jueves, 27 de julio de 2017

EL QUE NO ENTIENDA, NO ES BUEN REVOLUCIONARIO.


EL QUE NO ENTIENDA, NO ES BUEN REVOLUCIONARIO.






Nunca entendí el origen de su apodo, le decían “El Titi”, pero en su rostro podía encontrarse lo contrario a su significado. Titi le decían los cubanos a una muchacha bonita, hermosa, joven, atractivas, seductoras, nada que ver con él. Bajo de estatura y algo obeso, no podía ocultar sus nacientes canas en un país donde el uso de cualquier tinte por parte de un macho te acusaba de homosexual. Resultaba sencillo entonces calcular que era mayor de edad, cuando se pertenecía a la raza negra. Su rostro era muy brillante, grasoso, algo acharolado y se dibujaban en él las huellas de una fuerte acnés juvenil. Aquellos cráteres que apenas se distinguen por la oscuridad de su piel, eran presas fáciles de cualquier observación cercana, donde entre otras cosas, podían distinguirse unos poros extremadamente exagerados. Sus labios resultaron grandes, enormes y clasificaron como “bembas” ante el lenguaje popular. La boca era amplia, lo suficiente para permitir el paso de cualquier sándwich sin mucho esfuerzo y luego ser mordido por aquellos enormes dientes, algo separados, que le daban aspecto de tiburón sangriento. No tenía complejos y siempre estaba riendo, no puede negarse que era de un carácter jovial. Sin embargo, muy militante en todas sus expresiones. Señal suficiente para mantenerlo alejado de cualquier opinión personal sobre apagones, escasez de alimentos, falta de transporte, etc. Manifestaciones que muy bien, podían convertirte en contrarrevolucionario en alguna de las reuniones de su organización y ser condenado con la acción colectiva de la elevación de una mano.

Siempre andaba impecablemente uniformado, sus uniformes grises de algodón, lograban permanecer planchados gracias a la magia del almidón y al uso experto de una plancha. Se bajaba de la guagüita algo embalsamado luego de recorrer más de treinta kilómetros y nadie podía explicarse cómo demonios lo lograba. 
Nunca navegué con él y coincidimos varias veces dentro de nuestra empresa cuando acudíamos a ella por cualquier tipo de gestión. Vestía diferente, muy acorde a nuestros tiempos y elegante para su criterio y el de alguna gente. Pantalón de tergal, camisa de nylon que dejaba a la vista unas camisetas de mallitas compradas en las placitas de Rotterdam, mocasines españoles y un fuerte olor al perfume usado por la mayoría de los marinos y que se compraban por litros. Unas veces se apestaba a Galardón y otras a Varón Dandy, debajo de los brazos era distinto el olor y primaba el Tulipán Negro, quien se rendía cobardemente ante la agresión de cualquier ácida y amarga peste a grajo. Aquellas fragancias mezcladas entre perfumes, sudores y grajos, calentadas por el insoportable sol del trópico y atrapadas en aquellas camisas de nylon, producían un olor derivado que se simulaba al de cualquier infusión de las usadas por nuestros guajiros para curar parásitos. Luego, aquel gusto de muchos de nuestros prietos por los colores chillones, similares a los de sus antepasados encontrados en viajes posteriores al continente africano, brindaban la imagen de disfraces como los utilizados por los payasos. Grandes contrastes que permitían con facilidad identificarlos dentro de cualquier multitud, rojos intensos, naranjas, verdes, amarillos escandalosos, los combinaban con otros colores sin ningún tipo de complejos. Casi siempre lo encontré usando mocasines tejidos de color blanco, eran muy populares en esa época que les narro. Aquellos olores los transportó hasta la academia, donde el clima lo premiaba diariamente con un área sudada debajo de los sobacos muy oscura. 

No sé cómo llegó hasta la escuela, pudo haberlo hecho como yo o simplemente se debía a una tarea encomendada por su partido, no lo sé. El semestre había iniciado hacía unos tres meses y lo designaron para impartir clases de astronomía que comenzaría el siguiente período. O sea, disponía cómodamente de tres meses para prepararse como profesor y tener listo todos los planes de estudios mucho antes de su debut. Mientras yo preparaba el plan de lección para dos o tres días adelantados en la biblioteca de la Academia, El Titi se me acercó para que le aclarara ciertas dudas sobre su materia y nunca le negué esa ayuda. Aquella asistencia tomó un ciclo casi diario, no existió día alguno en el cual debiera explicarle algo sobre uno u otro tema a tratar. Esas cotidianas relaciones profesionales me condujeron a una simple conclusión, el hombre estaba perdido en el llano, no solo para cumplir su misión como profesor, perdido digo y lo hago en un campo mucho más amplio que abarca su papel como oficial en cualquiera de nuestras naves. 

¿Cómo lograba obtener posiciones astronómicas durante sus navegaciones? Es una pregunta a la cual nunca pude hallarle respuesta, muy sencillo, no se encontraba técnicamente preparado y la astronomía no toma en consideración experiencia alguna, exige una buena base de conocimientos teóricos de los cuales nunca demostró tener dominio.
La Astronomía Náutica es una de las asignaturas más complejas dentro de la profesión del navegante y requiere de mucha abstracción para comprenderla. Hay momentos en que su estudio exige tener en consideración el movimiento de los astros, porque así es como lo percibe el observador. Pero esa interpretación puede cambiar radicalmente cuando la estudiamos en profundidad y consideramos que ese movimiento es relativo, ellos no se mueven, etc. Llevar al alumno hasta ese estado, donde pueda apreciar esas diferencias y pedirle esa abstracción necesaria para la interpretación de la materia, multiplica el esfuerzo y conocimientos que debe ejercer el profesor para conducir a su alumnado hacia ese período demandado. Una persona puede llegar a comprender totalmente una materia, sin embargo, no todas las personas poseen la capacidad, conocimientos o don pedagógico para hacerles llegar el mensaje a un colectivo de individuos. El Titi carecía de todo elemento requerido para enfrentar a un grupo numeroso de alumnos y de ello no se percataron en la cátedra, menos aún el Primer Profesor de esa asignatura, me refiero a Ergio Gonzalez Reveilléz. 

Su plan de lección fue preparado casi en su totalidad por mí y debía detenerme para explicarle y repetirle hasta la saciedad, el significado de cada uno de los gráficos que estaba obligado utilizar en cada clase.
Pasó esos tres meses devengando íntegramente su salario sin otra obligación que la de prepararse y estar listo. Llegó el día de su debut en un aula y no quiero imaginarlo. Me enteré con lujos de detalles sobre todo lo sucedido por medio de varios alumnos, fue, como era de esperar, un verdadero desastre. Me contaron que explicaba, repetía y volvía a explicar ante las miradas de asombro que le brindaban una y otra vez aquellos jodedores muchachos.

-¿Comprendieron? Preguntaba El Titi y las respuestas fueron negativas. Volvía a repetir la explicación sin obtener resultados positivos.

-¿Comprendieron? Preguntaba El Titi y las respuestas fueron negativas. Volvía a repetir la explicación sin obtener resultados positivos. Tres, cuatro, cinco veces repitió el mismo libreto hasta que se agotó o pensó que los muchachos lo estaban vacilando.

-¡Aquí, el que no entienda, no es buen revolucionario! Gritó enojado, enardecido, invadido por la ira y solo provocó que toda el aula explotara de la risa. Al día siguiente se repitió aquella inoportuna comedia y él, vencido de impotencia, solo atinaba a insistir en la misma pregunta, ¿comprendieron?

Esa tarde, un grupo de estudiantes que pertenecían al Comité de base de la U.J.C (Unión de Jóvenes Comunistas), solicitó una reunión con el Jefe de la Cátedra y expusieron el problema que enfrentaban. Solicitaron la sustitución del profesor de Astronomía y sin muchos escándalos se aceptó aquella demanda. El Titi fue destinado posteriormente hacia la Casa de Botes de la academia, lugar donde se impartían las clases de marinería por contramaestres de la marina mercante y donde no era necesario un nivel alto de escolaridad o conocimientos técnicos. A partir de esos días, los guardiamarinas agregaron otra frase al uso de sus bromas, ¡El que no entienda, no es buen revolucionario!



Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2013-05-05


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