domingo, 23 de julio de 2017

EL ÚLTIMO VUELO


EL ÚLTIMO VUELO







Hacía varias semanas que el sol había cruzado la línea del ecuador, ganaba cada día en declinación norte poniendo fin al invierno y daba su bienvenida a la primavera. Aunque la temperatura era buena para los habitantes de Amberes, nosotros no nos desprendíamos de nuestros abrigos. Observábamos con asombro a muchos atrevidos que se quitaban las camisas en los parques y las muchachas sus blusas o pullovers. De vez en cuando, uno que otro pedazo de teta se les escapaba en ese deseo por acaparar los primeros rayos del astro rey, no solamente pedazos, hubo momentos en que salieron las tetas completas.
La vista, como siempre de inoportuna, no perdía aquellos ofrecimientos que disfrutábamos como un niño al que se le regalaba una pelota. Estas cosas de Bélgica y también de Holanda eran uno de sus grandes atractivos. La gente caminaba sin inmutarse, era algo normal, no existía en ese momento nada más importante que disfrutar del sol en su nueva visita. 

Cuando la cosa se estaba poniendo buena para nosotros se terminó la carga del buque y emprendimos el viaje de regreso para Cuba. A la salida del puerto el viento soplaba fuerte y la mar estaba movida. Luego, cuando recibimos el parte meteorológico, observamos que el camino no sería fácil, al menos, después de dejar el Canal Inglés, pues en el Golfo de Vizcaya entraba en esos momentos una galerna. Sabíamos los más viejos que durante la navegación por las costas inglesas, el barco no sufriría mucho. Estaríamos al socaire de la tierra y además, las aguas del canal al ser poco profundas, no originan olas de gran altura. ¡Ah! Pero el golfo es otra cosa, lo conocíamos por su bravura y no faltaron ocasiones en los que sentí miedo. Lo llamábamos el cementerio de los barcos y no por gusto, es raro el año en el cual no ocurra allí una tragedia. Hoy un naufragio, mañana una colisión, pasado un yate perdido y así todo el año, manteniendo a los servicios de guardacostas y rescate activos.

Esa noche fue un verdadero infierno, pocas personas se pueden imaginar como sufren barco y tripulantes en situaciones como estas. No se duerme, no se come, no se vive, pero no se deja de trabajar, y todos le rogamos a Dios para que la máquina no pare. Y cuando digo que todos rogamos, digo todos, porque hay que dejarse de boberías, cuando la cosa se pone fea, el mundo se acuerda del Señor.

Gracias a él fuimos saliendo poco a poco de aquel mar de montañas, una mañana antes de entregar mi guardia y a medio día de camino a Finisterre, observé como se posaba en lo más alto de la grúa Nr.4, la más pegada al puente, una paloma. Detuve lo que estaba haciendo y con los binoculares la miraba sin que ella se diera cuenta, era un hermoso ejemplar que llevaba un anillo en una de sus patas, una paloma mensajera que despistada tal vez por el mal tiempo perdió su rumbo y cuando las fuerzas le comenzaron a fallar, se le apareció el barco donde salvar la vida. No era la primera ocasión en que esto nos sucedía, creo que era la tercera vez aquí en el Golfo de Vizcaya.
En las anteriores, siempre se les dio de comer y se les puso agua, cosa que esos hermosos animales aceptaban sin reparos. Por lo general le poníamos chícharos, sabíamos que este grano les gustaba a las palomas, ellas nunca protestaron. Uno de esos viajes los marinos se adueñaron de tres de ellas y se las llevaron para Cuba, cómo las sacaron del barco no sé. Otra, un poco más descarada, la llevamos hasta la Rambla de Barcelona porque no había forma de que se largara, al menos allí encontró otras palomas con las que enseguida hizo amistad, mientras nosotros nos alejábamos sin despedirla.
Suerte que tienen los animales de la misma especie, todos hablan el mismo idioma, no importan de donde sean, cuando se reúnen todos se comprenden. En esto Dios fue inteligente, ¿por qué no haría con los hombres lo mismo?, ¿cuántas peleas se hubieran evitado por malas interpretaciones?, pero bueno, ya el daño está hecho.

Aquellas palomas siempre son bien recibidas por los marinos, no solo palomas. Cualquier animalito o planta que te ayude a salir de la monotonía diaria del azul eterno, llega a tener una gran importancia en nuestras vidas, te da una razón en la cual preocuparte, hablar solo y de momentos salir de este mundo unas veces agobiante. Recuerdo que navegando en un barco muy viejo, visitaba mi camarote un guayabito (así le decimos a los ratoncitos pequeñitos) en busca de comida. Lo encontré simpático, lavé un cenicero plano y de mi sandwich extraje el queso y se lo puse, claro, no en todo momento teníamos merienda. Al principio, después de muchos titubeos se acercó y lo comió, pasaron los días y tomó más confianza, se me ocurrió ponerle el platillo vacío, pues miren que el muy cabrón se paró en dos paticas para reclamarme su ración. Nuestras buenas relaciones continuaron por mucho tiempo, pero un día desapareció después de un temporal. 

Le pusimos comida sobre la tapa de la bodega Nr 5 y en el alerón del puente, ella prefirió comer en este último lugar, al parecer porque veía menos gente, durante el día estaba el oficial solo, mientras que en la cubierta trabajaba toda la marinería. La paloma fue tomando más confianza y se pasaba unos minutos observando para el interior. Nunca se le ocurrió entrar y cuando hacíamos cualquier movimiento se echaba a volar. Fueron sucediéndose los días y sin darnos cuenta estábamos terminando de atravesar el Océano Atlántico. Cuando pasamos por el Canal de Providencia, creí que al estar cerca de tierra ella nos abandonaría, pero no fue así. Nos pegamos bien a la costa de Miami para aprovechar la contracorriente y tampoco se marchó, parecía que su destino final era Cuba.

Llegamos de noche y supongo que estaría durmiendo en su grúa. A esa hora yo no estaba para pensar en una paloma, nuestras llegadas siempre eran una tortura que duraba horas hasta que por fin liberaban al barco y podías partir con tu familia. Fuimos directo al muelle de Regla para comenzar al día siguiente la descarga, por mi cargo tenía que presentarme antes de las siete de la mañana para coordinar con el puerto el inicio de las operaciones. Cuando todo había tomado un curso normal y siendo más o menos las diez, se presentan en mi oficina dos militares del Ministerio del Interior con escopetas de aire comprimido.

-Buenos días compañero, ¿podemos hablar con usted? Fue el saludo de aquellos guardias.

-Adelante y buenos días, ¿en qué puedo servirles? Les contesté y por mi mente corrieron muchos pensamientos, brotó enseguida la palabra contrabando, pero no le encontraba explicación a la presencia de aquellas escopetas.

-El problema es que tenemos información sobre una paloma que llegó con ustedes desde el extranjero. Manifestó uno de ellos.

-Sí, con nosotros ha viajado dicha paloma desde el Golfo de Vizcaya.

-Nosotros tenemos órdenes superiores de matar a esa paloma.

-Compañero, pudieran decirme el motivo por el cual quieren matar a ese animalito.

-El problema es que puede venir con alguna plaga, usted sabe de las armas con las que se vale el enemigo.

-Chico, ¿no creen que se está exagerando un poco?

-No crea camarada, ya han introducido varias plagas de esa manera.

-Estoy de acuerdo con ustedes, pero es que esa paloma cayó accidentalmente a bordo.

-Sí, pero con el enemigo no se puede creer en accidentes.

-Bueno, y siendo Cuba un país por donde pasan anualmente miles de aves migratorias, ¿se matarían todas?

-No, porque existe un gran control sobre estas especies.

-Sí, pero esas vienen directas de Estados Unidos y la paloma que ustedes buscan viene de Europa.

-Nosotros lo entendemos, pero usted sabe como son las cosas, órdenes son órdenes.

-Ya sé, donde manda Capitán no manda soldado.

-Entonces, ¿puede informarnos dónde se encuentra la paloma?

-Chico, la paloma duerme en una grúa y durante el día anda volando alrededor del barco.

-Muchas gracias camarada, vamos a hacer un recorrido. Nos despedimos y ambos, con sus escopetas al hombro, partieron a recorrer la cubierta. Después me quedé pensando en las barbaridades que se veían en mi país, dos huevones que ganaban un buen salario, tamaña responsabilidad les habían asignado. Esa sola no fue la visita que recibí de ellos en busca de la paloma, durante varios días insistieron, pero por suerte, nunca dieron con nuestra amiga. 


Motonave "Bahía de Cienfuegos", escenario de esta historia.
El primer día, después que amaneció, la palomita fue hasta su comedero en el alerón del puente y allí se quedo mirando todo el paisaje, nada agradable por cierto. Vio como llegaron los estibadores, mal vestidos, silenciosos, tostados por el sol y cuando las grúas comenzaron a moverse se distrajo un poco. A eso de las nueve decidió dar una vuelta por las cercanías, el paisaje era aterrador en la loma más próxima. Las casas estaban construidas de materiales improvisados, unas veces latas, pedazos de cartón tabla. Unas con techos de tejas, zinc, papel sujeto con pedazos de bloques, y ninguna estaba pintada. No se podía determinar como llegar a la cima, no existían calles ni aceras. La palomita enseguida comprendió que aquel lugar debía ser de gente muy pobre, no por ello desechó la idea de conocerlo y voló en rumbo recto. Cuando había sobrepasado la cerca de los muelles, se posó en un poste y miró hacia atrás reconociendo el terreno para el retorno. Después, continuó nuevamente su vuelo hacia un mundo desconocido. En la calle que está en las afuera de los silos de Regla, había un grupo de muchachos jugando pelota y hacia allí se dirigió, disminuyó la velocidad y altura del vuelo con la intención de posarse cerca de ellos, como hacia en Europa. Un palomo cubano que se encontraba en la última rama de un árbol cercano, se dio cuenta de la imprudencia que estaba cometiendo aquella paloma y se lanzó en picada veloz para interceptarla mientras le gritaba.

-¡Levanta el vuelo! ¡ Levanta y sígueme a toda velocidad! ¡Levanta, idiota! La palomita muy asustada obedeció las órdenes de aquel extraño personaje, debajo de ellos se escuchaban los gritos de los muchachos.

-¡Coñó, caballeros, dos palomas, abran fuego! Rápidos, como relámpagos, extrajeron los tira piedras que cargaban en los bolsillos traseros y una gran andanada de piedras siguió a ambas aves durante parte de su trayecto. Una de ellas tocó las plumas de la cola de la paloma, pero por suerte, todo había sido solo eso, un susto, un gran susto para ser una bienvenida. El palomo la guió hasta lo alto del silo y allí se posaron suavemente.

-¿De dónde vienes con ese hermoso plumaje? 

-Vengo de Francia. 

-Debí suponerlo, una turista más.

-No soy turista, pero veo que lo mencionas con un poco de desprecio.

-No creas que lo es, mas bien sería resentimiento.

-¿Qué daño te han causado ellos?

-Más bien ninguno o tal vez mucho, y si eres francesa, ¿cómo llegaste hasta aquí?

-Perdida querido amigo, aunque no lo creas. Quisiera darte las gracias por salvarme la vida.

-No hay de que, se la hubiera salvado a otro también, imagino que tienes nombre.

-Me llamo Veronique, pero mis amigos me dicen Vero.

-Yo me llamo Juan y mis amigos me dicen El Pendenciero.

-¿Eso por qué? 

-Porque siempre ando en broncas. Explícame, ¿cómo se te ocurrió acercarte tanto a esos muchachos?

-Precisamente por eso Juan, porque son muchachos y en Europa los enseñan a cuidar las aves y las plantas, no solo a nosotras, a todos los animales.

-Se ve bien que no eres de aquí, esos no son muchachos.

-Cómo vas a decir que no, yo los vi, el mayor no debe tener más de 14 años.

-No, hija! Esos son Ninjas que estaban fingiendo jugar a la pelota.

-¿Pero cómo, los Ninjas no son de Japón, en qué país me encuentro.

-No te asustes, estás en Cuba. A estos muchachos le llaman así porque cuando los camiones salen con su carga del puerto, ellos se aprovechan de la baja velocidad de estos al subir aquella loma y los abordan para robarlos, durante ese corto tiempo tiran los sacos cargados de grano a la carretera.

-Y eso, ¿por qué lo hacen siendo tan pequeños?

-Por una sola cosa que es insoportable Vero, el hambre.

-Bueno, por eso se roba en muchas partes del mundo, pero de ahí a matar a infelices aves como nosotras va un largo trecho. ¿Sus padres no les han explicado que las palomas somos los símbolos de la paz?

-Cuando hay hambre no puede haber paz, este es un triste flagelo. Cuando quieras conocer al hombre dale mucho poder o somételo a un hambre intensa, verás como se esfuman los valores y los sentimientos. El hombre se convierte en un animal rabioso y sangriento.

-Por qué tienes arruinado tu plumaje y la cabeza rota.

-Por muchas pedradas de esos que llamas niños y por broncas con otros palomos.

-¿Es que peleas por placer?

-Que poco sabes de este mundo, peleo, porque aquí hay unos bellísimos palomos que son utilizados por sus dueños para enamorar a las palomas de otros palomares y cuando éstas se dejan llevar por la seducción, lo acompañan hasta lo que creen será su nuevo hogar, cayendo de esa forma en una trampa.

-¿En qué clase de trampa?

-Una vez allí son encerradas por el dueño del palomo para su posterior comercialización, lo mismo vas a parar a un caldero de sopa, que eres sacrificada para un trabajo de santería, ese es nuestro destino aquí.

-Pero eso es criminal, Juan.

-Cuando hay hambre nada es un crimen Vero, por lo pronto apréndete estas reglas, no vueles bajo ni a poca velocidad por donde veas eso que llamas niño. No te acerques nunca a nada que se asemeje a una casita y tenga un palito con unos cordelitos, siempre tienen comida en su interior. 

-Debe ser una trampa.

-Exactamente, lo más seguro es que salgas de ella directo al caldero.

-Estoy muy asustada, creo que mejor regreso al barco en donde vine.

-No sabía que así habías llegado.

-Fue mi única salvación, estaba participando en una competencia y perdí el rumbo en un mal tiempo, por suerte apareció esa nave en la que hice el viaje hasta acá.

-¿Y piensas quedarte? 

-Tendría que explorar primero.

-Entonces, te invito a recorrer un poco mi ciudad.

-¿Vives por aquí? 

-No, vivo algo lejos, allá tengo a mis esposas que cuidan nuestros pichones.

-¿Por qué andas por estos lugares tan peligrosos?

-Solamente por comida, cuando esos Ninjas tiran los sacos del camión se rompen en muchas ocasiones y por temor a la policía, el grano que se regó por el suelo queda ahí, ese es mi alimento y el de mi familia.

-Creo que no es fácil la vida por aquí.

-Mejor es que lo compruebes con tu propia vista.

-Acepto tu invitación, volemos un poco.

-Acuérdate de mantenerte a mi lado, mantén la misma altura y velocidad. Diciendo esto ambos abrieron sus alas y Juan se lanzó primero. Su vuelo se dirigió a cruzar la bahía habanera en pos de La Habana Vieja y una vez sobre ella, Veronique no pudo callar.

-¡Que mal olor Juan!, ¿por qué está tan sucia el agua? 

-No es mal olor, aquí se llama peste y el grado de contaminación es por el abandono. Nadie se ocupa de limpiar esto que fue una hermosa bahía, aquí los barcos derraman combustible a su antojo porque nadie los vigila. No solo combustible, arrojan basura también y los pequeños arroyos que en ella desembocan están contaminados. Antes, podías apreciar las manchas de sardinas, los sábalos, las gaviotas, pero de unos años para acá sus aguas están muertas y no se ven señales de vida. Llegaron a la otra orilla y cruzaron sobre los muelles, Juan la condujo sobre la calle San Ignacio en dirección a la Catedral.

-Juan, esto se ve espantoso, esas casas apuntaladas, todas en general sin pintar y las calles muy sucias.

-Estás observando algo muy normal, esto que te estoy mostrando es lo que no ve un turista. Pero no te preocupes, por esta calle llegaremos al lugar reservado para ellos y en solo unos metros notarás los grandes contrastes.

-¿Qué es aquel gran grupo de gente, una manifestación? 

-No querida, esa es la cola del pan.

-Desearía probar un pedazo, llevo más de trece días comiendo chícharos.

-Imposible, ese pedazo del que hablas te puede costar la vida. Solamente dan un pancito por la libreta a cada persona y como comprenderás, nadie se da el lujo de perder una migaja.

-¿Tan dura es la situación?

-Bueno, como muchos de nuestros pobladores nacieron bajo ella en realidad no saben si existen mejores, por eso te digo que es normal, así llevamos cuarenta años sin esperanzas de mejorar. 

-¡Mira una jaula! 

-Creo que no hay muchachos, podemos bajar un minuto para que compruebes lo que te dije. Descendieron y se aproximaron hasta aquella rústica construcción. En su interior descansaban varias palomitas con sus pichones, sin embargo, la puerta estaba abierta y éstas no escapaban.

-Juan, ¿por qué no se escapan? 

-Es imposible Vero, les han cortado las alas.

-Pero cortarle las alas a una paloma es quitarle su libertad.

-Es lo mismo que pretender limitarle los pensamientos a un hombre, o querer callar su voz.

-Esto es terrible, por nada del mundo viviría en esta situación. Mientras tanto, Vero trataba de sacarle unas palabras a las palomitas que solo contestaban con monosílabos y mucho temor.

-No insistas, tienen miedo hablar y éste aumenta cuando se trata de un extranjero.

-Dios mío, ¿por qué? 

-Porque el extranjero se va y luego le temen a la represión, partamos, no vale la pena.

Volando por esta calle llegaron hasta Obispo, aquella zona estaba pintada y había sido restaurada de acuerdo a los tiempos de la colonia. Vero se dio cuenta enseguida que era el lugar destinado a los turistas pero no quiso opinar y su vuelo los llevó hasta la Plaza de la Catedral. Allí había muchos de estos foráneos regateando precios por artículos de artesanía. Pudo distinguir también que estaban fuertemente protegidos por la policía, andaban en parejas o de tres en tres. No se detuvieron y Juan continuó su vuelo hacia una parte del malecón habanero. Vero disfrutaba de la hermosa vista que ofrecen al visitante el Castillo del Morro y la Fortaleza de La Cabaña en la misma entrada a la bahía.
Cuando estuvo a la altura del Prado habanero, Juan se desvió para mostrárselo.

-¿Ves este lugar?, según los abuelos de mis abuelos, cuyos cuentos han pasado de generación en generación, una vez fue el centro de la ciudad. En este paseo se juraron amor eterno muchos de nuestros antepasados, los frondosos árboles que tenía les brindaban su generosa sombra a muchos abuelos que venían a leer la prensa o solamente a tomar fresco. Siempre estaba lleno de personas y de aves, aquí reinaban el Gorrión, el Totí y nosotras, pero observa en que estado se encuentra ahora.

-Los árboles son un desastre, el paseo está muy sucio, ¿qué se hizo de las aves Juan?

-Muchas murieron, otras se marcharon por no estar de acuerdo con esto. Recuerdo lo que decían los viejos cuando el paseo estaba lleno, como de hojas sus árboles y vivían juntos todo tipo de aves. La diversión de aquellas era cagar a los que estaban sentados y después le echaban la culpa al Totí, perdona si soy un poco vulgar cuando hablo, pero tenemos la costumbre de decir las cosas de una manera muy natural.

-No te apenes, ustedes se parecen a los españoles, pero dime, ¿por qué le echaban la culpa al Totí? 

-Por gusto, para joderlo, por ser un ave de color negro, por eso. Cuando algo salía mal en Cuba decían que la culpa era del Toti, pero ahora, la culpa de nuestras desgracias se la echan lo mismo a un ciclón, que a los rusos, los chinos y por encima de todos a los americanos. A veces extrañamos al dichoso pájaro, al menos cuando lo culpábamos, sabíamos que el error era nuestro, lo sigue siendo, pero los aparentes culpables están muy lejos.

-De veras que los compadezco, es muy penosa la situación y ya siento deseos de marcharme a contárselo a mis compañeros, pero dime, esa reunión de gente allá abajo para qué es, ¿será otra cola?

-No Vero, esa es la llamada bolsa de permutas.

-Cómo que una bolsa en el medio de un paseo, ¿no tienen oficinas? 

-Por algo están allí, hubo un tiempo en el que se publicaban los deseos de las personas por cambiar su casa en un periódico que se llama “Opina”, parece que esto no le gustó al gobierno y lo suspendieron.

-No puedo creerlo, ¿en qué puede perjudicar a ese gobierno que la gente anuncie sus deseos por cambiar de casa, vender un auto o comprar un perro? 

-En nada, pero así es este sistema, los periódicos han sido hechos para las noticias que a ellos les convienen difundir, generalmente las que llaman revolucionarias.

-Entonces, ¿no existe la libertad de expresión?

-Nadie sabe qué es eso, al menos las nuevas generaciones. Llegaron al Parque Central, Juan le mostró el Centro Gallego, el Asturiano, el Hotel Inglaterra, el cine Payret y sobrepasado éste nuestro majestuoso Capitolio, hogar antiguo de cientos de aves de las que ya no se oye hablar, lo mismo que de su famoso diamante que marcaba el kilómetro cero. A la altura de la estatua de la India Juan dobló a la derecha para tomar la calle Reina.

-Ahora te voy a mostrar mi hogar y mi familia. 

-Sería un placer Juan, este paisaje triste me deprime.


Iglesia elegida por Juan "El Pendenciero" como hogar.

-¡Volemos alto!, yo vivo en aquella iglesia, en lo más alto de su campanario. A los pocos minutos llegaron y Vero se encontró con dos bonitas palomas en sus nidos dándole calor a sus hijos. Al principio fue tratada con un poco de desconfianza, pero cuando Juan les explicó lo sucedido las palomas se mostraron hospitalarias y amistosas como nuestro pueblo. Entablaron una amena conversación y ambas les contaban sus problemas y sus sueños, Vero escuchaba encantada cada cuento, observaba que aún existían seres que no habían perdido las esperanzas. Sin darse cuenta, el tiempo pasó muy rápido, veloz y Juan se empeñaba en mostrarle más de su pueblo, de aquella parte que no veía el turista, de aquella que no se vende. Después de la despedida continuaron su viaje sobre la ciudad, volaron sobre la calle Carlos III. En la parada de la guagua que está frente a su antiguo mercado, Vero pudo ver a un perro muerto sobre la acera en estado de descomposición.

-¡Por Dios santo! Juan, ¿qué es lo que veo? 

-No te asombres por eso, ese perro lleva tirado en esa acera varios días y nadie lo recogerá, así estará expuesto hasta que se convierta en polvo. La gente está separada de la parada por la peste, cuando llegue la guagua, si es que algún día pasa, todos montarán en ella maldiciendo el mal olor. Si pasa un día el camión de la basura se repetirá el cuento, el basurero se reirá de lo estúpido que fue el perro por dejarse atropellar, pero no se molestará en llevárselo porque eso no es basura y no le pagan por ello.

-Tengo sed y náuseas, ¿podemos beber un poco de agua? 

-No es muy fácil pero tratemos, vamos hasta la Fuente Luminosa que está frente a la Ciudad Deportiva, nos queda un poco lejos pero es donde frecuentemente tomo agua cuando no hay niños. Aceleraron la velocidad del vuelo, doblaron a la izquierda en la avenida de Rancho Boyeros. Solo a la altura de la Plaza Cívica, hoy llamada de la Revolución, el panorama cambió un poco. Cuando arribaron, la fuente estaba apagada y seca, Juan propuso regresar y llegarse hasta la cascada que hay en el Hotel Nacional, pero ésta se encontraba en la misma situación. Dobló a la izquierda volando sobre toda la avenida que bordea el mar en busca de la 5ta avenida. A lo largo de ésta, Vero vio que estaba lleno de jóvenes y exóticas cubanas.

-Parece que a la juventud le gusta disfrutar de los encantos de la brisa marina.

-Que ingenua eres palomita mía, esas son Jineteras.

-Pero no veo caballos para cabalgar.

-Y nunca los verás, porque son lo que ustedes llaman putas o en un lenguaje más fino, prostitutas.

-No puedo creerlo, me dices que esas niñas se dedican a ese oficio. 

-Como lo oyes, y por el ridículo precio de unos 5 dólares.

-No puedo creerlo, un short time o lo que se traduce como un ratico con ella, puede costar hasta cien dólares en cualquier país.

-Tú lo dijiste en cualquier país, pero esto es Cuba y la gente tiene hambre. Por eso detesto a los turistas que nos visitan con el propósito del sexo y después salen hablando maravillas de nuestro país. Pasaron por encima del Río Almendares y Vero observó la contaminación del mismo. En la 5ta. avenida el paisaje cambió totalmente ante sus ojos, los árboles estaban verdes y uniformemente podados. Había una gran variedad de flores ausentes en todo el recorrido por la ciudad, las calle estaban muy limpias y no se observaban peatones por ellas, las casas eran verdaderas mansiones, comparadas solamente con las de los barrios ricos de cualquier parte de Europa.

-Esto es hermoso Juan, es sumamente bello.

-Esta es una de las zonas congeladas.

-¿Cae nieve aquí? 

-No, este es un país tropical, pero le llaman así a las zonas donde se requiere un permiso especial para mudarse. Para que entiendas, aquí vivían los ricos, ahora habitan los dirigentes del Partido y Gobierno. Ellos se adueñaron de todas esas mansiones, existen muchas embajadas y otras personas a quien el dueño de la isla le regalara uno de estos palacios, como por ejemplo, Gabriel García Márquez, ¿lo conoces?, es un famoso escritor. Podrás ver que el área del Laguito hacia donde te llevo, ha sido cercada y custodiada. Allí podremos tomar agua tranquilamente, puedes estar segura de que no está contaminada, el dueño de todo esto puso una planta purificadora para sanear las aguas del río Quibú. Así no los molesta ni el mal olor, debes tener cuidado con los niños de acá, estos no usan tira piedras ni matan por hambre, ellos usan escopetas de aire comprimido y lo hacen por placer.

-Estaré atenta a todo. Solo habían custodios ese día por el área y después de beber, descansaron un poco antes de emprender el vuelo de regreso. Allí, Juan le mostró lo que había sido Villa Marigardo, Villa Viejo, la antigua embajada de Uruguay, en fin, todo lo que le había enseñado su padre y lo que a éste su abuelo.

Durante el viaje de regreso, Vero le propuso a Juan que llevara a sus mujeres a comer al barco durante el tiempo que permaneciera en el puerto, pues allí la comida no faltaba. Después del largo recorrido comprobaron que las grúas se mantenían trabajando, Vero se dirigió con su compañero hasta el alerón del puente donde compartió con gusto su comida, Juan le prometió que volvería por ella muy temprano. Se despidieron como verdaderos hermanos y vio ella como Juan se alejaba en medio del humo, el ruido y el mal olor de aquella bahía infernal.

Pasaron varios días y Vero había recorrido toda la ciudad de La Habana, retornaba cada día más desilusionada y decidida a abandonar aquella tierra hospitalaria y hostil, rica y pobre, alegre y triste. Habitada por seres que unas veces se confundían por fantasmas con cierto parecido a la Monalisa, nunca se sabría si estaban contentos o no lo estaban, porque para saberlo había que llegarles muy dentro, lo que resultaba muy difícil por no ser del todo sinceros. En una de esas salidas a la casa de Juan, Vero le pregunto por que vivía tan alto.

-Para estar lejos de la realidad, para estar más cerca del cielo, más cerca de Dios, próximo al firmamento. Porque no confío en los curas ni en los sacristanes y menos en los monaguillos, porque no sé si con la misma mano que hoy me dan la hostia, mañana apretaran un gatillo.

-Y si vives en esas condiciones, ¿por qué no te marchas? 

-Porque no quiero dejar atrás a los pichones, pero algún día crecerán y les crecerán las alas, aprenderán a volar y ese día yo volaré con ellos. Aunque sea mi último vuelo porque me estoy poniendo viejo, lo haré alto, muy alto y lejos, muy lejos. Bien lejos, aunque tenga que llegar a otros planetas, otras galaxias, tierras extrañas. Donde mis pichones puedan soñar sin que nadie interrumpa sus sueños y sean libres como el viento, para que nadie destruya sus pensamientos.

-Eres admirable Juan, yo seré una portavoz de tus ilusiones, el mundo conocerá algún día que no todo está perdido. Los que confunden a esta nación con un prostíbulo tendrán que comprender que existe un rincón de esta isla donde habita el honor, la vergüenza, el dolor, y que todavía existe una razón para sentirse orgulloso de ser cubano, y ese orgullo lo eres tú.

-Gracias Vero, el día que tú te vayas, ese día se partirá mi corazón, yo sé que todavía hay gente sensible en el mundo, gente que les duele y sufren el dolor ajeno, habla con ellos para que un día nos comprendan y se llegue a entender a nuestro destruido pueblo.

-Así lo haré Juan, ahora me marcho y no sé si mañana regreso, tengo la impresión de que estamos llegando al final de un triste pero sincero episodio. Solo te deseo una cosa, que cuando tus hijos vuelen hazlo y que tengas muchos éxitos. Se despidieron y no volvieron a encontrarse.

Al siguiente día en la mañana, el barco zarpaba con destino a Cienfuegos, Por el canal de la bahía Veronique lloraba mientras en silencio observaba al Cristo, la Cabaña y el Morro. Juan volaba paralelo al buque mientras el alma se le desgarraba, así la siguió varias millas mar adentro. Regresó en silencio por sus pichones con su cabeza rota, las plumas partidas y el corazón destruido por completo. Esa fue la última imagen de su amigo que guardó en la memoria a Vero, la de su amigo Juan el Pendenciero.

En Cienfuegos y durante las operaciones de carga de azúcar a granel, se aparecieron nuevamente funcionarios del Ministerio del Interior armados de escopetas y preguntando por la palomita mensajera. El mismo intercambio de opiniones se produjo infructuosamente. La orden de matarla venía de arriba, como dicen en Cuba, como si vinieran del cielo. Nadie sabe de quienes eran esas órdenes, por fortuna, nuestra amiga era más hábil que todos ellos y a la hora de la partida para Europa estaba en su grúa. La comida nunca le faltó, muy próximos a Finisterre ella comenzó a volar en círculos sobre el barco mientras ganaba en altura, lo hacía cada vez más alto, hasta que solo era un punto en el cielo, una diminuta figura. En uno de esos giros, tomó un rumbo por nuestra amura de estribor hacia donde se encontraba España. Como tratando de comenzar el recorrido perdido, hasta que se perdió de nuestra vista, hasta que se convirtió en un sueño.

Poco tiempo después habían crecido los pichones de Juan y le perdían el miedo a la altura, comenzaron a dar pequeños saltos, hasta que estos se agrandaron, hasta que tomaron cientos de metros, y cuando lo estimó seguro, partieron todos volando a través del mar y sin conocer el futuro.


Amigos, la historia de la paloma es verdadera, esto ocurrió a bordo de la motonave “Bahía de Cienfuegos” durante un viaje de regreso a Cuba. La historia del perro putrefacto en la parada de la guagua es cierta, la historia de la contaminación y la eliminación de las especies en Cuba es verdadera también. La historia del palomo Juan, el Pendenciero, bueno, Juan es cualquier cubano con un poco de vergüenza.





Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2000-30-07






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