“EL TOQUE”
Motonave "Sierra Maestra", buque insignia de la marina mercante cubana.
El “toque” o cobros de comisiones por compras o servicios realizados a bordo, siempre fue una acción prohibida en nuestra flota. No por temor a la aplicación de una ley inventada o por hacerlo para estos casos, los oficiales con acceso a esa posibilidad renunciaron a ella. ¿Quiénes tenían la posibilidad de recibir un “toque”? Solo un reducido grupo de oficiales a bordo, hablemos del Capitán, Jefe de Máquinas, Primer Oficial y Sobrecargo. El Capitán era el personaje que siempre se llevaba la mayor mascada y muchas veces desviaba hacia sus arcas un porcentaje del recibido por los cargos mencionados.
Todo funcionaba encerrado en un absoluto secretismo cuando no existía confianza o pacto de complicidad entre esos personajes. Conocida o no la práctica de esa acción ilegal, todo documento de pago o factura debía pasar por las manos del Capitán para ser firmadas, solo que en la mayor parte de los casos donde existía esa desconfianza, la traición había sido pactada con anterioridad, o sea, muy en privado. El jefe mayor del buque había acordado con el agente del buque o empresas contratadas, cuál sería el monto de su comisión o porcentaje.
Para los tiempos de mi inicio como marino, las comisiones por compras o servicios andarían por el 5%. No era una suma muy grande, pero lo suficiente buena como para satisfacer alguna pequeña necesidad. Tengamos en cuenta que las asignaciones para compras de víveres, reparaciones menores, compras de pinturas y herramientas, lavandería, gastos médicos, etc., fueron muy superiores a las dejadas cuando deserté. Esas comisiones podían cobrarse en cash o en especias, algunas veces combinadas. Las correspondientes a especias incluían un variado menú, podían ser comidas en restaurantes, disfrutes de noches en bares con prostitutas incluidas, efectos electrodomésticos, relojes, etc. El shipchandler de Tokio llamado Nakada era muy complaciente en este aspecto. Por Europa se destacaron durante muchos años otros proveedores muy queridos por nuestros capitanes, hablemos del chileno Guillermo radicado en Rotterdam, José María con sede en Barcelona y Trueba en Santander, solo por mencionar algunos de ellos. Cada uno conocía de los gustos y debilidades de Capitanes o Sobrecargos. Tanta era la conexión en Europa con esos personajes que, muchas veces fueron sometidas las tripulaciones a sacrificios de austeridad injustificadas en algunos países. Acción que se realizaba con la sola finalidad de esperar que el buque estuviera en los dominios de esos personajes. De esta manera veíamos a Guillermo desplazarse por diferentes países europeos para abastecernos, cuando en los lugares donde estábamos atracados existía la posibilidad de realizar esas compras con otro proveedor.
Motonave "Paya Larga".
Pero la felicidad siempre dura poco en casa del pobre y en ese caso me tocó bailar con las vacas flacas. Aquel 5% de las comisiones se fue reduciendo hasta un 2 ó 2.5 %, acompañado ese decrecimiento con el aumento del costo de la vida a nivel mundial y para empeorar aún la situación, la asignación para gastos adicionales en nuestra flota se redujo a cifras ridículas que nunca pudieron satisfacer nuestras reales necesidades. Para empeorar aún más el escenario descrito, varios de los representantes en el extranjero de la Empresa de Navegación Mambisa, fueron sustituidos por individuos que pertenecieron a nuestro giro y en peor de los casos por “hijitos de papá” con absoluto desconocimiento de nuestra profesión. Ya para entonces, el “toque” al que estaban acostumbrados nuestros oficiales, era absorbido por esos individuos desde sus oficinas. El ejemplo del depredador más feroz de todos ellos lo fue el “Gallego Meléndez”, quien al pasar los años se convirtiera en director de nuestra empresa y se destacó por su despotismo y extremismo.
“Quien hace la ley, también hace la trampa”, aquella situación asfixiante para unos pocos, debo destacar que en el 99% de los casos muy militantes del partido, dio origen a una serie de delitos atípicos en nuestra flota, que buscaron sustituir las pérdidas causadas con la eliminación del “toque”. Yo participé en este campo del delito que para entonces la sociedad justificaba con la definición de “luchar”. O sea, “ladrón que roba a ladrón, merece cien años de perdón¨. Muy sencillo, robarle al régimen no es condenado por la sociedad, es simplemente “luchar”. Solo que a algunos de los nuestros se les fue la mano y abusó de esa tipificación nueva de un delito condenado en cualquier parte del mundo.
De esa manera aparecieron reparaciones que se firmaban y de las cuales se cobraban comisiones sin haberlas realizado. Se vendía una parte del petróleo a la misma compañía abastecedora por un precio más barato y luego, durante las largas navegaciones, se aumentaba un poquito el consumo de la maquina o se mezclaba con agua. Se compraban productos alimenticios de pésima calidad y se pagaban como si se trataran de primera, etc. El sobrecargo entregaba el dinero asignado para la ropa de invierno cash a cambio de una coima, etc. Para esos tiempos el nivel de corrupción en nuestra flota obtuvo niveles nunca pensados y como manifesté con anterioridad, casi todos los que participaban en ese fenómeno social eran militantes del partido.
Motonave "José Antonio Echeverria"
Como bien manifesté al principio de este trabajo, la recepción de las comisiones siempre estuvo prohibida y penada en nuestra flota. Sin embargo, no hubo un solo instante de nuestras vidas en que se renunciara a ella y luego se acudiera a otros delitos para sustituirla cuando nos privaron de sus beneficios. El comportamiento del hombre tuvo sus variaciones y de aquellos profesionales silenciosos se pasó a una especie verdaderamente miserable. Nadie podía reclamarle a un Capitán u otro oficial por haber tomado una comisión que te correspondía, hablo de casos aislados donde el shipchandler te manifestaba haberlo entregado al Capitán. Cuando le preguntabas si te habían dejado algo, estos depredadores te decían descaradamente que no y en esos casos debías aceptar en silencio que te habían robado. En uno de esos casos llamé al Capitán a mi camarote y antes de que entrara puse a funcionar mi grabadora. Indudablemente dije cosas que lo comprometían en esa reclamación, contaba con una prueba de que él había delinquido para protegerme de cualquier delación. Así andaban esos tiempos, era una constante lucha entre gatos y ratones donde todos “luchábamos” unos dólares con mucha rabia.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-11-05
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