Motonave "Frank País", escenario de esta historia.
El Capitán de cualquier nave posee la documentación
de las cargas que lleva a bordo, sin embargo, una vez que conocen a su Primer
Oficial, muy pocos se detienen en esos detalles referentes al cargamento. Ese
lujo no se lo puede dar el Primer Oficial, persona encargada de la confección
de los planos de estiba y cálculos de estabilidad del buque. Él debe detenerse
a estudiar todas las características de las mercancías, clasificarlas por su
peso, volumen y propiedades particulares. Un solo error que pueda cometer en su
trabajo traerá como consecuencias el daño de otros productos, averías y pondrá
en riesgo a la nave. Las clasificaciones de los cargamentos son muy extensas y
casi siempre vienen acompañadas de recomendaciones especiales para su estiba a
bordo. Cuando esas especificaciones son insuficientes, posee libros donde
informarse con lujo de detalles sobre el carácter y condiciones que exigen su
transportación. Este es un tema muy amplio y no solo bastan los estudios
recibidos en las academias navales, la experiencia de ese oficial lo salvara de
cometer errores fatales.
Antes de recibir cualquier cargamento, el Primer
Oficial recibe un “Cargo List” donde se refleja el cubicaje y peso de cada tipo
de carga. Sin esa información será imposible hacer una distribución correcta de
las mercancías dentro de las bodegas, es obligatoria la recepción de esa lista
para poder iniciar la distribución y posterior cálculo de estabilidad. Es muy
normal en un buque de carga general que, esa lista incluya a más de cien tipos
de cargas diferentes, lo que significa armar un extenso rompecabezas para
lograr que todas viajen en la nave sin dañar a las demás. Es una tarea compleja
que muy bien puede consumir horas de trabajos manteniendo una cerrada
concentración en lo que se hace, un simple error puede dañar toneladas de una
carga. Como por ejemplo, que se embarquen productos químicos en el mismo
espacio donde se transportan alimentos.
Con la aparición del “contenedor” se ahorraron muchos
dolores de cabeza, me refiero a las averías que normalmente ocurren durante la
manipulación de las cargas, hurtos, etc. Sin embargo, aunque se trate de
enormes cajones de acero debidamente sellados, el Primer Oficial es la única
persona a bordo que sabe de su contenido, peso y características de la carga.
Los contenedores se diferenciaban solamente por sus dimensiones y existían dos
medidas universales, los de 20 y 40 pies de largo. Es lógico que su peso
variara de acuerdo con el contenido y para el Oficial resultaba más sencillo su
distribución, solo en apariencias. En uno de mis viajes a Holanda a bordo del
buque “Frank País”, recibí alrededor de cien contenedores conteniendo carga
peligrosa. Cada uno con su recomendación de estiba de acuerdo con el grado de
peligrosidad y para que solo tengan una idea, varios de esos contenedores que
contenían un producto para elaborar la gasolina eran tan peligrosos que, debían
ir alejados de la superestructura y dispuestos de forma tal, que pudieran
desembarcarse con helicópteros en caso de averías, unas verdaderas bombas.
El “Frank País” tenía la capacidad de transportar
seis u ocho contenedores refrigerados conectados a su sistema de distribución
eléctrica, durante la travesía sus compresores de refrigeración eléctricos iban
funcionando. Fue de esa manera que me enteré de la exportación de algunos
productos vedados a la población cubana y nadie puede imaginar la indignación
que provoca ese conocimiento. Uno de esos viajes al puerto de Ámsterdam
cargamos dos contenedores refrigerados conteniendo “plasma humana”, ya deben
imaginar el encabronamiento y razones sobraban. En la isla obligan a toda
persona que pretenda ser operado quirúrgicamente a entregar una donación de
sangre, debe ser correcto, imagino. Solo que esa no fue la razón de mi enojo,
todo cubano sabe que en esas fechas y durante muchos años, se desarrollaron
campañas para donar sangre y el tema principal era “salvar una vida”. Lo que
menos imaginé era que el gobierno cubano comerciara con la sangre tan
noblemente donada por nuestro pueblo. Cuando regresé de aquel viaje alerté a
todas mis amistades para que no donaran una gota más de sangre.
En fin, llegó un tiempo donde los escrúpulos se
perdieron y se vendía de todo, solo que éramos un reducido grupo de hombres los
que teníamos acceso a esa información.
Post Data.-
Hará unos meses leí
en alguna página de internet la denuncia que pesaba en contra del régimen cubano,
donde se hacía referencia al comercio de la sangre donada por el pueblo. La acusación
se refería a una especie de descubrimiento actual, sin embargo, mi escrito hace
mención de un comercio que existía desde la década de los 80.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2017-12-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario