domingo, 17 de diciembre de 2017

ORO ROJO


ORO ROJO


Motonave "Frank País", escenario de esta historia.

El Capitán de cualquier nave posee la documentación de las cargas que lleva a bordo, sin embargo, una vez que conocen a su Primer Oficial, muy pocos se detienen en esos detalles referentes al cargamento. Ese lujo no se lo puede dar el Primer Oficial, persona encargada de la confección de los planos de estiba y cálculos de estabilidad del buque. Él debe detenerse a estudiar todas las características de las mercancías, clasificarlas por su peso, volumen y propiedades particulares. Un solo error que pueda cometer en su trabajo traerá como consecuencias el daño de otros productos, averías y pondrá en riesgo a la nave. Las clasificaciones de los cargamentos son muy extensas y casi siempre vienen acompañadas de recomendaciones especiales para su estiba a bordo. Cuando esas especificaciones son insuficientes, posee libros donde informarse con lujo de detalles sobre el carácter y condiciones que exigen su transportación. Este es un tema muy amplio y no solo bastan los estudios recibidos en las academias navales, la experiencia de ese oficial lo salvara de cometer errores fatales.


Antes de recibir cualquier cargamento, el Primer Oficial recibe un “Cargo List” donde se refleja el cubicaje y peso de cada tipo de carga. Sin esa información será imposible hacer una distribución correcta de las mercancías dentro de las bodegas, es obligatoria la recepción de esa lista para poder iniciar la distribución y posterior cálculo de estabilidad. Es muy normal en un buque de carga general que, esa lista incluya a más de cien tipos de cargas diferentes, lo que significa armar un extenso rompecabezas para lograr que todas viajen en la nave sin dañar a las demás. Es una tarea compleja que muy bien puede consumir horas de trabajos manteniendo una cerrada concentración en lo que se hace, un simple error puede dañar toneladas de una carga. Como por ejemplo, que se embarquen productos químicos en el mismo espacio donde se transportan alimentos.


Con la aparición del “contenedor” se ahorraron muchos dolores de cabeza, me refiero a las averías que normalmente ocurren durante la manipulación de las cargas, hurtos, etc. Sin embargo, aunque se trate de enormes cajones de acero debidamente sellados, el Primer Oficial es la única persona a bordo que sabe de su contenido, peso y características de la carga. Los contenedores se diferenciaban solamente por sus dimensiones y existían dos medidas universales, los de 20 y 40 pies de largo. Es lógico que su peso variara de acuerdo con el contenido y para el Oficial resultaba más sencillo su distribución, solo en apariencias. En uno de mis viajes a Holanda a bordo del buque “Frank País”, recibí alrededor de cien contenedores conteniendo carga peligrosa. Cada uno con su recomendación de estiba de acuerdo con el grado de peligrosidad y para que solo tengan una idea, varios de esos contenedores que contenían un producto para elaborar la gasolina eran tan peligrosos que, debían ir alejados de la superestructura y dispuestos de forma tal, que pudieran desembarcarse con helicópteros en caso de averías, unas verdaderas bombas.




El “Frank País” tenía la capacidad de transportar seis u ocho contenedores refrigerados conectados a su sistema de distribución eléctrica, durante la travesía sus compresores de refrigeración eléctricos iban funcionando. Fue de esa manera que me enteré de la exportación de algunos productos vedados a la población cubana y nadie puede imaginar la indignación que provoca ese conocimiento. Uno de esos viajes al puerto de Ámsterdam cargamos dos contenedores refrigerados conteniendo “plasma humana”, ya deben imaginar el encabronamiento y razones sobraban. En la isla obligan a toda persona que pretenda ser operado quirúrgicamente a entregar una donación de sangre, debe ser correcto, imagino. Solo que esa no fue la razón de mi enojo, todo cubano sabe que en esas fechas y durante muchos años, se desarrollaron campañas para donar sangre y el tema principal era “salvar una vida”. Lo que menos imaginé era que el gobierno cubano comerciara con la sangre tan noblemente donada por nuestro pueblo. Cuando regresé de aquel viaje alerté a todas mis amistades para que no donaran una gota más de sangre.


En fin, llegó un tiempo donde los escrúpulos se perdieron y se vendía de todo, solo que éramos un reducido grupo de hombres los que teníamos acceso a esa información.


Post Data.-

Hará unos meses leí en alguna página de internet la denuncia que pesaba en contra del régimen cubano, donde se hacía referencia al comercio de la sangre donada por el pueblo. La acusación se refería a una especie de descubrimiento actual, sin embargo, mi escrito hace mención de un comercio que existía desde la década de los 80.


 


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2017-12-17



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