ruiz del Viso como agregado de telegrafista. Todos muy jóvenes
y realizaban su primer viaje al extranjero.
-¡Coño, asere! Solo faltan tres horas para la salida.
-No seas pendejo, tres horas son suficientes para
refrescar un poco. Nunca me puse a pensar que esa invitación llegara de un
muchacho que realizaba su primer viaje, casi siempre empleado en comprarse ropa
o pacotilla. Nos llevábamos muy bien y hubo pronta química entre nosotros.
Primaba nuestra juventud en un barco donde la mayor parte de los tripulantes
eran de mayor edad, criterio donde se agrupaban a individuos que superaban los
treinta años y que para los más jóvenes comenzaban a despuntar como “medio tiempos”.
-Bueno, voy a vestirme y te veo en unos minutos en el
portalón. Tampoco era necesario rogarme mucho, yo no lo pensaba dos veces
cuando se trataba de mujeres, tragos o diversión, estaba en la edad, unos 19
años.
-¡Acuérdense que la salida del buque esta para las
13:00 horas! Nos dijo el guardia de portalón cuando nos disponíamos a salir.
-¡Si, estamos de vuelta en una hora más o menos! Le
respondí confiado de que así sería.
Yo andaba vestido con unos zapatos italianos con
puntera de estilete y tacón Hollywood, pantalón de tergal de piernas estrechas
y un sweater liviano. Piezas que se aferraban a los últimos tiempos de aquella
moda beatleriana y que remataba con gafas de sol. Por aquellos tiempos en
España le llamaban a ese tipo de calzado como de “tacón cubano”, era cónico y
no muy alto. Solo no comprendía la razón de citar su origen en la isla, cuando
en esos tiempos, es verdad, gustaba a la juventud y teníamos que inventar para
presumir. Los jóvenes resolvíamos nuestras necesidades de calzado transformando
las botas de trabajo en botines. Hay que ver la creatividad de aquellos
peleteros o zapateros, hacían obras de arte con sus manos. Aunque se hiciera
popular entre nosotros, no creo que esa moda haya tenido origen en la isla.
Esos zapatos los había comprado en una placita de Rotterdam y eran la envidia
de muchos jóvenes en el barrio. Ese viaje había reforzado mi equipaje
aprovechando las grandes ofertas que ofrecía Tenerife. Ya me encontraba ganando
$5.00 dólares semanales, dinero que no estaba al alcance de Seguí, quien como
agregado solo recibía $2.50 a la semana. Tal vez fuera la razón para que
saliera vistiendo la misma ropa que trajo de Cuba, pensé y no le presté mucha
atención.
-¡Dos cervezas por favor! Le pedí al hombre de la
barra de un bar casi vacío, dos o tres parroquianos se encontraban consumiendo
café o cortaditos.
-Van a empezar temprano, ¿son cubanos?
-Solo para refrescar la garganta, nos marchamos en
una hora. ¿No dicen que hablamos como los canarios?
-Muy parecido, pero siempre se les escapa alguna
palabra que no usamos por acá. Nos sirvió y se marchó para atender a otra
persona. Después de la primera cerveza, consumida con toda la tranquilidad del
mundo, vino la segunda y las posteriores, las que aflojan la lengua y te
sientes un poco más libre para hablar. Es cuando recuerdas tus miserias y
empiezas a mentarle la madre a cuanto hijoputa te rodea. Seguí se mantenía
sereno y hablamos también de jevas, tema preferido entre jóvenes que esquivan
la política.
-¡Asere, vamos tumbando! Solo nos queda una hora para
caminar hasta el muelle y debo prepararme para la maniobra. Tengo que darme un
duchazo, estoy algo mareado y es peligroso trabajar así. Pagamos entre los dos
y consumimos unos quince minutos para llegar nuevamente al portalón, se mantenía
el mismo guardia.
-¡Date un duchazo! Andas sabroso y puedes tener un
accidente en la maniobra. Me recomendó el guardia.
-Mi hermano, préstame tu sweater y las gafas. Me dijo
Seguí en la puerta del camarote.
-¿A dónde vas? Ya el barco esta casi de salida.
-Quiero comprarme una caja de cigarros, no me demoro,
ya sabes que frente al muelle hay estanquillos.
-Me quité el sweater y se lo di, también las gafas.
Se retiró y me desnudé para irme a la ducha. Después de bañarme decidí tirarme
un ratico en la cama para cargar las baterías, las salidas de los barcos no son
tan exactas como las de los aviones, quedé profundamente dormido.
-¡Oye, despierta! ¡Oye, despierta! Sentí como me
zarandeaban con algo de violencia y me asusté.
Buque escuela "Viet Nam Heroico.
-¿Qué coño pasa? Le pregunté a Fabelo, única persona
que se encontraba en mi camarote en aquel instante. Era un gordo engrasador que
funcionaba también como sicario del Jefe de Máquinas, uno de los hijoputas más
célebres en la historia de la marina mercante cubana, me refiero a Roberto
Arche Flores. Héroe Nacional del Trabajo con carácter vitalicio y uno de los
peores verdugos de la flota, odiado como pocos. Fabelo fue un incondicional de
Arche y si después experimentó un cambio no me importa, estas fueron páginas
escritas en su historia. Se enroló como engrasador del buque “Habana”, donde
tuvo una carrera de ascenso vertiginosa. Muy pronto ocupó la plaza de Ayudante
de Máquinas, Maquinista y solo unos años más tarde, lo vi vistiendo charreteras
de Jefe de Máquinas. Toda esa trayectoria sin haberse tomado una merienda en la
cafetería de la Academia Naval o haber participado en curso externo alguno.
-¡Oye! ¿Dónde está Seguí? La pregunta me llegó con
voz de segurozo y no lo comprendí.
-¡Qué coño sé yo, ve y pregúntale al guardia de portalón!
-Ya lo hice y me dijo que había salido contigo.
-Si, pero regresamos hace más de una hora. Me dijo
que iba a buscar cigarros.
-¡Vístete, tenemos que salir a buscarlo! Fue casi una
orden de dudosa autoridad, realmente él no era nadie, un simple engrasador,
solo que temido por su vínculo con el verdugo de a bordo. Muy pronto corrió por
mi mente la posibilidad de ser acusado como cómplice de aquella posible
deserción y no puedo negar que me cagué, ese era mi segundo viaje. No se retiró
y esperó a que terminara de vestirme, luego me sugirió llegar hasta el camarote
de Arche. Allí se encontraban dos o tres de sus fieles chivatos, estaba
presente también el agente o proveedor del buque en Tenerife. Debo hacer una
pausa para decir que casi todos esos agentes que tenían negocios con nuestra
flota eran simpatizantes del régimen y cómplices a su vez de todas las
inmoralidades cometidas por nuestros capitanes, sobrecargos y jefes de
máquinas. No los delataban porque ellos obtenían buenos dividendos con las
compras y reparaciones realizadas en una época donde todavía se asignaba plata
para esos menesteres. Allí fui sometido a una especie de interrogatorio sobre
mi salida con Seguí y les expliqué lo mismo. Si algo me sorprendió, fue que
toda esa maniobra represiva se desarrollara delante de un extranjero sin pudor
alguno.
Unos quince minutos más tarde, embarcamos en el auto
del agente Roberto Arche, Fabelo, un negro chivatón y yo. Nuestro primer
destino sería el bar donde estuvimos bebiendo y allí, con todo el descaro y propiedad
del mundo, le preguntaron al hombre de la barra si había vuelto a ver al
muchacho que estuvo bebiendo conmigo una hora atrás. Creo yo, Arche se
convertiría en uno de los pioneros en la persecución de desertores. No puedo
asegurar que esta práctica se realizara con mucha frecuencia en nuestra flota,
donde se persiguiera al hombre como si se tratara de una propiedad del estado.
Por el año 1972 me encontraba estudiando en el “Curso Emergente para Oficiales”, bautizados despectivamente por los graduados en la Academia Naval como los “F1”, tomando como referencia el experimento del comandante en la ganadería, donde nunca obtuvo ni carne, ni leche. Aquel curso se inició en la playa de Jaimanitas y culminó en el buque escuela “Viet Nam Heroico”. Casualmente, como suceden las cosas en Cuba, Arche fungía como director de aquel curso integrado por futuros maquinistas y pilotos. “Dios es grande y la revolución duplica su estatura”, un tipo con un nivel técnico y escolar bajísimo haciendo las funciones de director, eso solo era posible en la isla.
Durante el primer viaje realizado y en una escala en
el puerto de Rotterdam, deserta un alumno al que todos conocíamos por el apodo
de Nixon, ganado por su parecido al presidente norteamericano. Aquello fue un
escándalo mayor, ¿cómo iba a escapar una oveja descarriada, un traidor a la
patria, una propiedad del estado? Se organizaron varias brigadas que partieron
raudas y voraces por las calles del puerto en busca del traidor. Había que
verlos como se prestaron a cumplir aquella noble tarea revolucionaria orientada
por Arche. Solo unos cuantos jodedores se sumaron a esas brigadas en ton de
vaciladera, pero la mayor parte de los integrantes, destacándose entre ellos
los estudiantes de máquinas y encabezados por un tal Lorenzo, se tomaron muy en
serio la misión de regresarlo al barco en cualquier condición. ¿Quién coño iba
a encontrar una aguja en un pajar? Nixon voló y hace muy poco tiempo me pidió
entrada en Facebook, solo que él apenas participa. Al siguiente viaje deserta
otro alumno al que yo conocía desde mi infancia en el reparto Párraga, El caso
de Jesús también fue muy sonado y objeto de burlas, se trataba del secretario
ideológico del comité de dirección de la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas), o
sea, estamos hablando del comité que regía las conductas de todos los “comités
de base”. Había que escuchar a Jesús, tal parecía que era el padre de Lenin,
pero el comunismo se le fue al culo en el puerto de Santander. Allí no se
organizó la brigada de “búsqueda y rescate” fundada por Arche, más bien hubo
que torear una borrachera colectiva que terminó a trompadas entre militantes.
Deserté en el puerto de St. Stephen en Canadá el 13
de Noviembre de 1991, ya lo he contado muchas veces. En el año 2014 viajo a
España para encontrarme con la pianista que iba a bordo del buque Viñales y
mantuvimos un bello romance, también lo he contado. Tuvo que transcurrir
veintitrés años entre la despedida y el nuevo encuentro, tiempo nada corto,
para enterarme lo que sucedió el día de mi deserción. Resulta que era su
cumpleaños y como el barco estaba detenido en espera de un suplente que
enviarían por avión desde Cuba, tomaron como justificación ese acontecimiento
para invitarla a celebrar su cumple en el pueblo de St. John. Me dijo ella y le
creo cada una de sus palabras, el grupito de búsqueda y captura estaba
integrado por el Capitán sancionado Alfredo Vázquez Borrego. Inmoral y ladrón
que cumplía su sanción acompañando a un agente de la seguridad en ese puerto,
cuya justificación a su presencia en Canadá, era un supuesto embarque de
semillas de papas. El otro integrante era nada más y nada menos que el Capitán
del barco llamado Humberto Vázquez. Un hijo de puta inmoral y ladrón importado
por Mambisa de la Flota Cubana de Pesca, identificado en la flota pesquera como
“El Chino Vázquez”, años más tarde cayó preso en La Florida en un barco que se
dedicaba al tráfico de drogas. Me contó la pianista que se pasaron parte de la
noche recorriendo las calles de St. John infructuosamente, no calcularon esos
hijoputas que yo había actuado en contra de la lógica y me encontraba hospedado
en un hotel.
Esta fue la última noticia que tuve sobre esa
práctica y no puedo afirmar que se realizara en otros barcos donde se
produjeron deserciones. Lo cierto es que todos los que desertamos, dejamos de
ser una propiedad de ese estado de mierda y quisiera saber que ha sido de la
vida de aquellos perros que se dispusieron a perseguirnos. ¿Estarán disfrutando
las victorias logradas en su paraíso o se encontrarán comiendo sogas y
lamentándose? ¡Coño, Seguí! Como me dolió perder el sweater y las gafas.
Post
Data.-
Varios años más tarde, me contó la esposa del telegrafista Manuel Silvestre García Díaz de Villegas, chilena de origen, cómo fue que fuerzas de la INTERPOL detuvo al padre de sus hijos en territorio chileno y lo devolvió al buque de donde había desertado. Por suerte para este amigo, sus hijas se movieron muy rápido y eficazmente, logrando la liberación y entrega de su padre poco tiempo antes de partir la nave con destino a Cuba, donde por supuesto, alguna pena cumpliría.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2018-01-25
xxxxxxxxxx
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