UN REMOLQUE EN ALTAMAR
Motonave ¨Lidia Doce¨
Aquel tipo se empeñaba en hacernos comprender una fórmula rusa para calcular la longitud del remolque, aquella fórmula extraterrestre abarcaba todo el ancho de la pizarra. A su espalda participaban en una macabra danza matemática un pelotón de símbolos y signos de aquella materia. Era manifiestamente anárquica, podías sumar, restar multiplicar y dividir cualquier cosa, dentro de ella todo estaba permitido. Luego y por caprichos de su naturaleza o país de origen, el resultado final daba siempre en "metros". Todos nos rompíamos la cabeza y decidimos burlarnos de ella y del mequetrefe parado frente a la pizarra.
Su excelencia era un tipo arrogante identificado en nuestra lengua como un tronco de "comemierda", comentaban algunos guardiamarinas de aquellas fechas que se nos acercaban. Era sumamente extremista y si algo le sobraba en el portafolio de dudosa procedencia, lo eran aquellos reportes que los privaba de sus pases semanales. No acostumbrado al trato con civiles, quiso ensayar sus procedimientos con nosotros y fracasó. El grupo estaba integrado por viejos capitanes y primeros oficiales curtidos en el mar. Nuestra presencia en la academia era justificada por un curso exigido por la OMI (Organización Marítima Intergubernamental) con la finalidad de obtener un certificado en vigor internacionalmente.
-Profesor, ¿cómo es posible que usted multiplique leones por pargos, luego los divida entre melones, le sume aguacates, le reste rinocerontes y el resultado final sean metros? Le preguntó un día uno de los canallas del aula y todos nos orinamos de la risa.
-Ustedes apliquen esta regla que es la establecida y será la que irá a examen. No supo dar una respuesta matemática al potaje escrito en la pizarra y a partir de ese día sus relaciones con nosotros fueron muy tensas.
Yo estaba convencido de que aquel muñecón vestido militarmente y con charreteras de Teniente de Navío, nunca en su puta vida había participado en un remolque. Si acaso se montó alguna vez en una nave, lo haría en una torpedera o cohetera y esas lanchas se pueden remolcar con una soga de tendederas. Lo conocían como el teniente Benítez y era muy famoso por su extremismo. Nos pusimos para joderlo y se la aplicamos con toda las de la ley. De acuerdo al reglamento de la academia, si un profesor llegaba treinta minutos tarde al aula, los alumnos podían retirarse. No estoy seguro si esa parte del reglamento era aplicable a los cursos externos solamente. Lo cierto fue que el día del examen se demoró más de ese tiempo y le dejamos el aula vacía. Ya deben imaginar la cagalera que sufrió el individuo, tuvo que entrarnos bien bajito y acordar otra fecha para el examen. Resumen, metió aquella formula por sus timbales y nos aprobó con un máximo de tres puntos sobre cinco.
Hay situaciones que nunca se dan en el mar y cuando lo hacen, difícilmente se repiten. Ejemplos hay muchísimos, pero hoy me voy a referir solamente a los remolques en altamar. Estoy convencido de que una inmensa mayoría de marinos no ha pasado por esa experiencia que se diferencia en dos condiciones muy particulares. Una es cuando participas como buque remolcador y la otra cuando eres remolcado. Yo las viví ambas, una como remolcador y dos como buque remolcado.
Motonave ¨Habana ¨
Remolque del buque "Lidia Doce" por el "Habana".
En el año 1968 recibimos la orden de encontrarnos con el buque "Lidia Doce", se encontraba este buque de menor porte al garete en la costa norte de República Dominicana. Yo estaba como timonel en la motonave "Habana" y era aún un inexperto, creo haya ocurrido ese evento durante mi segundo viaje. Nos aproximamos al barco y a una distancia prudencial se lanzaron cohetes que llevaban consigo un "jibilay", es una cuerda fina de nylon muy resistente, creo que se lanzaron dos de ellos. Luego y con ese jibilay, les enviamos un cabo (soga) con una mena de aproximadamente una pulgada. Una vez cobrado ese cabo fino por ellos, amarraron lo que sería su cabo de remolque. Supongo que, como la distancia a remolcar fuera tan corta, la comprendida desde Dominicana hasta la entrada de la Bahía de Nipe, decidieran usar un cabo en lugar del cable de remolque como es habitual. Aquel cabo que nos dieron para su remolque, resultó ser una de las gruesas estachas de henequén que aún se utilizaban en la marina cubana. Eran extremadamente gruesos y cuando se mojaban pesaban una tonelada, tampoco eran resistentes a los estrechonazos y se partían con facilidad, aquel cabo era nuevo.
Ellos hicieron firme el cabo a una de sus anclas y la fueron arriando con el uso del molinete (motor usado para subir el ancla) Esta operación se hace para darle peso al cabo o cable y obligarlo a tener un seno que evite en todo momento se parta por medio de un tirón o estrechonazo. Una vez listo comenzamos a remolcar a ese buque y lo entregamos al día siguiente en el sitio destinado donde nos esperaba el antiguo remolcador "Macabi". Toda la marinería nos turnamos en el trayecto haciendo guardias en la popa para vigilar las condiciones del cabo. La oficialidad del buque en ese viaje era muy profesional, no voy a entrar en detalles personales sobre alguno de ellos.
Motonave ´Pepito Tey
Remolque del buque "Pepito Tey" por el "30 de Noviembre".¨
Mi segunda experiencia ocurrió en la costa este de Argel, recalamos a esa playa empujados por el viento y la corriente. La máquina principal del buque "Pepito Tey" había explotado y quedamos totalmente fuera de servicio. Unos tres días después de haber lanzado el ancla, fue destinada la motonave "30 de Noviembre" para que nos remolcara hasta Barcelona. El buque era capitaneado por Carlos Yero, Manuel Balsa viajaba de Primer Oficial y Luis Valdez Arnaiz como Segundo Oficial, ambos habían estudiado conmigo.
Yero puso su buque paralelo al nuestro y cuando lancé el primer cohete con la inclinación recomendada, el viento se llevó el jibilay por encima del barco. El segundo cohetazo dio contra una de las grúas de carga y lograron tomar el jibilay, ya Yero había enfilado su proa hacia nosotros. Increíblemente detuvo su nave a unos cinco metros de la nuestra y le entregamos a su marinería dos de nuestros jibilays de maniobra. Puso su buque a proa del nuestro y seguimos el protocolo para la entrega de nuestro cable de remolque.
A esos jibilays le empatamos un cabo con una pulgada de diámetro, luego les dimos uno de nuestros cabos de maniobra y con él, ellos comenzaron a cobrar nuestro cable de remolque. Este cable es sumamente grueso y pesado, imposible de manipular sin la ayuda de alguna maquinilla. Lo engrilletamos al ancla y le arriamos unos siete grilletes (conocido en otros países como "paño). Cada uno de esos grilletes tiene una longitud de unos 27.5 metros y normalmente los barcos cuentan en cada ancla con diez de ellos. Como expliqué en el caso anterior, la finalidad de unir el cable a la cadena del ancla es buscar que se produzca una catenaria (una especie de curva o seno) para evitar en todo momento que el cable se encuentre tenso. Toda la maniobra realizada en la proa para la entrega del cable de remolque fue realizada por mí, yo ocupaba la plaza de Segundo Oficial en esos viajes. Me acompañaba un excelente Contramaestre de apellido Camacho y una muy buena marinería. En el puente se encontraba el Capitán Cordoví, muy sereno y profesional durante las maniobras, era mi segundo viaje con él sin ningún tipo de contratiempo.
Motonave ¨30 de Noviembre ¨
Fuimos remolcados sin dificultad hasta el puerto de Barcelona, allí nos estaba esperando un remolcador, levamos el ancla que estaba unida al cable de remolque. Rescatar el cable fue una maniobra extenuante, yo diría que angustiosa y algo peligrosa. Resultaba muy difícil darle vueltas en el capirón del molinete por su grosor y rigidez, mucho peor fue llevarlo al pañol y enrollarlo en el tambor dispuesto para él. En Barcelona permanecimos tres meses y medio reparando la máquina del barco, al segundo mes fui ascendido a Primer Oficial por sanción impuesta a Wilfredo Tamayo, este despreciable individuo había desfigurado a golpes a una camarera.
Motonave ¨Pepito Tey
Remolque del buque "Pepito Tey" por el "Playa Larga".
Otra vez con el buque "Pepito Tey" quedamos al garete a unas cien millas o un poco más de las islas Azores. El combustible se encontraba contaminado y quedaron fuera de servicio todos los equipos auxiliares y generadores. Frustrados fueron todos los intentos de volver a ponerlos en marcha, quedamos a merced del tiempo y nuestra suerte. Toda la dramática situación atravesada se encuentra reflejada en mi trabajo titulado "Al Garete", razón por la que evitaré referirme a pormenores que solo extenderían la presente exposición.
Se cumplía más de una semana que no llevábamos al estómago comida caliente alguna, habíamos sobrevivido a una terrible galerna que se formó de pronto, apareció de la nada. No naufragamos porque Dios era un marino cubano y se apiadó de nosotros. Sentíamos vergüenza de nuestras imágenes y malos olores que nos acompañaban, peor aún, el hambre sufrida nos borró todo tipo de vergüenza.
Cuando estábamos recibiendo un cable de remolque de un remolcador de altura que vino por nosotros, el Capitán de otra nave cubana recomendó al nuestro que no lo hiciera y tratara de comunicarse con La Habana. Realmente esto sucedió cuando la galerna estaba cerca de nuestra posición y por el walky-talky me ordenaron largar aquel cable, obedecí sin comprender mucho. Un día más tarde me enteré de que habían destinado al buque "Playa Larga" con la orden de remolcarnos hasta Lisboa. La comunicación con La Habana fue posible porque se logró arrancar el generador de emergencia, solo que aquella vía de comunicación se cortó a los dos días, se produjo un incendio en los escapes de ese generador y ya estábamos en medio de la galerna.
El Playa larga no pudo acercarse a nosotros en medio de aquella tormenta, la nave se encontraba en lastre (vacío) y abatía con mucha rapidez. Se alejó a unas diez millas de nosotros y una de esas tardes logré comunicarme con su Capitán vía walky-talky. Se trataba de aquel magnífico hombre llamado Osvaldo Blanco, conocido por la marinería como Blanco el Blanco. Nos conocíamos del curso para oficiales donde impartió clases de Maniobras y otras asignaturas, habíamos compartido aventuras en el puerto de Nicaro. En esa conversación le pedí que no se alejaran tanto y le expliqué detalles del incendio, ellos se acercaron a unas cinco millas de nuestra posición.
El panorama fue terrible, todos teníamos una debilidad tremenda por la falta de alimentos y aun así, debíamos continuar las guardias en el puente. El escenario hubiera resultado más tolerable si no arrastráramos los problemas presentados durante todo el viaje con el Capitán. Ya le he dedicado suficientes líneas a Jorge Torres Portela, el Capitán Chocoleito. Los bandazos registrados en el clinómetro llegaron a marcar los 50 grados de escora hacia ambos lados. Cuando el buque se inclinaba por los efectos de las olas, el puente casi chocaba con la mar. En esas circunstancias temimos lo peor y es lógico que el más valiente de los hombres sintiera miedo, es humano. Luego de tanto tiempo sometidos a ese sacrificio, el temor desaparece y llega la resignación, pierdes las esperanzas y te entregas por completo a la suerte, nada de lo que sucede a tu alrededor tiene importancia.
Llegamos a derivar unas 300 millas desde nuestra posición inicial, eso lo comprobamos con observaciones astronómicas cuando se presentó la posibilidad. A la semana comenzó a disminuir los embates del mar y el viento, luego quedó esa mar de leva con apariencia inocente que nos producía sus normales bandazos. Desaparecido el viento se acuerda comenzar los preparativos para entregarle al "Playa Larga" nuestro cable de remolque. Los peores obstáculos presentes fueron la debilidad física de la marinería y otro mucho más importante, no teníamos energía eléctrica para operar con el molinete del ancla. Todo debía realizarse a mano y tenía que ahorrarse en todo momento los esfuerzos físicos que en esa situación resultan sobrehumanos.
Motonave ¨Playa Larga ¨
Nos reunimos en proa todo el personal de cubierta y algunos curiosos dispuestos a colaborar. Llegaron el Capitán y el Primer Oficial de nombre Artigas, estuvieron alrededor de una hora discutiendo el método a usar y nunca se pusieron de acuerdo. Yo permanecía sentado y callado, como me ignoraron no me importaba dar opinión alguna, solo iba elaborando un plan y no deseaba compartirlo con ellos. Ya había tenido varios problemas con el Capitán durante todo el viaje y solo compartía palabras con Artigas en las entregas de guardia. No era mala persona, pero mantuvo una actitud timorata ante el imbécil de Portela, no solo eso, inclinó su balanza hacia el estúpido aun sabiendo que no tenía la razón.
-Segundo, ¿cuál es su opinión sobre la maniobra de entregar el cable de remolque? Preguntó Artigas luego de malgastar una hora en aquellas teorías y opiniones de ellos que no condujeron a nada. El Capitán prefirió mantenerse en silencio y le aplaudo aquella decisión, la marinería se dispuso a escuchar.
-¿Mi opinión? Yo puedo realizar esa maniobra con éxito si ustedes dos se retiran de la proa y no me interrumpen cuando me encuentre faenando con la marinería, si me llaman por el walky-talky no les responderé. Esa es la condición.
-Yo te preguntaba porque creo…
-Lo que tú creas no me importa, esa es mi respuesta, yo puedo realizar esa maniobra. Lo interrumpí, no deseaba escuchar tontería alguna. El personal aquí presente tiene experiencia en remolque, estuvieron conmigo el viaje anterior. Si desean terminar con esta comedia y dejarnos comenzar la maniobra, deben salir del castillo de proa y no molestarme desde el puente. Estamos en una maniobra algo peligrosa y nos encontramos muy débiles, déjennos trabajar tranquilos.
-Okey, por mi parte no hay inconveniente que así sea. Respondió Artigas mientras se dirigía a la escala para abandonar el castillo de proa. Chocoleito lo siguió en silencio y de mala gana, la gente aplaudió con los ojos, nadie lo soportaba.
-Contramaestre, manda dos hombres para que localicen al tornero. Díganle que se presente en la proa con los balones de oxígeno y acetileno, que traiga también una pistola de corte. Traten de buscar voluntarios entre los engrasadores y camareros, necesitaremos ayuda para sacar el cable de remolque del pañol.
-Okey, comprendido. Fue su respuesta e indicó a dos marineros que fueran a cumplir la orden.
-Vamos a ver, motonave Playa Larga, aquí la proa del Pepito Tey que te llama.
-Adelante, Pepito Tey.
-Vamos a cambiar al canal 10 del walky-talky.
-Okey, pasando al canal 10.
-Playa Larga, aquí Pepito Tey que te llama.
-Adelante Pepito Tey, se te copia alto y claro. Identifiqué rápidamente la voz del Capitán.
-Okey, Capi, por acá Casañas. Solo para informarte que voy a comenzar los preparativos para darles el cable de remolque, tengo a la gente muy débil y me tomará posiblemente más de dos horas. Por lo pronto te informo que una vez sacado del pañol, lo voy a hacer firme a la cadena del ancla y una vez listo te informaré lo que tengo pensado hacer, recuerda que estoy sin electricidad y esta maniobra requiere de mucho esfuerzo físico.
-Okey, Casañas, comprendido. ¡Tómate el tiempo necesario para que tengamos éxito en esta maniobra y no haya accidentes!
-Gracias, Capi, quedamos libres y ya te informaré cuando estemos listos. Yo sabía perfectamente que la conversación era seguida por Portelas y Artigas desde el puente, pero ya estaban advertidos, no deseaba escucharlos.
-Contramaestre, trae las barretas de acero que tengas en el pañol, lingadas de cables disponibles y los grilletes más grandes que poseas. Vamos a pasar el chicote del cable de remolque por el Panamá (orificio practicado en el centro de la proa con la finalidad de pasar cabos y cables por él), luego lo traemos hasta la cadena del ancla, el resto del cable vamos a adujarlo (acomodarlo) por largo sobre cubierta. ¿Qué haremos de inmediato? Vamos a asegurar el ancla atravesando las barretas en uno de sus grilletes, le colocamos además unas lingadas de acero que haremos firme a las vitas para que no caiga, asegúrala también con unos tensores de acero para que quede rígida y no tenga movimiento. Camacho me escuchaba con mucha atención, ya dije con anterioridad que era un excelente contramaestre.
La maniobra comenzó inmediatamente, marinos y personal adicional fueron sacando lentamente aquel pesado cable que fueron acomodando sobre cubierta como había ordenado. Tratamos de abrir el grillete desarmable de la cadena y como imaginé, resultó imposible. Como ya se encontraba asegurada por barras de acero y lingadas de cable, le di orden al tornero de que cortara el eslabón con el soplete. Acto seguido hicimos firme el cable de remolque a la cadena del ancla con grilletes gigantes y varias vueltas con cables de acero, le ordené al contramaestre abrir el freno del ancla. Una vez sobre cubierta, observé señales de óxido en el cable, lo habíamos usado el viaje anterior y ya había sido sometido a tensiones extremas. Es bueno señalarles a las personas ajenas a nuestro giro, que esos cables tienen una especie de cabo en el centro de una media pulgada, van saturados de grasa para evitar que se oxiden. Ese centro del cable es llamado "alma", pero una vez que el cable es usado, es precisamente allí donde se acumula agua de mar y comienza una corrosión que no se ve desde el exterior.
-Contramaestre, sube la maleta con los cohetes lanzacabos, sube los jibilays de maniobra disponible y dos rollos de cabos de una pulgada de mena. Inmediatamente partieron a cumplir la orden y una vez todo el material dispuesto sobre cubierta, me comuniqué con el buque Playa Larga. -Cierra momentáneamente el freno del ancla y quédate parado detrás del molinete para abrirlo cuando te lo ordene. Le dije al contramaestre.
-Su atención Playa Larga, este es el Pepito Tey que te llama. Fue mi siguiente llamada después de tres intensas horas de faena en el castillo de proa.
-Adelante Pepito, dime como piensas entregarnos el cable.
-Bueno, creo que debes acercarte a una distancia prudencial de nuestra proa para comenzar la maniobra. ¿Cómo pienso hacerlo? Nosotros te mandaremos un cohete lanzacabos, una vez tomado por ustedes y listos para cobrar, le empataremos a ese cabito un cabo de una pulgada de mena, además ira acompañado de un jibilay de maniobra también. Ustedes comenzarán a cobrar ese cabo y cuando lo tengan sobre cubierta, deben empatarle nuestro jibilay de maniobra. Lo pasan por una rolletera y nosotros iremos cobrando el mismo cabo de una pulgada a mano hasta traerlo nuevamente a nosotros. Una vez de regreso a nuestro buque, haremos firme el cabo de una pulgada a uno de nuestros cabos de maniobra que ustedes cobraran con sus maquinillas. En el chicote del cabo de maniobra ira firme el cable de remolque que ya está unido a la cadena del ancla. Con esta maniobra solo tendremos que cobrar a mano el cabo de una pulgada, no tenemos suficiente fuerza para cobrar el de maniobra. ¡Dime si comprendiste!
-¡Pepito, aquí Playa! Comprendido perfectamente, voy a tratar de poner la popa a menos de un cable (185 metros) de distancia de tu proa para comenzar la maniobra.
-De acuerdo, Playa, ya estamos listos.
La maniobra se realizó según lo planificado y nuestro personal solo fue sometido al sacrificio de cobrar a mano aquel cabo de una pulgada, pocos pueden imaginar el peso que ganó cuando se mojó, era de henequén. Una vez que me comunicaron tener firme el cable de remolque en su popa, le ordené al contramaestre abrir el freno del ancla y dejar salir siete grilletes de cadena.
-¡Su atención, Pepito Tey! Voy a comenzar a dar máquinas.
-¡Okey, Playa, estamos listos! Terminando de decir aquellas palabras, salió una densa humareda negra de la chimenea de aquel buque, pero la nave no respondía a las órdenes del timón. Era lógico que sucediera esto, los barcos no están diseñados para remolcar. Un remolcador posee el punto de remolque, donde hace firme los cabos de otra nave, a mitad o un tercio de su eslora desde la popa. De esta manera la pala del timón se encuentra libre para moverse, no ocurriendo así en un barco cuyos puntos para hacer firme sus cabos se encuentran exactamente encima del eje de la pala del timón y le resta maniobrabilidad.
Ya mencioné que el Playa Larga se encontraba totalmente vacío y parte de su propela estaba fuera del agua, razón que limitaba aún más su maniobrabilidad, algo que no pensaron tampoco en la isla. Se nos fue aproximando a una distancia peligrosa y estuvo a punto de colisionarnos. Todo parece indicar que su Capitán dio una orden de toda avante cuando estuvo muy pegado a nosotros, lo que provocó un fuerte estrechonazo que partió nuestro cable de remolque. Quedamos nuevamente al garete con el cable sumergido más siete grilletes de cadena del ancla. Se produjo una larga pausa de silencio entre toda la marinería, frustración, desconsuelo, angustia, debilidad y un hambre extrema era lo que reinaba en todas nuestras miradas, nadie hablaba.
Descansamos una hora mientras consumíamos nuestro almuerzo, una ruedita de spam crudo y un vasito de leche condensada fría. Desfallecidos comenzamos una maniobra similar para tomar el cable de remolque que nos ofreciera el Playa Larga, imagino que para ellos había sido terrible trasladar el pesado cable desde la proa hasta su popa, al menos tenían el aliciente de comer caliente, eso comentábamos, porque cuando se está pasando hambre solo se piensa en comida. En total pasamos unas doce horas sin poder movernos de la proa, finalmente partimos rumbo a Lisboa y nos tomaría varios días de navegación.
Cuando arribamos a unas millas de la entrada de Lisboa nos esperaba un remolcador con una planta eléctrica. El Playa Larga largó su cable de remolque y quedamos firmes a ese remolcador con dos cables de remolque en el agua y siete grilletes de cadenas en cada ancla. Nos tomó varias horas poder cobrar las cadenas y largar aquellos cables que aun deben descansar en el fondo del mar. Desfallecidos atracamos en el astillero después de pasar doce días sin comer caliente. Al día siguiente nos dieron dinero para comer en la calle y nos leyeron un mensaje enviado desde Cuba. "Los felicitamos por la digna actitud mantenida durante las condiciones tan difíciles vividas". ¡Patria o Muerte! ¿Lo cierto? Cuba cobraría al seguro toda la plata que correspondía a un salvamento, que es mucha. Interiormente me estaba cagando en la madre de Fidel y todos los dirigentes que pusieron nuestras vidas en peligro. Aquel remolcador de altura nunca se separó de nosotros, se mantuvo como ave de rapiña esperando por su cadáver, ese era su negocio. Desde el puente los vi varias veces como nos filmaban con una cámara, luego vendieron la noticia a un canal de televisión y aparecimos en las noticias.
Yo veía al ilustre Teniente de Navío Benítez impartiendo aquella clase de maniobras con su kilométrica fórmula rusa escrita en la pizarra y me reía. Estaba convencido de que no tenía remota idea de lo que era un remolque en altamar, peor aún, ninguna academia puede establecer un código exacto de cómo proceder en situaciones como estas, es que ninguna es igual entre sí. En esas circunstancias se impone la experiencia por encima de charreteras o títulos académicos, así es el mar.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2017-10-14
xxxxxxxxxxxx
No hay comentarios:
Publicar un comentario