lunes, 24 de julio de 2017

ROBO A LA CARGA


ROBO A LA CARGA


Motonave "Frank País"


En un país donde algunos profesionales de la medicina roban los medicamentos de sus pacientes y determinados empleados sus alimentos. En ese lugar, donde unos cuantos padres aceptan en sus hogares a los clientes de sus prostituidas hijas para poder sobrevivir. En un sitio, donde una inmensa mayoría de su población haga una traducción particular del delito de robar y lo convierta en “luchar”. En esa nación puede resultar ridículo mencionar el “robo a la carga de un barco”, pero era mi contacto directo con esa violación de la ley que debía enfrentar con mucha frecuencia.

La entrega de un cargamento en sus cantidades exactas y buenas condiciones, habla mucho de la seriedad, ética, profesionalidad y garantías ofrecidas por cualquier compañía naviera del mundo. Sin embargo, esos méritos resultaban difícil de lograr cuando en el mundo existe una epidemia incontrolada, me refiero al robo experimentado en sus mercancías. Ese hecho resultaba muy natural en países pobres y aquellos que pertenecían al llamado bloque socialista. Tampoco quiere decir que fueran propietarios absolutos de ese delito, experimenté esos robos en algunos países ricos y desarrollados. Todo dependía del valor y comercialización del producto cuando no era destinado al consumo directo de los estibadores. Señalaría como ejemplo el hurto de unos veinte motores de arranque de camiones en Bilbao o el asedio al que fuera sometido los cargamentos de langostas en puertos como Alicante, Marsellla e Italia.

En Cuba esa operación era realizada constantemente, solo que adquiría unas características especiales cuando la comparábamos con otros sitios del planeta. Me atrevo a distinguirla por varios aspectos, o sea, un robo podía efectuarse sin premeditación alguna o muy bien planificada.
Aquellos robos efectuados sin premeditación, ocurren cuando el estibador por simple curiosidad rompe una caja o de manera accidental, casi siempre debido a una avería, descubre objetos de valor o con fuertes demandas dentro de cualquier embalaje. Téngase en cuenta que los embalajes solo disponen de cierta información exterior donde casi nunca especifican su contenido. Llevan muy bien descritos sus números de contrato, entidad receptora, peso y dimensiones, etc. 

Ese robo se realiza de una manera muy bien planificada cuando dentro de una bodega en específico, los estibadores u otro personal vinculado a las operaciones de descarga, se dirige con exactitud hacia un bulto determinado que puede convertirse en la única víctima dentro de ese compartimento. ¿Cómo explicar esto? Eso me sucedió en más de una oportunidad y se destacaba entre todos los puertos cubanos el de La Habana. Las personas ajenas a este giro deben desconocer que una vez finalizadas las operaciones de carga en cualquier parte del mundo, se envía inmediatamente toda la documentación e información del cargamento al puerto de destino para ir planificando las operaciones de descarga. En esos documentos se destaca la posición exacta de las mercancías y llegan a manos de la Aduana y operaciones portuarias de cualquier país. En el caso cubano, estamos refiriéndonos a funcionarios con bajos salarios y un cúmulo indeterminado de necesidades como las que afronta cualquier ser humano en la isla. Esas condiciones, acompañadas al nivel de corrupción en aumento cada día, generaron un estilo muy particular de robo.

Una vez y bajo el supuesto pretexto de inspeccionar un cargamento, me encontraba fondeado en la rada habanera cuando a bordo de una lancha, recibí a visita de ciertos inspectores que penetraron en diferentes entrepuentes. Aún no se pensaba atracar y cuando eso ocurrió, se detecta durante la apertura un embalaje que había sido violado. Yo estaba completamente seguro de que la mencionada caja había sido recibida en perfectas condiciones, no recuerdo su contenido, pero sí que se trataba de objetos de valor. A partir de aquellas experiencias, viajaba con mi cámara fotográfica y tomaba fotos una vez concluida las operaciones de carga.

La corrupción y necesidades agobiantes de la población, dispararon de manera inconcebible los efectos de aquella epidemia al punto de que se robaba cualquier cosa. Fueron varios los “inspectores de averías” que llegaron a mi camarote con pequeñas cajas rotas y faltantes en sus contenidos. Ellos me propusieron silencio o complicidad a cambio de una parte de las ganancias. Escondían en su cuerpo alguna porción restante de las mercancías y bajaban a tierra para esconderlas hasta lograr extraerlas del puerto. Fueron varias las ocasiones en las que embarcaba la policía del puerto acompañada de perros y los estibadores eran formados sobre cubierta para ser olfateados. Durante los embarques de mariscos el robo tenía un estilo muy particular, los estibadores escondían colas de langostas o camarones en pequeñas bolsas que luego escondían entre sus testículos.

En menor cuantía, los marinos participaron también en este tipo de fechorías. No tuvo síntomas alarmantes, pero no se puede negar que sucedió. Ya me he referido con insistencia al nivel de corrupción alcanzado y que ella tocó las puertas de todos los camarotes, pudieron existir excepciones, no lo dudo. Vi con mucha vergüenza a capitanes acompañados de algunos de sus secuaces, extrayendo la gasolina de vehículos que se transportaban como cubertada. Cuando eso sucede, ¿qué se puede pensar de los demás? Fue muy normal sellar con un gran candado los accesos a las bodegas cargadas con mariscos o mercancías valiosas.

En varios buques donde navegué, se intentó robar algo del cargamento para satisfacer necesidades de la tripulación. Opuse una fuerte resistencia cuando se trataba de buques que, disponían de suficiente asignación monetaria para la compra de esos alimentos. Moneda que aquellos capitanes no querían gastar con el solo objetivo de arribar a La Habana y presentar en su informe de viaje el ahorro de divisas experimentado en ese viaje. En términos generales y ya lo he manifestado con anterioridad, esa acción se realizaba únicamente buscando méritos personales. Vale destacar que esas acciones no fueron encubiertas y gozaban con el apoyo del partido y comisarios políticos a bordo. De esta inmoralidad he escrito en distintos trabajos donde destaco hechos ocurridos a bordo de los buques “Bahía de Cienfuegos” y “Casablanca”.

El robo en contenedores.-

Durante mi enrolo en el buque “Frank País”, tuve conocimiento de esa fechoría que muy bien podía considerarse difícil realizar a bordo de un barco. Es casi seguro de que esos contenedores fueran robados cuando permanecieran estibados en puertos cubanos, no tengo la menor duda, pero conocer que se robaban a bordo resultó ser una gran sorpresa. ¿Cómo se realiza esa operación? Debo pensar que solo sucedía en los embarques de exportación realizados desde La Habana hacia el extranjero. En viajes de regreso a la isla resultaba casi imposible de ejecutar esa acción. ¿Cómo operaban?

Los contenedores que viajaban en bodegas eran imposibles de abrir, ellos eran estibados desde la escotilla hasta el plan de la bodega por un sistema celular que, los guiaba y mantenía firmes sin posibilidad de movimientos. No ocurría lo mismo con los estibados sobre las tapas de bodegas y cubiertas. Ellos se estibaban unos sobre otros y se trincaban (amarraban) con cadenas. ¿Tendrían entonces que revisar uno a uno cada contenedor para robarlo? ¿Y el sello que poseían en sus puertas? Es como para romperse la cabeza cuando se piensa en esos detalles, pero trataré de explicarles de una manera sencilla para que comprendan.

Cuando el Primer Oficial entrega los planos de carga de los contenedores en el puerto, éste se basa en unos gráficos de cuadritos montados unos sobre otros. Cada hoja individual corresponde a una línea transversal de esos contenedores colocados de banda a banda en el barco, identifica claramente a cuál bodega corresponde. Esas líneas son conocidas como “Bay” y comienzan a numerarse de proa a popa. Como debe suponerse, los contenedores van montados unos sobre otros a partir del plan de las bodegas, cada línea de esas es conocida como “Tiers”. El Primer Oficial debe ser extremadamente cuidadoso en la distribución de los pesos y su rotación en los puertos de destino. Es lógico que realice una distribución correcta de los mismos y que los más pesados viajen lo más bajo posible dentro de las bodegas y cubiertas.

El plano de carga entregado en el puerto es sumamente sencillo, el Primer Oficial marca los cuadritos correspondientes a cada contenedor con una letra que corresponde a un peso determinado de acuerdo a una clasificación señalada en el mencionado plano. O sea, esos cuadritos solo llevarán las letras A, B, C, D y E. Supongamos que la “A” corresponda a contenedores que pesen de 0 a 5 Tm, los “B” a los que pesen de 5 a 10 Tm y así sucesivamente. Los embarcadores se encargarán de realizar una estiba adecuada de acuerdo al plano entregado por ese oficial, ellos poseen el listado de los pesos y contenidos de esos contenedores. El Primer Oficial solo determina la ubicación exacta de aquellos contenedores que posean mercancías peligrosas y debe señalarlo con marcas especiales en los mencionados planos.
¿Qué deseo expresar con esta explicación? Solo una cosa muy importante, la única persona con conocimiento del contenido de los contenedores es el Primer Oficial, los capitanes no se preocupaban mucho por ese detalle aunque también poseían esa información. ¿Cómo era posible entonces que algunos tripulantes se dedicaran a esa fechoría si en apariencias desconocían el contenido? No iban a pasarse el viaje abriendo cada uno de los contenedores estibados sobre cubierta, ¿y los sellos? 

A esas dudas solo existe una explicación, el Primer Oficial entregaba ese plano de carga en La Habana y los operadores del puerto colocaban los de contenido valioso en posiciones fáciles o asequibles a quienes posteriormente cometerían esa fechoría. Los ladrones poseían la identificación y lugar donde fue estibado el o los contenedores elegidos y, llevaban consigo sellos con los cuales sustituirían los que fueron violentados. Estamos hablando de una operación perfectamente planificada entre portuarios y marinos, donde al regreso de cada viaje se compartirían las ganancias. Parecería un cuento de ciencia ficción y verdaderamente nunca imaginé que eso sucediera a bordo de nuestras naves. Creo, haya sido ésta una de las razones por las cuales se convirtieran aquellos buques en nidos de grandes “piñas” o pandillas regidas por silenciosos bandoleros que, determinaron inclusive quienes podían ser o no enrolado en el buque en cuestión. Esa situación no ocurría a bordo del “Frank País”, ellos actuaban finamente, pero nunca llegaron a imponer sus voluntades como en otros barcos cubanos, donde por supuesto, contaron con la complicidad del Capitán. Nunca los delaté, pero debía proteger a la carga y a los responsables de ella. A partir de ese descubrimiento ordené estibar los contenedores puerta con puerta.

El robo a la carga trascendió más allá de las puertas controladas por las aduanas, hablemos de una población desesperada que asaltaba en plena ciudad a camiones que salían del puerto cargados de cebollas o café. En nuestros buques la situación empeoraba, cualquier intención de controlarlo resultaba inefectiva y un paquete de depredadores instalados como marinos, aprovechaban el más mínimo descuido para robarse las propiedades de la nave. La vida fue transformándose en una lucha constante entre gatos y ratones.





Esteban Casañas Lostal
Montreal..Canadá.
2013-03-23


xxxxxxxxxx

No hay comentarios:

Publicar un comentario