RECUERDOS
DE CHICOUTIMI
SINGLADURA
Nro.31
"IGNORANCE IS BLISS," dice el refrán, o
sea, "la ignorancia es una bendición”. Y este pobre guajirito con ansias
de llevar a sus espaldas poderosas alas, solo había logrado cargar un enorme
caudal de poco saber. Primero me lancé al mundo noruego y luego al inglés... solito
en el mar y sin mamita a quien correr. De modo que, yo que de niño era tan poco
mi reír que mi madre me puso por apodo, "el viejo", aprendí a sonreír
entrecortado y a decir una mágica palabra, retando a todas las mujeres del
planeta: "Yes."
“Hombre, you tatatata”... "Yes, sir"
“Boy, sailor, etc”... “Yes, sir”.
Y el más duro, el más sucio, el más pesado de los
trabajos, así como la peor piqueta, la más despilfarrada brocha eran mis
compañeras de viaje. Y los contramaestres y oficiales comenzaron a ver algo muy
raro en estas ocupaciones: "El Voluntario". Y así se me hizo muy
fácil aprender, servir y ascender al tiempo que ganar aceptación en algunos
lugares algo más altos y deseables. Así, apenas los noruegos me pusieron al
alcance de los americanos, me vi designado, "voluntariamente" a
ciertas labores y misiones algo o mucho, más delicadas. Y empezando por viajes
peligrosos en barcos de carga sin escolta por zonas de alto riesgo, y despues
en otros campos, en más delicadas misiones, mi vida fue cambiando según los días
pasaban y las misiones aumentaban al par con mis estudios...
Hice algunos viajes a zonas mineras canadienses y
pronto me vi enviado a buscar un mineral entonces secreto, (cobalto, gypsum y
otras cositas más que debo callar), a Chicoutimi y Jonquiere, por el Rio
Saguenay.
Salimos de New York por el Canal Intracostal y
seguimos a lo largo y alrededor de Nova Scotia, entramos en Sidney y allí
embarcó con nosotros un joven nativo de la isla, hijo de inmigrantes polacos,
de 17 añitos, (qepd). A quien por ciertas razones ajenas a mi voluntad llamaré aquí,
Pulasky, que hablaba ocho idiomas y era experto en ciertas materias químico-minerales
entonces en demanda en cierto grado de secreto. Ese habría de ser mi primer
maestro de "buen" inglés, y más que un hermano en los meses
siguientes.
Al salir de Sidney tuvimos una fuerte alarma.
"¡Submarino a babor!" y regresamos a la bahía de Sidney por unas
horas, pues nosotros teníamos abordo 16 minas anti-sub, dos ametralladoras 14
en las alas del puente y un cañon de 125 a popa... y un artillero de la Norske
Kongelie, o Marina de Guerra Noruega. Con ese equipo éramos facilmente carne
para tiburón. Luego salimos adentrándonos en el Golfo de Saint Lawrence y de allí
al Río Saguenay.
Por el Saint Lawrence navegamos bastante serenamente,
zigzagueando a cuatro nudos y escuchando reportes de las radios locales, ya que
las radios oficiales estaban cerradas en esos casos. Cuando hacíamos esto
"solos" era a "suerte y verdad". Usted llega o queda en el
camino y los alemanes eran grandes navegantes, excelentes oficiales y
peligrosos enemigos. El juego era a muerte y la cosa era no poner el muerto, sino
hacer que el muerto fuera el enemigo. Así se hacen las guerras.
Cuando nos acercábamos a Haute Cote Nord, la pequeña
estación naval de allí nos hizo unas señas: "Hace dos días nos hundieron
un carguero aquí alante." Y más.
"Tenemos noticias de que hay un U-Boat
(submarino) que anda sumergido en el Saguenay a la altura de la L"ile aux
lievres. O sea, un poquito más alante en nuestra dirección, probablemente en la
Baie Ste. Katherine. Total, dicho en guajiro, "Al cantío-e un gallo y la
vojdiumontero." por la proa.
Nosotros avanzábamos entonces apenas con un
movimiento capaz de permitirnos gobernar.
¿Cuántas horas estuve yo al timón? Yo era el timonel
designado para canales y emergencias en ese momento, pues éramos una raza rara
y escasa en esos días en que había muchos barcos flotando y a pesar de haber
muchos de todo el mundo, había pocos marineros experimentados.
Como a las dos de la madrugada una gigantesca
explosión sacudía al barco desde el fondo y parecía elevarlo... Caos, alarmas,
carreras... Un joven marinero de North Dakota, a quien estábamos entrenando
estaba al timón, el Segundo Oficial estaba de guardia y yo trataba de dormir un
rato allí mismo, en el puente, para no alejarme del novato.
Un mundo que pasa de entredormitando a infernal era
el nuestro durante varios minutos. Y quien sepa algo de mar y de torpedos y
minas anti-sumarinas, sabe muy bien el terror silente que se mete entre los
poros y controla hasta el mismo espacio que debía ocupar nuestro pensamiento. Pero
detrás de la tormenta viene la calma. El torpedo no había tocado nuestro barco
sino que había explotado al chocar contra una boya.
Y aquella explosión causaba, a su vez, que algunas de
las minas anti-sub plantadas en el rio fueran detonadas…
De alguna manera muy callada y sutil, los pueblos de
Chicoutimi y de Jonquiere nos recibieron como héroes al día siguiente, que era
un sábado. Y no es que nos hicieran una fiesta, no. Es que en las calles y
sitios públicos nos miraban con cálidas sonrisas y amables saludos.
Los pilotos de la base aérea allí nos dieron un
almuerzo lindísimo. Y pasa aquel día y pasa la noche.
Hermanos míos, para muchos seres humanos el drama de
las partes grotescas de los sucesos es el recuerdo principal, para mí, no. Yo
peleo mi guerra y disfruto el romance de la paz. Tal vez por eso he podido
vivir tantos eneros sin que se me cocine el hígado a la italiana o a algún
estilo algo menos poético.
Así es que mis observaciones a veces van a lo
profundo del sentido humano o filosófico dejando atrás en frases cortas, si es
posible, la sangre derramada y el cúmulo enorme de penas y dolores vividos y
presenciados, porque esos los llevo hasta la tumba en el alma.
A la mañana siguiente, digamos que, el domingo,
salimos a caminar por la ciudad algunos de mis compañeros, Armando Hernández,
el sagüero, y yo, y por todas partes vimos un espectáculo que confieso nunca
antes había pensado que podía ser visto en parte alguna. A cada casa que
mirabas, podías ver que la puerta principal estaba abierta... y no había nadie allí.
En Jonquiere nos pasa lo mismo.
Tony y yo caminamos por más de tres horas para ver
las dos bellas poblaciones con su exuberante vegetación, parques serenos y
calles limpias...
Y, ¿dónde están los vecinos de estos pueblos? nos
preguntábamos nosotros, Tony y yo... pero ni los perros ni los bodegueros veíanse
en parte alguna.
Al fin nos topamos con el Teniente Willie Arsenault,
un joven piloto de la Royal Canadian Air Force, que había de luego ser mi amigo
por muchos años porvenir. El Teniente Arsenault tuvo la gentileza de caminar un
rato con nosotros y mostrarnos donde estaban los vecinos del lugar.
Quien haya vez alguna visitado esa bella comarca de
la Provincia de Quebec, puede ver que casi en cada esquina hay una iglesia. Y
cuando los vecinos de allí van a la iglesia, encomiendan sus viviendas a Dios.
Si usted tiene hambre o sed, o intenta robar, por Dios, no lo haga, beba, coma
y disfrute, que Dios nos da el pan de cada día. Y aquí, en esta casa, lo hemos
dejado para usted.
¡AMÉN!
Gilberto Rodríguez
Miami-Fla..USA
2009-03-19
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