IGNACIO, EL COMISARIO POLITICO.
Motonave ¨Bahía de Cienfuegos , escenario de esta historia.
Disfruto muchísimo cuando escribo sobre la gente buena que formó parte de nuestra flota, pero no puedo pasar por alto a cada uno de aquellos individuos que transformó a nuestras naves en verdaderos infiernos. Tal es el caso de este tipo llegado desde un núcleo del partido cualquiera en la capital cubana, quien sin haber navegado, aterriza en nuestro barco con una charretera de tres rayas e igual salario que un Primer Oficial. Yo lo aventajaba solamente con el incremento del 15% del salario por concepto de antigüedad, pero imaginen que quienes no gozaban de ese privilegio adquirido por los años navegados, se viera cobrando el mismo salario que esos parásitos políticos.
Si leen mi trabajo titulado "Santa Ofelia del Vedado", llegaran a la sana conclusión de que fuera el viaje más divertido realizado en mi vida de marino y que contábamos con una tripulación de lujo a pesar de las dificultades enfrentadas en aquel viaje. Donde entre otras cosas, la posibilidad de adquirir pacotilla estuvo ausente debido a los países visitados, Túnez, RDA y Polonia. ¿Cómo pudo experimentar ese cambio tan radical aquella tripulación? Ya he mencionado en otros temas que en muchas oportunidades un solo hombre puede provocar esas transformaciones y otros daños.
Hablemos de una excelente tripulación que de buenas a primeras salga a navegar con un pésimo cocinero. No necesita más de una semana para crear malestar y pasado ese tiempo, los que una vez fueran sociables se convierten en individuos amargados con toda su razón. Hay tres momentos sagrados en la vida a bordo de un buque, desayuno, almuerzo y comida. Fuera de esas tres campanadas, no existe merienda alguna que alivie las inquietas tripas de un ser humano en medio del mar. Imaginen que lleguen al comedor en esos instantes y deban sentarse ante una oferta de alimentos mal confeccionados, sobran razones para amargarse la vida. Otro personaje que podía influenciar en el estado de ánimo de la tripulación, lo era el telegrafista. La gente espera con ansiedad saber de su familia, enamoradas, etc. Si el telegrafista de ese viaje se pasaba más de quince días sin comunicarse con La Habana, sea por negligencia o incompetencia, el carácter de la tripulación puede cambiar también. En fin, no se necesitaba la presencia de varios hijos de puta a bordo para lograr un cambio en el comportamiento de una tripulación, solo bastaba un hombre con los poderes suficientes o vinculados directamente a la vida de esos hombres. Mencionemos a capitanes, primeros oficiales, sobrecargos, secretarios del partido y otros de menor rango.
¿Qué pasó con aquella excelente tripulación del buque "Bahía de Cienfuegos"? No le he encontrado respuesta razonable hasta el sol de hoy, pero todo comenzó desde el enrolo del Comisario Político llamado Ignacio. Nadie lo conocía y como mencioné anteriormente, tampoco tenía antecedentes de marino, nos cayó del cielo enviado por el partido. La presentación del individuo a la tripulación fue rimbombante y plena de una retórica a la que ya estábamos acostumbrados, muchos domados por tantas consignas. De acuerdo con su presentación, aquel "individuo de mierda" sería nuestro salvador. No quiero utilizar la palabra "Negrón de mierda" para evitar cualquier interpretación racista donde no lo hay, pero es verdaderamente la más acertada al caso. ¿Se trataba entonces de una tripulación hipócrita? ¡Vayan a saber! Lo cierto es que cayó fulminada con su presencia y a partir de ese momento se inició un lento proceso de adoración, sin comprender las razones que los empujaran a esa actuación. Bueno, ya teníamos Comisario y para mal de mis pesares, su camarote lindaba con el mío.
Motonave Bahía de Cienfuegos.
-Primero, yo creo que usted cometió un error al confeccionar la nómina. Me dijo una mañana en el portalón frente a un grupo de unos diez tripulantes, esa era una táctica muy común entre esos personajes que, desean impresionar a las masas y de paso imponerse.
-No sé dónde pueda estar el error si no me lo explicas. Le respondí con mucha tranquilidad y traté de aparentar inocencia, pero sabía muy bien el origen de su reclamación.
-Usted me ha descontado una semana del salario. Respondió con ese tonito casi amenazador que tanto gustan emplear ante los pendejos.
-No creo haberle descontado nada, usted ha cobrado por los días que se presentó a bordo. Todos a su alrededor guardaban silencio, como esperando el final de aquel desafío que no debió realizarse en público, mucho más cuando supuestamente el pertenecía a la oficialidad del barco.
-Si, pero yo me encontraba realizando trabajos en el municipio del partido. Respondió y comenzaba a traicionarlo su voz, iba perdiendo arrogancia, debilidad que nunca debe mostrarse ante un adversario, porque ese era yo sin saberlo hasta ese instante.
-Pues si estabas trabajando en el partido, creo que lo más justo y acertado es que le reclames al municipio por esa semana que estuvo ausente del buque. Acá solo se paga a los que asistan a sus funciones a bordo.
-¡Eso vamos a discutirlo después! Esta vez no pudo ocultar su amenaza y ya deben imaginar mi reacción.
-Creo que te equivocas, conmigo no tienes que discutir absolutamente nada relacionado con ese cobro. Te recomiendo que vayas al Departamento de Nominas en la Empresa y te documentes con su jefe, se llama Monteagudo. Tampoco considero que sea muy moral cobrar un salario sin haberlo trabajado. Fin de la discusión, le di la espalda y lo dejé rodeado de sus prontos huele culos. ¡Claro! Yo no era tan tonto tampoco y no iba a echar una pelea en vano conociendo de antemano que la perdería. Unos días antes de entregar la pre-nómina al Sobrecargo, yo había consultado con Monteagudo sobre esta situación y muy claro me dijo que le descontara la plata por estar ausente del barco. Si después fue a reclamar a la empresa, no lo sé, lo cierto es que no tocó más el tema conmigo. De algo quedaba muy convencido, ya me había ganado un enemigo del que debía cuidarme mucho.
Fui analizando a cada uno de los personajes que iba sumándose a la lista de simpatizantes del comisario y pronto me di cuenta de que resultaron ser individuos a los que de una u otra manera yo les había llamado la atención por diferentes motivos laborales. Tal vez pensaron encontrar en él a un padrino y que a partir de entonces actuarían como les viniera en ganas, creo que se equivocaron.
-Dice el Político que me entregues la llave del camarote del Práctico. Me dijo una mañana uno de los timoneles que viajaría con su esposa en un viaje de estímulo. Es una verdadera pena que no recuerde hoy su apellido, su nombre es Carlos, no sé exactamente si era García, puede ser. Con este tipo yo había mantenido buenas relaciones, era vecino de Alamar y según me he enterado, radica hoy en Miami manteniendo un perfil bajo. Ese viaje iría en el buque unas seis esposas, entre ellas la mía. Bastaron pocos días a bordo para que se dividieran en dos grupos, las que tendrían afinidad con el Político y dos que mantenían las relaciones de amistad conmigo. La esposa de ese tal Carlos y la mujer del telegrafista, hace un tiempo fallecida, resultaron sumamente conflictivas durante los nueve meses que duró la travesía.
-¿Eres Práctico? Porque de ser así me entero ahora, además y para que te lo metas muy bien en la cabeza, el que otorga camarote en este y todos los buques de la flota es el Primer Oficial y no el Comisario Político. ¡No lo olvides! No replicó y se retiró, fue muy oportuno que ese pedido sucediera, ya sabía de la pata que cojeaba aquel pendejo.
Inmediatamente me dirigí a la oficina del Sobrecargo, esa plaza seria ocupada por Charly, un negro espigado que había entrado en mi grupo a la marina. Sería uno de los conejillos de indias en aquel experimento, donde se fundirían las plazas de Sobrecargo y Enfermero en una sola persona. Era un alcohólico empedernido y pendejo que pronto se subordinó al Político sin justificación alguna. A este tipo lo encontré sentado en el Viejo Puerto de Montreal, pertenecía a la tripulación del buque "Bahía de La Habana". Estaban detenidos en esta ciudad desde hacía unos nueve meses por demandas de acreedores. Me senté tras él y al mencionarle su nombre creo que se cagó.
-Charly, ¿cuál camarote vas a ocupar, el del enfermero o el del sobrecargo? Le pregunté a rajatabla entrando a la oficina sin saludar a nadie, allí se encontraba el Comisario Político y otro individuo.
-Voy a seguir en el del enfermero. Me respondió con voz temblorosa.
-¡Perfecto, entrégame la llave del camarote del sobrecargo! Charly tomó un manojo de llaves que tenía sobre el buró, extrajo una de aquel grupo y me la entregó.
-Primero, yo ordené que se le entregara la llave del camarote del Práctico al timonel Carlos. Esa vez le salió toda la arrogancia y autoritarismo del cuerpo, solo que eligió a la persona equivocada.
-Pues cometió un gravísimo error, eso no pertenece a sus funciones a bordo de este buque.
-¡Mire! Después vamos a discutir el caso, ahora me encuentro atendiendo al secretario del municipio del partido de Puerto Padre. Era una velada amenaza, la voz de aquel individuo también podía perjudicarme, aunque no estuviera vinculado a la marina.
-Realmente no me interesa quien sea el compañero y no tenemos que discutir absolutamente nada. La distribución de camarotes no está comprendida dentro de sus funciones políticas. Les di la espalda y me retiré convencido de que eso era solo el principio, lo esperé con el Reglamento de la Marina Mercante sobre mi buró.
-Yo quisiera tener una breve conversación contigo. Fue la introducción al tema inconcluso hacia solo unos minutos, sin invitarlo se sentó en una de mis butacas.
-Para comenzar, cuando veas la puerta de mi camarote cerrada, tocas la misma y espera a que te invite a pasar. No solo en mi camarote, debes hacerlo en todos los de este barco porque corresponde a una regla de urbanidad que tal vez no conoces. Una vez adentro espera que te invite a sentar, tú no eres nadie para entrar en mi camarote por tus santos cojones por muy Político que seas. Yo soy el Primer Oficial de esta nave y solo me encuentro subordinado al Capitán. Trata de meterte eso en la cabeza. Era indudable que a estas alturas del juego yo no podía ocultar el encojonamiento que estaba experimentando y aquella reacción sirvió de frenos a este individuo.
-¡Mire, Primero! Yo no vengo en plan de enemigo a conversar con usted…
-Tampoco me interesa ser amigo suyo, el privilegio de elegir a mis amistades me pertenece. Es más, voy a leerle todo lo concerniente a sus funciones a bordo de cualquier barco de acuerdo con lo establecido en el Reglamento de la Marina Mercante. Sin darle tiempo a responder abrí la página que ya tenía marcada y le leí todo lo correspondiente a su caso.
-¡Pero, fíjese! Lo único que ordené fue lo relativo al camarote del Práctico.
-Si se fija bien a mi espalda, ahí se encuentra el llavero general de este buque y tanto el Capitán como yo, poseemos una llave maestra que abren todas las puertas de esta nave. Como puede darse cuenta, usted no tiene nada que ver en este asunto y ese llavero no está ubicado en su camarote. Creo que ya hemos hablado demasiado y tengo otras cosas que hacer relacionado con la carga de este barco. Fin del segundo capítulo de esta tragedia.
Dos de los matrimonios que iban ese viaje tenían camarotes individuales, pero ambos con camas personales. Uno de ellos era el timonel ya mencionado y el otro era el marinero de cubierta llamado Roberto Avilleira, quien mantenía buenas relaciones conmigo desde el buque donde navegáramos con anterioridad. Enseguida hubo una reacción favorable por parte de mis allegados exigiendo que le diera el camarote del sobrecargo a Robertico y me negué ante sus protestas. Les manifesté que ese camarote seria rifado entre ambos y que no participaran en las decisiones correspondientes a mi cargo. Yo debía mostrarme en todo momento imparcial y no era favorable, aunque era mi deseo, beneficiar a Robertico y su esposa. Hice la rifa y desafortunadamente el ganador fue el pendejo de Carlos.
De izq. a derecha yo, el timonel Rojitas, el Practico malayo y al fondo Ignacio.
En la medida que el viaje avanzaba, no exento de las calamidades impuestas por los tiempos, el Político fue ganando terreno con el apoyo de la militancia del partido, que, para esos tiempos, conformaban la mayoría de los tripulantes en cada buque de nuestra flota. Comenzó a experimentarse cierta anarquía y el individuo continuaba invadiendo el territorio de otros cargos que no le correspondían ante la cobardía de quienes lo ostentaban. Así un día, este individuo había asumido la responsabilidad del Sobrecargo en lo referente a la distribución de los cigarrillos y utilización de la bebida asignada a la tripulación. Yo lo veía constantemente en sus recorridos por cubierta junto al contramaestre llamado Pascasio, uno de los peores que tuve como subordinado y a quien debo unas líneas.
-Capitán, necesito hablar unos minutos con usted. Le dije una mañana mientras nos desplazábamos por el océano Pacifico en demanda de Singapur para continuar hasta Port Kelang en Malasia, nuestro puerto destinado para la descarga.
-Usted dirá, primero. En esos momentos se encontraba despachando algunos papeles con el telegrafista, individuo al que había retirado toda mi confianza por su alianza con el político.
-Preferiría que fuera en privado. Concluyó lo que estaba haciendo y el telegrafista se retiró cerrando la puerta tras de sí.
-Soy todo oídos, puede sentarse. Habíamos tenido algunas discrepancias el viaje anterior, aquel que he considerado el más divertido en mi vida de marino, sin embargo, había borrado de mi memoria las razones y continúe tratándolo con el mismo respeto y afecto de siempre.
-Estoy muy preocupado por el rumbo que va tomando el comportamiento de los tripulantes a bordo y deseo alertarlo antes de que siga empeorando la situación.
-¿A qué te refieres? Yo veo que todo marcha con normalidad.
-Usted no tiene otra manera de mirarlo, nunca sale de este camarote y no se encuentra pendiente de lo que sucede detrás de esa puerta.
-Realmente no lo comprendo.
-¡Es por ello que vengo a alertarlo! Desde que su camarada Político se enroló en este buque, ha estado creando un mando paralelo dentro de la tripulación y se está metiendo en asuntos que no conciernen a su cargo. Solo deseo manifestarle que como Capitán que es de este buque, contará en todo momento con mi apoyo. De paso debo recordarle que, de acuerdo al Reglamento de la Marina Mercante Cubana, solo le debo subordinación a usted, o sea, no reconoceré otro mando que no se trate del suyo.
-¡Mire Primero! El asunto es que usted no sabe cómo funciona el partido…
-Creo haberle hablado con claridad, no me importa cómo funciona su partido. Yo no soy militante y tampoco le debo subordinación a ellos. Le repito, este viaje va por mal camino y usted debe ponerse los pantalones como jefe de esta nave.
-¡Déjeme explicarle!...
-Me disculpa, no deseo explicación alguna que interrumpa solamente mis horas de descanso. Me parece que era todo lo que quería decirle y me retiro. No lo deje concluir y me retiré convencido, no predispuesto, de que no podía contar con este pendejo y que el viaje no terminaría bien, como realmente sucedió.
Después de descargar en Malasia nos destinaron a tomar un cargamento de arroz en Rangún-Birmania. Su destino era Costa de Marfil, se trataba de un viaje chárter antes de proceder a la reparación de garantía. Una vez cargado todo el arroz, la mayor parte de la tripulación fue alojada en un hotel durante tres días mientras se fumigaba el cargamento. A bordo permaneció una brigada de guardia, el Político y el Capitán prefirieron mantenerse a bordo. Cuando regreso al barco me entero de que el Político había cambiado algunos cables averiados de las grúas por diferentes alimentos, entre ellos una carne de dudosa procedencia y en mal estado a la vista.
-Capitán, usted sabe perfectamente que esos cables debían permanecer a bordo. Vamos a una reparación de garantías y es probable que nos exijan su existencia como pruebas a las reclamaciones realizadas.
-Primero, es que necesitábamos algunos alimentos.
-No me interesa ese argumento, utilice la plata que le asignan para comprar comida, ya tuvimos problemas el viaje anterior por una situación similar. Además, el Político no es quien para disponer de nada que no pertenezca a sus funciones.
-¡Contramaestre! ¿Qué están haciendo? Le grite desde el puente cuando observé una caravana de hombres cargando cada uno un saco de arroz que pertenecían al cargamento.
-El Político nos orientó llevar estos sacos de arroz para la gambuza.
-Regresen todos esos sacos a la bodega y si ya llevaron alguno para la gambuza, te recomiendo que lo saquen. Eso es robo a la carga y el Político no es nadie para autorizarlo. De muy poco sirvió que hablara con el Capitán, no logré en todo el viaje ponerle sus charreteras y que asumiera sus responsabilidades.
-¡Arriba, el que quiera un trago tiene que jamarse a una negra! Casi gritaba el Político en el portalón manteniendo una botella de ron en la mano y en estado de embriaguez. Alguien me había alertado sobre el paso a bordo de varias prostitutas y me alegré en el alma haberlo encontrado rodeado de algunos de sus testaferros. <<Te cagaste en tu madre, hijo de puta.>> Esa era otra de las balas con las que contaba para destruirlo, solo a semejante imbécil se le ocurriría actuar de esa manera. No solo estaba prohibido introducir mujeres a bordo, empeoraba la situación el hecho de que viajaban seis esposas en el barco.
Si de algo debo estar agradecido, lo es de aquella fabulosa intuición con la que me dotara la naturaleza para detectar el peligro. La experiencia de haber trabajado tantos años con los hombres, ver sus comportamientos y reacciones, me facilitaron ese don especial para adivinar con certeza donde se esconde la traición. Una mañana y atracado en Polonia, la posterior a una larga noche donde se reunió todo el núcleo del partido a bordo, se me disparan las alarmas cuando observo que muchos tripulantes evadían mirarme a los ojos cuando hablábamos. Ese detalle nunca falla, si alguien te ha traicionado evita ser descubierto por medio de sus ojos. Ya sabía que algo extremadamente delicado sobre mi persona se había tratado en aquella reunión tan larga. Pocas horas más tarde, llegó un conocido mío que estaba enrolado en un buque modelo SD14 atracado también en ese puerto. No recuerdo el nombre del barco, pero nunca pude olvidar quien lo capitaneaba, otro de esos grandes hijoputas llamado Juan Carlos Martínez Llamo. Habíamos tenido problemas a bordo de los buques Camilo Cienfuegos y en el Moncada, nos conocíamos perfectamente. Con este individuo navegaba como Político un tal Eurípides, quien había navegado conmigo en el buque Jiguaní como cocinero siendo una larva. Luego se transformó en enfermero cuando era una enorme crisálida y por último, siendo una mariposa desarrollada se convirtió en Comisario Político.
Me contó aquel buen samaritano al que nunca me unió lazos de amistad, el día anterior se había fraguado en su buque la posibilidad de transferirme hacia él para continuar viaje a Cuba. O sea, iría en calidad de sancionado según todo parece indicar. En aquella reunión había participado el Político de nuestro buque, el Capitán y Político de aquella nave y un negro que ocupaba en esos momentos la plaza de cónsul en la ciudad de Szczecin u otra cercana. Comprendí entonces la gravedad de mi situación y fui inmediatamente al camarote del Capitán Arquímedes Montalbán.
-¿Sabes una cosa? Si las putas e inmorales de tu partido intentan joderme la existencia al llegar a Cuba, vas a salir por el techo. No olvides que dormiste con un maricón en el camarote estando en el astillero de Santander. No tuve necesidad de agregar más nada, cambió de colores y estuvo a punto de sufrir un infarto. Le di la espalda y regresé a mi trabajo. A partir de ese día me senté a confeccionar un informe de viaje, una vez finalizado contaba de 25 páginas. Nadie tuvo conocimiento de la redacción de ese informe que contaba con siete copias, no podía confiar en absolutamente nadie. Los dejé que actuaran como les diera la gana por el resto del viaje que ya se extendía a más de ocho meses. Esa tarde se llevaron al Capitán para el hospital y lo dejaron ingresado durante tres días.
-¡Atiendan acá! El sustituto del Capitán de acuerdo al Reglamento de la Marina Mercante, lo es el Primer Oficial. Eso quiere decir que durante su ausencia yo asumiré el mando de esta nave y poco me importa al que no le guste. A partir de mañana, deben esperar por mi presencia para sentarse en el comedor como lo establece el reglamento. Hubo un silencio total, nadie replicó. Sentado se encontraban todos, incluyendo el Jefe de Máquinas, un mariconcito de Guanabacoa llamado Manolito, quien se sumó al clan del Político desde que salimos de viaje.
Entramos por el puerto de Nuevitas y mi esposa salió ese mismo día rumbo a La Habana portando los informes. Al día siguiente repartiría copias de ellos en la Dirección de la Empresa, Comité de Protección Física, Sindicato de Marina Mercante, Comité Municipal del Partido y no recuerdo si también envié a los Guaracheros de Regla. El asunto es que en el encabezamiento se reflejaba claramente que iba dirigido al Comité Central del Partido y con ese trueno todos se cagaron. Sin embargo, nunca llegué a enviar el informe a ese sitio.
Nunca conté con el apoyo de nadie a bordo, ni con el de los que se decían "amigos". Ya tenía suficiente experiencia como para no acudir a ellos, cuando tu caes en desgracia en la isla, es muy normal que esos individuos te den la espalda y evité esa angustia. Yo gané la pelea, tenía toda la razón del mundo. El Capitán fue sancionado a Tercer Oficial por tiempo indefinido, el Comisario Político fue expulsado de la marina mercante y, lo más doloroso para el régimen, todo el núcleo del partido fue sancionado. Como era de esperar, ellos no podían aceptar que un solo hombre fuera capaz de lograr esto que les cuento y fui "Mandado a matar". Poco importaban mis razones o la imposición de una verdadera justicia en mi caso. Ellos nunca lo aceptarían porque como reza en una de sus consignas, "El partido es inmortal". Yo mantengo que inmoral.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2017-10-06
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