UNA VUELTA AL MUNDO
Motonave "Bahía de Cienfuegos", escenario de esta historia.
Como Primer Oficial siempre preferí viajar sin mujeres a bordo y les aclaro, no era precisamente que las culpara a ellas de todos los problemas que se producían por su presencia. Éramos nosotros los hombres los verdaderos conflictivos, los capaces de transformar un barco en un insoportable infierno.
En ese viaje irían tres mujeres con nosotros, la que estaba viviendo con el Capitán y la gente identificaba como “Primera Dama”. Se comportaba como la mujer oficial del hombre, pero no lo era legalmente, podía afirmarse entonces que era la “querida oficial” con todos los derechos incluidos, los que se otorgan voluntariamente o los que se ganan a golpes de vagina. No era mala persona, pero las facilidades que el supuesto marido le concedía o ella se tomaba como privilegio que no le correspondía, muchas veces provocaba protestas de sus similares. La otra mujer era mayor e iba con su marido en un viaje de estímulo que le otorgaron a él por su jubilación. Para más desgracia, esa señora tenía una lengua para respetar, era una fanática revolucionaria y vecina mía. La tercera era de una edad que superaba los treinta y cinco, pero no llegaba a los cuarenta. Estaba enrolada como agregada de Sobrecargo y era soltera, convirtiéndose en el objetivo a conseguir por unos cuarenta tripulantes cuando la abstinencia hiciera acto de presencia. Una sola mujer disponible entre tantos hombres de edades distintas, colores, tamaños, carácter, etc. Le brindaba un amplio margen de posible selección, lo mismo ocurriría en caso contrario y en esa situación tiendes a ser mucho más selectivo.
El viaje hasta varios puertos chinos transcurrió con relativa tranquilidad, claro, no se demoraron los constantes e insistentes ataques de los primeros que pretendieron conquistarla. Debido a las relaciones de trabajo y mí vínculo directo por ser el jefe del departamento de Cámara, teníamos que cruzarnos diariamente. Ese contacto cotidiano dio paso a una nueva amistad y no me molesté en insinuarle absolutamente nada, aunque en el fondo me gustaba y deseaba poseerla como cualquiera de los que viajaban a bordo. Sólo que en mi caso estaba obligado a ser cuidadoso, más aún cuando la competencia era tan fuerte. Era conversadora, pero de esa gente que habla y tiene temas abundantes para hacerlo, puede afirmarse que se trataba de una mujer con cierto grado de cultura. En la medida que pasaba el tiempo, aquella amistad adquirió más confianza y desaparecían los secretos. Fue de esa manera que me iba enterando de cuál era el pretendiente de turno y los fui contando. Al final del viaje creo que no faltó ningún hombre de los de a bordo, a excepción mía, todos lo intentaron.
Una semana antes de arribar a las costas cubanas había concluido el asedio por conquistar a Martica, quizás el saber que muy pronto estaríamos conectados a nuestras vaginas, pudo calmar las ansiedades y nervios. Uno de aquellos mediodías en los que pasé por su camarote como ya era habitual, lo hacía para tomar un poco de aquel café instantáneo que habíamos comprado antes de salir de viaje. Ella lo preparaba batiendo constantemente el azúcar con unas pequeñas gotas de aquel café hasta lograr que se formara una especie de merengue. Luego vertía el total del líquido en esa mezcla y el resultado era similar a un café expreso ante nuestros ojos, aunque el sabor no cambiaba nada, al menos lográbamos engañarnos.
Motonave "Bahía de Cienfuegos".
Ella se acostó en su cama y le pedí que me hiciera sitio a su lado, se lo dije medio en broma y medio en serio. A la “altura del juego” yo no esperaba nada, estaba por llegar a la isla y me había resignado. Asombrosamente ella aceptó mi solicitud y se acostó a la orilla de la cama que estaba pegada a la pared, lo hizo dándome la espalda. Yo lo hice muy pegado a sus nalgas y le tiré el brazo por encima de la cadera. Bastaron unos segundos para que su respiración experimentara un cambio en su ritmo, es que nadie es de piedra y ella era un ser humano como yo. La atraje hacia mí y le di un beso en la boca, no puedo ocultar que hubo un fingido rechazo, pero sólo tenía como finalidad recordarme que no le había dicho absolutamente nada. Todo su cuerpo cedió ante el desenfreno exploratorio de nuestras lenguas y faltándole el aire me pidió que le pusiera el seguro a la puerta.
En el trayecto de unos cuatro metros ya me había desprendido del pantalón y el pullover, no llevaba calzado alguno porque en el interior del buque yo andaba con chancletas. Tenía la pinga que se me quería partir en pedazos y asomaba la cabeza con descaro por encima del elástico del calzoncillo, ella no dejaba de mirarlo mientras avanzaba hacia la cama. Le fui abriendo la blusa lentamente y trataba de contener ese deseo loco de romperle todos sus botones, le bajé el chándal y ante mi vista se mostraba un boscoso bulto de vellos reprimido debajo del blúmer. Algunos de aquellos vellos tan negros como el azabache escapaban por el borde de sus piernas y una hilera fina de ellos, corría desde su monte de venus, hasta el ombligo y allí no se detenía. Otro trillo oscurito subía más al norte y descansaba entre sus dos senos, los descubrí cuando le retiré el sujetador. Le fui bajando el blúmer y aparecía ante mi vista el bollo más poblado que jamás haya vuelto a ver en todo el mundo. Era negrísimo y de vellos entre lacios y rizados, yo lo encontré hermoso, era la moda de mi época. La besé con ansiedad y un poco de desespero, lenguas y saliva coqueteaban en descontrolada carrera por ambas bocas. Ella no era de esas mujeres gritonas, se manifestaba con unas exhalaciones casi violentas, chupones y mordidas. No podía metérsela tampoco, cometería el error más grave de mi vida y lo sabía. Ya habían transcurrido varios meses desde la última vez que visitara un tibio túnel como aquel, estaba obligado a mamar para ganar tiempo y fui bajando. No le encontraba feo ese trillo oscurito que nacía entre sus senos y me conducía directamente hasta su bosque, me fui guiando por él. Una vez a la altura de su denso pubis, puse mi cara en ella y olía como hace cualquier animal, siempre me ha causado placer hacerlo. Después, resulta muy difícil observar la entrada quietamente, disfrutaba separar cada vello con los dedos para llegar a sus labios. Estaban muy mojados, era una mujer que lubricaba como pocas y preferí detenerme en su pepita para que fluidos y saliva fueran cayendo como si se tratara de una cascada que nace entre sus labios y vagina. Me prometí no colocarme nunca debajo de ella, luego comprobaría que estando encima de mí, mientras teníamos sexo, su jugo me recorría y mojaba la cama. No pude contener esa ansiedad salvaje que nos acompañaba en cada viaje, se la metí y la bañé con el chorro de semen acumulado durante el trayecto. No estuvo mal para una primera vez, tampoco cumplía con las exigencias de una cubana sexualmente bien preparada, quedamos en dormir esa noche y las siguientes en mi camarote. Siempre es excelente a partir de la segunda vez, ya lo creo.
Motonave "Bahía de Cienfuegos".
Ya les dije que un barco es un sitio con mucha similitud a un solar habanero, cuartería o vecindad como le llaman en México. La gente se conoce tan bien, que saben calcular cuando una vecina se encuentra con la menstruación o tuvo relaciones sexuales. Somos especialistas en leer a través de las ojeras y ese era un detalle que la delataba, ella era extremadamente ojerosa y cada vez que templábamos, sus ojos eran rodeados por una aureola muy oscura. Comienzan entonces las sospechas y una sorda cacería por saber quién rayos era el afortunado. Aunque no digas nada, los marinos, igual que los presidiarios, son capaces de identificarte de acuerdo a una palabra, gesto, estado de ánimo etc. Si observan rasgos de felicidad en medio de una situación tan penosa como la que se estaba viviendo, era un detalle anormal que servía como prueba acusatoria. De esa manera y sin demostrarse que eras el beneficiado, aparecerían las primeras manifestaciones de envidia y podías agenciarte uno que otro enconado enemigo. Ese comportamiento era común a cada viaje y barco, sólo que en este caso no era preocupante porque ya estábamos por arribar a Cuba y cuando el marino se desahoga sexualmente, lo olvida todo, hasta los peores momentos en los que pudo perder la vida.
Aquellas relaciones continuaron por un tiempo que hoy no recuerdo, nos desenrolamos del buque por vacaciones y unos meses más tarde yo partiría en otro barco. Al regresar, ella estaba allí, me esperaba como la querida perfecta, la que es amable en todo momento, coqueta, paciente y complaciente. Satisfacía muchos de mis caprichos o necesidades, llegar a su apartamento significaba horas de relajación y buen sexo, bebida y comida abundante. No escatimaba en nada con tal de verme feliz y muchas fueron las veces en las que comprara comida en la bolsa negra para que yo alimentara a mi familia. Era una mujer muy calculadora y fría para hacer negocios, siempre buscaba buenas ganancias en sus inversiones y yo le confiaba los míos, nunca perdía. En la cama era especial y normal a la vez, como son casi todas las cubanas, casi todas, siempre quedan algunas fuera de esa colección maravillosa.
Ella era de un lirismo terriblemente encantador, muy medida y culta antes de llegar a la cama, todo necesitaba su espacio y tiempo, música adecuada, una mirada, la palabra apropiada. Luego, toda aquella manifestación de exquisita cultura se iba a la mierda cuando se calentaba, sólo se trataba de cortinas de humo usadas inteligentemente para ocultar ese morbo que llevaba dentro. Una vez caliente, sólo había que ponerle un espejo de frente para que dejara escapar toda esa podrida fantasía contenida en su mente. ¿Cuál es la diferencia entre ella y una puta? Sólo el negocio de compraventa de placeres de una y los placeres regalados por la otra. En la cama, ambas se comportan iguales, sólo las distingue la música que usan, unas y otras me encantaban.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2017-11-14
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