viernes, 15 de diciembre de 2017

INSPECTORES DE AVERÍAS


INSPECTORES DE AVERÍAS


Motonave "Bahia de Cienfuegos"


Las mercancías que se reciben en un barco pueden estar sometidas a muchas averías durante su embarque-transportación-descarga y su clasificación es muy amplia dependiendo del tipo de cargamento en cuestión. Las mas comunes, y no quiero agotarlos en este tema, son las producidas por mala manipulación, deficiente embalaje, mala estiba, aplastamiento, oxidación, contaminación, enmohecimiento, vicio propio de la mercancía y en el caso cubano, el hurto es muy destacado. Existen otras causas que prolongarían esta lista y se ajustan a un tipo de cargamento en particular, como las refrigeradas, por solo citar un ejemplo.

Durante las transportaciones de exportación desde la isla al exterior, resultaban muy extrañas las reclamaciones por averías. Se trataba en términos generales de embarques homogéneos y de poca variedad. Azúcar a granel o en sacos, tabaco en rama, minerales a granel o en sacos, carga refrigerada, jugos enlatados, rones, etc. Con la aparición del “contenedor” esas cargas valiosas y propensas al hurto o malas manipulaciones, se transportaban selladas dentro de esos cajones metálicos. Estaban mucho mas protegidas y aliviaba de paso la responsabilidad del transportista en casos de averías en sus contenidos.

En el caso de transportaciones hacia la isla estamos hablando de otros “veinte pesos” y esas operaciones de descargas podían derivarse en batallas entre el Primer Oficial y las reclamaciones de los “Inspectores de averías”. En casi todos los puertos cubanos se realizaban las operaciones de carga-descarga con los medios del buque, sean plumas o grúas. En la mayoría de los casos se usaban dispositivos inapropiados al tipo de carga en cuestión, me refiero a estrobos, redes, lingas, etc. Mercancías paletizadas que fueron colocadas a los costados de las bodegas con el uso de los montacargas, eran arrastradas hacia en centro de la bodega averiando su embalaje y el de las mercancías próximas. La historia y experiencia son muy amplias y alargarían mucho este trabajo.

El hurto fue una de las causas mas importantes durante esas operaciones en la isla, viviendo en un país que practicaba una austeridad extrema y los salarios de los estibadores eran miserables, es de suponer que ese delito escapara de control. No fueron pocas las veces en las que vi a los estibadores alineados sobre cubierta y olfateados por perros pertenecientes al MININT (Ministerio del Interior) No se distinguía entre un articulo u otro, cualquiera era útil para vender en la “bolsa negra”. Así un día, rompieron un embalaje que contenía estetóscopios (llamados en Cuba estetóscopos) y robaron gran cantidad de ellos. Como pueden imaginar, ningún estibador era estudiante o practicante de medicina. Ejemplos como este sobran para ilustrar lo referente al hurto llevado a cabo de manera individual, vale destacar que en cada brigada de estibadores existían militantes del partido e informantes. 

Un estilo muy especial de hurto y donde se involucra todo o parte de un colectivo, consistía en robo de mayor cuantía donde participaban los Jefes de la carga, estibadores, amanteros, tajadores y choferes de los camiones. Cuando la carga era de alto “valor de uso” y demandada por la población (alimentos en términos generales), tenían un método muy especial para cometer el delito y no era muy fácil de detectar. Si en una lingada de sacos debían ir quince de ellos, los estibadores se las arreglaban para enmascarar uno de más y los tajadores, cómplices de esa cadena se hacían los de la vista gorda. Imagino que esa banda operaba tanto en los muelles como en los almacenes de recepción de la mercancía y cada uno se llevaba su ganancia.

Hubo una avería producida intencionalmente, creo que la más estúpida y dañina de todas, se produjo en el puerto de Nuevitas y pudo ocurrir en otros puertos del país. De todos nosotros era conocido la excelencia en cuanto a la estiba se realizaban en los puertos de Japón, Holanda y Bélgica. Ya para estas fechas y ante el asedio de las reclamaciones por averías, yo tenia la costumbre de tomar fotos a la carga en diferentes etapas por bodegas. Las realizaba a inicios, media carga y finales de las operaciones. Con ellas trataba de proteger al transportista y una vez en los puertos cubanos las mostraba a los inspectores de averías. Pues uno de esos viajes al puerto mencionado, la administración y el partido del muelle de Tarafa, acuerdan romper los pallets donde venían “artísticamente” estibadas las mercancías procedentes de Amberes para proceder a la descarga. El argumento de semejante locura lo justificaron diciendo que, era para darle trabajo a los estibadores. Se suponía que las operaciones de descarga no requerían de tanto personal y se realizarían con prontitud. No quieran imaginar la cantidad de averías producidas y el monto de las reclamaciones rechazadas, toda una batalla.


Motonave "Pepito Tey", donde le robaron los motores de arranque a 15 camiones.

-¡Asere, estas en candela! Me dijo el negro inspector de averías en el muelle Sierra Maestra Nr.1 Sur.

-¿Por qué en candela? Le pregunté algo sorprendido, por nuestra banda de babor se encontraba abarloada la grúa Sandoval. Ya había descargado todos los equipos pesados que traíamos sobre cubierta y se detuvieron las operaciones una vez abiertas las bodegas.

-Porque ninguno de los camiones que tienes estibados en bodegas arranca, les facharon los motores de arranque y tienes bloqueadas las operaciones. Se trataba de camiones “Pegaso” cargados en el puerto de Bilbao, inicialmente me puse algo nervioso al escuchar aquellas palabras. Luego me puse a reflexionar y llegué a la conclusión de que el barco no tenia responsabilidad alguna de esa avería por hurto. Mis deberes eran inspeccionarlos exteriormente y los “Mate's Receipt” habían sido firmados como “recibidos en buen estado aparente”. Yo no estaba obligado a inspeccionar los motores de los vehículos, pero aquella fechoría me sirvió de experiencia para viajes posteriores.

-Negro, eso es imposible de haber sido realizado por la tripulación. ¿Qué haría un marinero con uno de esos motores y como los sacaría por la aduana? ¡Mira, junto a la puerta hay uno de ellos que no pudieron extraer del buque! Le mostré un motor de arranque que un marino había encontrado suelto en una de las bodegas.

-Ya sabes que la soga la van a romper por la parte más débil y aunque no seas responsable van a querer cargártela. ¿Qué se te ocurre? Al negro yo lo conocía de viajes anteriores a ese muelle y sabia que era honesto en su trabajo. Tampoco corrían aquellos tiempos de corrupción vividas en los últimos años.

-¡Vamos a darle taller al asunto! Yo no se ni timbales de mecánica, pero como lo dice su nombre “motor de arranque”, imagino sea esa su función. O sea, una vez arrancado el motor el cumplió con su trabajo. ¿No es así?

-Tienes razón, pero no sé a dónde quieres llegar.

-Quiero llegar hasta el autor de ese robo, o sea, esos camiones vinieron andando desde el terreno donde esperaron su embarque…

-¿A cuál distancia se encontraba de ustedes?

-Estarían a unos setecientos metros de nuestro atraque, yo los inspeccionaba exteriormente y durante ese tiempo nunca los apagaron. Con el motor encendido los suspendieron y estibaron en las bodegas. Una vez colocados en sus correspondientes lugares, era entonces cuando apagaban el motor.

-¡Coño! Eso que me cuentas tiene lógica…

-¡No! Lo peor de todo esto es que los representantes de la Pegaso nunca subieron al buque, me enviaron el manojo de llaves de los vehículos con un mensajero.

-¿Lo reflejaste en el Mate's Receipt?

-Por supuesto, yo soy algo bobo, pero no comemierda.

-¡Blanco, escapaste! Vale destacar que ese viaje yo había sido ascendido cuando sancionaron al Primer Oficial en el puerto de Barcelona, o sea, hasta esas fechas me desempeñaba como Segundo Oficial. Me salvó de esa situación y otras, lo autodidacta que siempre fui y que cargaba conmigo mis libros técnicos.

Como era de esperar, los representantes de la Pegaso en Cuba se llevaron al negro Inspector de averías al hotel Riviera. Aquellos españoles conocían perfectamente de las penurias vividas por los cubanos, le dieron bebida y comida a reventar. Cuando el negro pensó que todo había concluido, le ofrecieron plata para que declarara que las averías habían sido producidas en el barco y él no lo aceptó. Nunca supe su nombre, generalmente la gente en el puerto se llama por sus apodos. Creo haya sido el inspector mas honesto que conocí en toda mi vida de oficial.
-¡Primero, quiero proponerte un negocio! Para negocios andaba yo, ya he mencionado este caso en otros escritos. Había regresado de un largo viaje que concluía con la solicitud de mi expulsión de la flota.

-¿Qué tipo de negocios?

-¡Mira! Yo saco poco a poco las piezas que hay en esa caja, las vendo en la calle y te doy tu comisión. Me señaló mientras hablaba hacia una caja con ropa de niños que habían violado en la bodega y robado parte de su contenido.

-¡Mira, socito! El asunto es que yo no entro en ningún tipo de negocios relacionado con la carga. Vengo de un viaje muy largo y tengo dinero suficiente. Además, estoy en candela y no tengo por qué contarte. El muchacho era joven y noté como se le caía el moco al escucharme, creo que temió lo peor. -¡No te preocupes, no voy a caminarte, yo no soy chiva! Creo que esas palabras lo tranquilizaron y siguió insistiendo.

-¡Coño, mi hermano! Tengo un chamaco y lo que gano no me alcanza para vivir. ¡Deja que me mueva! No quiero extenderme entre dialogo, insistencia y hasta lloriqueo.

-¡Fíjate! Me la voy a jugar contigo y no te conozco. Pasa al baño y clávate algunas piezas que no se noten. Si te traban y me mencionas, puedes estar seguro de que voy a discutirte en la calle y te voy a partir el culo. ¿Me entendiste? Durante todo el periodo de descarga se mantuvo sacando ropa infantil y no lo descubrieron. El día de mi relevo y mientras me dirigía a La Habana en un taxi, Nuevitas se encontraba de carnaval y el muchacho administraba un kiosco de los portuarios donde detuve el auto y llené dos sacos de cerveza. No regresé mas a ese puerto y le alivié temporalmente su tragedia, ya eran otros tiempos y el mundo insular estaba totalmente corrompido.

El Inspector de averías era una persona muy vinculada al Primer Oficial y generalmente mantenía buenas relaciones con él. Fueron escasos los que se comportaron como enemigos, no los tuve. Normalmente le reservábamos un puesto en el comedor junto al Jefe de la carga a la hora del almuerzo, todos tratábamos de realizar nuestros trabajos en franca armonía y complicidad.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-12-15


xxxxxxxxxxx


No hay comentarios:

Publicar un comentario